Tú el orgullo y yo el prejuicio

Rebecca 

Me quedé quieta, paralizada por los impresionantes ojos azules de ese  hombre.

Tenía una mandíbula perfectamente cincelada y un pelo negro azabache por el que tuve la tentación de levantarme del banquillo de acusados para pasar los dedos; todo él era de una perfección inigualable. Con esa postura de hombre malo y su acento británico. 

Mientras lo miraba, sus labios se curvaron en una sonrisa lenta y sexy, lo que le hizo tener el mismo aspecto que un modelo de diseñador. Aunque sabía que esa sonrisa lejos de ser incitante se debía a que tenía la certeza de que me dejaría humillada ante los demás socios. Lo que Nathaniel Wentworth no sabía era que yo no mentía en cuanto a mis habilidades y había repasado el manual para el examen de BVC al menos dos veces, más que suficiente para aprenderlo casi de memoria. 

No tenía ninguna duda de que la corbata que llevaba puesta era exclusiva y costaba más de lo que yo jamás ganaría en un mes trabajando para
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