Capítulo 1

¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis!

Los chicos comienzan a correr y no puedo evitar que mis ojos se claven en sus perfectas piernas y en su trasero, mientras Anna y Marissa están hablando de cosas banales que no me interesan, noto como mi sexo comienza a humedecerse mientras pienso en Mickey Honnery y en su perfecto miembro. A lo lejos puedo ver como una nerd babea por él y no puedo evitar levantar al cielo las comisuras de mis labios, nuestras miradas se cruzan unos instantes pero al sentirse descubierta por mí aparta la mirada inmediatamente. La chica se sonroja y pareciera que quisiera hacerse invisible, aunque pensándolo bien ya lo era para el resto de los chicos populares.

—Bri, deja de babear por Mickey —suelta Anna con una sonrisa de oreja a oreja.

—Vamos Bri, las tres sabemos que tú y él traen algo entre manos, el idiota no te ha dejado de observar desde que hemos llegado —añade Marissa.

—Pero lo cierto es que no es un buen experimento porque ya te lo cogiste —Anna suelta una carcajada contagiosa y al mismo tiempo llena de veneno.

—Perras —pongo los ojos en blanco y sonrío.

En el fondo era cierto, Mickey y yo habíamos estado juntos unas cuantas veces a pesar de que tenía novia; una estúpida líder de porristas de la Universidad estatal que estaba a unas dos horas en carro. Es por eso que cuando no está cerca de él yo me encargó de satisfacerlo y en cierto modo me gustaba como me hacía sentir.

—¡Mierda! —Suelta Marissa observando la hora en su reloj— tengo que irme perras, un chico buenísimo me está esperando en el salón de proyecciones para estudiar.

—¿Estudiar? —Anna y yo interrogamos al unísono.

—Claro, anatomía —nos comenta Marissa con un gesto burlón mientras se pintaba los labios de un rojo demasiado intenso para mi gusto.

—Tú no entiendes —resopla Anna—. Solo falta que te atrape algún maestro y termine por expulsarte.

—Eso no pasará —afirma con seguridad Marissa.

—¿Por qué? —enarco una ceja permaneciendo incrédula.

—Porque si eso sucediera pues le ofrezco sexo al dichoso profesor, en caso de que se sienta ofendido pues cambio el trato a una buena suma de dinero y listo —Marissa encoge los hombros—. Como sea, nos vemos perritas.

Mi amiga se aleja con un contoneo de caderas demasiado vulgar que deja babeando a muchos, algo que disfrutaba sin duda, mientras intento regresar a mi revisión visual morbosa me doy cuenta de que Mickey a lo lejos hace un movimiento con la cabeza que solo indicaba una cosa; quería que nos viéramos a solas.

—¿Es en serio? —Anna suelta una discreta risita tonta— ¿en plena luz del día?

—Coger es coger —le mando un beso a mi amiga y bajo de las gradas para dirigirme hacia la parte trasera del edificio de deportes en donde usualmente nos veíamos.

Al bajar las gradas siento que será un buen día, reviso rápidamente mi reflejo en un espejo de mano y me dirijo con sensuales movimientos hasta aquel edificio al fondo, a unos cuantos metros del campo de entrenamiento, y cuando entro a la bodega en donde se guardan balones y equipo de deportes, me cercioro de que nadie me vea.

Al entrar, Mickey está sentado en un banquillo de madera hasta el fondo. Pero cuando me acerco a él la expresión que tiene en su rostro hace que me detenga. No se le veían intenciones para sexo rápido.

—¿Sucede algo malo? —me cruzo de brazos.

—Necesitaba hablar contigo para decirte una cosa muy importante —ancla sus ojos avellana sobre los míos y un escalofrío recorre mi cuerpo haciendo que me estremeciera.

—Ok, suéltalo —digo al tiempo que le regalo un enorme suspiro tratando de parecer cero intimidada, una lección que había aprendido muy bien.

—Lo cierto es que vine a decirte que se acabó lo que teníamos nosotros —masculla entre dientes—. Sé que esto te debe partir el corazón en dos pero lo cierto es que tengo novia y me ha salido con que está embarazada, como sea... tengo que hacerle frente y ahora que viene un bebé en camino lamento terminar nuestra diversión y te pido que no llores, aún podemos ser amigos y...

No pude evitar soltar una enorme carcajada al escuchar la sarta de idioteces que mencionaba. ¿En verdad pensaba que había quedado prendada de él como una niñata? Él frunce el ceño y ahora me lanza una mirada cruda.

—¿Qué te parece tan gracioso? —se atreve a preguntarme por fin.

—Lo siento, vale... —respiro hondo e intento rebuscar en mi mente las palabras exactas para no herir su ego de hombre—. La risa es la mejor forma de sobrellevar los problemas, lamento escuchar eso, supongo que extrañaré nuestras tardes de diversión, tu pene es brutal.

Con una disimulada sonrisa coqueta observo como no parece estar seguro de la respuesta que le he dado y se muerde el labio inferior, en sus ojos veo como la decepción y confusión llegan hasta él como un filoso cuchillo. No me sentía en absoluto mal por terminar esto, al contrario; eso me daría tiempo para un nuevo experimento o para divertirme con otros chicos.

—¿Lo dices en serio? —me interroga y noto en su tono de voz un poco de desconfianza, de pronto ya no parecía ser ante mi el chico guapo y galán, sino uno muy idiota y con el ego muy alto.

—¿El qué? —trato de dibujar una sonrisa amplia y cálida.

—¿Extrañarás lo nuestro?

—Claro —encojo los hombros dándole poca importancia al tema y a esa plática tan extraña—. Bueno si es todo tengo que irme, mi siguiente clase acaba de empezar y...

Mickey me estrecha contra su cuerpo y no duda en meterme la lengua a la boca con tal agilidad que me cuesta tomar aire, pero termino por darle una patada en los bajos y me alejo de él.

—Creía que una última vez estaba bien... —hace una mueca de dolor.

—Pues ya ves que no, no te vuelvas a acercar a mí, esto terminó y hagamos como que nunca pasó nada entre los dos —suelto un enorme suspiro cansada de tanta m****a.

—Pero...

—Adiós Mickey —ruedo los ojos—. Fue un placer coger contigo.

Y diciendo esto salgo de aquel lugar pero justo antes de comenzar a caminar mientras reviso los mensajes de desesperación de Anna, termino por tropezar con un balón de voleibol y casi caigo de espaldas de no ser porque alguien me capturó impidiendo aquella caída vergonzosa.

—Gracias...

Quise ver a mi salvador pero este solo se dio la media vuelta y siguió caminando a toda velocidad, pude apreciar una espalada perfectamente varonil aunque su vestimenta era la típica de un nerd. Y su cabello azul oscuro, ¿qué clase de persona en su sano juicio se pintaría de ese color el pelo? Como sea, encojo los hombros y decido seguir mi camino. La tarde transcurrió con normalidad y de hecho el día fue de lo más aburrido. Mientras Anna buscaba con impaciencia un nuevo experimento; resultado de una apuesta que hicimos y que terminé por perder. Marissa seguía coqueteando con los chicos de grados más altos y yo como siempre permanecía sumida en mis pensamientos.

De cierto modo mi vida era tan normal y aburrida, sin una chispa de diversión o de algo que hiciera la diferencia de lo monótono a lo aventurero. Y ni hablar de mi casa, mi dulce y frío hogar.

Cuando por fin mi día terminó, apagué las luces de mi habitación desordenada y me sumí en mis sueños. Pero extrañamente en ellos se coló aquel chico de cabello azul que no tenía rostro aún. Y así pasó una larga semana en la que mis amigas terminaron por elegir a mi siguiente víctima, que por juegos del destino me llevé una enorme sorpresa. Misma de la que me arrepentiría más adelante.

***

A la mañana siguiente el horrible sonido del despertador se cuela por mis oídos, haciendo que me levantara de mal humor como la mayoría de las mañanas, no había dejado de pensar en aquel chico que sería mi próximo proyecto, me pasé toda la noche repasando mentalmente mis pasos a seguir, primero tendría que comenzar a coquetearle, tal vez no era la más guapa, y sin mis amigas; Anna y Marissa, era una sencilla estudiante sin nada bueno o increíble, pero tenía lo que muchos dicen...como un no sé qué, pero llamaba la atención de muchos chicos.

Me levanto, es Viernes y he tenido una semana de lo más horrible que pudiera existir, hoy era el juego de futbol, mi Universidad se enfrentaría a una estatal vecina, odiaba asistir a ese tipo de eventos, tenía que comenzar a estudiarlo, y ver qué lugares frecuentaba, era un ñoño, un perdedor, así que estaba segura de que no tendría que quebrarme mucho la cabeza pensando cuales eran sus lugares favoritos. Me dirijo a mi ducha y cuando siento el agua caliente empapar mi cuerpo desnudo, suelto una carcajada al pensar que seguramente era un amante del anime por el cabello pintado de azul, y me siento culpable al recordar que yo veo en secreto de vez en cuando, animes románticos, en efecto, estaba siendo un tanto hipócrita.

Termino de vestirme y al bajar a desayunar saludo a mi apurada y muy, pero muy ocupada familia, mis padres eran dos de los mejores abogados que existían en Alemania, mi hermano mayor había sido aceptado en la Universidad de Harvard, cosa por la cual mi madre me exigía mucho para que siguiera sus pasos, eso sin contar que era un engreído de primera, todos estos tres meses se la ha pasado hablando sobre su fiesta de graduación, la cual sería mañana, Anna y Marissa me acompañarían al centro comercial para buscar un buen vestido.

Por otra parte, en secreto, después de la estúpida fiesta casual con todos los padres y familiares de los alumnos, mi hermano me ha invitado a la fiesta que se llevará a cabo en la casa de su mejor amigo, Steve.

Él me caía bien, aunque era un poco misterioso, tenía un hermano menor, que según mi hermano mayor, Omar, era buena onda y esperaba que me llevara bien con él, al parecer era su primer fiesta, y claro que lo trataría bien, aunque tenía otros planes, tal vez lo enseñara a besar, o terminara por enrollarme con él.

Y por último estaba mi hermano menor, de tan solo cuatro años, Michelle, un niño verdaderamente travieso, en conjunto, los tres éramos pelirrojos.

—¿Lista para la gran noche? —Omar me avienta un pedazo de pan tostado que yo termino por atrapar para después metérmelo a la boca.

—Idiota —le digo con una enorme sonrisa.

—Ten cuidado con ese vocabulario, eres una jovencita y... —comienza a decir mi madre.

—Vale, vale, ya lo he entendido —pongo los ojos en blanco y veo como mi padre se despide apresuradamente de nosotros con el teléfono en mano.

—¿Ya te he dicho que me graduaré con honores? —me pregunta Omar con burla.

—Como unas veinte mil veces, cretino —respondo mientras me sirvo un vaso de leche.

—Briseida, ya sabes lo que pienso acerca de decir malas palabras a tus mayores —me regaña mi madre sin soltar el maldito teléfono móvil—. Es tu hermano mayor y le debes un respeto.

—Mamá, no la regañes, es solo una niña —Omar hace pucheros y mi madre pone los ojos en blanco, volviendo a atender su llamada.

En ese momento suena el móvil de Omar y yo me alegro de que sucediera, ya que eso significaba que ya no me pondría atención, pero solo frunció el ceño e ignoró la llamada.

—Ya me las pagarás —susurro.

—Te quiero hermanita —me dice sonriendo mi hermano mayor.

Cuando término de desayunar, me pongo en marcha, Omar siempre que tenía la oportunidad me llevaba en su lujoso auto, regalo que mi padre le hizo cuando nos enteramos de que lo habían aceptado en Harvard, en el fondo, estaba orgullosa de ser su hermana, pero lo mantenía en secreto, no me gustaba mostrar mi lado sentimental, las personas suelen ser crueles y terminan por hacer m****a tu corazón, cuando muestras un ápice de debilidad sentimental.

Eso mismo me había pasado a mí hace años cuando ingenuamente me enamoré de Manuel, uno de los chicos más guapos de la escuela, le entregaba cada viernes una carta y este, al final, termino por dárselas a Susan, su mejor amiga para que las leyera, pero claro, Susan me odiaba y no se le ocurrió mejor forma de herirme que sacar un montón de copias de la carta, y al día siguiente pegarlas por toda la escuela, así que fui la burla por un tiempo, desde ese momento aprendí que no debía confiarle a nadie mis sentimientos.

—Hemos llegado enana —la voz de Omar me toma por sorpresa, ya habíamos llegado al colegio.

—Gracias bobo —respondo abriendo la puerta del carro para salir.

—No olvides que no puedes invitar a nadie más a la fiesta de mañana, no quiero a raritos caga pañales rondando por la casa de mi amigo —me dice bajando del auto y colgándose la mochila en un hombro.

—Lo que digas, y no olvides que tienes que convencer a mamá de dejarme ir —me doy la media vuelta para seguir mi camino.

—¡Pan comido! —me grita.

Al entrar y dirigirme a mi casillero, Anna y Marissa me esperan con una mega sonrisa.

—¿Qué pasa perras? —pregunto tomando mis apuntes de álgebra.

—Que hemos visto a tu nuevo proyecto —Marissa suelta una risa que llama la atención de todos los que nos rodeaban—. Debiste ver con quien venía agarrado de la mano, es espantosa.

—¿De qué demonios hablan?

—De la novia de tu nuevo galán —Anna me hace una seña con la cabeza para que voltee detrás.

Cuando lo hago, lo veo, aquel chico de cabello pintado de azul, lentes, y sonrisa encantadora, iba vestido con unos sencillos jeans desgastados color azul marino, una camisa de manga larga negra, y una mochila al hombro, converse negros para hacer juego, iba agarrado de la mano de aquella misma chica fea que había visto en la cafetería, en efecto, era su novia, verlos caminar entre todos nosotros parecían ser basuras flotando, pasaban totalmente desapercibidos.

Cuando pasó junto a mí, por una fracción de segundo, nuestras miradas se cruzaron, y después se esfumó la magia.

—¿En serio crees poder con eso? —Anna se cruza de brazos.

—Vamos chicas, solo es un ñoño, un nerd con una novia espantosa, será pan comido —suelto cerrando mi casillero.

—Pues parece muy enamorado, el otro día leí en una revista que los chicos más fieles son los ñoños, esos que sacan buenas calificaciones y que aman el anime —comenta Marissa sin quitarle la vista a la parejita extraña que había pasado junto a nosotras—. También escuché que son buenos en la cama por lo mismo, se la pasan leyendo.

—¿De dónde has sacado eso? Olvídalo Marissa —Anna suelta un enorme suspiro—. Bri, es todo un reto, espero que no sea un experimental fallido.

—Todos los hombres son infieles, no creas en esas tonterías que leíste —camino directo a mi primera clase—. Nos vemos después.

—¡Perra, no olvides que hoy tienes que conseguir su número y su nombre! —me grita Anna.

—¡Claro! —sonrío y me despido de mis dos mejores amigas con la mano.

La primera clase era álgebra, una de las asignaturas que más odiaba, pero tenía que soportarla. Mientras la profesora hablaba de cosas que no me importaban en ese momento, mi mente no dejaba de repasar lo que había sucedido, no me agradaba como me miraba aquel nerd, es como si viera más allá de lo que mostraba a todos.

La voz de la profesora seguía retumbando cuando de pronto entró aquel chico arrogante de cabello azul. Aquello si capturó mi atención al mil, él le entregó un papel a la profesora y ella al leerlo asintió con la cabeza.

—Briseida —dice con su típica voz chillona—. Solicitan tu presencia en la dirección.

Todos comenzaron a murmurar, yo nunca iba a la dirección, siempre trataba de seguir las reglas, y cuando no lo hacía nadie se enteraba. Aquel chico me avienta una mirada extraña, la misma con la que siempre me observa, se acomoda los lentes y puedo ver un destello en sus ojos, ¿acaso se estaba burlando de mí?, recojo mis cosas y me pongo de pie, pensaba que aquel chico me esperaría, pero se dio la vuelta y salió del aula a toda velocidad.

Yo salí con la esperanza de hablar con él y seguir con mi objetivo, su actitud me irritaba mucho, pero ya no estaba, se había esfumado. Resoplo y me dirijo a la dirección, cuando llego, la secretaria del director me da el paso y veo como aquel señor de cuarenta años, súper regordete, estaba terminando de tomar su taza de café.

—Señorita Shelloyd, tome asiento por favor —me indica que me siente en la silla que estaba frente a su escritorio.

—Me ha mandado llamar señor —comienzo a decir—. ¿Hice algo malo?

—Todo lo contrario, la he elegido a usted para ser una de las ayudantes en la biblioteca junto con otros tres alumnos más —me dice sobando su enorme panza.

—Pero señor...

—Pero nada, en esta hoja vienen sus horarios, de hecho, un alumno la recomendó argumentando que es una de las mejores estudiantes, y aunque dudo eso, necesitamos de ayuda —dice tendiéndome una hoja color amarillo.

No sabía quién me había recomendado, pero de lo que estaba segura, era que en cuanto supiera quien es, lo mataría.

—Claro señor director, será un verdadero placer ayudar —miento mostrando mi sonrisa más falsa.

—Me alegro, es todo señorita Shelloyd, puede retirarse —me hace una seña con la mano, se notaba que quería que desapareciera de su oficina bien ordenada, lo más rápido posible.

Yo me pongo de pie y observo la hora en el reloj que estaba colgado en una de las paredes de las oficinas, faltaba no menos de diez minutos para que la clase de Álgebra terminara, por lo que tomé la decisión de ir a la biblioteca, tal vez ahí me enteraría de quien es el descerebrado que me ha propuesto para algo tan penoso.

Al llegar a la biblioteca, decido preguntarle a la señorita que estaba de encargada en ese momento, pero estaba hablando por teléfono, me acerqué con la esperanza de esperar a que terminara la llamada, pero al verme sonrió y me entregó dos libros, tapó un momento la bocina del teléfono y me miró con gracia.

—¿Podrías poner estos libros en el estante "B" por favor? —Me dice sin ni siquiera esperar a que le negara mi ayuda—. Gracias.

Dijo volviendo a su llamada, resoplando me dirigí al dichoso estante, cuando llegué coloqué los libros en su lugar, y entonces mi mirada se fijó en uno en especial, en la tercera parte de Eterno, una saga Romántica que amaba, la había leído en secreto porque no quería que pensaran que era una romántica empedernida amante de esas historias. ¿Quién no quería tener a un Bastian Woodwryn en su vida?

—Así que conoces los libros.

Me dice una voz ronca, y cuando volteo, mis ojos se cruzan con unos ojos negros que me observaban de arriba abajo.

—¿Disculpa? Idiota—frunzo el ceño dejando el libro en su lugar.

—Nada, perdón —encoge los hombros y se da la media vuelta para marcharse.

¡Mierda! Era mi oportunidad, antes del término de clases tenía que saber cómo se llamaba, y obtener su número. Lo alcanzo y lo detengo tomándolo del brazo.

—Espera —le digo y él voltea a verme de la misma manera, ¿por qué me veía así?—. Lo siento.

—¿Qué?

—He dicho que siento haber sido grosera contigo el otro día —pongo los ojos en blanco.

—Acepto tu disculpa aunque no sea sincera —responde y se acerca más a mí.

—¿Por qué dices eso? —me cruzo de brazos.

—Porque cuando mientes sueles parpadear más de tres veces —su respuesta me deja helada, eso solo lo sabía mi hermano mayor.

—Soy Briseida Shelloyd —le tiendo la mano para estrecharla con la de él.

Él se queda quieto unos segundos, su rostro era todo un poema, como si estuviera pensando si darme la mano sería buena idea, y ahí estaba esa mirada otra vez, esa que me causaba un ligero escalofrío en la espalda. ¿acaso le había hecho algo y no lo recordaba?

—Jean —estrecha mi mano y noto como la suya es fuerte, enorme, solida, daba seguridad y confianza—. Jean Starllw.

—¿Starllw? Que apellido tan extraño —susurro.

Ambos nos quedamos en esa posición hasta que alguien pasó y me dio un ligero empujón.

—Jean, ya estoy lista amor, ¿nos vamos?

Jean suelta mi mano rápidamente como si le hubiera quemado, y se limpia en sus pantalones, apartando la mirada para colocarla en aquella chica horrible y con una enorme espinilla en la barbilla, y otro en la frente que la hacía ver como un espantoso unicornio.

—Claro —responde él dándole un beso en los labios frente a mí.

Y sin despedirse o decir algo, ambos nerds se marchan dejándome hecha una furia, ¿quiénes se creían esos idiotas para ignorarme?

Suena la campanilla y me alegra saber que me tocaba la hora de deportes con mis dos mejores amigas. Cuando llego a los vestidores me doy cuenta de que mis amigas están hablando por lo bajo, y cuando llego ambas sonríen.

—¿Qué pasa perras?

—La profesora nos acaba de decir que hoy nos enfrentaremos a un pequeño juego con las chicas del club de ajedrez —dice Marissa soltando una enorme sonrisa.

Observo con diversión a mi amiga, Marissa era todo lo que se podía pedir en una chica guapa, tez clara, ojos color miel que cuando se cruzaban con la luz del sol, parecían amarillos, tenía el extraño pasatiempo de pintarse el cabello de diferente color cada mes, y ahora lo traía pintado de verde, lo único que no le favorecía, era su estatura, media a penas 1.50, era una pequeña duende, pero nadie se metía con ella porque era la hija de un peligroso narcotraficante.

—Pues les daremos una lección —digo en tono divertido.

—Eso no es todo Bri —me dice Anna, abrazándome mientras me llevaba a una de las ventanas que daba a la parte trasera del campo de deportes, nos subimos a una banca y observamos afuera—. Tu experimento estará viendo todo, así que lúcete.

Jean, que ahora sabía cómo se llamaba aquel arrogante nerd de cabello azul, estaba sentado en una de las orillas del campo, completamente solo, los demás chicos no se daban cuenta de su existencia.

—Jean —susurro con un brillo de diversión.

—¿Jean? —Anna abre los ojos como platos.

—Así es perra, conseguí hablar con él y ahora sé que se llama Jean.

En ese momento la profesora suena su silbato y nos ordena salir, jugaríamos voleibol. Al entrar al campo, Jean me observa y yo como toda una coqueta, le sonrió y enseguida le guiño un ojo, pero él no hace nada, solo me ve con desprecio y aparta la mirada de mí.

—Parece que tu experimento te odia —suelta Marissa entre risas.

—Cállate perra, va a caer, solo dame unas semanas, los mejores experimentos llevan su tiempo —le doy un pequeño codazo de cariño.

La profesora nos alinea y justo cuando llegan las otras chicas del club de ajedrez, casi me cago de la risa al ver como la novia de Jean era la líder de aquel grupo de inadaptadas.

—Esto se pondrá divertido —digo mirando a mi objetivo con malicia.

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