4.- Jonás.

No resistiría un día sabiendo que no estás en este mundo. No me dejes mi amor…

Algo sucede, algo no está bien. Ya debería haber tenido respuesta de Leila y no me ha llegad nada, camino de un lado a otro esperando la llamada de James, me siento desesperado. José me dijo que se encontraba muy desmejorada, muy delgada porque es incapaz de probar bocado más de una vez en el día y eso n es buena señal, razón por la cual decidí escribirle para que supiese de mí y se animara a comer algo incluso, le envié unas bombas dulces rellenas de chocolate las que comíamos normalmente cuando nos encontrábamos – o las veces que lo hicimos – en mi ático, esos momentos vivirán en mis recuerdos para siempre porque después de esto dudo que todo vaya a ser igual para nosotros.

— ¿Nada aun Jonás? – niego con la cabeza.

    

— Jackie no me contesta tampoco, llamo a cada uno de los teléfonos que tengo de los chicos y nada tío, parece que todos han cambiado la tarjeta – asiento.

— Si, bueno. Yo lo sugerí y al parecer obedecieron todos ¡maldita sea! – golpeo la mesa con el puño.

— ¿Crees que sucede algo? – indaga en voz baja.

— ¡Estoy seguro de ello, tío! – alza las cejas interrogante —. Hace dos días envié un paquete para ella, dándole a entender que no la he abandonado – suspiro — esperaba respuesta anoche y mira hoy la hora que es, no sé nada. Ya me siento desesperado, pasa algo con Leila y es de gravedad – mis ojos se humedecen ante el pensamiento de que le haya sucedido algo malo.

— ¿Quieres que vaya y averigüe algo? – palmea mi hombro.

— Te lo agradecería en verdad Robert, ya el dolor de no poder verla me está matando para entonces… no saber de ella – mis ojos pican, pero me rehúso a dejar correr las lágrimas que amenazan con salir de ellos.

— Entonces déjamelo a mí, yo iré a ver a Jackie después de la visita a Adam Wesley – sonríe con confianza.

— ¡Gracias tío, de verdad no sé cómo pagarte esto! – le resta importancia con un movimiento de su mano derecha.

Mi teléfono suena y reconozco el número de inmediato: Liroy.

— Te envío la dirección por mensaje – hace una pausa para agregar: — ¡Demonio… lo quiero vivo! – sonrío de lado.

Nos encontramos frente a la bodega donde extraeremos el paquete, tres autos con efectivos policiales y dos con miembros de la pandilla se encuentran ubicados estratégicamente para no ser vistos. La reunión dura más de lo previsto ya que fue convocada a las tres de la tarde y dan las seis cuarenta y dos, nadie ha salido todavía de allí, no se escuchan ruidos, ni se percibe movimiento alguno.

— ¡Jonás eres blanco fácil, retírate! – escucho a Brennan por la radio —. Nosotros nos encargaremos, debes ir a la clínica de tu padre – arrugo la frente y miro a Robert.

— ¿Qué sucede Brennan? – no me voy a ir ahora que estamos cerca de desmantelar la maldita mafia…

— ¿Qué no escuchas nunca tío? ¡dije ahora! - su grito molesta mi oído y me cabrea.

— ¿Sabes que Swayer? ¡vete a la puta m****a! – grito de vuelta —. Me dices que pasa o no me muevo de aquí – gruñe.

— Hay una situación de riesgo y Leila se encuentra involucrada – es todo lo que dice y mi cabeza comienza a dar vueltas —, conduce hasta la intersección para cambiar de auto. Mis hombres te van a escoltar ya está todo cubierto, debes irte campeón, tu Muñeca te necesita – salgo a toda velocidad del sitio.

— ¡Eh tío cálmate, no sabes lo que sucede! – espeta Robert, tratando de que baje la velocidad.

— Ya escuche lo que tenía que saber – respondo a su comentario.

— ¡Pero muertos no le servimos a nadie! – bajo medianamente la velocidad al llegar hasta la intersección.

El vehículo se encuentra parqueado al lado del Lincoln negro propiedad de Brennan, pasa algo malo ¡lo sé! Leila está en peligro, de no ser así, no me prestaría su hijo menor. Salgo del auto con intención de llegar al parqueado cuando un dolor agudo se me presenta en el estómago y devuelvo todo el contenido. El pánico se presenta en forma de ácido estomacal, el que haya dicho que este tipo de dolor no es físico, se ha equivocado hasta el fondo porque no puedo moverme del lugar, así como tampoco puedo dejar de vomitar. Robert sostiene mi cuerpo por debajo de los brazos y dos hombres a quienes conozco perfectamente bajan del auto al instante.

— ¡Oye chico, maldita sea! ¿Qué pasa contigo? – escucho la voz de Randall, pero no puedo moverme, tiemblo como una hoja.

—  Tiene un ataque de ansiedad, vamos a sentarlo aquí – reconozco las voces, sin embargo mis ojos se encuentran nublados.

— ¡Sube sus piernas y colócale la cabeza entre ellas antes que entre en shock! – Phil y Robert hacen lo que ordena Randall — ¡Vamos amigo, no me hagas esta m****a, no ahora cuando tu chica te necesita a su lado! – Leila, Leila, Leila, es lo único que mi mente reproduce.

Poco a poco voy recobrando la movilidad en el cuerpo, el entumecimiento de las manos ha cesado casi por completo y las náuseas también. Respiro profundo. Aun no puedo levantar la cabeza, pero considerando la situación, estoy bastante mejor.

— ¡Si jefe, una crisis de pánico! – escucho al mayor de los guardaespaldas hablar con Brennan Medina —. No lo podría decir, si usted no le ha dicho nada, dudo que lo sepa – es grave, lo siento en mi pecho ¡ese maldito dolor que no se va! —, es muy intuitivo y ella es su mujer. Sabe que sucede algo grave – lo sabía.

— ¿Qué pasa Randall? No me mientas, quiero saber – el sujeto gira sobresaltado — ¡habla! – mi tono es autoritario aunque mi voz temblorosa delata el temor que siento ante la respuesta.

— ¡Bien, jefe! – despide al interlocutor y respira profundo antes de hablar —. La pequeña Monserrat, tuvo un accidente en el baño y sufrió una contusión además de las catorce puntadas en el cráneo – mi mundo tambalea de nuevo.

No me di cuenta de que había salido del auto hasta caer en los brazos de Robert de nuevo, las palabras de Randall me golpearon de tal modo que perdí el equilibrio, mis lágrimas bañan su ropa y los gritos desgarran mi garganta. Me arrepiento de haberla dejado sola, no tengo perdón, necesito verla, mi corazón quiere explotar en el pecho por la tristeza que siento.

Solo ella me complementa, me edifica, así como tiene el poder para destruirme… solo ella.

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