Capitulo 3: Una presa

***Veronica***

Hay situaciones que se escapan de mis manos, es lo único que puedo pensar, mientras me acomodo frente a la barra principal de Focus y pido otro Martini. El barman no se pregunta si quiera porque estoy ordenando uno cuando obviamente en mi copa aún queda para dos tragos mas. Sin embargo, el problema es que no confío en dejar la bebida sobre la mesa y desaparecerme un rato, para luego regresar y tomármela.

Quién sabe la persona que está cerca, aun en las sombras, sin tu percatarte de que te asechan, esa que puede tener su mente dañada, retorcida, una que le vale una m****a que digas que no. Ninguna mujer, debería de ser tan estúpida como para irse a bailar o al cuarto de baño y regresar dejando su bebida al descubierto y aún así ingerirla.

¿Qué acaso no ven las noticias o es que viven en el aire?

¡Reaccionen!

He aprendido que no se debe confiar en nadie.

Mi padre me abandonó cuando apenas tenia cuatro años.

Si un padre, un adulto supuestamente responsable, es capaz de abandonar a tres niñas pequeñas y dejarlas a la buena voluntad de Dios y alma caritativa de mis familiares y mi pobre madre que tuvo que partirse el lomo para sacarnos adelante, supongo que no, en definitiva, nadie es merecedor de mi confianza.

A la larga o la corta, todos terminan largándose con cualquier lagartona que le pela los dientes.

—Está bueno el ambiente hoy, ¿cierto? —Me pregunta un hombre de tes oscura y ojos oscuros, sentándose a mi lado y ordenando un trago de algo dorado, que presumo es ron o whisky.

—Supongo. —Le digo, valorándolo de pies a cabeza.

—¿Cómo es que una mujer como tú está sola esta noche? —Dice él acercándose a mi oído y su voz, erizando mi piel.

Hago el típico movimiento con mis hombros quitándole interés. Es una labia un poco estúpida.

La tradicional sarta de preguntas de: ¿por qué estás sola siendo tan bonito?  ¿Por qué está soltera siendo tan atractiva? ¿Cómo es que no te acompañan tus amigas? ¿Qué piensas hacer esta noche?

Demasiadas preguntas que los hombres hacían tan solo para ligar.

¿Acaso no podía simplemente preguntar si queríamos irnos a la cama con ellos?

Es que nos ahorraríamos tantas desilusiones si los hombres fueran honestos desde un principio.

¿Por qué les parece tan difícil encarar la pregunta y su realidad y ofrecernos una noche de placer absoluto para jamás volveremos a buscarnos, llamarnos, ni siquiera intercambiar los nombres, ni mucho menos nuestros números telefónicos?

¿Por qué es tan imposible para ellos ser honestos y no prometer villas y castillos para luego no tener ni para el taxi?

Al menos en mi caso, que vengo a este club y a los otros con una sola intención, buscando solo una cosa: divertirme. En todo lo que englobe esa palabra.

Es la misma m****a de los hombres casados. Le tengo cierto grado de respeto a aquellos que desde un inicio dicen que son casados y que no van a dejar a su esposa. Allí, es la mujer la que tiene que ver las letras en rojo y subrayadas y salir corriendo antes de meterse en la cagada.

Para evitar el llanto en seis meses y la vergüenza para toda la vida.

Miro al hombre una vez más para intentar que me atraiga: su camisa azul con ramos blancos y negros parece más de playa que de ir a un club como éste. Sus pantalones o bermudas, que le llegan hasta las rodillas son las que usualmente se utilizan para los picnics, lleva unos mocasines de color azul marino y su cabello desarreglado, esparcido por toda su frente, le caen como rizos, pero algunos están sin forma alguna. Se nota que es un tipo descuidado que vive su vida, de esos que resta atención a esos pequeños detalles.

Tiene labial en la comisura de la boca. Parece que ha tenido una buena tanda en el club, o quizás su mujer, antes de salir de casa le ha dejado el pintalabios para que las mujeres como yo, en clubes nocturnos que solamente buscan un ligue de una noche, se den cuenta de que el hombre ya tiene dueña.

Una buena treta que todas deberían de emplear, al menos las que son tóxicas, patológica y celosas, que quieren invertir el 90% de su tiempo para condicionar a los demás a que las quieran cuando ni ella misma se quieren a sí mismas.

Si la mitad de la población comenzara por quererse a sí mismo, confiar en ellos mismos, saber de qué son capaces y explotar su potencial a un máximo nivel, la sociedad estuviera mucho mejor formulada.

Pero las personas se esfuerzan en que los demás sean solo para ellos, que los demás hagan lo que ellos siempre quieren. En vez de preguntarse que están ofreciendo y que quieren lograr la vida, si la pareja con la que se encuentra no es la adecuada, hay demasiados peces en el mar. Es más, hay más de un millón de peces que estarían dispuestos a pasar un solo día en tu presencia.

Por eso es por lo que me digo a mí misma que no debo de sufrir porque Claudio tan solo juegue conmigo ese estúpido jueguecito de mirada para adolescentes.

No soy una niña de quince años a la que pueden engatusar con simples miradas mientras él va a visitar a mi hermana.

Tampoco soy una cualquiera que se va a acostar con su cuñado sabiendo que su hermana está perdidamente enamorada de él, aún entendiendo que su relación no tiene futuro alguno. Los intereses de Claudio no son los mismos intereses de mi hermana menor, una hermana que tiene apenas veinte años y que apenas comienza a vivir.

Claudio con veintinueve, según lo que dice, está preparado para formar una familia.

¿Qué demonios hace mi hermanita con él?

¿Por qué diablos está aun con él?

Un hombre así, nada mas es bueno para una cosa: Cogerlo y soltarlo. Nada más, nada menos. Porque cuando encuentre a esa con la que quiere establecerse, dejara sin remordimiento a la tonta que le ahorró pagar a putas en la calle.

La idiota es mi hermana.

—Te invito a la próxima copa. —dice el hombre cuando ve que mi Martini llega y no tiene oportunidad de invitarme un trago.

—Gracias, pero estoy esperando a alguien. — Le gritó lo bastante alto para que no tenga que acercarse alegando no escucharme. De lejos huele su perfume barato.

Y no he hablado mentiras.

La verdad es que sí estoy esperando a alguien, un alguien que me haga erizar de pies a cabeza. Alguien que me altere el sistema nervioso, que me haga olvidar el motivo por el que estoy aquí. Este alguien será el encargado de hacerme llegar al orgasmo una y otra vez mientras grito como Gata en celo.

Así que, en definitiva, sí, estoy esperando a alguien, lo único que aún no sé quién es ese alguien.

—Qué pena una mujer como tú no pueda dedicarme cinco minutos.

—Una lástima que aún tengas el labial en los labios. —Me río de él y tomó mi copa de Martini para comenzar a deambular por el club, no voy a quedarme sentada toda la noche, observando cómo los demás se sientan a mi lado e intentan convencerme de una forma estúpida de llevarme a la cama.

Los hombres deberían de comenzar a ser más ingeniosos.

Con ese pensamiento en mente, camino en dirección a la zona VIP.

Sí quiero buscar a alguien, entonces debo de comenzar por la mejor Zona del club.

Una mano se coloca en mi cintura y yo me giro bruscamente y de repente mi Martini se vuelca sobre la camisa del hombre  y casi suelto una mala palabrota.

—Lo siento. — gritó. Aunque la música está bastante alta y sé que no va a escucharme. —ha sido sin querer.

Genial. Acabo de dañar una camisa y por el rostro del tipo se nota que no es una camisa barata.

Sus ojos son de un color verde tan intenso que me hacen creer que son el mismo azul del mar cuando apenas comienza a salir el sol. Un color extraño que jamás en mi vida había visto en unos ojos.

Él sonríe y la resta importancia con la mirada.

—No tiene caso, olvídalo, ha sido mi culpa en tal caso. — el hombre debe de medir un metro noventa y cuidado si necesito exagerar. Es alto, mucho más que yo.

Así que ataco de inmediato con todo lo que tengo.

—Realmente sí, ha sido tu culpa, porque dime, ¿qué diablos haces, agarrándole la cintura a una desconocida?

Él se queda quieto y no responde ni una palabra.

Me pego a su cuerpo y coloco una mano cerca de su cuello para acercar mi boca a su oído.

—¿Te comieron la boca los ratones? —Le pregunto y no quiero sonar tan seductora, pero carajo, el hombre está para chuparse los dedos y su mano sigue estando en mi cintura, lo cual me dice que tampoco es inmune a mí.

Es tan ardiente, fuerte e irradia pura energía,  se nota que hace bastante ejercicio, que posiblemente dedique muchas horas al gimnasio. Está bien vestido, tiene una chaqueta de color marrón encima de la camisa blanca que está tan mojada que se pega a su cuerpo y se nota a leguas unos cuadritos bien formados.

Siento mi cuerpo contraerse y mis entrañas pedir a gritos que este hombre les dé mimos y atenciones.

La presa de hoy ha sido seleccionada.

—Yo…—él va a decir algo, pero yo le freno.

—Quita la mano de mi cintura o vente conmigo al baño. —Le digo pegando mi boca a la de él y besándolo.

Que me lleve el infierno, esta sí es una verdadera presa.

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