2.- Jonás.

Nada es más difícil que estar sin ti… ni siquiera el dolor de mi pecho…

— Sigo pensando que deberías desistir de esa idea, tío – el tono preocupado de Robert me hace dibujar una leve risa en los labios —. Por lo menos hasta que sepamos quien pus precio a tu cabeza giro para mirarlo a los ojos.

— No sé quien me quiere muerto Rob, pero te aseguro que Liroy no fue – la seguridad de mi voz lo abruma y debo confesar que a mí también —, el que me quiere muerto es de mas arriba en la cadena y esto – señalo la herida aun fresca en mi pecho — no era para mí – me estremezco al pensarlo —. Esta bala era para Leila – sus ojos se abren y tira de su cabello.

— ¡Hay que joderse hermano! – camina alrededor de la estancia — ¿Quién querría hacerle daño a Leila, Rachel? – niego.

— No amigo, ella es la marioneta – digo pensativo —. Es más arriba, alguien con mucho poder, pero que me quiere a su lado – su mirada se oscurece.

— ¿Piensas que Wesley tiene algo que ver? – asiento — ¿estás seguro? Porque es un mafioso ¿recuerdas? – informa con ojos muy abiertos.

— El lunes siguiente al día que tomé el mando me visitó insinuándome que… maldito Adam – cierro los ojos con rabia —, quería hacer negocios con Liroy y lo rechacé. Me habló b****a y cuando la nombró prácticamente enloquecí, le puse el arma en la cabeza – lo miro con arrepentimiento — iba a matarlo, sin remordimiento alguno – Rob asiente y me giro nuevamente hacia el vidrio de la ventana.

Acaricio distraídamente la herida en mi tórax recordando esa noche, añorándola a ella. Vi la desesperación en su rostro, como se desfiguraba con el dolor, aun llevo sus gritos en mi cabeza. Su último grito enloquecido cuando cerré los ojos y me desmayé.

Luego de llegar a la clínica de la policía de Seattle, estuve dos días en situación crítica con un neumotórax a causa de la bala que no tuvo salida. A diez días de mi estadía, me trasladaron a este lugar donde ya tengo veinticinco días en recuperación. Pienso en el infierno que debe estar pasando Leila y mi mirada se nubla por las lágrimas al saber que no puede con esto, ella no es tan frágil ¡maldita sea! ¿Por qué tuvo que intentar suicidarse? Al cristalizarse ese pensamiento en mi cabeza toco mis propias muñecas, lo hizo por mí, nunca me dejaron verla y creyó que no lo había logrado.

— Habrías sacado una alimaña de las calles tío – se esfuerza en reconfortarme.

— Pero me convertiría en un asesino y eso no es lo que soy, – expongo con la mayor de las convicciones — ¿ahora entiendes por qué es necesario que hable con Liroy? – asiente —. Él es el único que puede ayudarme a descubrirlo, tiene muchos más contactos incluso, que la propia policía – sonríe porque sabe lo que quiero hacer.

— Estoy contigo Jonás eso jamás lo dudes, solo te pido que no te expongas ¡cuídate! – Advierte — Liroy no deja de ser peligroso, además, te recuerdo que mataste a su hermano – cierro los ojos y suspiro profundo —. No me agradaría que todo el esfuerzo que has hecho se vaya a la m****a por el dolor que debe estar sintiendo en este momento ¿sabes? – giro nuevamente sopesando sus palabras —. Deberías esperar un poco, tú estás aún convaleciente y él, debe estar destruido – no puedo hacer nada más que afirmar frente a su recelo. Nadie sabe dónde estoy y él puede delatarme, eso es cierto.

Solo dos personas saben de mí fuera de Robert y la policía, mi hermano que le he encargado encarecidamente cuide de ella, sé que no dirá nada, moriría antes de hablar con alguien de ello y eso incluye a Leila, confío en él con mi propia vida. La otra persona es su hermano, James necesita saber cada uno de mis movimientos, sin embargo no conoce mi paradero, ni lo que hago, solo le informo lo que quiero que sepa. Su padre está involucrado en todo esto también, pero es quien menos me preocupa porque mi cuñado lo tiene bien vigilado.

Aunque no confío tanto en James, reconozco que no me delatará con su hermana porque la conoce como yo y sabemos que no descansará hasta encontrarme y eso, sí que sería peligroso.

Quince días después…

Me encuentro sentado frente al cristal blindado en la cárcel de máxima seguridad de Seattle donde se encuentra preso Liroy Candace – mi socio – y me siento tan incómodo que las piernas me hormiguean. Debo calmarme porque este sujeto si que es un peligro, sin embargo confío en que me aprecia porque nunca le he fallado. La carpeta con la contabilidad que traigo para él tiembla entre mis manos como producto del temor a la represalia. Llega hasta el frente de la pequeña mesa y se sienta, me observa amenazante, pero lo que puedo ver en sus ojos es dolor, el dolor de la traición de la cual ha sido objeto.

— ¿Te atreves a venir aquí después de lo que hiciste? – trago el líquido acumulado en la boca.

— Vengo a dar parte de mi trabajo Liroy, lo otro es personal – entrecierra los ojos admirando mi determinación.

— ¿Mataste a mi hermano y aun trabajas conmigo? debes estar de coña ¿cierto? – niego y le pas la carpeta con las cuentas, procesos y el procedimiento usado.

— Siento mucho tu pérdida, amigo – utilizo las mismas palabras que un día escupió en mi cara.

— ¿Lo sientes? – asiento jugando con el metal de mi lengua — ¡tú lo mataste y estas libre de culpa! – aprieta los puños —. Estas grandiosas cifras no me lo devolverán ¿entiendes? – su voz rota me anima a hablar.

— ¿Viste los periódicos Liroy? – mi vos tiembla — ¿leíste la prensa, las noticias? – no responde —. Porque si lo hiciste, también debiste leer sobre la bala que salió primero de la pistola que llevaba tu hermano, la cual se alojó cómodamente en mi pecho – me levanto de la silla cabreado enseñándole la cicatriz en el pecho que a pesar de la tinta, se nota perfectamente —, estuve en coma dos días porque mandaste a emboscarme y querías matar a mi novia, a Leila – esto último lo dije en un susurro doloroso.

Observo su expresión de sorpresa, los ojos abiertos y la boca también. Su respiración es entrecortada y ruge como un león.

— ¡Jamás digas que te traicioné hijo de puta! – me señala amenazante —. Nunca le dije a Yeral que te liquidara – llora como un pequeño —, debió ser otra persona, yo… yo… no fui – tapa su rostro con las manos y llora desconsolado la muerte de su hermano quien lo traicionó a él también.

— Entonces hay que buscar el culpable Liroy, yo me defendí, jamás le habría hecho daño si no me hubiese disparado primero – asiente, las aletas de su nariz se abren desmesuradamente y su respiración es copiosa. Está furioso.

— ¡Búscalo Demonio, busca el culpable de la muerte de mi hermano – pide con voz peligrosamente baja —, voy a desplegar mis brazos para protegerte y a los tuyos, pero cuidadito con mentirme porque acabo con todos ¿lo sabes verdad? – me acerco sonriendo de lado.

— De haber querido mentirte ya no existirías Candace, eso lo sabes de sobra – achino los ojos — ¡quiero atrapar al que me mandó matar! El que quiso hacerle daño a mi Leila, para descuartizarlo yo mismo – se carcajea.

— ¡Me eres fiel Demonio, como siempre! – asiente muchas veces —. Lo encontraremos, descuida, haremos que se arrepienta de todo y más – con esa promesa en el aire se acaba el tiempo de visita y debo irme. 

— ¡Sabrás de mi pronto! – esboza una sonrisa cínica y se recuesta a la silla.

Salgo de la penitenciaría, afuera me esperan en un lugar estratégico Brennan y Malcolm, a quienes no veía desde hace quince días más o menos. Llego hasta donde se encuentran, entro al auto observando sus expresiones molestas.

— Cuando vayas a moverte debes avisarnos “hombre de acero”, esto es una visita suicida – gruñe Malcolm.

— ¡Es cierto Jonás! ¿Qué te pasa? – los miro fijamente.

— Necesitaba venir a verlo, saber la verdad – observo los folios que tienen en las manos.

— Debiste contactarnos antes de hacer una visita tan peligrosa como esta – señalo lo que tienen en las manos.

— ¿Qué es eso? – indago con nerviosismo.

— No vas a creer lo que tengo aquí, deberías hablar con Leila, hay que protegerla – mi cuerpo tiembla y la tensión hace que la herida duela, aprieto la mandíbula tan fuerte que duelen los dientes.

Las fotos en las carpetas se hacen cada vez mas borrosas porque la cabeza me da vueltas, no quiero mirar, nunca pensé en ella como una traidora, pero se ve perfectamente a la hermana de Leila y a Dakota en una conversación con Yeral reunidas en una especie de pizzería en las afueras de Seattle. Le pasan un sobre y él lo acepta, hay una conversación grabada y un video en un sobre amarillo. Siento náuseas, la bilis amenaza con calcinarme el esófago y el estómago me arde de tal manera que debo recostarme al espaldar del asiento para evitar vomitar.

— No entiendo – niego con la cabeza —, no entiendo una m****a…

Pero a este punto, todo se complica más de lo que habría supuesto…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo