Mi héroe misterioso

Rebecca 

Mi corazón comenzó a golpear con fuerza contra mi pecho aterrada mientras miraba en cámara lenta como mi teléfono y caía sobre las vías.

Alguien que se encontraba cerca me indicó que me mantuviera sobre el andén y que lo diera por perdido. Aunque no estaba segura de quien me estaba dando tal indicación. Seguramente alguien con dinero para comprar uno nuevo sin problemas. Alguien con trabajo, por supuesto. Alguien que no necesitaba un mapa. 

—¡No! —grité cuando la gente salió detrás de mí, comenzó a moverme hacia la salida empujandome. 

Mierd@. Me llevé la mano a la cabeza mientras me resistía a la fuerza de la gente que pasaba a mi lado. No lo podía creer. ¿Cómo iba a llegar a mi entrevista? Llegaría tarde y no estaría en la primera fila, ni siquiera en la última. Todas mis esperanzas de continuar con mi  nueva vida, un nuevo comienzo con mi mejor amiga, estaban puestas en este trabajo. Y lo último que quería hacer era dejar mal a Olivia y Harvey que se había dejado el pellejo recomendándome a el socio más difícil de complacer de la firma según decían. 

—Lo siento tanto, fue mi culpa y voy a recompensarte. Tienes mi palabra. 

Me volví para encontrar al hombre que había hecho que mi viaje en metro fuera excitante y placentero a pesar de estar parada con esos incómodos zapatos. Contuve el aliento. Ahora me parecía muy mono, al preocuparse por mí. 

 —¿Tu culpa? Claro que no, alguien me golpeó. 

El tren empezó a pitar y sus puertas se cerraron de golpe. ¿Quizás mi teléfono no sería aplastado bajo las ruedas, y podría saltar y tomarlo antes de que llegue el próximo tren? Debía mantener la esperanza.  

—Yo fui quien te golpeó — respondió el hombre que hasta hacía unos instantes me parecía encantador, pero en un giro inesperado de las cosas se había convertido en un perfecto imbécil. 

Debió ser él quien me golpeó  con el codo. No me había dado cuenta de quien había sido por las personas que empujaban por salir de la estación.

Negué con la cabeza. 

—Fui terriblemente descuidado y poco considerado contigo…me disculpo. 

 Eché un vistazo a las vías ahora que el tren había salido de la estación. 

—¡Allí está! ¡Este es un milagro! —Dije señalando con la mano el móvil que aún vibraba sobre las vías. No parecía que mi teléfono tuviese daño alguno y no pensaba dejarlo allí en lo absoluto.

—¿Cuánto falta para que pase el siguiente tren? —Le pregunté desesperada.  

Una mirada de horror cruzó su rostro y tiró de mí lejos del borde de la plataforma. 

Miré hacia donde su mano tocaba mi brazo. Me había movido con tanta fuerza, como si yo fuera solo una pequeña niña a la que deseaba salvar de una terrible idea y podría haberlo estado imaginando, pero estaba  seguro de que podía sentir el calor de su piel y la electricidad que me provocaba a través de mi abrigo. Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una tarjeta personal. 

—No es necesario que cometas una locura y bajo ningún concepto lo permitiré. Es posible que el personal de la estación pueda recuperarlo después de que el servicio cierre. Si no es así, llámame y me comprometo a comprar uno nuevo para ti. Es lo mínimo que puedo hacer, si no hubiese estado hablando por teléfono nada hubiese ocurrido. 

Estaba tan ocupada mirando lo atractivo que se veía preocupado que casi no escuché lo que dijo y luego lo registré. 

—¿Está noche? No amigo, debo recuperarlo en este mismo instante. Tengo una entrevista. 

Empecé a entrar en pánico. Tenía que llegar a mi entrevista, y como no había podido pasar por el cajero, no tenía dinero ni para tomar un taxi. Me había distraído tanto con ese hombre que ahora me decía que debía esperar hasta la noche,  que no había consultado la dirección. Tampoco podía llamar a Olivia o Harvey para preguntarle si podía rescatarme porque por supuesto no recordaba su número. 

—Necesito el mapa para saber a donde voy; Tengo un lugar donde estar. Y si no llego a tiempo, no daré una gran impresión y no estaré en la primera fila y los que están al final nunca llegan al primer lugar. No tengo excusas, soy una idiota…Voy a tener que decirle a mi mamá que no funcionó... Voy a ir a una prisión para deudores cuando no pueda pagar mis préstamos...

Comencé a hiperventilar. 

 El extraño me miró con los ojos abiertos al ver que perdía el control y me abrazó  con fuerza para tranquilizarme. Me mantuvo entre sus brazos unos minutos hasta que mi respiración comenzó a ser lenta y pausada. 

El extraño miró nuestros brazos entrelazados y volvió a mirarme a los ojos, con la misma expresión que había tenido en el tubo, como si quisiera decir algo más, sin embargo simplemente se separó al ver que respiraba con normalidad. 

Necesitaba concentrarme. Tenía que llegar a esta entrevista. Los ganadores no tienen excusas solo resultados.

—Tal vez podrías ayudarme. —Dije recuperando la compostura —Quizás tu sepas a donde está la firma a la que necesito llegar. 

Zambullí la mano en el interior de mi bolso y saqué la hoja de papel en la que tenía escrita la dirección de la firma donde trabajaba el esposo de Olivia.  Gracias a Dios, había escrito la dirección. 

—Necesito llegar aquí —Le dije dándole el trozo de papel —Desearía llegar media hora antes, pero quizás con quince minutos sea suficiente. 

—Supongo que considerando las circunstancias, con que llegues a tiempo bastará —tomó el trozo de papel. 

Observó la dirección, que miró con el ceño fruncido, luego me miró a mí, y clavó sus  ojos grises en los garabatos escritos por Harvey. Estudio la situación unos segundos y me devolvió la hoja de papel. 

—Yo mismo voy allí. Te acompañaré. 

—¿Vas hacia allí? —No podía salir de mi asombro, no sólo parecía un modelo de Ralph Lauren y lograba que mis piernas se debilitaran con solo una mirada inocente, si no que también iba al mismo lugar al que yo me dirigía. Cuantas probabilidades podían existir de que trabajase en la misma firma o puede que fuese un truco para invitarme a tomar algo y disculparse por el incidente.  Debía ser cosa del destino. Un destino irónico como el demonio porque no importaba cuanto me gustase ese hombre o que tuviese la propuesta más sexy de mí vida, cualquiera fuese su idea debía declinarla. No había forma de que no pudiera asistir a esta entrevista. 

El asintió. 

—Es lo mínimo que puedo hacer por ti, luego de mi gran torpeza.

 Su voz era como un caramelo , suave como la seda y se deshacía en la boca.  

Mmm, lamería el plato si tuviese lleno de él. 

Por un segundo, olvidé que estaba al borde de la indigencia y todo el discurso de ganadora que me repetía a diario se había esfumado por completo. Estaba a punto de seguirlo a donde fuera por pura necesidad carnal. 

—Vamos —dijo, caminando hacia la salida  —. No vamos muy lejos de aquí, creo que si nos damos prisa aún podrás llegar a tiempo. 

No hablamos en las escaleras mecánicas hasta la superficie. Se paró frente a mí, con una mueca, como si estuviera pensando en un problema complejo. No me gustaba interrumpirlo, pero me pareció extraño no hablar con él. 

—Entonces, ¿vas camino al trabajo? —Pregunté mientras salíamos de los torniquetes. 

 —Así es —respondió —¿Y tú? ¿Cúal es esa gran entrevista a la que necesitas asistir? Estaba pensando para que puestos solicitaban personal y sólo se me vino uno a la cabeza. 

Sus palabras eran formales. Su conversación era amena y casual , sin embargo era de cierta forma encantador. 

Estaba bastante segura de que estaría feliz si solo hubiera silencio entre nosotros. Pero ese solo detalle de que se dirigía al mismo lugar que yo me hizo querer saber más sobre él. 

—Tengo una entrevista. Por un trabajo como asociada en Wentworth —dije, esperando que eso pudiera animarlo a que me cuente más sobre él.

 

Tenía cierto aire ganador y sin duda era muy elegante. 

 —Creo que te irá maravillosamente. Estas esforzándote por llegar a tiempo a pesar de los imprevistos y escuché tu discurso en el tren. Debería disculparme por eso, sin embargo debo decir que me impresionó. El único problema que veo es que buscas ser socia de la persona más arrogante que conozco. 

 Comencé a balbucear. Me estaba poniendo nerviosa. Los hombres nunca me pusieron nerviosa, aunque no estaba segura si era él o lo que había dicho. Sentí como el calor nuevamente me subía por las mejillas. 

—¿Arrogante? Creí que trabajaría con Harvey MacQuaid — pregunté, mientras luchaba por seguir su paso mientras nos dirigíamos a la izquierda por la calle. 

Antes de que tuviera la oportunidad de contestar, su teléfono comenzó a sonar. 

—Williams —respondió. 

Su ¿nombre era Williams? No seguramente Williams era quien lo llamaba. 

 Caminaba con un  tipo británico. Con un nombre sexy y encantador, que posiblemente sea el hombre más guapo que jamás haya visto, me estaba rescatando de un potencial desastre y me había dicho que lo había impresionado. Me sentía como en una novela de Jane Austen o Dickens. Sí, podía ser perfectamente "La Pequeña Dorrit" y él mi perfecto Arthur. 

Me miró por encima del hombro y sostuvo el teléfono contra su hombro. 

—Tengo que aceptar esta llamada es un cliente importante, pero deberíamos estar allí en solo unos minutos. 

—No hay problema —dije. 

Me importaba una m****a si estaba hablando por teléfono o simplemente me ignoraba. Todavía iba a hacer mi entrevista porque faltaban veinte minutos para las 9:30, y si él no me miraba, significaba que podía mirarlo. Miré al otro lado y observé su culo alto y apretado. Dios, ¿le importaría si le levantaba un poco la chaqueta para asegurarme de que estaba tan bien como parecía desde mi ángulo?

 Me gustaba un hombre con un buen trasero casi tanto como un hombre con manos grandes y mandíbula pronunciada. Todos eran accesorios importantes para ser bueno en la cama o eso decía Popys. ¿Y esos ojos, la forma en que me miró? Me estremecí.

Cruzamos la acera, atravesamos un hueco en los edificios, y de repente habíamos desaparecido entre la multitud de personas que le gritaban a sus teléfonos , así  rodeados de tráfico, ruido y mil personas, podía sentirme en casa. Todos siempre corrían y le hablaban a sus móviles sin ver que ocurría a su alrededor. Estábamos en la zona comercial y eso se parecía bastante a mi lugar de origen. 

—¿Dónde estamos? —Pregunté, mirando a mí alrededor. Al ver como cambiaba el ambiente. 

Mi guapo extraño me miró y luego señaló hacia la entrada del edificio más grande mientras continuaba su conversación. 

Cruzamos una calle adoquinada en la que no había coches, a pesar de que era la hora punta, y nos dirigimos a la entrada. Frente a la imponente construcción se encontraba un aún más imponente parque con césped bien cortado y algunas personas se sentaron en bancos disfrutando de su café o leyendo el periódico.

¿Dónde estábamos? 

Sabía por mis paseos durante las últimas dos semanas que Londres tenía su parte de hermosos parques. Había visitado Hyde Park y St James 'Park y algunas de las plazas tenían edificios en los cuatro lados, frente a un pequeño jardín. ¿Pero esto? Era como un parque gigante privado. Finalmente, llegamos a la salida y vi una enorme W en la entrada del último edificio del conjunto.   

El sonido estridente de una campana me llamó la atención, pero antes de que pudiera averiguar de dónde venía, el brazo de mi extraño caballero  estaba alrededor de mi hombro, sacándome del camino de un mensajero ciclista que se aproximaba hacia nosotros . Por segunda vez esta mañana, mis manos presionaron su pecho por instinto mientras trataba de no caerme. Su toque se sintió protector y fuerte como antes en el tren y solo quería hundirme contra su cuerpo y respirarlo. Me estaba salvando del desastre a cada paso: en el metro, acompañándome a mi entrevista y luego con esta bicicleta. La bicicleta pasó, para detenerse en Wentworth y asociados y miré hacia arriba para encontrar sus ojos clavados en los míos. 

—Gracias, creo que debería dejar de meterme en problemas — susurré. —No soy así, usualmente. 

Él no respondió, pero tampoco se movió ni apartó la mirada. Por un momento pensé que podría besarme. Sentí que él quería, y le habría devuelto el beso. ¡Estaba loca! 

Pero no lo hizo, y nos quedamos allí un par de momentos. Todavía. Mirarnos el uno al otro como si esta mirada que estábamos compartiendo fuera incluso más íntima que un beso. 

Eventualmente, quienquiera que estuviera hablando con él en el extremo del teléfono que todavía estaba pegado a su oreja, llamó la su atención, desvió la mirada y yo deslicé mis manos hacia abajo y lejos de su pecho. 

Nosotros continuamos nuestro viaje, pasando por otra brecha en los edificios, y esperaba reunirme con el ajetreo y el bullicio de Londres pronto. En cambio, estaba rodeada de una verde y cálida mañana con un sexy héroe. Parches verdes de césped y más edificios modernos de cristales resplandecientes. Era como una ciudad perfecta que conectaba la innovación con los espacios verdes. Hicimos un giro brusco a la derecha y sin siquiera despedirnos, él presionó cancelar en su teléfono y se lo guardó en el bolsillo. 

—Aquí estamos. Bienvenida a Wentworth y asociados. Déjame saber cómo funcionan las cosas con tu móvil. 

Quería que dijera algo más. Invítarme a cenar o decirme que deseaba verme.  Alguna cosa. No estaba lista para que él se marchara todavía. En Nueva York, los hombres estaban en todas partes, pero ningún extraño me había cautivado como este. Fue como si cuando me subí al tren me hubiera tragado algún tipo de agujero del conejo mágico que me atrajo por completo a ese hombre. Y ni siquiera era mi tipo. En realidad no sabía cuál era mi tipo, sin embargo podía serlo. 

No les pedí citas a los chicos. Nunca tuve que hacerlo, porque de todas formas mi mamá no me dejaba salir. Fue entonces que a  punto de verlo alejarse, deseé haber tenido más práctica.

 

—Gracias… Yo…

—Estas nerviosa, no debes estarlo. Puedo ver que eres especial y si Nathaniel no puede verlo, no dudes en usar la tarjeta que te di. 

Abrió la boca como si fuera a decir algo más, pero luego me dedico una sonrisa suave. Y con eso subió algunos escalones y atravesó una puerta abierta. Desee detenerlo y decirle que no me había dicho su nombre, entonces recordé la tarjeta y la saqué de mi bolso. 

“Andrew Linton: Socio Mayoritario”. 

Sonreí como una tonta antes de volver a la realidad. 

Verifiqué la dirección en mi nota.  La misma dirección exacta estaba escrita en metal reluciente  en el costado del edificio. Lo logré. Mi guapo extraño había desaparecido en el mismo edificio al que me dirigía y dijo que trabajaba allí. Otra señal. Quizás lo volvería a ver. Hoy había sido mi día a excepción de mi móvil. 

Respiré hondo y subí las escaleras,  siguiendo  los pasos que acababa de dar mi sexy extraño. 

Era hora de ser una ganadora e impresionar a ese tal Nathaniel. 

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