Capítulo 3.

Es martes en la mañana y ya tengo la maleta lista para irme, metí algunas cosas de aseo, y la ropa que planeo usar en la boda. Si es que en realidad hay boda. El resto, como ropa de estar en casa no llevo mucho, aún hay muchas de mis viejas pertenencias en casa de mi madre y estoy segura de que ahora me quedan incluso mejor que antes.

Apago el parlante de mi departamento desde el cual suena Poison, cierro las ventanas, me aseguro de que todas las cortinas estén cerradas, y por último agarro las llaves y salgo del departamento.

Voy al estacionamiento del edifico, me meto dentro de mi auto y voy rumbo al aeropuerto, paso por la calle del edificio donde vive John y la tristeza me pega de golpe, creo que estos días he estado tan ocupada con todo este problema del matrimonio y de Jared que no había tenido demasiado tiempo de pensar en John, pero lo extraño, ¡Demonios! Lo extraño mucho, él fue mi primer novio, la primera persona con la que compartí momentos realmente íntimos, aun no puedo creer que me haya dejado como si yo no le importase nada.

Debo admitir que fue un golpe demasiado fuerte para mi ego y mi autoestima, ¿En serio estoy loca o es que John solo está exagerando?

Pienso en el imbécil de mi exnovio y antes de darme cuenta llego al aeropuerto, dejo el auto en el estacionamiento porque lo necesito al regresar a casa y voy a la sala de espera, gracias al cielo este es un vuelo corto, porque la verdad es que aún me dan un poco de ansiedad lo aviones, el hecho de saber que estoy encerrada en una caja de lata de la que no puedo salir cuando yo quiera hace que se me pongan los nervios de punta.

Hago todo el proceso de registro en el aeropuerto, me pongo los audífonos y espero a que nos llamen a abordar mientras escucho mi grupo favorito de los noventa.

Una vez que subimos al avión yo intento relajarme y dejo que la música me distraiga, pienso en quedarme dormida, pero solo los psicópatas se quedan dormidos en un avión, asi que me mantengo bien despierta hasta que volvemos a tocar tierra firme.

Portland es una ciudad grande y en realidad es muy parecida a Seattle, pero siempre me ha parecido que este lugar tiene algo especial. Algo que no tienen el resto de las ciudades del país.

Agarro un taxi a casa, nadie va a venir por mi porque en realidad nadie sabe que vengo de visita.

Hoy es el día de los recuerdos, porque mientras el taxi me lleva a casa pasamos por mi vieja escuela secundaria y enseguida los recuerdos me llegan de golpe.

–¡Morgan es una gorda! ¡Morgan es una gorda! – me gritaban los estudiantes mientras yo salía del salón con el pantalón roto porque no habia resistido mis gorditos.

–¡Mira! Se le ven los calzones – gritó Jared Walker.

Por supuesto, yo no iba a quedarme con esas, asi que, me volteé a verlo y le di un puño en la nariz, no sé cómo, pero conseguí romperle la nariz a un niño que iba muchos cursos delante de mí.

Ese día yo quede con la mano adolorida y una sanción disciplinaria, pero Jared Walker se quedó con la nariz rota y ligeramente torcida a la izquierda por siempre. Y de eso no voy a arrepentirme nunca, creo que haber golpeado a Jared fue una de las sensaciones más satisfactorias del mundo. El hecho no cambió nada, porque después de ese día siguieron molestándome igual que siempre, pero yo guarde esa pequeña victoria para siempre en mi cabeza.

–¡Señorita, ya llegamos! – me grita el taxista.

Yo sacudo la cabeza – perdón, ¿Qué dice? – pregunto.

–Que ya llegamos, llevo cinco minutos diciéndole – suelta con rabia.

Yo hago una mueca, saco el dinero del bolso y prácticamente se lo tiro, ¿Qué pasa con las personas que están tan agrias? ¿Acaso se trata de una epidemia?

Miro a casa y me doy cuenta de que nada ha cambiado, la casa sigue igual, las paredes igual de blancas, la puerta marrón con el mismo defecto en la parte de abajo, el pórtico tiene todavía el columpio que Kate y yo solíamos usar cuando éramos unas niñas. Todo es igual, excepto que ahora hay un intruso.

Recuerdo a Jared y la sonrisa se borra de mi cara, camino hacia la puerta y la abro con la llave de repuesto que siempre guardo en el llavero. Adentro no se escucha nada, lo cual es muy extraño teniendo en cuenta que mi madre es una de las mujeres más escandalosa del mundo. Tampoco se oye el golpe de los dedos de mi papa contra las teclas de su computadora.

–¡¿Hola?! – grito, pero no recibo respuesta – ¿Hay alguien en casa?

Dejo las maletas en la entrada y voy a la cocina, es bueno que no haya nadie, eso me permite hacer un repaso mental de mi plan para acabar con el estúpido matrimonio de mi hermana.

Abro la nevera, saco el jugo de naranja y bebo directamente del cartón.

–A tu madre no le gusta que beban del cartón – dice una voz masculina detrás de mí.

Yo me zarandeo asustada, despego el cartón de mis labios y el jugo me cae en la blusa de color blanco que estoy usando, ¡Que bien! ¡Perfecto!

Me doy media vuelta y mis ojos se encuentran con los de él. Jared Walker está en mi cocina, sin camisa, comiéndose una maldita manzana y sonriéndome como si fuera mi amigo. Yo frunzo el ceño.

–¿Nadie te dijo nunca que no es bueno asustar a una persona que está de espaldas?

–No era mi intención – levanta los hombros y se recuesta en la isla de la cocina.

Yo me detengo un segundo más en su cuerpo, tiene la piel bronceada, igual que siempre, Jared podría estar bronceado incluso en medio de un invierno en el polo norte, sus ojos siguen siendo del mismo color café, y su nariz, todavía respingada pero torcida gracias a mí.

–¿Qué estás haciendo en mi casa? – cuestiono.

-Me estoy quedando aquí – responde con la voz profunda – asi que por como yo veo las cosas, la intrusa aquí eres tú – vuelve a erguir su cuerpo, deja la manzana a medio comer en la encimera y se acerca a mi – ¿Quién eres tú?

–¿Qué quién soy yo? – no sé si sentirme indignada, ofendida o ambas – ¿Enserio no sabes quién soy?

Él chasquea la lengua, me mira de arriba abajo – ¿Debería?

–¿Que? – ¡Si! En realidad, si debería saber quién soy yo, el idiota me hizo la vida imposible durante mucho tiempo – ¡No! – respondo – es decir, sí.

–¿Si o no? – pregunta con una sonrisa lobuna. 

¡Se está burlando de mí! Y aun asi mi mamá dice que cambió.

–Soy la hermana de Kate – levanto una ceja.

–Mucho gusto, hermana de Kate – él extiende su mano hacia mí y yo lo miro con desconfianza.

–No es necesario que te esfuerces en dar una buena impresión, te conozco.

–¿Ah sí? ¿De dónde? – pregunta.

–De la escuela secundaria, soy Morgan.

Él hace una mueca como si en realidad no recordara nada – Morgan Bell – repito.

–No me suena ninguna Morgan Bell, pero mucho gusto – agarra mi mano a las malas, halándome a su cuerpo, y la estrecha, yo siento que una corriente me atraviesa el cuerpo y me alejo de él enseguida.

Jared suelta una risita idiota, vuelve a coger la manzana y me da la espalda.

–Tienes la camisa manchada, Morgan – murmura y sale de la cocina.

Yo miro mi pecho donde sobresalen mis pezones erguidos, esto me pasa por no usar brasier y conformarme con un top.

–¡Ey! ¡Oye! ¡Todavía no he terminado contigo! – le grito y lo sigo.

Intento detenerlo, pero me quedo embobada cuando veo la espalda musculosa de Jared, su cuerpo se contrae al caminar, y los jeans le cuelgan a la cadera.

–Recoge la baba – me grita, pero no le doy atención a su comentario. No pienso alimentarle el ego a un idiota de esta clase.

Yo continuo con la persecución, no voy a dejar que se salga con la suya. Sé que Jared me recuerda, estoy segura de que sabe perfectamente quien soy yo. Y si no lo hace, entonces yo lo voy a obligar a recordar.

Me voy a encargar de que su vida sea un infierno para que no tenga de otra más que abandonar a Kate.

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