Iniciación

Sus manos me regalaban caricias frías, carentes de todo tipo de afecto y que solo provocaban que mi cuerpo se estremeciera. Cerré los ojos intentando no pensar en él, pero por más esfuerzos absurdos que hiciera por seguir con aquel juego, Jean me estaba jodiendo la vida como siempre lo hacía, su recuerdo ametrallaba mis pensamientos.

—Alto —susurro intentando alejar de mí a aquel chico que había encontrado en el antro de m****a en el que me encontraba, todo el revuelo por el festejo de Marissa; una de mis mejores amigas.

—No pasa nada, todo va bien —insiste el tipo haciendo intentos por meterme la lengua a la boca.

—He dicho que ya no quiero, idiota.

—Vamos, Bri-se-i-da...

—Sabes mi nombre...

—Todo mundo lo sabe... eres la chica más popular entre los chicos, todos hablan de ti, eres como la reina de las putas.

—¡Imbécil, aléjate, tengo novio!

—Tu novio no se enterará...

Rodea mi cintura con sus brazos, aplicando más fuerza de la necesaria para atraerme hacia él, me besa y la imagen de Jean viene a mi mente como torbellino arrasando todas mis emociones. Cuando siento que su lengua intenta con desesperación buscar la mía, lo muerdo.

—¡Mierda, Bri, eso duele! —exclamó el tipo haciendo una mueca arrugada de dolor.

—Te dije que no —espeté con firmeza.

—¡Tú iniciaste este juego! —siseó con ojos centelleantes, lanzándome por sus ojos, directas dagas de odio.

—Exacto, y yo decido cuándo terminarlo, ahora piérdete de mí vista —fruncí el ceño.

—Tu novio se enterará de esto —me amenazó señalándome con el dedo, tratando de parecer hostil y todo un macho alfa, cuando estaba claro que no era más que un idiota más, pocos huevos.

—Haz lo que quieras, pero te advierto que si mi novio sabe algo de lo que acaba de ocurrir aquí, el padre de Marissa se encargará de ponerte en tu lugar, a ti y a toda tu familia —sonrío en una mueca de silencio, carente de todo tipo de emoción.

El tipo me avienta una mirada amenazadora y sale despavorido de los baños, respiro profundamente y me acerco al enorme espejo viendo con detenimiento mi reflejo, me pongo un poco de brillo labial, y salgo, preparada para encontrarme con mis amigas.

Al salir, las luces neón se filtran en mis pupilas, la música está a todo volumen y me dirijo al centro para bailar con Anna, mi mejor amiga. Los chicos que se encontraban alrededor nos miraban con lujuria, en especial uno; Alan Gerk, el chico más popular del colegio, ya me habían llegado rumores de que estaba interesado en mí, al parecer había terminado con Karla Samboll, la líder de las porristas, ambos hacían la típica pareja guapa y popular que suelen tener las escuelas americanas, cuando llegué aquí, me costó mucho trabajo adaptarme, en especial por el idioma, ya que yo nací y crecí la mayor parte de mi vida en Hamburgo, Alemania.

Desde lejos puedo ver cómo me guiña un ojo, mi amiga Anna se da cuenta y pone los ojos en blanco, sabía lo que estaba a punto de hacer, no me interesaba en absoluto él, tenía a mi novio, que, aunque no era popular ni el chico más guapo del mundo, era mío, pero eso no me quitaba el placer que sentía al divertirme de vez en cuando, la verdad, coquetear con los chicos era uno de mis pasatiempos favoritos, darles alas para después rechazarlos, era un juego que me encantaba jugar. Y siempre ganaba.

Jean no había querido venir conmigo a la fiesta, argumentando que tenía que estudiar para un examen importante, eso era un eterno problema para mí, era un nerd, al principio quise andar con él como un experimento, uno de los tantos que hacía, era como la puta de la caridad, y en parte porque había perdido una apuesta con Anna, y al final creo que terminé por engancharme un poco a él.

Aún recuerdo cómo inició todo...

PASADO

—Vamos, tienes que hacerlo —Anna me miró con desesperación y se cruzó de brazos mientras permanecíamos en la entrada de la cafetería del colegio—. Ese fue el trato, ¿acaso ya te convertiste en una cobarde?

—Eso jamás —puse los ojos en blanco—. Está bien lo haré, solo pido que no seas una perra conmigo, ten un poco de compasión.

—Eso ya lo veré —mi amiga Anna me miró maliciosamente al tiempo que le dio un sorbo a su té helado.

Caminamos sin prisa, tal y como lo hacen las divas. Al entrar noté como todos los ñoños estaban comiendo sus almuerzos, esos que sus madres les preparaban como si fueran niños pequeños, nosotros, los populares no comíamos en la cafetería, siempre al aire libre, rodeados de la naturaleza y de la contaminación, cuando llegué a este pueblo hace años, Anna fue una de las primeras en abrirme paso a la grandeza. Y en el fondo siempre se lo agradecería mil veces, de no haberme salvado del anonimato, en estos momentos estaría como esos idiotas hablando de lo miserable que resulta ser mi vida, mientras a lo lejos veo a los populares intentando soñar con vivir su vida.

Observamos a cada uno de los chicos raros que estaban comiendo, otros leyendo, y unos más haciendo bromas idiotas con la comida, eran los bufones del grupo de sus inadaptados amigos, y de las chicas ni hablar, eran como una mancha blanca en medio de una pintura, sabes que están ahí, pero a nadie le interesa, son invisibles, de no haber conocido a Anna, yo sería como ellas, y eso se me aterraba y me causaba gracia al mismo tiempo.

Estábamos caminando tranquilamente cuando alguien chocó contra mí, tirándome agua encima.

—¡Pero que m****a...! —grité capturando la atención de todos los nerds.

—Lo siento, fue un accidente —me dijo una voz ronca, demasiado varonil y pude percatarme de la hostilidad de sus palabras y de su falsa disculpa.

—¿Qué lo sientes? Esta blusa es carísima... —hice puchero sin darle la importancia necesaria de verlo a los ojos, pensaba que era un nerd cualquiera.

—Creo que sobrevivirás sin ella —ironizó el tipejo.

Cuando levanté la mirada para ver a mi agresor, me di cuenta de que se trataba de un chico de estatura mediana, de hecho solo me pasaba por unos cuantos centímetros, tez clara, casi blanco sería la palabra correcta, ojos negros, y cabello pintado de azul intenso, tenía dos perforaciones en el rostro, una en el labio inferior, otra en la ceja izquierda, era de complexión delgada, y usaba unos espantosos lentes, algo me decía que no los necesitaba, solo que había algo en él que lo hacía ver diferente del resto, no parecía ser un perdedor cualquiera.

Me había quedado sin habla mientras lo inspeccionaba con la mirada, él solo me ignoró y pasó de largo junto a mí para dirigirse a un pequeño grupo de nerds raritos, en el cual había una chica que lo besó en cuanto llegó y se sentó a su lado, era la chica más fea que había visto en mi vida, con dientes chuecos, desaliñada, cabello con orzuela, piel maltratada, acné, era como la versión OVNI de Bety la fea, lo único que salvaba de ella era su bolso carísimo Chanel.

—Creo que ya he decidido quién será tu próxima víctima —Anna soltó una enorme carcajada.

—¡Ni hablar! —Rechacé la propuesta de mi mejor amiga—. Es un cavernícola inadaptado con aires de grandeza, ¿has visto su actitud tan negativa? y ni hablar de su novia, los dos son un asco.

No me di cuenta que había soltado mi vomito verbal en voz alta, y aquel chico volteó a verme de manera un tanto extraña, nuestros ojos se cruzaron y por un instante sentí miedo, un enorme escalofrío recorrió mi cuerpo, era como si aquel chico atravesara mi alma, después apartó toda la atención de mí y regresó a lo suyo entre el murmullo de los demás, una de las razones por las cuales nadie se atrevía a decirnos algo era porque el hermano mayor de Marissa era nada más y nada menos que el chico que le hacía la vida miserable a todo aquel que tocara a su querida hermana, y por ende era nuestro amigo.

—Una apuesta es una apuesta amiga, y lo he elegido a él —Anna me indica con la mirada a aquel cavernícola—. ¿Temes que sea un experimento fallido?

—Sabes bien que mis experimentos nunca fallan —enarco una ceja poniendo mis manos en jarras.

—Pobre chico, si supiera lo que le espera —Anna suelta una enorme carcajada—. Suerte amiga, no te enamores.

—Esa es mi regla de oro —ruedo los ojos.

—Bien, entonces... —Anna me da una palmada en la espalda—. ¿Por qué no vas con ese chico e intentas entablar alguna especie de conversación?

—Su novia está a su lado y desde que me vio no deja de abrazarlo... está claro que intenta marcar su territorio —suelto una pequeña risilla al escuchar lo absurdo que resulta ser toda aquella situación.

—¿Y cuándo las novias han sido un problema para nosotras? además... estás más buena que ese espantajo.

Ambas nos reímos y suspirando decido caminar hacia la mesa en donde estaba mi nuevo experimento. Cuando me encuentro frente al grupito de inadaptados, me cruzo de brazos optando por una postura matona que vi en una película de acción la semana pasada.

—¡Hola, Bri... briii...seeee...iddddaaaa! —uno de los nerds que estaba con ellos se levantó y comenzó a tartamudear, de hecho estábamos juntos en clase de arte, en el fondo me caía bien, creo que era la única excepción, y más porque el chico tiene problemas de habla, la semana pasada tuve que defenderlo de unas chicas de primer ingreso que se burlaron de él mientras yo caminaba por el pasillo que iba directo al área de deportes, me costó un pase directo a la dirección y una suspensión de tres días, pero valió la pena ya que ahora nadie lo molesta, no al menos frente a mí, por supuesto que él no lo sabe; Samuell Sanderson.

—¡Que hay, Samuelle! —le guiñé un ojo y él se sonrojó de inmediato, parecía un niño pequeño.

—Vaya, la realeza estudiantil ha bajado a visitar a la plebe.

La voz arisca de una chica me puso de mal humor, giré mi mirada hacia ella y observé que se trataba de la novia de mi nuevo y próximo novio. Sonreí al notarme lista para aventar algún comentario mordaz que terminaría por lastimar sus sentimientos.

—¡Oh, pero si se trata de Baty la fea! creí que estabas en los ángeles de gira.

Samuelle se carcajeó, o al menos eso pareció, ya que lo que brotó de su garganta fue más un hipeo vergonzoso, mientras que los demás permanecieron en silencio con la mirada baja, es como si me temieran y eso me gustaba.

—Yo no te tengo miedo —Bety la fea se puso de pie e intentó retarme con la mirada—. No soy como los demás.

Me incliné hacia ella poniendo mi mano derecha sobre la mesa y la miré fijamente.

—Pues deberías, sabes que... ya estás en mi lista negra... zorra asquerosa.

—¡Eres una puta! —chilló.

El chico de cabello azul se levantó de golpe y agarrando la muñeca de mi mano me arrastró hasta uno de los rincones de la cafetería, alejados del resto.

—No molestes a mis amigos, ellos no te han hecho nada, en especial mi novia —apretó con fuerza mi mano.

Mis ojos se anclaron sobre su agarre, e hice una mueca sabiendo que me dejaría una marca.

—Tal vez lo haga, con una condición... —susurré despreocupada.

—¿Cuál? —su mirada era demasiado fría, pero no tanto como mi corazón.

—Sal conmigo.

Sus ojos se cruzaron con los míos y el calor que emanaba de su cuerpo se filtró en mi piel con el simple tacto de su mano. Aquel chico comenzaba a ponerme nerviosa, me recordaba a él...

—Briseida... —dijo solo eso y girando sobre sus talones me dejó para unirse a sus amigos, tomar sus cosas y salir de la cafetería.

—Interesante reacción —murmuré.

Anna y yo salimos de aquel sitio que olía a hormonas y a libros usados, y justo cuando estábamos dando la vuelta por el pasillo, mi mirada se volvió a cruzar con la de aquel chico de cabello azul que tenía la mirada perdida por un instante en la ventana, solo que al parecer él veía algo más allá de mí. Y así fue como nuestra historia inició.

PRESENTE

Estaba enamorada de él, pero no se lo dejaba saber a nadie más, solo Anna lo sabía, y cuando no estaba con Jean, me divertía con chicos, nunca los besaba por más de cinco minutos, ni mantenía relaciones sexuales con ellos, así que no contaba como infidelidad... ¿o, sí? solo coqueteaba, amaba el juego del amor, y mantenía a Jean alejado de toda esta m****a.

—Briseida, vamos por un trago —me dice mi mejor amiga haciendo que regrese a la realidad, a mí presente.

—Vale —respondo encogiendo los hombros.

Anna y yo nos dirigimos a la barra, ella pidió dos tragos que llevaban como nombre sexo en la playa, amaba mi ambiente, fiestas, alcohol, drogas de vez en cuando, ya que Jean se molestó la última vez que me vio fumar marihuana, por más que le había rogado para que viniera a divertirse y que le diera una oportunidad a mi ambiente, se negó, así que yo me divertiría por mi cuenta.

—Es mejor el sexo en la ciudad —me dice alguien al oído, conocía esa voz, se trataba de Alan Gerk.

—Puede ser, pero me gusta el sexo en la playa —suelto mientras observo como Anna se da la vuelta para alejarse y darnos espacio.

—¿Hoy no vienes con tu novio? —me dice en un tono burlón.

—¿Acaso lo ves a mi lado? —digo con ironía.

Alan se toma su trago de un jalón sin quitarme la mirada de encima.

—A la m****a, me gustas.

Y sin darme tiempo siquiera de responder o rechazar, me toma de la cintura estrechándome contra su cuerpo, y me besa, yo intenté zafarme de él pero era muy fuerte, su lengua se introduce en mi boca con agilidad provocándome un asco insoportable, yo lo muerdo y él se queja aventándome como si fuera una golfa, una zorra, y puede que en el fondo si lo fuera.

—¡Eres una puta! —grita levantando la mano para darme una bofetada.

Todo sucedía tan rápido que solo cerré los ojos esperando un golpe que jamás llegó.

—No te atrevas a ponerle una mano encima a mi novia.

Cuando abro los ojos veo como Jean le detiene la mano, estaba furioso, él nunca se mostraba molesto con nada, y mucho menos conmigo frente a los demás, pero esta vez había algo distinto en su mirada.

—Vaya, el rey de los nerds inadaptados ha aparecido —Alan se suelta bruscamente de Jean y comienza a sonreír—. Vamos, solo quería coger con tu novia, ¿sabías qué es una puta que le coquetea a todo el mundo?

Jean guardó silencio, se mostraba tranquilo esta vez.

—Si lo es, o no lo es, creo que no es tu asunto —responde Jean con voz tranquila y ronca.

—No cabe duda que eres un idiota amigo, ella te los pone cuando no estás, y tú la sigues como perrito faldero a todas partes —Alan suelta una risotada, la gente estaba comenzando a ponernos más atención de la debida.

—¡Ya basta, vete! —grito dándole un pequeño aventón a Alan.

—Claro que me voy, ustedes son una pérdida de tiempo —dice Alan dándose la media vuelta.

Yo me giro para ver directamente a Jean, pero en ese momento, veo como él cae al suelo, Alan le había dado un puñetazo en el estómago, para después marcharse.

—Jean, te lo puedo explicar —comienzo a decir con voz temblorosa, por primera vez tenía algo que solo era mío, y tenía miedo de perderlo.

—No es necesario que digas nada —se levanta sin mirarme a los ojos—. Tu pasado no me importa, ni lo que digan, eres mi presente.

—Jean, ¿por qué estás aquí? —pregunto entrelazando nuestras manos.

—Dijiste que le diera una oportunidad a tu ambiente, aunque no me agrada, pero si tú estás, cualquier lugar es bueno —me dice con una sonrisa.

Entonces veo como intenta decirme algo, sus labios se mueven pero justo cuando entrelaza sus manos con las mías con más fuerza, se escuchan de fondo gritos, y el sonido de una metralleta y balazos, hacen imposible que sepa lo que me ha dicho. Al parecer un grupo de treinta hombres armados había entrado al antro en el que estábamos por el cumpleaños de Marissa, una de mis amigas, su padre era un mafioso muy importante, era narcotráficante, Jean me obligó a correr, todo era un mar de gente huyendo por su vida, una bala pasó cerca de mí, dándole en la cabeza a una chica que estaba frente a nosotros.

—¡Agáchate! —Escucho que me grita Jean—. Vamos a los baños, ahí hay una salida.

Yo sigo a Jean sin decir nada, me preguntaba dónde estaría mi mejor amiga Anna, solo esperaba que estuviera bien, mientras corríamos, la gente se empujaba, y alrededor había mucha sangre, gritos, los disparos no dejaban de oírse. Cuando llegamos a la zona de los baños, notamos que casi no había gente, entramos rápidamente y Jean por primera vez estaba nervioso, no había salida, no había ventanas.

—¡Maldición! —grita Jean por primera vez, jamás decía malas palabras.

—Vamos a morir —susurro al borde de las lágrimas.

—No vas a morir, no ahora, no en este momento, saldremos de aquí —me dice Jean tomando mi rostro entre sus manos y dándome un beso que me tranquilizó un poco—. Ya has venido a este lugar antes, ¿sabes dónde pueda haber otra salida?

Los disparos y los gritos cada vez se escuchaban más cerca, puse a trabajar mi mente, hasta que recordé que al fondo del pasillo había una oficina vieja, en la que una vez me enrollé con un chico del equipo de fútbol americano, en aquel sitio existía una ventana enorme que daba a la calle, un callejón en la parte trasera del edificio.

—Al fondo del pasillo, hay una oficina y...

—Andando —Jean toma fuertemente mi mano.

Cuando salimos la gente seguía corriendo buscando una salida, nosotros corrimos hacia el fondo del pasillo, cuando escuchamos que alguien nos gritaba.

—¡Aquí hay más m****a!

Yo volteé por segundos, y vi a un hombre vestido de negro, con la cabeza cubierta con una media negra, traía una pistola, y detrás de nosotros comenzaba a correr la gente, aquel hombre comenzó a disparar dándole en el pecho a un chico que había visto antes en los laboratorios, cuando llegamos a la oficina, Jean golpeó con fuerza de su hombro la puerta, abriéndola y tirándola, yo volteé a ver una última vez a aquel hombre, quien me apuntó con la pistola y soltó un disparo.

—¡Corre! —escucho que me grita Jean y todo parece en cámara lenta.

Su rostro muestra su desesperación y el terror que hay entre la vida y la muerte, cierro los ojos al escuchar aquella detonación, entrelazo mi mano con la de él, y viendo su rostro asustado lo obligo esta vez a reaccionar, corremos al interior de la oficina, Jean avienta una especie de portapapeles de cristal hacia la ventana, provocando que se rompa en mil pedazos, y ambos salimos, aquel hombre ya no nos seguía, y de lejos se escuchaba el sonido de las patrullas y de ambulancias, Jean estaba tirado en el suelo con la mano ensangrentada, habíamos logrado escapar, habíamos burlado a la muerte.

—¡Jean, lo logramos, estamos vivos! —digo casi histérica, moviéndolo para que despierte.

Jean abre los ojos y poco a poco se incorpora, se agarra la cabeza y ve su mano ensangrentada.

—¡Lo hemos logrado! —lo abrazo con fuerza.

—Bri —me dice mientras ambos nos ponemos de pie y me mira fijamente a los ojos—. Briseida, lo que pasó hace un momento...

—¿Todo bien? —pregunta un policía interrumpiéndonos.

Jean voltea a verme un momento y soltando un enorme suspiro, se dirige al policía.

—Sí, todo estará bien.

LUNA ACTUAL

—No puedo creer que me mintieras todo este tiempo —digo a punto de soltar en llanto.

—Intentaba protegerte —Jean agacha la mirada.

—¡Pero es mi mejor amiga! —Le reclamo hecha una furia—. No tenías derecho a mentirme de esta manera.

—Lo siento Briseida, lo que viste hace un momento no significa nada, pero es verdad todo lo demás.

Cierro los ojos intentando pensar en todo, y viendo cada momento como en cámara lenta.

—No puedo, me niego a creerlo.

—Briseida, escucha...

—¡No te acerques! —le grito dando pasos hacia atrás.

—No quiero que te vayas pero...

—Pero supongo que tengo que hacerlo, ¿no? Esto es... —el pecho me duele, es por esta razón que el no enamorarme de alguien estaba como algo prioritario, mi primer regla.

—El final —Jean me mira fijamente mientras en su mano sostiene la pulsera que le había regalado a mi mejor amiga Anna.

No te enamores, diviértete, no te quedes con nadie, no muestres tus sentimientos, déjalos con ganas de más, esas eran mis sencillas reglas que él me impuso y que yo modifiqué, todo iba bien, hasta que lo conocí y me enamoré perdidamente de él, lo que inició como un juego, un experimento de mis conquistas, terminó por ser mi amor verdadero, el juego se me volteó y ahora había un ganador, y no precisamente era yo.

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