Capítulo 2

El balón giraba en el aire cuando le di un golpe ligero, nosotras estábamos ganando, aquella chica llamada Alison Mirezth era la capitana del equipo contrario, presidenta del estúpido club de ajedrez, y novia de Jean, mi experimento, era muy delgada, tanto, que sus piernas parecían dos palos, tenía los dientes chuecos, usaba lentes, pero de todo, su cabello era hermoso, sedoso y ondulado.

—¡Dos más y ganamos! —grita Marissa.

—Vale —digo con una sonrisa de oreja a oreja, mientras por el rabillo del ojo veo como Jean no le quita la mirada de encima a Alison, lo cual me molesta.

Tomo el balón, y llena de coraje no me doy cuenta y fallo el siguiente tiro, Alison suelta una pequeña carcajada y la asesino con la mirada.

Era el turno de las perdedoras del ajedrez, cuando paso cerca de la red para acomodarme en mi lugar, escucho como Alison me llama "Zorra".

—Perdedora —suelto preparándome para la última ronda.

El balón vuelve a girar en el aire, solo que esta vez Alison lo avienta con demasiada fuerza hacia mí, golpeándome en el estómago y sacándome el aire.

—¡Te mataré, b****a de la sociedad! —me quejo.

—¡Falta! —grita enseguida mi amiga Anna dirigiéndose a la maestra.

—Señoritas —la profesora suena el silbato caminando hasta nosotras—. Briseida, ¿te encuentras bien?

Escucho como los chicos que nos observaban comienzan a chiflar y a murmurar que saquen a la nerd, cosa que me hace sonreír, tenía que darle una lección a esa chica.

—Estoy bien —respondo con la dulzura que me caracterizaba con los profesores, algo que se le llamaba "lame huevos" pero me funcionaba y obtenía la mayoría de las veces, lo que me proponía—. Sigamos jugando.

—¡Bien, última ronda! —grita la profesora—. ¡Así se habla Bri!

Esta vez tomo el balón y al notar la sonrisa de satisfacción de Alison y ver cómo le guiñaba un ojo a Jean, termino por aventárselo con toda mi fuerza en el rostro, ella de inmediato se queja y cae al suelo de nalgas.

—¡Briseida, estás fuera! —escucho a la profesora pero no me importa.

—Fue un accidente —encojo los hombros como si nada hubiera pasado.

Alison sigue tocándose la nariz, le sangraba y comenzaba a llorar, yo pongo los ojos en blanco al ver lo dramática que era esa chica, pero la sangre me hierve al ver como Jean se acerca y con ternura la carga, diciéndole a la profesora que él la llevará a la enfermería, cuando pasan junto a mí, él me ve como fuera un bicho que debía ser aplastado y por una fracción de segundo me aterra la idea de no lograr mi objetivo.

Yo me quedo quieta viendo aquella escena tan patética y suelto una risa nerviosa.

—¿Qué te parece tan gracioso? —me pregunta Marissa con una enorme sonrisa.

—Ver a esos dos perdedores me causó gracia —respondo soltando una cascada de carcajadas.

—Creo que mejor te cambiaré el prospecto experimental —se acerca Anna a nosotras—. No creo que ese chico te haga caso y caiga rendido a tus pies, ¿te diste cuenta de cómo te miró?

—No —miento.

—Parecía como si te odiara —comenta Anna.

—A parte se ve que solo tiene ojos para su estúpida novia, me di cuenta de que nunca volteó a verte —habla Marissa mientras nos dirigimos a las duchas.

No sabía que era lo que me cabreaba más, si Alison o la actitud que tenía Jean conmigo. Estábamos a punto de entrar a las duchas, cuando decido ir a la enfermería, esto no se iba a quedar así.

—¿Adónde vas? —Anna me toma del brazo.

—Las veo a la salida para ir de compras —respondo a mis amigas con aire triunfal, zafándome de Anna.

—¡No hagas una estupidez!

Escucho como Anna me grita pero la ignoro, camino hacia la enfermería y cuando llego me doy cuenta de que no hay nadie, entro y con decepción abro una de las vitrinas de cristal para sacar un curita, cuando escucho que alguien tose.

—Ahora robas mercancía de la enfermería —afirma Jean con voz ronca.

Volteo y lo veo recargado en una de las paredes.

—No iba a robarlo —pongo los ojos en blanco.

Regreso el curita a su lugar y cierro la vitrina.

—¿Y tú novia la perdedora? —pregunto cruzándome de brazos.

—No hables así de mi novia —vuelve a mirarme de una forma extraña.

—¿Acaso no viste lo que ella inició?

—Y tú lo terminaste —se acomoda los lentes—. Muy maduro de tu parte —ironizó.

Me irritaba su actitud pero recordé mi objetivo y traté de tranquilizarme.

—Sabes —digo acercándome más a él, acortando toda la distancia que había entre los dos—. Creo que no debes estar con Alison.

—¿Por qué? —Jean enarca una ceja pero había algo en su rostro que me hacía pensar que todo esto le divertía—. No me conoces y ya te sientes con el deber de saber o adivinar lo que me conviene o no ¿sí sabes cuál es tu lugar, no?

—No hacen bonita pareja —le susurro al oído agradeciendo que de cerca solo fuera unos centímetros más alto que yo.

Jean se queda quieto pero puedo notar como su respiración comienza a acelerarse, tensa la espalda y la mandíbula y me río para mis adentros al estar segura de haber ganado terreno.

—Entonces... ¿Con quién debería salir? —me pregunta en tono bajo y noto su aliento a menta.

—No lo sé, tal vez...

Jean no me deja terminar, me toma de la cintura con fuerza cambiando de posición, ahora yo estaba contra la pared y él me tenía acorralada.

—Querrás decir con alguien como tú, ¿no es así? —me observa con esa mirada fría, oscura y hostil, la misma de siempre, y de pronto no parece un nerd delicado e idiota.

—Odio que me veas así —susurro notando como nuestros rostros están demasiado cerca.

—¿Cómo te veo? —su voz era ronca y extrañamente me parecía sexy, nuestros labios se rozaban.

—Me ves como si me odiaras —comenzaba a sentir como un calor sofocante recorría todo mi cuerpo.

Jean me miró unos segundos más, el tiempo se me estaba haciendo eterno, trago saliva cuando él se acerca a mí oído y su proximidad me hace sentir tan vulnerable.

—No te odio, es solo que me da asco la gente como tú —me dice en tono bajo, casi audible.

Jean se acerca centímetros más a mi rostro y coloca su mirada en mis labios, se los remoja con la lengua y sé que tiene deseos de besarme, acercándose poco a poco con toda la intención de besarme pero se detiene, sus labios apenas rozan los míos y siento deseos de follármelo.

—Es mala idea —dice alejándose de mí.

—¿Qué carajos? —pregunto indignada por lo que me acaba de decir, nadie se resistía a mis encantos.

Alison entra enseguida acompañada de la enfermera en turno y yo me siento cabreada y confundida.

—¿Señorita Shelloyd? —la enfermera abre los ojos como platos.

—¿Qué haces aquí? —me pregunta Alison frunciendo el ceño, mirándonos de hito en hito, a Jean y a mi.

—Que les den —resoplo y al salir le doy un empujón con el hombro a Alison.

Odiaba a Jean, y esta vez estaba más segura de mi plan, pagaría el haberme dicho que le daba asco, ahora haría todo para que se enamorara de mí, y después lo trataría como una m****a, le rompería el corazón en pedazos.

***

El día fue de lo más desagradable, desde lo ocurrido con Jean, no podía sacar de mi cabeza sus palabras y terminaba por querer asesinar a alguien más. Al término de las clases lo único que quería era salir corriendo y perderme en las tiendas departamentales del centro comercial, necesitaba un vestido que dejara impactados a todos los invitados y un atuendo para ir a la fiesta privada. Mis dos amigas me iban a dejar morir sola esa noche, Marissa estaba castigada y Anna tenía que estudiar y cuidar a su hermanito de ocho años.

—¡Briseida! —me grita Marissa.

—¿Qué? —fruncí los labios.

—¿Sucedió algo malo en la enfermería? —ataca Anna mientras caminábamos por los pasillos limpios.

—No pasó nada y prefiero no hablar del tema —doy por terminado el tema.

—Pues parece que si pasó algo, porque después del juego con las perdedoras has estado de mal humor, y no nos prestas atención —comenta Marissa con ojos de muñeca.

—He dicho que no ha pasado nada, entremos a la tienda de ropa interior —esta vez me permito sonreír con malicia—. Mi hermano dice que Steve tiene un hermano menor, así que pienso enrollarme con él.

—Eres una zorra —suelta una carcajada Anna.

—Al igual que ustedes, perras —encojo los hombros.

Las tres entramos a nuestra tienda favorita, era una nueva, pero la ropa era de la mejor calidad, costosa, aunque valía la pena.

Mis ojos rápidamente se posaron sobre un sostén de encaje negro transparente, que iba a juego con una tanga hermosa.

—Creo que es tu día de suerte —me dice Anna.

—¿Por qué lo sería? —pregunto sin apartar mi mirada de aquellas prendas que me habían cautivado.

—Porque tu experimento está aquí —dice Marissa finalmente.

Levanto la vista y observo como al final del pasillo se encuentra Jean, con un gorro rojo, ayudando en la caja registradora mientras otros dos de sus compañeros ayudan a las señoras a mostrarles el camino a los vestidores.

—Eres mío —digo con una enorme sonrisa.

Pagaría por todo, lo dejaría babeando por mí, lo volvería loco, era un juego, y yo siempre ganaba.

La ropa interior que había elegido era perfecta para la ocasión, mis amigas y yo habíamos planeado todo para que Jean cayera rendido a mis pies, siempre solían ser mis cómplices, era algo que les divertía. Uno de los chicos que estaba acomodando unas cajas en la parte trasera de la tienda, nos dirigía miradas coquetas y murmuraba con sus amigos, todo quedaba entre ellos, uno incluso me guiñó un ojo, yo le devolví el gesto cuando entré a uno de los vestidores que estaba apartado del resto. Me apresuro a quitarme la ropa y medirme las prendas que me había comprado, cuando Jean entra a empujones mientras las risas de mis amigas se escuchan de fondo.

—Diviértete, guapo —suelta Marissa cerrando la puerta con candado.

—Hola —lo observo con diversión.

—¿Me puedes explicar qué es todo esto? —Jean se cruza de brazos, recargándose sobre la pared cercana a la puerta, optando por una pose de bad boy.

—Nada, no tengo idea de lo que hablas —me hago la inocente pero no comprendo porqué no me ha dicho lo guapa que se me ve en ropa interior, o porqué no me observa con lujuria—. ¿Solo dirás eso?

—No —Jean aparta la mirada de mí y saca de uno de sus bolsillos su móvil—. Enseguida le marcaré a uno de mis compañeros para que nos abran.

Estaba más que molesta, nadie me rechazaba, así que con un movimiento rápido termino por quitárselo y lo guardo en medio de mi sostén.

—Si quieres tu celular de vuelta, tienes que hacerlo tú mismo —le digo en tono sexy.

—Deja de jugar y dame ese celular, a diferencia de ti, habemos personas que tenemos que trabajar para pagarnos la escuela —Jean suelta un suspiro de cansancio, pasándose una mano por el cabello azulado.

—Vamos, no seas aguafiestas, solo son cinco minutos —me acerco más a él pero noto que no parece nervioso, es como si fuera una piedra.

—¿Qué es lo que buscas? —Esta vez me mira fijamente a los ojos, y poco a poco recorre mi cuerpo con sus ojos negros—. ¿Por qué tanta insistencia en molestarme?

—No lo sé —encojo los hombros.

—Tengo novia, Briseida, y no me interesa una chica como tú.

Ardo en coraje al escuchar eso, ¿novia? La fealdad con la que camina siempre, no hablará en serio.

—¿Hablas del monstruo que se te pega como chicle? —Suelto una pequeña risa para enfatizar mi burlón comentario—. Es horrible, he escuchado que los chicos se burlan de ella y las chicas comentan que no se depila las piernas, ¡qué asco!

—Ese es el problema de la gente como tú —Jean me fulmina con la mirada.

—¿Gente como yo? —pregunto indignada.

—Sí, superficial, sin sentido, vacía, no eres más que una chica mimada que lo ha tenido todo en la vida, arrogante, altanera, ves a personas como Alison como si fueran b****a, algún insecto —Jean comienza a acercarse a mí y por más extraño que parezca, yo voy dando pasos hacia atrás—. Te crees superior a todos, y a personas como yo, nos ves como una amenaza social, no eres más que una chica guapa, de buen culo, pero vacía, no tienes más gracia, no tienes un propósito.

—Cállate —le digo sintiendo como la pared fría toca mi espalda.

—No, ¿ahora tienes miedo? ¿o te duele que te digan la verdad? —Me acorrala y me siento pequeña—. Quieres jugar conmigo, pero sabes, nunca dejaré a Alison por alguien como tú.

Esas palabras me hieren, me ha dado en mi orgullo pero no voy a permitir que se dé cuenta de que sus palabras me lastiman.

—¿Te quedas callada? —Nuestros cuerpos están muy cerca—. ¿Tan rápido te rindes?

—Idiota —intento empujarlo, me sorprendía la manera en la que un nerd de quinta como él, de pronto parecía más alto y fuerte.

—Como lo suponía, eres nada —Jean se aleja pero lo detengo del brazo.

Me abalanzo sobre él y lo beso, o al menos eso intento, ya que él hace todo por apartarse con todas sus fuerzas, cierra la boca impidiendo que mi lengua conociera esos espacios ocultos de su boca, y siento como su cuerpo se tensa.

—Detente —dice él logrando su objetivo.

—No.

—Te he dicho que solo tengo ojos para Alison, solo la beso a ella, no te rebajes tanto Briseida —Jean se limpia mi beso fallido con la manga de su playera haciendo una mueca que recalcaba su asco—. Deja de perder tu tiempo y el mío, vete, y déjame en paz, las chicas como tú me dan asco, lo repetiré hasta que lo comprendas.

—Eres un imbécil, te estoy haciendo un favor al...

—Lo que digas, tienes que saber que yo no soy tu próximo experimento, conmigo no funcionan tus juegos idiotas —Jean se cruza de brazos y su mirada intenta cortarme el alma.

—No sé de qué hablas —aparto la mirada tratando de ocultar mi nerviosismo.

—Claro que lo sabes, te he observado, te investigué, desde que llegaste, usas a los chicos que son como yo, para jugar, te acuestas con uno y con otro, no te importa si tienen novia o no, solo tomas lo que quieres y lo deshechas al día siguiente —me comenta Jean en tono hostil.

—Así que sabías todo, sabes de mí —esta vez me siento expuesta pero coloco una muralla entre los dos—. Vaya sorpresa.

—Sí, pero Alison es mil veces mejor que tú, no es una puta, así que...

Se acabó, no lo soporto más, le doy una bofetada al tiempo que me doy cuenta de que comienzo a llorar.

—Te destruiré —susurro.

Jean no dice nada, solo baja la mirada como si estuviera arrepentido por lo que me acaba de decir.

—No se puede destruir a alguien que ya ha estado roto tanto tiempo —murmura y veo como una ligera sonrisa se asoma en sus labios—. No intentes acercarte a mí, nunca, Briseida.

Y diciendo esto me arrebata el celular y enseguida saca unas llaves para abrir la puerta.

—Todo este tiempo...

—Sí, lo supe desde que te vi entrar al vestidor, me lo imaginaba, solo quería saber de qué eras capaz y cuales eran tus intenciones —Jean se da la media vuelta y abre la puerta para dejarme sola.

Nunca nadie me había dicho mis verdades, hasta ahora, Jean había sido brutal, sincero, y muy honesto con lo que pensaba de mí, pero eso no quitaba lo molesta y cabreada que estaba con él, ¿qué nunca iba a dejar a Alison? Eso ya lo veríamos. Ahora no se trataba de un juego, ahora era algo personal.

Me visto nuevamente y cuando salgo me doy cuenta como mis amigas coquetean con los otros encargados del lugar, en cuanto me ven sonríen, pero al notar mi expresión de enfado, se dirigen a mí a toda prisa.

—Tienes cara de pocos amigos Bri —me dice Anna con seriedad.

—Vámonos —les digo sin decir nada más.

—Pero... —Marissa estaba haciendo pucheros sin dejar de ver a uno de los compañeros de trabajo de Jean.

—Nada, aquí no hay nadie que me interese —pongo los ojos en blanco y salgo de aquella tienda sin voltear a ver a ese cretino.

Cuando salimos paso el rato paseándome por las tiendas costosas y exclusivas del centro comercial, hasta que veo como dan las seis de la tarde, intentaba distraer mi mente pero las palabras de Jean me cortaban cual filoso cuchillo.

—Has estado muy callada —comenta Anna—. Y no nos has dicho que ha pasado adentro del vestidor.

—Ya les he dicho que no ha pasado nada, Jean es solo un niño, ni siquiera quiso... —me detengo y no termino la frase, ya que algo roba toda mi atención.

—¿Qué ibas a decir? —Marissa se acerca más a mí, pero yo la detengo.

Tomo a mis dos mejores amigas de las manos y nos escondemos detrás de unas enormes palmeras de adorno que estaban afuera de una estética profesional.

—¿Qué te sucede? —gruñe Anna.

—Shhh —hago que guarden silencio—. Cállense, perras, y observen.

Delante de nosotras estaba la tienda carísima de ropa interior, en la que trabajaba Jean, al parecer su turno ya había acabado, y sin darme cuenta habíamos pasado de regreso por este camino, pero eso no era lo peor, Allison estaba ahí, le dio una bolsa verde fosforescente con algo adentro, Jean al echarle un vistazo sonrió y la besó.

—Cielos, que asco —murmura Marissa—. Que los fenómenos como ellos se besen en público no debería ser legal.

—Shhh —le doy un ligero codazo para que se calle.

Jean le da la mano y se van los dos, como dos estúpidos enamorados de m****a.

—Creo que ese experimento tuyo no va a ser realizado Briseida —Anna sale de las enormes palmeras y se cruza de brazos—. Vamos, solo admite que perdiste y queda todo olvidado, nos compras un vestido y ya, todo resuelto.

—Sí, la verdad es que se nota que ese nerd está muy enamorado de ese monstruo —Marissa suelta una enorme carcajada.

—Olvídenlo, yo jamás pierdo, solo me costará un poco más de tiempo, pero terminará por ser mío —resoplo.

—Yo te apoyo —Anna me abraza—. Pero creo que primero tienes que deshacerte del mayor obstáculo.

Yo la miro fijamente y Anna me sonríe, ambas estábamos pensando lo mismo.

—Su mascota —decimos al unísono.

—¿Tiene una mascota? —Marissa abre los ojos como platos.

—No seas idiota —Anna rueda los ojos y le suelta un zape en la cabeza—. El monstruo que se hace pasar por su novia, ella es su mascota, aunque en mi opinión, los dos hacen bonita pareja.

No sé porque, pero escuchar eso después de lo que acababa de ver, hizo que sintiera una punzada en el pecho, una sensación de la cual escapaba desde hace años.

—Ya pensaré en algo —termino aquella conversación.

***

Cuando llego a casa, mi madre está al teléfono como siempre, firmando unos documentos, seguramente estaba hablando con alguno de sus jefes o clientes.

—Hola mamá, he llegado —digo pero no espero obtener respuesta, es lo mismo de siempre.

Mi padre tardaría en llegar, todos los días llegaba a la una de la madrugada, cuando subo a mi habitación, Omar está acostado en mi cama aventando una y otra vez un balón de fútbol americano.

—¿Qué haces en mi habitación? —frunzo el ceño.

—No quería arruinar mi cama, a parte he estado leyendo —dice en tono divertido pero sin mirarme.

Entonces me pongo en alerta, veo que a su lado está mi libro de los secretos, o al menos así es como lo llamo, se trata de un cuadernillo negro en donde coloco todos mis expedientes, fotos de los chicos con los que me enrollo, sus datos personales, la fecha en la que inició el juego, entre otras cosas, en efecto, todo lo planeaba, solo que me faltaba colocar una foto y los datos de Jean.

—¿Leíste mis cosas? —le reclamo en tono amenazante—. Porque si es así, te arranco las pelotas.

Esta vez mi hermano mayor se pone de pie, pero no parece contento, me mira fijamente y luego sonríe.

—No puedo creer que sigas con esos juegos idiotas.

—No es tú asunto —lo fulmino con la mirada.

—Creía que ya habías superado el pasado —Omar deja de jugar con su balón y suelta un suspiro.

—Lo he superado, esto no tiene nada que ver con... —guardo silencio unos segundos—. Eso.

—Como sea, solo ve con pies de plomo y no andes dejando eso a la vista de todos —pasa a mi lado alborotándome el cabello como cuando era pequeña—. Estaba a la vista de todos, da gracias que tenemos una madre muy ocupada y que nunca se dará cuenta de tus salidas por las noches, o de tus enrollamientos.

—Tú no eres un santo...

Me doy la vuelta pero se ha ido, ese éramos Omar y yo, ambos nos sabíamos cosas pero jamás íbamos de chismosos con nuestros padres, sabía que se preocupaba por mí. Pero por ahora, tenía que buscar una manera de deshacerme de esa fealdad para después vengarme de Jean por haberme tratado de ese modo tan... hostil.

A la mañana siguiente mi madre me despierta tarde, y me veo a las pocas horas desayunando con mis padres, que a pesar de todo, no nos prestaban mucha atención, era medio día cuando estaba revisando la página oficial del colegio, la estúpida fiesta de graduación de Omar iniciaba a las cuatro de la tarde, para comenzar con la verdadera fiesta secreta, a las nueve de la moche. La mayor parte del tiempo la paso no haciendo nada, pero justo cuando quedan solo cuarenta minutos, despierto, me había quedado dormida y nadie había tenido la decencia de despertarme, me levanto y me doy una ducha rápida, salgo y me pongo el vestido durazno que me había comprado mi madre, se me pegaba al cuerpo de una forma que hacía de mis caderas, un verdadero espectáculo, me llegaba arriba de la rodilla, sin mangas, y con tirantes gruesos que formaban dos taches por los hombros, escotado aunque no tuviera mucho que enseñar. Opté por dejar mi cabello rojo natural, suelto, haciéndome unas ondas y maquillándome para parecer un poco mayor.

—Briseida, mi madre dice que te apresures o...

Omar se queda callado al verme, me observa con el ceño fruncido.

—No pensarás ir vestida así, ¿verdad? —me dice con molestia.

—Sí, ¿me veo mal?

—No, pero creo que tendré que hacer de niñera y golpear al que se te acerque —resopla saliendo de mi habitación.

Cuando bajamos mi padre está nervioso y mi madre se muere por salir ya, en el camino a la estúpida y aburrida fiesta mi madre le da instrucciones a mi hermano mayor para cuidarme, en la otra fiesta, él asiente y les jura a mis padres que no se despegará de mí, después ambos cruzamos una mirada cómplice, como no, sabíamos que una vez que ponga un pie en aquella casa, él se perderá y yo también.

Al llegar al salón sonreí para mis adentros al ver como las hermanas de sus compañeros no eran nada guapas, solo salvaba a dos y ya, las demás eran demasiado simples. Algunos chicos a lo lejos no dejaban de verme, y yo de sonreírles con coquetería.

Al entrar, una señorita vestida con traje de hombre, nos dirigió hacia la mesa que nos correspondía, pero justo cuando estábamos por tomar asiento, una voz familiar nos detuvo.

—Briseida, cielos, sí que has crecido bastante —Steve, el mejor amigo de mi hermano se acerca y me da un abrazo, él era un segundo hermano mayor para mí, no era muy alto, tez clara, y unos ojos muy negros, la primera vez que lo vi sentía que si le sostenía la mirada, me perdería en algún universo paralelo.

—Pues obvio, no me iba a quedar enana para toda la vida —ruedo los ojos con diversión al recordar como hace unos meses hacíamos los tres, maratones de películas, como si lleváramos toda una vida de conocernos, aunque no fuese así.

—Cierto, es un error mío —contesta con una sonrisa burlona.

Mis padres lo saludan y enseguida se unen los de Steve, pero en ese instante él nos detiene.

—Esperen, falta mi hermano menor, Bri, no lo conoces porque estaba viviendo un tiempo en casa de los abuelos —comenta con falso entusiasmo—. En Florida.

—Carlo te va a parecer encantador, pero es algo... —Steve duda unos segundos en contestar.

—¿Serio? —me cruzo de brazos.

—No, es... Bueno, ya te darás cuenta tú misma.

—Ya lo creo —mi hermano mayor suelta una risita cómplice.

—No le veo la gracia, chicos —comienzo a ponerme de mal humor.

—¡Ahí está! —grita Steve.

Yo no veía a nadie entre tanta gente, hasta que observo como se va acercando un chico casi de mi estatura, se parecía a Steve, pero al ver aquellas perforaciones, una en el labio inferior, y otra en la ceja izquierda, mi corazón se detuvo, aquel cabello pintado de azul fue la cereza del pastel.

—No puede ser —murmuro para mí misma.

—Bri —Steve sonríe—. Te presento a mi hermano menor, Jean Carlo.

El corazón comienza a acelerar su ritmo, aquel chico era Jean, el mismo que me humilló en el vestidor, el mismo que me odiaba, mi experimento, solo que estaba distinto, no usaba lentes y estaba muy guapo.

—Un placer, Briseida —Jean me ve fijamente con una sonrisa de oreja a oreja mientras estira su mano para saludarme.

—Jean —susurro pero nadie me escucha.

Él pone un dedo en sus labios indicándome que guardara silencio mientras mi hermano y Steve nos habían dejado, ¿en qué momento? No lo entendía. Solo sabía que me estaba enfrentando a una clase de experimento peligroso, y que la noche era muy larga, estaba segura de que me sorprendería más que en una feria o que la ruleta rusa.

La noche apenas iniciaba y ya las sorpresas no me dejaban tranquila, era Jean, el mismo chico altanero, el me guiña un ojo y pasando a mí lado se detiene unos segundos.

—Te ves bien —susurra.

Yo volteo para hacerle frente, pero ya se ha ido, saluda a mis padres y toma asiento, me irritaba, pero tenía que comportarme, así que a paso decidido me acerco para tomar asiento cerca de Omar, cuando Steve me detiene.

—Tal vez deberías sentarte al lado de Jean Carlo, así se pueden hacer amigos, van a la misma escuela —Steve toma mi lugar y yo aprieto los puños para no terminar por darle un severo y muy certero golpe en la nariz, lo que menos quería en esos momentos era estar cerca de Jean.

—Claro, me encantaría, sería todo un placer —sonrío irónicamente.

—Se me es un poco extraño que no se encontraran, la escuela es... —Steve dice al tiempo que le da un trago a su copa de vino—. Bueno Jean es un chico popular, así que debe estar en tu círculo social, ¿de verdad nunca se han visto?

Esta vez noto como Jean tensa la mandíbula, algo que me indicaba que ocultaba muchas cosas, yo sonrío pensando que esto iba a ser más divertido de lo normal.

—Te equivocas, Jean es un... —comienzo a decir cuando siento un pellizco en mi pierna—. ¡Ah!

Todos se me quedan viendo de una manera extraña, y yo fulmino con una mirada discreta a Jean.

—Lo que Briseida quiere decir, es que somos buenos amigos, ya nos conocíamos —dice con una enorme sonrisa dejándome con la boca abierta, y emanando seguridad.

—Por ahí hubieran empezado chicos, ya estaban actuando muy extraño —comenta mi hermano mayor.

—Sí me disculpan —me pongo de pie bruscamente—. Voy al tocador un momento.

Mi hermano me avienta una mirada que indicaba "Cuidado con lo que haces hermanita" pero decido ignorarlo, me dirijo al último pasillo, la música estaba sonando y las personas llenaban cada vez más aquel salón, yo mentí, no iba al tocador, necesitaba aire puro, así que subí hasta la terraza con el corazón latiéndome al mil, ¿por qué mentiría Jean? Si estaba claro que no éramos amigos, todo lo contrario, yo intentaba que fuera mío, y lo sería. Me asomo y veo como los carros van llegando con más personas con sus elegantes atuendos.

—Pareces muy pensativa.

Volteo dando un respingo y mis ojos se cruzan con los ojos negros de Jean.

—Vaya, pero que emocionante, no sabía que eras amigo de una puta como yo —sonrío de oreja a oreja mientras me acerco a él tratando de parecer amenazante—. Deberíamos ser más cercanos, ¿o prefieres que nos tomemos una foto del recuerdo? A más de uno lo encantaría ver que has timado a la puta más puta de la escuela.

—¿Qué es lo que buscas de mí, Bri-se-ida? —Pronuncia mi nombre lentamente haciendo pausas, cosa que me molesta—. Habla claro, no tenemos mucho tiempo, si tardamos más pensarán otra cosa.

—¿A sí, y qué pensarán? —me cruzo de brazos, aquello me estaba divirtiendo.

—Pensaran que entre tú y yo hay algo, y no es así —comienza a caminar más hacía mí.

—¿Y por qué no ser algo más? —sonrío con coquetería, tal y como me había enseñado... esa persona—. Podríamos ser...

—Nada, nunca seremos nada —responde de manera tan hostil, que me produce un escalofrío.

—Pues bien, entonces creo que bajaré y les diré a todos que no somos amigos, que no te conocía, y que eres un nerd de m****a, un perdedor, un don nadie —suelto dándome la media vuelta para salir.

—Has lo que quieras —escucho que dice antes de que salga.

Camino directamente a la fiesta, y doy gracias mentales al ver que mi hermano, Steve, y nuestros padres, siguen en la mesa platicando amenamente, yo camino rápidamente cuando alguien me detiene del brazo llevándome hasta uno de los pasillos sin gente.

—No lo hagas —me susurra Jean con la mirada fija en mí, esta vez no había burla en su rostro, ni mofa en sus palabras.

—Demasiado tarde —me zafo de él bruscamente.

—¿Qué es lo que quieres Briseida? —vuelve a detenerme pero lo ignoro y sigo caminando.

—Haré lo que me pidas —dice y yo me detengo—. Solo, no les digas quien soy en la escuela.

Yo enarco una ceja, ahora sí que no entendía nada, pero sabía que eso lo usaría a mi favor, de acuerdo con la lección número dos.

—¿Lo que quiera? —sonrío y me acerco más a él.

—Sí, pídeme lo que quieras, y lo tendrás, si está a mis posibilidades —baja la mirada y de pronto vuelve a ser el mismo chico del colegio, solo que más guapo y bien arreglado.

—¿Qué pasa si les cuento a todos? —pregunto con mucha curiosidad y Jean levanta la mirada con fastidio.

—Arruinarías mi vida, mis planes —contesta seriamente.

—¿Qué planes?

—Eso es algo personal, no te puedo decir.

Por dentro me estaba carcajeando de la risa, lo tenía, era mío, tan fácil y sencillo, no sabía que escondía detrás de esa imagen de chico bueno, pero lo averiguaría después, aunque no esta noche.

—Bien, esto es lo que haremos —suelto un suspiro—. Te quiero a ti.

Jean frunce los ojos y se toca con la mano su perforación del labio mientras me observa de arriba abajo.

—¿Por qué? —Me pregunta por fin—. ¿Por qué yo?

—¿Y por qué no? —me encojo de hombros.

—Ni siquiera soy tu tipo —Jean menciona mientras piensa mejor las cosas—. No puedo, tengo a Alison.

—Otra vez ella —resoplo—. Pues déjala.

—No, imposible, la amo —dice poniéndose más derecho, estaba decidido, lo cual me molestó.

Yo suelto una carcajada que gracias a dios, no se escuchaba tan alto, por la música.

—Lección número cinco —lo miro fijamente—. El amor es un sentimiento ficticio que se forja el ser humano para sentirse querido y aceptado ante la sociedad, un simple juego entre los mortales para matar el aburrimiento que les ofrece su vida día con día, una ilusión, nadie ama de verdad a nadie, los humanos somos fichas intercambiables en un juego de ajedrez, si te metes en esos problemas de amor, como lo llamas, solo saldrás lastimado, un jugador siempre sale perdiendo, recuérdalo, es por eso que prefiero hacer trampa, jugar con mis propias reglas, divertirme, y salir del juago cuando las cosas se ponen de color rojo.

—¿Quién te ha hecho tanto daño? —murmura para él mismo bajando la mirada, y exponiendo una debilidad; la empatia.

—Las malas decisiones, como sea, el trato es este —cambio de tema, ya le había mostrado un poco de mí, y eso no era bueno, eso siempre le molestaba a...—. No les contaré nada, a cambio de que seas mío, que termines con Alison y que me cuentes porque no quieres que nadie se entere que en la escuela eres un perdedor.

Jean guarda silencio, estaba pensando las cosas.

—Bien, acepto todo, excepto terminar con Alison —responde por fin.

—Es todo o nada.

—Tú misma acabas de decir que prácticamente no crees en el amor, solo me quieres a mí, puedo ser tuyo, pero no dejaré a Alison nunca...

Fruncí el ceño pero entonces recordé sus palabras.

"Piensa en cada decisión que tomes, piensa bien si puedes obtener algo a tu beneficio, piensa, y recuerda que la joya siempre está escondida detrás de una roca"

¡BINGO!

Lo tenía, si Jean era mío, entonces en cualquier momento y con las pruebas suficientes, podría romperle el corazón a Alison, ambos estaban en mis manos.

—Está bien, acepto —encojo los hombros como si nada, ocultando mis verdaderas intenciones.

—Presiento que estás tramando algo, y no es nada bueno —Jean vuelve a mirarme de esa forma tan peculiar, es como si en sus ojos viera reflejado mis mayores miedos.

—Tal vez, pero ya lo averiguarás.

—¿Cuánto tiempo? —me pregunta acercándose más a mí.

—Hasta que me aburra de ti —le muestro una media sonrisa.

—¿Por qué yo? —Vuelve a preguntarme mientras me doy la media vuelta—. No creo que sea solo aburrimiento, hay más nerds en la escuela y en él mundo.

—Porque eres todo un reto, y me gustan los retos, yo siempre gano —le guiño un ojo—. Y si vuelves a preguntarme porqué, juro que te follaré aquí.

—Lo haces por la aventura...

—Cariño, la vida es una aventura, no hay caminos correctos o erróneos, solo paradas continuas que te hacen ver la vida desde otros puntos de vista —me detengo soltando un largo suspiro—. Y yo he decidido que tú eres mi próxima parada.

No espero a que me diga algo más, por el contrario, me acerco a mi silla, pero justo cuando estoy por tomar asiento, Jean me lo impide tomándome por la cintura, levantándome la barbilla, para después besarme.

Su lengua penetra mi boca con voracidad y siento un cosquilleo en mi vientre bajo, al darme cuenta de que mi cuerpo reacciona de una manera nueva y extraña para mi, ante su tacto, antes de separarse me da un ligero mordisco en el labio y me suelta.

—Dos mundos, un destino —susurra y vuelve a besarme.

Esta vez ajusta su agarre y estrecha mi cuerpo contra el suyo.

—¿Qué es lo que pasa aquí? —pregunta mi hermano con el ceño fruncido y casi olvido que estamos rodeados de gente.

—Madre, padre, Steve, la razón por la cual he estado tan extraño desde que llegué de la casa de la abuela, es porque me he enamorado de Briseida, ella es mi novia —anuncia con orgullo dejando atrás al chico nerd y perdedor.

Yo me quedo sorprendida al igual que todos, se supone que quien pone las reglas del juego soy yo, pero al parecer Jean me había ganado una pequeña partida.

"Recuerda la regla número Ocho, diviértete, el momento es lo importante, las consecuencias son solo el reflejo de los actos, pero no existen, son los amargados quienes dicen que está mal, pero nunca lo verán, porque lo sencillo de la vida es invivible ante sus ojos"

Sus palabras vuelven a retumbar en mi cabeza.

—¡Lo sabía, mi Jean tiene novia, y muy guapa y de buena posición! —chilla su madre irradiando emoción.

—¿Lista para el juego? —me dice Jean por lo bajo.

—Cariño, yo inicio esto, y yo lo termino —lo miro hecha una furia.

Esa noche habíamos cerrado un trato, algo que me traería más problemas de los que necesitaba en mi vida, y sin saberlo, el velo que separa el sol de la luna, lo bueno de lo malo, la vida de la muerte, estaba cayendo sobre mis pies.

SOL ACTUAL

—Tú lo sabías desde el principio, sabías que me enamoraría y no hiciste nada.

—Sabía que ambos nos enamoraríamos, traté de odiarte, pero no se puede odiar a alguien que ha escarbado tanto en tu alma —Jean baja la mirada.

—Estamos perdidos —suelto un suspiro.

—Somos el problema, pero también la solución.

Jean junta sus labios con los míos y nos fundimos en un beso largo y lleno de pasión, o al menos eso fue lo que me pareció, se sentía tan lejano y todo a mi alrededor era frío.

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