Lujuria

Las conversaciones de mi madre me envolvieron, dejé que mi padre y su invitada hicieran su recorrido y no los interrumpí.

Voy a mi habitación y me doy un baño, elimino todo el sudor y suciedad que me provocó estar en el río. Los minutos pasan rápido y se convierten en horas, no he escuchado nada nuevo sobre nuestra socia.

¡Vaya que es una hermosa chica la nueva socia!

Una mente que no está en nada más que pensando en la invitada de honor, que detesto por creerse superior, pero no puedo ignorar su hermoso cuerpo.

Quizás no está bien lo que estoy haciendo, desnudándola en mi mente, pero soñar despierto siempre se me ha dado bien.

Erika Viccini, así se llama, pero su sensualidad no se queda atrás. Al verla un poco más de cerca no me enojó tanto como en el encuentro que tuvimos en el río, por un momento mi mente se fue lejos y pensó en un escenario que quizás nunca suceda.

Mismo río, pero en otras circunstancias. Mis curiosidades y sueños despierto no me han dejado en paz desde hace unos años. No sé si en el río, pero esta vez ella está desnuda, pienso que sus pechos son perfectamente simétricos, su larga cabellera castaña juega con la brisa.

Los dos solos en aquel río, dejo de lado la pesca, y me uno a la fiesta con ella. Sin pensarlo dos veces fuera mis zapatos, mi camisa y mi pantalón.

Pero en esa ilusión Erika me pide que entremos al río a jugar un poco. Los dos desnudos y sin nadie que nos detenga.

En mi ilusión el agua nos rodea, me apodero de su cuerpo delgado y con muchas curvas. Siento sus suaves manos apretando mi espalda, uñas se hacen sentir casi a punto de arañarme. Ella gime mi nombre, sólo grita Fernando, y pide más.

Con mi mano derecha sujeto fuertemente su cabellera y esto parece encantarle. El agua nos rodea, pero queremos ir a la orilla para poder vernos y tocarnos un poco más.

Ella pide que use el cinturón y le pegue. Nuestros deseos desenfrenados nos llevan a un poco de acción, un par de nalgadas y unos cuantos correazos.

Yo soy el amo y ella es mi sumisa, pero no hemos hablado de jugar esos roles, todo se ha dado natural, aunque en esta ocasión es una sumisa que pide y yo un amo que doy.

El juego está en mis pensamientos, pero sé que en nuestra realidad no sucederá. Esto es puramente sexual, somos muy diferentes y a lo mejor ella ni siquiera disfruta este tipo de juegos.

Mientras estoy con mi erección pensando en cómo Erika y yo en lugar de discutir en el río nos damos placer, soy interrumpido por mi madre que me llama para ir a cenar.

—Hijo ven, ya está la cena recuerda que tenemos invitados— dice mi madre tratando de recordarme que me porte bien.

En mis adentros me lamento pues cuando la cosa se estaba poniendo mejor mamá viene y me interrumpe, yo que estaba a punto de llegar a mi nivel máximo de placer.

No tengo otra opción más que callar mis ilusiones e ir a la mesa a ver el rostro de la persona con quien soñaba despierto. Me pregunto qué pasará por su mente.

Por la mente de Erika Viccini no pasa algo muy distinto a lo que piensa Fernando del Río. Cuando ella lo vio en el río pensó en su musculatura, y mientras caminaba hacia la hacienda rogaba no volver a verlo porque le pareció muy atractivo.

Todo el camino se imaginaba a este chico desnudo teniendo sexo rudo con ella, rasgando su falda, está arreglando su cabello, tirando su blusa y quitando una a una cada pieza de su cuerpo.

Erika también visualizo cómo se iban dentro del bosque y encontrando un área verde descargaban con furia toda su pasión.

Cuando Fernando llegó a la mesa allí estaba Erika, se sentó alejado de ella, pero no pudo evitar recordar su ilusión y ver la realidad.

A Erika le pasó lo mismo fusionó su ilusión con la actualidad, ver a Fernando bañado y con olor a perfume la remontó a aquel bosque donde imaginó que estuvieron.

—Eva prepara una de nuestras habitaciones de huéspedes para Erika, a estas horas una muchacha sola no debe regresar a la ciudad. Por estos predios hay rufianes, así que pasará la noche con nosotros y todas las que desee— solicita Carlos del Río, a su esposa Eva.

—Padre deja que la señorita decida, ella no ha solicitado quedarse— opina Fernando.

—¿Qué clase de persona sería yo si dejará que una jovencita a estas horas irse sola por estos caminos oscuros? No voy ni siquiera a preguntarle, se queda con nosotros y fin de la discusión— dice el padre de Fernando.

—Si me lo preguntan me gustaría regresar a mi casa, pero en vista de que cuando venía mi vehículo se dañó y tuve que caminar bastante a pie, no tengo otra opción que quedarme porque no será hasta mañana que vendrá una grúa y lo llevará a la ciudad a reparar— comenta Ericka.

—¡Listo! Se queda a dormir aquí. Lo que más tenemos son dormitorios y debemos ser hospitalarios— comenta Eva.

—Ya Ericka es como miembro o parte de la familia, vayamos acostumbrándonos a su presencia aquí— Expresa el padre de Fernando, Carlos del Rio.

Un hombre decidido y de armas a tomar, así definen al señor del Río en el pueblo.

En la mesa están además de Fernando, sus padres, Ericka, Isabel y Rodrigo los dos hijos menores de la familia del Río, hermanos de Fernando.

Sus hermanos normalmente prefieren mantener un bajo perfil y estar de acuerdo con todo lo que se haga siempre y cuando no interrumpa con sus intereses. Están de acuerdo en que algún día se irán del pueblo.

Eva del río se disculpa se retira de la mesa a preparar la habitación de Ericka.

Todos encuentran algo que hacer, Carlos del Río y sus dos hijos Isabel y Rodrigo deciden ir a la sala a ver un programa de televisión que a todos les gusta. Dejan a Ericka y a Fernando terminando su cena.

Están uno al extremo del otro en la mesa.

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