El relato de nuestros miedos
El relato de nuestros miedos
Por: Caroline Rebolledo Ospino
1.

Aceptando la realidad.

Estaba muy cansado esa noche, solo quería irme a dormir, pero ellos aún no terminaban el interrogatorio. Estaba harto de sus malditas preguntas, ya había dicho todo lo que había preparado con anticipación, pero, sin embargo, seguían atacándome con sus preguntas. Y no solo a mí, a mis tres mejores amigos en el mundo también les hacían millones de preguntas y con un tono muy fuerte para ver quién era débil para presionarlo. No sé cómo demonios se enteraron de que yo era Bill y menos podía imaginar cómo supieron que ellos también habían colaborado en la página. Era un misterio, pero yo no iba a decaer, yo lo negaba hasta el final porque al final de cuentas, no tenían una prueba contundente que nos marcara como culpables. Mi teléfono era inrrastreable, solo suponían que éramos nosotros porque algún maldito despreciable les dijo. Éramos los primeros en la lista de sospechosos, al parecer, el bullying era un delito bastante grave en mi localidad, pero al final de cuentas, esto no le causó un daño a nadie, no hubo alguien que se suicidara ni heridos de alguna forma física, pero sus argumentos eran que yo los acosaba y perturbaba psicológicamente, lo cual, por supuesto, me causó mucha risa y no pude evitar reírme en sus caras. Malditos imbéciles, ocurren cosas mucho peores en la ciudad y se ocupan en algo que no afecta a nadie. Sí, aún seguía igual de cínico. Moriría de esta manera.

Mi papá estuvo muy molesto cuando lo llamaron de la estación de policía para avisarle que su hijo menor, estaba detenido por ser sospechoso de ser un bullying masivo (que ataca a grandes grupos), me gritó bastante y por poco me liquida, sé que ganas no le faltaron, pero luego logré convencerlo de que estaban equivocados, no tenían pruebas que me incriminaran y eso me ayudó para que pudiese creerme, pero aún así, iba a mantenerme vigilado. Le faltó por poco m****r a que me instalasen un chip de rastreo o un collar que lance descargas eléctricas.

A mí me interrogaban un poco menos fuerte que a mis amigos ya que había tenido un ataque cardíaco, no podían exponer mi salud acusándome y arriesgándose a que me sucediera algo igual de nuevo. Ni sabía que tenía problemas cardíacos, lastimosamente me enteré de la peor manera, nunca nada había detonado que mi corazón fallara de esa manera.

Esa tarde que entré en pánico y caí derrumbándome en el suelo, las cosas cambiaron y mucho. Mis compañeros me rodearon y estaban muy asustados, pensaban que yo había muerto e incluso, ya tenían numerosas teorías sobre mi muerte. Tal vez una trombosis, derrame cerebral, la peste negra o el ébola. Creo que incluso, algunos se decepcionaron al enterarse de que sobreviví. Ojalá pudiera descubrir quiénes son para ir a ajustar cuentas.

Por otro lado, Mía, no me dejó solo ni un instante desde el incidente, lo cual se lo agradecía. Estaba muy asustada y no dejaba de llorar por mí. Al igual que los demás, pensó que yo había muerto, pero cuando llegaron los paramédicos, lograron calmarla y hasta tuvieron que sedarla porque estaba muy mal. Mickey y los chicos tampoco se fueron del hospital en el que yo estaba, no me dejaron solo y acompañaron la mayoría del tiempo a Papá, Lucía y Mía que estaban en la sala de espera viendo como progresaba. Por supuesto, mi familia tampoco tenía conocimiento de que yo tenía problemas cardíacos, al parecer, heredados de mi madre. No heredé sus talentos o facultades, pero sí heredo las enfermedades.

Me dieron de alta unos días después, pero me prohibieron muchas cosas, debía cuidarme. Mucha gente muere de esto al año y tuve suerte de salir ileso. Ya no debía consumir carnes rojas, ni alcohol en exceso o sufrir emociones fuertes. También debía hacer ejercicio, cosa que yo jamás hacía, sólo antes cuando jugaba fútbol, pero al parecer, debía hacerlo a como dé lugar. Lo peor era que tendría a mi familia encima vigilando cada uno de mis movimientos y Mía, conociéndola, también lo haría o me daría una paliza. Prefería no hacerla enojar.

Lucía jamás me creyó que yo no tuviese nada que ver con lo de Bill, ella me conocía y por eso sabía de lo que yo era capaz, por eso siempre se veía desconfiada y estaba muy pendiente de cada uno de mis pasos. Me intentó acusar una y mil veces con papá, tanto, que incluso una vez la descubrí revisando mi computadora y cosas personales, por lo cual, decidí vengarme. Yo nunca la acusé cuando se ponía a tener relaciones sexuales con el tremebundo de Jimmy y menos, con Stevie o cuando a veces, consumía marihuana con sus amigos o esas porquerías, pero ahora, incluso la grabaría cuando la viera haciendo estas cosas y se las mostraría a papá en la enorme televisión de su cuarto.

Una semana después regresé a la escuela y al menos, la policía mantuvo al margen a todos de lo que había sucedido por mi seguridad y la de los chicos, podrían hacernos mucho daño si se llegaran a enterar, pero la directora si se enteró de todas nuestras fechorías y por ende, estaba muy pendiente de nosotros, vigilando cada paso que dábamos para ver en qué nos equivocábamos para al fin sacarnos de una vez por todas de la escuela.

Mickey y los hermanos no eran muy apreciados por los profesores porque primero, eran pésimos estudiantes y segundo, habían insultado en varias ocasiones a la coordinadora de disciplina y también a otros profesores. Nunca pudieron correrlos porque esto no constituía una falta tan grave según el manual de convivencia y por eso ahora lo estaban renovando. Querían sacarnos como fuera, éramos un peligro para los estudiantes y su seguridad. Además, yo ya tenía un negro historial y sé que sacarme, haría feliz a los profesores, hasta incluso harían una fiesta si me fuera, pero jamás pienso darles ese gusto. Aquí nací, y aquí moriré. Me iré en la próxima edad de piedra.

Por supuesto, a Mía le conté la verdad de lo sucedido, le molestó muchísimo, me dijo que estábamos locos por meternos en tremendo lío, y, además, sabía que yo había insultado y muchas cosas más a Raúl desde ese perfil. El muy maricon, le contó todo antes. Pensé que ella desconocía ese perfil ya que jamás la escuché mencionar nada al respecto, pero vaya que me equivoqué, y todo por el tremebundo. Ya me encargaría de él después.

Pensé que ahora que Mía era mi novia, era ya un buen momento para dejar de detestarlo, pero mi fastidio hacia esa maldita rata asquerosa, jamás cesó de crecer.

De vez en cuando llegaba y saludaba a mía en la escuela, sé que ella no quería nada con él, pero aun así me daban muchos celos, me daban ganas de gritarle que se cambiaron los papeles para luego coger un martillo y reacomodarle su cara. Le haría un ajuste facial y de gratis que no es lo mismo. Aunque no le dijera nada muy obvio, yo presentía que él quería volver con ella, lo veía en su mirada, pero Mía me decía que estuviera tranquilo. Ella me quería y de ninguna forma me iba a traicionar con alguien y menos con él, eso me decía, pero algo en mí no me dejaba estar tranquilo.

Mickey seguía con Santiago y por lo visto, se llevaban perfectamente bien, nunca peleaban ni nada así, solo una vez que Mickey agregó a un chico mexicano y empezó a flirtear con él, tuvieron una pequeña discusión por eso, pero no tardaron en estar bien de nuevo. Juro que al verlos y estar con ellos, se podía sentir la dicha en ellos, se amaban. ¿Qué más se podía decir? Estaban condenadamente felices… sí que lo estaban, pero no todo dura para siempre, es una lástima ver como terminan las cosas tan buenas. Ni se imaginaban la forma tan trágica en que acabaría todo para ellos.

Por otro lado, papá, llevó a vivir a casa a la novia que tenía desde hace unos meses. Ni sabíamos que salía con alguien, con el razón el cambio brusco en él. Desde hace unos meses venía mejor y creímos que era porque le habíamos escondido todo el licor, pero al parecer, esta mujer había influido grandemente en su cambio. Sabía que era una buena persona antes de conocerla, pero cuando lo hicimos, fue tremenda decepción. Es una mujer de unos treinta y tantos, de contextura normal, simpática, pero es muy, muy desagradable y ni sé bien porqué. Tal vez sea porque no tiene nada de interesante, ni su forma de vestir ni sus gustos ni nada. No es amargada, ni tampoco es alegre, tan solo ocupa un triste lugar en el espacio, no tiene una genero de música que le guste como tal ni una película favorita, tampoco define qué libro le gusta o algo… no le gusta nada. No me imaginaba de qué podría conversar con papá, pero si lo ha ayudado y él es feliz, como se ve que es, no diré nada ni me quejaré al respecto. Era lo que quería, que papá fuera feliz de nuevo y saliera de esa depresión horrible que lo estaba consumiendo. Sólo espero que esto sea algo duradero y que ella, sea buena con él, porque en verdad lo merece. No es porque sea mi padre, pero él es una muy buena persona y cualquiera que salga con él, debería considerarse afortunada por ese hecho.

Un día muy malo para mí fue cuando regresé a clases, no exactamente en la escuela sino después en mi casa. Estaba en mi habitación con Mía, quería estar con ella… ustedes saben cómo, pero ella decía que la luna no estaba alineada a su eje esa tarde y por eso no podía hacer nada. Ella muy poco cambió, es más, ahora era aún más rara que antes, pero aun así, yo la amaba de todas las formas que existieran y si me decía que no iba a estar conmigo esa noche, yo lo aceptaba y nunca me quejaba de sus decisiones.

-Siempre quieres andar con tus perversiones.-Se quejó y yo, acaricié su espalda. Besé sus hombros y luego, su cuello.

-Claro que no.

-Ni tú mismo te lo crees.-Exhaló y reí, tenía un poco de razón. Estaba ayudándola a fabricar una pancarta porque ella iba a protestar en el movimiento Greenpeace. No entendía mucho de eso, pero estaba bien mientras estuviera con ella.

-Mmm, ¿al menos me darías cariño?-Hice pucheros y exhaló, rompió en risas.

-¡Ah! Qué cursi eres.

-Hieres mis nobles sentimientos.

-Consentido.-Dijo entre risas y se acercó a mí, y me besó. Amaba sus besos. Los labios de Mía, sentía que habían sido hechos para mí y era completamente adicto a ellos, a morderlos, besarlos, lamerlos. Amaba su sabor, cómo me sentía al besarlos y luego, cuando Mía se alejó un poco, no pude contenerme y tomé su rostro y la besé más fuertemente. Escuché un leve gemido escaparse de sus labios y eso… me hizo enloquecer. Cuando abrió un poco más sus labios, dándome más espacio, no dudé e introduje mi lengua en su boca y la besé aún más fuerte. El beso de inmediato se tornó caliente, con más ganas, con deseo. Sentí su rostro arder y lamí sus labios, pero cuando mordí levemente su labio inferior, Mía gimió muy fuerte y lo sabía, ya no iba a poder contenerme. La hice recostar un poco, con cuidado y me subí sobre ella y retomé el beso. Me gustaba tanto esto por Dios, como sus piernas se envolvían en mi cadera, haciéndome acercar más y sentir sus ganas, como me besaba con tanto deseo y escuchar su respiración agitada… eso me encendía hasta más no poder.

Entonces, besé su cuello y fui descendiendo por su pecho. Besé sus senos a través del sostén, pero sabía que ella quería más, podía sentirlo al escuchar sus gemidos y su respiración, era intermitente, lo deseaba. Retiré su suéter y sin pudor alguno, también lo hice con su sostén y al mirar ese par de senos redondos, perfectos, al descubierto, mordí mis labios y me acerqué de inmediato. Lamí la punta de ellos y podía sentir como se iban endureciendo cada vez más y más. Amaba lamerlos, moderlos, que mi lengua jugara con ellos y aún más, ver a Mía enceguecida por el placer. El verla así por mí, me hacía encender de inmediato.

Así continué por un rato, no sé cuánto, pero quería que se desesperara, que me pidiera que hiciera aún más, por lo cual, empecé a descender por su abdomen, dejando besos depositados en él y cuando llegué a sus shorts, los retiré de inmediato y abrí sus piernas, Empecé a besarla lentamente en su intimidad, a través de la ropa interior y podía notar cuanto deseaba que yo hiciera más, al sentir la humedad a través de ella. Quería enloquecerla, que deseara con todas sus fuerzas que hiciera más.

-Nathan…-Dijo con la voz entre cortada.

-Dime, princesa.-Seguía besándola.

-No puedo aguantar más.-Besé sus muslos y la miré.-Por favor.-Rogó y de inmediato, retiré su ropa interior y deslicé mi lengua por toda su intimidad. Mía gimió tan fuerte, por Dios, entonces, empecé a estimularla sin piedad. Mi lengua jugaba con su clítoris, que estaba muy, muy sensible y sus gemidos, la forma en que apretaba mi cabello, pidiendo más, era justo lo que yo le daría. Introduje uno de mis dedos por completo en su intimidad y seguí con mi tarea. Disfrutaba tanto su sabor, hacerla retorcerse de placer, era mi cosa favorita en el mundo entero y entonces, introduje un segundo dedo y empecé a embestirla más y más rápido, movía mi lengua sobre su clítoris sin detenerme y luego, cuando aceleré mis movimientos aún más, eso la hizo enloquecer y dio un último gemido ahogado. La vi derramarse en mis dedos y suspiré. Por Dios, era tan adicto a esto. A Mía, a su cuerpo, a hacerla gemir hasta más no poder.

Respiraba fuertemente, intentando recuperarse del éxtasis y yo, besaba sus muslos y reía. Esto me hacía tan feliz, hacer sentir así a la persona que más amo en el mundo entero.

-Dios.-Exhaló profundamente y la vi limpiar un poco su rostro, porque sudaba. Me subí sobre ella, acaricié su rostro y la besé, profundamente. Ella, me correspondió.

-¿Tienes idea de cuánto te amo?-Pregunté separándome un poco y estudiando su rostro. Sus ojos cristalizados, esa sonrisa que siempre se forma en sus labios después de la intimidad, era mi jodida cosa favorita.

-Yo… yo…-Reí, sabía que le costaba decirlo, la conocía, pero podía sentirlo. Sabía que Mía me amaba, podía sentirlo en cada uno de sus besos, en la forma en que me mira, al ver ese brillo en sus ojos o al verla triste, cuando pasan días en que no nos vemos. Lo había logrado, Mía se había enamorado de mí.

-No es necesario que lo digas, yo lo sé.-Sonrió y desvió la mirada, completamente avergonzada.-Te perdono que no puedas decirlo si me dices que serás mía por siempre.

-Eso sonó acosador y extraño.-Se burló.

-Tengo un poco de experiencia en ello.-Admití y rió.

-Yo… sabes que siempre seré tuya.-Sonreí, feliz y Mía comenzó a desvestirme.

-------

Un rato más tarde, justo cuando acabábamos de dormirnos, papá me llamó al teléfono, para decirme que unos detectives estaban abajo esperándome para hacerme de nuevo un interrogatorio. Maldición. De mala gana, dejé de abrazar a mi chica y me vestí.

-¿Qué sucede?-Preguntó adormilada.

-Me van a interrogar de nuevo, no te preocupes. Sigue durmiendo, princesa.-Besé su frente y asintió. Entonces bajé y por supuesto, de buena manera jamás iba a responder. Esto ya me estaba cansando, tantos interrogatorios como si yo fuera un criminal de guerra. Está bien, sé que lo que hice tampoco es que sea la maravilla, pero creo que exageran. Si iban a seguir con esto, era preferible que me encerraran y ya, me hartaba verles las caras a esos malditos casi a diario.

Los vi sentados en la sala y me indignó el ver que la novia de papá les sirvió hasta café. ¿Acaso es que estos infelices merecían algún tipo de atención especial? Merecían es que yo los mandara en catapulta y exhalé. Papá me incendió con la mirada, como diciéndome con los ojos que no la cagara, me conocía bien.

-¿Y ahora? Pensé que las 35 mil preguntas de la última vez habían bastado.-Me quejé y papá, me miró aún peor.

-Mira niñato, mejor cállate.-Dijo el oficial principal y exhalé, desconcertado.-Sabemos que fue usted y no tardaremos en culpar también a su novia, ¿qué prefiere? Si colabora ahora, tal vez solo le den unos seis o siete meses para cumplir con servicio comunitario. Si no coopera, esos meses pueden volverse años y no de servicio.-Me enojé, me estaban amenazando.

Les dije que se fueran a la m****a y los empujé, se enojaron, y empezaron a discutir conmigo.

-Ustedes con sus malditas placas creen que pueden intimidar a quien se les venga en gana. Yo no soy ningún imbécil para dejarme manipular de ustedes.

-Cállese, puede ir a parar en la correccional por cada una de sus palabras.

-Me importa un bledo sus amenazas, jodanse.

-¡Nathan!-Gritó papá y me vi obligado a callarme.

Luego de esto seguimos discutiendo y al final me detuvieron, pero antes, pude avisarle a Mía por mensaje de texto, no la dejaría esperándome. No dejé de quejarme ni de fastidiarlos en la patrulla, quería incomodarlos para que me soltaran, pero hicieron caso omiso a mis amenazas y, por el contrario, me hicieron dormir en la estación esa noche, maldición. Llevaba mucho sin pasar la noche en la UPJ.

Un par de días después, cuando a papá se le pasó al fin la rabia de que hubiera dormido en la estación y peor aún, la rabia que tenía por tener que darle unos miseros pesos a esos malditos corruptos, para que no mancharan mi expediente, al fin había logrado calmarse, solo un poco, pero claro, sabía que si me mandaban de nuevo a la cárcel, papá ahora sí me fusilaría o por lo mínimo, me haría cavar mi propia tumba.

El viejo estaba con Lorena, mi nueva “madrastra”, esa mujer tan aburrida no encontraba como conversar conmigo sin que terminara fingiendo que me dormía o que convulsionaba. No pude evitar molestarla como hacía con los novios de Lucía, pero luego, lo pensé mejor y desistí de esas inmaduras costumbres. No quería joder la relación de papá y más, cuando al fin de nuevo se ve feliz como alguna vez fue con mamá. No puede estar de luto toda la vida y morir solo, por eso Lucía y yo decidimos darle una oportunidad a ella, pero eso duró muy poco para Lucía, ella la detestaba con todas sus fuerzas, decía que tenía que ocultar algo, pero no era así. Que fuera aburrida no quiere decir que sea una mala persona o que tuviera intenciones ocultas.

Lucía seguía en contacto con Stevie, el desnudo del rancho de mi abuela. Él la visitaba y se llamaban todos los días prometiéndose una vida juntos y eso me daba mucha risa, ella odiaba que me burlara de él porque no quería que se repitiera la historia de Jimmy, el chico que mencioné antes, el que lo escupí literalmente, le terminó a ella por esto y luego lo encontré en medio de una orgía. Stevie se veía menos gay que Jimmy y por eso no creía que fuera tan delicado como para molestarse porque lo escupiera o lo maldijera. Es que escupir a sus novios es algo natural en mí, Lucía tiene que entenderlo. Aunque claro, a Stevie no lo podría escupir a la distancia, debe considerarse un hombre afortunado.

A veces pienso muchas estupideces.

Minnie, la hermana de Mickey, empezó a trabajar en la escuela como profesora de arte. Ella es muy joven, pero no tanto como para que le falten el respeto y sí, es absolutamente genial. Seguía con su abundante cabello de colores y cuando nos daba clases era estupendo, muy divertida igual que él, pero no nos ayudaba con las notas y por poco me incinera, cuando intenté sobornarla. Ella nos caía bien y por eso, Martín y yo la acosábamos, la seguíamos cada vez que podíamos, no era que nos atrajera o algo por el estilo, pero nos gustaba mucho acosar gente, seguirlos adonde fueran sin que lo notaran. Ya era una especie de obsesión el acosar gente, hacía parte de nuestro estilo de vida.

Seguíamos a varios. Aparte de Minnie seguíamos por supuesto, a Mía, también a Adriána y a Mariana una chica que le atrae a Martín, quién no es tan desagradable como las chicas nefastas que suelen gustarle.

Estábamos pintando en la clase de Minnie. En mi mesa estaba Mickey, los hermanos, Sara (la novia de Marcelo), Juana e Isaac. Yo pinté a una chica desnuda, se veía estupenda, vi que Sara pintó una guitarra y como era de esperarse, vi el dibujo de Mickey y había pintado un enorme pene, se veía orgulloso de su creación y como era de esperarse, todos en la mesa estaban muy perturbados y más, por lo gráfico y detallado de su dibujo.

-¿Qué tanto miras mi pene, Nathan?- Me dijo señalando su dibujo con una enorme sonrisa en su rostro.

-Me he cohíbido, pero un día de estos te voy a patear.

-Sí, sí, ¿tú y cuántos más?-Se quejó entre risas, exhibiendo aún más su dibujo.

-Deberías eso ante la vista de cualquier ser humano.-Se quejó esta vez, martín y él, le sacó la lengua.

A Santiago no le molestaba ninguno de los comentarios que soltaba Mickey, lo conocía y sabía que sus bromas siempre eran bien pasadas.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo