Mi última decepción

Nathaniel

La mejor parte del día siempre eran para mí las cuatro treinta de la madrugada, pues era el raro momento en el que Londres estaba tranquila y silenciosa, cuando podía dar un paseo por las calles y admirar el Hyde Park en completo silencio sin esa terrible turba de turistas o adolescentes que iban de un lado hacia el otro haciendo un gran bullicio. 

El One Hyde era mi residencia preferida en los últimos años y no era porque el espectacular penthouse fuese de los más lujosos de todo Londres o porque incluyera servicios sin igual. Lo que adoraba realmente era que se tomaban muy enserió la privacidad. Las 220 mil libras al año que pagaba para que mi lugar de residencia se mantuviese en secreto era el dinero que mejor había invertido en mi vida. 

—Los periódicos del día, señor. —El chófer me los entregó con una ligera reverencia cuando abrió la puerta trasera del coche —Hoy hay titulares interesantes, si está de humor para los cotilleos. 

—Lo dudo mucho y nunca estoy de humor para los chismes. 

Abrí el primero mientras él se incorporaba al tráfico, y di un respingo al ver aquellas palabras en los titulares de los periódicos que alguna vez creí serios:

MÍSTER LONDRES Nathaniel Wentworth el brillante abogado conciliador, al que hemos nombrado «Míster Londres» por tercer año consecutivo, ha sido sorprendido saliendo de un hotel  de lujo con la glamorosa top model Anastasia Gouriet a tan solo unos días de verlo disfrutando de una hermosa tarde de romance con la reconocida actriz Lara Nagel.  

No debería extrañarnos que un hombre que a diario ve la cara más cruda del matrimonio, evite sistemáticamente establecerse con alguna mujer, pero consigue ponerse en el foco de todos los medios. 

EL IMPLACABLE NATHANIEL WENTWORTH logró absorber su competencia y despidió una gran parte de su nómina tras recibir la orden de su padre. El arrogante y despiadado abogado ha llevado a cabo su jugada más cruel hasta la fecha. Una vez más, ha cortejado a una firma durante meses, fingiendo que pretendía una fusión amigable, pero ha terminado por despedir a un gran número de empleados —algo que no resulta sorprendente—. El equipo de prensa de Wentworth e hijo ha revelado que el antiguo bufete se convertirá en una extensión de su oficina de investigación. ¿Podrá esta jugada acercarlo a Edward Wentworth? 

«¿Qué clase de periódico era este…?».

Lancé el último periódico a un lado y me concentré en los otros dos, negando con la cabeza al leer cada palabra. Como podían publicar esa sarta de falacias y enojar al sucesor de la firma más importante de Londres. 

La absoluta falta de inteligencia en esos titulares me parecía aterradora.

Parecía que la prensa estaba dispuesta a publicar cualquier cosa con tal de que les compraran sus diarios, y aún no me había enviado nadie mi porcentaje de las ganancias por todos los ejemplares que les ayudaba a vender.

En el pasado, era más que despiadado, podía realizar negocios por cifras millonarias y obtener el mayor beneficio posible para mis clientes sin esfuerzo y sin pensar en nadie más que en nuestros intereses. Estar en la cima del negocio durante más de dos década significaba que ya no tenía que ser tan despiadado, si no duro y también que no tenía mucho que celebrar. Nunca tenía motivos de celebración. 

Las fiestas en yates que había adquirido y las reuniones en los áticos de mis propiedades con la élite de Londres habían perdido su atractivo con los años, y la única razón por la que me seguían viendo con modelos y actrices era para distraer a los periodistas  de cualquier negocio que estuviera cerrando en secreto.

Si alguien miraba con un poco más de atención, se podría dar cuenta fácilmente mi vida en esos momentos era un permanente recordatorio de lo difícil que era el camino a la excelencia; podía prescindir de  todas las conversaciones que iba a tener con la gente, y ya nada me sorprendía. Me mantenía al margen, nunca hacía amigos a excepción de Harvey mi único amigo desde la escuela. Y vigilaba a todos mis enemigos de cerca, listo para destruirlos. 

Como la relación con mi familia era inexistente, me enterré en el trabajo, y esperaba que todos a mi alrededor hicieran lo mismo. Durante mucho tiempo había intentando impresionar a mi padre, hasta que me di cuenta que no importaba lo que hiciese. Nunca me consideraría un digno sucesor y trabajaría como director de la firma por otros cien años si era necesario con tal de no darme poder absoluto, aunque eso solo era una de las razones, sus secretos y errores eran una carga muy pesada.Por eso, si yo era capaz de trabajar un mínimo de cien horas a la semana, ellos también podían. Si no necesitaba dormir, tampoco necesitaban hacerlo mis colaboradores. 

Cuando por fin llegué a la sede de la empresa, me dediqué un segundo a admirar el apellido Wentworth en plateado y gris que estaba grabado en el centro del vestíbulo de mármol. Esperé un instante a ver si mi asistente se reunía conmigo con los informes matutinos que le había solicitado y mi café favorito, pero paso un minuto y no apareció.

«¿Debía asombrarme? Por supuesto que no…».

No había nada en el mundo que me irritara más que la falta total de profesionalismo. Irritado, subí en el ascensor hasta mi oficina , y la recepcionista de planta, Agnes, me saludó de inmediato.

—¡Buenos días, señor Wentworth! —Siempre me recibía con una sonrisa de oreja a oreja y eso me parecía extraño, ¿Cómo podía estar siempre sonriendo? —. ¿Cómo se encuentra hoy?

—Igual que cada mañana, Agnes. Gracias por preguntar. ¿Tengo alguna llamada esperándome?

No me respondió, se limitó a clavar en mí sus grandes ojos azules cada pocos segundos con una sonrisa. 

—¿Tengo alguna llamada? —insistí—. ¿Han llegado los archivos del caso Petranko para el asunto que cerraré esta mañana?

Siguió sin responderme.

—¿Hay alguna razón particular para que me mires de esa forma  en lugar de responder a mis dudas?

—Voy a responder cada pregunta que tengas, Nathaniel, pero antes necesito que respondas algo. — Bajó la voz y se acercó un poco—. Te envié un mensaje a tu móvil la noche pasada. ¿Por qué no me has respondido?

—Porque bloqueé tu número hace par de semanas. Luego de que anunciaras tu compromiso. 

—Estaba tratando de enviarte una foto que me hice con lo que me pondré la noche de bodas  — explicó—. No llevaba nada más que una diminuta lencería.

—Espero una llamada de Petranko y necesito que bajes a investigación a recoger los archivos que necesito. —Me negaba a continuar con esa conversación—. ¿Puedes asegurarte de que esté conectada a la segunda línea para que pueda grabarla, por favor? ¿Ya sabes si Harvey volvió de su luna de miel? 

—En la fotografía parezco una diosa del sexo—dijo—. Es el tipo de mujeres que te atrae, ¿no? Al menos eso dicen las revistas de chismes. Mujeres espectaculares e inalcanzables.

—También estoy esperando una remesa de documentación y archivos del nuevo equipo de litigios de Lennox. Tienes mi permiso para firmar el parte del repartidor.

—Creo que ya es hora de que comiences una relación real, en lugar de perseguir mujeres que solo posan en las redes sociales, ¿sabes? —Contoneó las caderas hasta su puesto—. Deberías darle una oportunidad a alguien cercano que estará para ti siempre. Será diferente, abrir tu corazón puede ser realmente bueno…— Le lancé una mirada de advertencia. Estaba cansado de sus insinuaciones. Si no estaba coqueteando conmigo, estaba intentando ponerme celoso. Y para ello fingía hablar con su novio imaginario por teléfono. Cada vez me preocupaba un poco más la situación. 

—Será mejor que la llamada de Petranko llegue por la línea correcta —le advertí—. Y tienes suerte de que tu trabajo sea irreprochable. De lo contrario, me vería obligado a …

 —¿Castigarme? — Sé mordió el labio inferior —. Por favor, ¿podrías decirme exactamente en qué consistiría ese castigo? Tengo muchas ideas que me gustaría discutir contigo. 

«¡Basta ya!».

Me alejé y cerré la puerta de mi despacho. Era la recepcionista más capaz que había tenido. Si hubiera tenido un título universitario en leyes o experiencia en temas legales, le habría dado la oportunidad de ser mi asistente legal o como mi padre insistía en decir: asociado. Odiaba tener que soportar a alguien más, pero él estatuto de la firma indicaba que ningún socio mayoritario podía trabajar solo. 

Por otra parte, con ese coqueteo cada vez más atrevido, lo mejor a largo plazo sería con toda seguridad mantenerla a distancia o incluso despedirla.

Me senté detrás del escritorio y me di cuenta de que no había ningún café expreso.  Ni tampoco notas escritas sobre las reuniones a las que debía asistir. Ni correos electrónicos explicándome por qué no había nada de lo anterior. En otras palabras, mi asistente se había rendido.

Abrí el correo electrónico para escribirle a mi asistente preguntándole cuánto iba a tener que esperar mi café y mis notas, pero un email de mi abogado en asuntos laborales apareció en ese momento en la bandeja de entrada.

ASUNTO: Tu nuevo asociado está en mi despacho (de nuevo), por favor, trae aquí tu arrogante culo de inmediato.  

Harvey era mi mejor amigo, pero también en el mejor abogado en asuntos laborales que conocía. Por eso se encargaba de todo lo referente a demandas por acoso laboral y privacidad. También por supuesto de cada uno de mis débiles asistentes acudían a él lloriqueando como niños cuando no podían con la presión. 

Fui a su despacho y allí estaba mi último Geoffrey, sentado en el sofá. Mis asistentes no duraban más de un par de semanas por eso les decía a todos Geoffrey, ese era el nombre de mi primer asociado y reunía todo lo que buscaba en alguien con el que debía trabajar codo a codo. Era puntual, eficiente, nunca se metía en mis asuntos. Por desgracia se había retirado hacia ya mucho tiempo con una oferta inigualable para trabajar fuera del país. 

Vestido con un traje negro barato de esos que sabía que odiaba. Se encontraba sentado frente a Harvey, tenía los ojos rojos e hinchados, y parecía que no había dormido desde hacía días.

—Tranquilo muchacho , dile al señor Wentworth que me acabas de decir a mí —le animó Harvey mirándome con enfado y  entregándole una caja de pañuelos descartables . 

El último Geoffrey  me miró y emitió un largo suspiro.

—Señor Wentworth, estoy sobrecargado de trabajo y abrumado con todo lo que debo hacer por usted, señor. No he podido comer, ni dormir, o alimentar a mi perro desde hace dos semanas. Siento que estoy a punto de colapsar, señor. 

—Empezaste a trabajar aquí hace dos semanas, esto es completamente ridículo. 

—Déjale terminar, Nathaniel —me advirtió Harvey —. No necesitamos más problemas con Recursos Humanos que lleguen a oídos de Edward, ¿verdad? —me murmuró luego por lo bajo.

—Es solo que creí que seria diferente … — Geoffrey soltó un sollozo—. Me paso el día tratando de complacerlo, y nunca es suficiente. Me suena el teléfono constantemente, la bandeja de entrada de mi correo electrónico siempre está a punto de estallar, tengo callos en los dedos de realizar correcciones y no creo que sepa cuál es mi nombre real.

Lo miré aburrido de sus lloriqueos.

Se limpió la cara con un puñado de pañuelos.

—Cuando voy a ver a mis padres, tienen que oírme llorar toda la noche por el agobio del trabajo.

—Sí todavía vas a llorar a la casa de tus padres es porque aún no estás preparado para hacer negocios con adultos. Esto no es un kínder. 

Harvey me lanzó una mirada penetrante, y me crucé de brazos.

—Aprecio la oportunidad que me ha dado, pero incluso a pesar del alto salario que ofrece, no es suficiente para mí. Me prometieron la oportunidad de crecer y sobresalir, pero solo soy el felpudo del hijo del dueño. Presento mi dimisión formal a partir de hoy mismo.

—Esto es una actitud inaceptable Harvey. Los empleados suelen hacer esto por escrito, a través de un preaviso de dos semanas —repuse—. No entiendo por qué debemos permitir esta clase de melodramas. 

—Lo que el señor Wentworth quiere decir es que acepta tu renuncia. — Harvey negó con la cabeza mirándome con expresión reprobadora—. Y dado que queremos asegurarnos de que podemos facilitarle sus funciones a tu sucesor. ¿Hay algo que podamos mejorar para la próxima vez?

—Sí. —Asintió con la cabeza—. Responder sus emails personales es completamente inapropiado.

—Oh, ¡qué horror…! —comenté con ironía, mirando el reloj.

—Es inapropiado y esta fuera de lugar, señor… —me miró entre lágrimas —. Deseo ser abogado, señor, no alguien que debe responder emails repletos de obscenidades. Por alta que sea la paga. 

—¿Qué decían exactamente esos emails? —preguntó Harvey alzando las cejas.

—Es demasiado… —Geoffrey apartó la vista de mí—. «Soy adicta a tu boca sobre mi coño…». «Tienes la polla más grande que he chupado… ¿Puedes clavármela de nuevo esta noche?».

«Necesito que me eches un polvo de esos que hacen olvidarme de mi nombre…».

—Bueno, creo que ya es suficiente. —Dijo Harvey y resistí el impulso de poner los ojos en blanco —. Muchas gracias por el trabajo que has realizado aquí y puedes esperar una gran carta de recomendación. 

—Está dejando el trabajo porque es un incompetente. —Saqué el móvil y envié un correo electrónico «Nueva decepción» a Recursos Humanos—. Puedes recoger el finiquito y el último sueldo en el sótano.

Se echó hacia delante y le dio un abrazo a Harvey y luego se fue hacia la puerta.

En cuanto esta se cerró, Harvey soltó un suspiro frustrado.

—Bueno, estaba seguro de que un graduado de Glasgow con honores podría conseguir lo que tus anteriores asociados no pudieron lograr. ¿Sabes que eres el único socio que se da el lujo que no saber el nombre de su compañero?

—Solo sé que soy el socio que más dinero y prestigio le da a esta firma. —Me acerqué a las ventanas—. Y eso es lo único que me importa. Si no soy el mejor. ¿Entonces que soy? 

—Si tú lo dices… —replicó, aclarándose la garganta—. Antes de que comencemos a buscar una nueva víctima. Debemos hablar de otro asunto. —Se paseó por la habitación—. No entiendo por qué has decidido convertirte en un cretino de primera. ¿Qué es lo que intentas demostrar? 

—Lo sabes, eres mi amigo desde la escuela y estoy seguro de que entiendes que lo único que deseo es ser el sucesor de mi padre, sin embargo él insiste en beneficiar a Andrew. Él no se iguala a mi en talento o tenacidad. Soy el mejor y lo sabes. 

—Ya sabes a lo que me refiero, Nathaniel. Tuve que regresar de mi luna de miel porque otra vez estabas metiéndote en serios problemas gracias a tu actitud arrogante y egoísmo. Una de nuestras cuentas más importantes renuncio a nuestros servicios  y eligió otra firma porque el dueño sostiene que lo humillaste. 

—Intentaba romper su palabra, se volvió más codiciosos de lo que debía. No le era suficiente absorber su competencia, además quería humillar al hombre —expliqué—. Además, el gran Edward Wentworth me apoyó. 

—Bueno, con suerte, no nos demandarán. Pero debes saber que tu padre piensa que no te importan las personas que trabajan en la firma, que te da igual los cientos de empleados que trabajan en Wentworth y asociados y por eso beneficia a Andrew — Me lanzó una carpeta azul brillante.

—¿Qué es esto?

—Es el último curriculum vitae que hemos recibido, y la carta de presentación correspondiente —dijo—. Es de una chica, y me he tomado la libertad de elegirla; puedo garantizarte que durará más de unos meses. Es tenaz y en su antigua firma estaban a punto de hacerla socia minoritaria. 

Hojeé el documento, e inmediatamente supe que no duraría más de una semana. Era como todos los asistentes que él me había recomendado antes.

Estudios en Yale. Tercera de su clase. Mejor clasificada en cámara en 2015, recomendada por Chambers con liderazgo personalizado individual. 

Con solo ver su currículo podía ver que era una sabelotodo que no iba a soportar un mes. 

Nunca lo había hablado con mi mejor amigo ni con nadie, pero la verdadera razón por la que había logrado triplicar la facturación de la firma después de graduarme, no era mi apellido, si no por el deseo de destacar para al fin tener el reconocimiento que merecía. 

«¿Por qué nunca nos habíamos arriesgado con alguien así?».

—Como puedes ver, esta chica se graduó en Yale como la mejor de su clase. —Harvey sonrió mientras hablaba, diciendo lo mismo que había dicho antes—. No solo ha trabajado en una firma reconocida de Nueva York, si no que su trabajo sin paga realmente marcó una diferencia. 

—Fue la tercera de su clase y no me interesan sus trabajos benéficos. ¿Olivia no vivía en Nueva York? 

—Me atrapaste, es su mejor amiga—Gimió por lo bajo —. Pero no te la recomendaría si no estuviese seguro de que es exactamente lo que necesitas. Y creo que es alguien que no solo pueda echarte una mano en el despacho, sino que también puede ir en tu lugar a las reuniones cada vez que decidas tomarte un descanso o, Dios no lo quiera, unas vacaciones, como una persona normal. Su antiguo jefe me dijo que fue su mayor pérdida y que nadie podría ocupar su lugar, ni siquiera el inepto de su hijo. Trabajaba sin parar, no se tomaba vacaciones nunca y no le importaba pasar sus fines de semana resolviendo los pendientes de la semana. Si me lo preguntas suena como una versión femenina de Nathaniel Wentworth.  

—Entiendo. Aunque deberíamos financiar sus exámenes —Cerré la carpeta y se la entregué—. Puedes decirle que la entrevistare —. Lo pensé durante un momento. —Si es su mejor amiga, ¿Por qué no la vi en tu boda? 

Harvey sonrió de oreja a oreja. 

—Sé encontraba en un viaje representado a su firma —. De inmediato entendí por qué la creía adecuada pata el puesto.—Dame unas semanas para seleccionarla y la probaremos, y si no funciona, dejaré que la siguiente la elijas tú. Aunque tengo un buen presentimiento. Creo que encontraste tu asociado perfecto. 

—Muy bien, eso es un poco aterrador, sin embargo puede funcionar —convine—. Solo tengo una petición: no quiero que estés presente en todas las entrevistas.

—¿Por qué? Eso no está en discusión, allí estaré —se negó de redondo a mi petición—¿Ahora que sé que las mujeres te envían mensajes sexuales? Y le pides a tus asociados que les respondan. ¡Ni hablar! Olivia me asesinaría si no cuido el honor de su más querida amiga. 

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