6.

 Los mejores amigos del mundo.

Nos mandaron a visitar el museo moderno de la ciudad. Íbamos todos los de décimo, así que, por ende, iba Raúl y Mía, genial. Me alivió un poco ver que iban separados, ella estaba sola mientras él estaba con su grupo de amigos. Aproveché cuando entramos al museo para acercarme a ella, quién vestía sombría como siempre, pero su semblante, era diferente esta vez. No se veía enojada o sin expresión como siempre, parecía ida y no entendía si es que le sucedía algo, pero no podía preguntarle así sin más, me arriesgaba a que quisiera acribillarme.

-Mía, llevas tiempo sin amenazarme.-Le dije sonriente, pero no pareció prestarme mucha atención, estaba absorta en algo y no sabía qué era.

-Sí…-Contestó a duras penas. Observé alrededor, en dirección de donde Mía observaba. Era al tremebundo a quién dedicaba su atención. Él charlaba alegremente con su grupo de amigos y Mía, lo miraba completamente enojada. ¿Qué carajos sucedía?

-¿Cómo has estado?-Pregunté, intentando sacarla de sus pensamientos y que olvidara el enojo que sentía, pero no me prestaba atención, por más que lo intentase.

No respondió, seguía mirándolo y empecé a impacientarme, me irrita que me ignoren y más por ese imbécil. Es muy humillante que esto suceda y no, no lo tolero. No quería perder la paciencia, lo intentaba.

-¿Cómo está tu amigo David?-Le pregunté eso solo porque quería establecer una conversación con ella, pero ni siquiera me miraba y sentí mucha frustración.- ¡Vamos mírame, maldición! Deja de estar pendiente de ese imbécil mientras te estoy hablando.-Le grité con rabia. No sé por qué exploté de esa manera ni con qué derecho. Qué imbécil soy, debería patearme mejor.

-Discúlpame, no sé por qué, pero no puedo dejar de mirarlo.

-¿Estás enamorada de él?

-No lo había pensado, pero sí, claro que lo estoy.-Respondió sin dudar y yo, ya había considerado esa opción. Yo sabía que me atraía ella, pero cuando me dijo esas palabras, sentí que me bajaba algo fuerte en la garganta como un trago amargo hasta el estómago, tal vez no había notado lo rápido que habían avanzado mis sentimientos hacia ella, lo fuertes que se habían hecho. Me inundó mucha tristeza, pero no le dije nada, no me apetecía hablar después de escuchar eso. Solo la miré y también vi tristeza en sus ojos, no era el único que sufría. No sé qué motivos tenía porque yo los veía bien, pero sé que algo pasaba.

-¿Por qué tienes esa cara, Nathan?

-No es nada.

-Estás tan apretado que provoca patearte-Me dijo en un tono alegre, era tan extraño que me hablara de esa manera, como siempre lo hace enojada o con ganas de querer matarme.

-Te gusta mucho patear gente, ¿verdad? Me gustaría que me provocaras dolor, pero de otra forma…

-¿Qué es lo que dices?

-Deberías usar ropa más corta y acentuada.

-¿QUEE?

-Algo más sensual, más atrevido.-Dije esto meramente por hacerla enojar, tenía un fetiche con esto, lo acepto, pero no es que fuera un pervertido ni mucho menos. O tal vez sí.

En ese momento se escucharon los gritos de la coordinadora, estaba sacando a tres compañeros de clase que estuvieron todo el viaje riéndose de ella.

El más alto le gritó: ¡No es justo que nos saquen a nosotros y a los imbéciles de allí, no!-Se quejó refiriéndose al grupo de Raúl.-¡Son todos maricas de closet, si me sacan, le juro que me cagaré en toda la puerta de su casa y no será una cagada bonita, me batiré el trasero para que sea líquida!- Eso estuvo pasado, pero me hizo reírme con tantas ganas que todos allí me escucharon, nadie más se reía. Parecía algo que yo diría.

Ella omitió mi risa y continuó gritándolos para que se retiraran, pero ellos se rehusaban a irse y, por el contrario, seguían haciendo comentarios sarcásticos y vulgares, que la sacaron de quicio, también me reí de estos y ella gritó tan fuerte que todos se asustaron, esta vez sí se fueron, la directora enojada infunde terror, más porque se le inflama la vena de la frente y temo que algún día, tome forma propia y nos explote a todos. Se retiraron, pero antes, me hicieron señas amistosas.

-¿Los conoces?-Preguntó Mía y negué con la cabeza.

-Están en mi clase este año, pero no he tratado con ellos aún.-Lo pensé bien, ¿cómo es que no me había percatado de esos tres? Parecían ser de mi tipo de gente. Creo que influyó mi falta de interés hacia la escuela este año y que me haya saltado muchísimas clases hasta lo que ha corrido del año escolar. Cuando estoy en el aula, me pierdo en mis pensamientos, me aburro y me da ansiedad. Me desesperan las clases, los profesores y todo en general. Si no me escapo, suelo ponerme a leer novelas de Gabo o me invento una película en mi cabeza, por lo general, con un final terrible y muchos muertos.

-Llevas años estudiando aquí, con ellos y ¿no los conoces?

-Ellos este año se pasaron a mi clase, jamás estudié con ellos.

-Bueno, ellos son leyenda. El más alto se llama Sebastián, pero todos le dicen Mickey, a él le agrada que le digan así. Por supuesto es gay. Los otros dos se llaman Martín y Santiago, son hermanos. Todo el mundo sabe que lo son ya que se parecen un poco, pero lo que no saben y pocos creen, es que son gemelos, pero no son iguales. Ellos dos son los lame botas de Mickey, hacen todo lo que él les dice y me irrita ese ítem, pero aparte de eso, los tres son estupendos.

La escuché atentamente hasta que llegó Raúl y la saludó con un beso delante de mí, no pude evitar poner mala cara y tampoco le devolví el saludo. No sirvo para mentir y menos, para ser hipócrita.

-¿Por qué me miras así?-Me dijo Raúl de buena manera, parecía muy confundido.

-¿Será porque eres una rata asquerosa, un animal inservible, eres más feo que el hemorroides infectado llegando al prepucio.-Pensé, pero lógicamente no se lo dije.

-No es nada…

-El viernes daré una fiesta por mi cumpleaños, sí quieres puedes ir.

-Está bien, iré.

-Bueno, apunta mi dirección.

-Sé dónde vives.

-¿Cómo lo sabes?

-Sé muchas cosas.-Me miró extraño, casi perturbado y sonreí para mis adentros. Cada vez me cuesta más alejar mi instinto psicópata, está a nada de salir a flote.

Lo observé alejarse, y pensé de nuevo, en incinerarlo.

Eran las seis de la mañana del día siguiente, estaba desayunando y al mismo tiempo publicando la descripción del famoso video Daisy’s destruction. Es un video tan fuerte que no lo publiqué, sino, que solo puse la descripción de este, es tan perturbador que ni siquiera me atreví a verlo cuando por fin lo había encontrado, solo leí la descripción. Cuenta como un grupo de personas masacran, violan y torturan a una pequeña, pero tan solo un minuto después me arrepentí y borré la publicación, a los niños si les tengo respeto. En vez de esto publiqué algo peor, mucho peor.

Un video que es una tortura para cualquiera.

La nueva canción de Sleeping with sirens, cómo los odio…

-----

Entré al salón de clases y vi a Mickey sentado hablando con Martín y Santiago, no sé de qué hablaban, pero parecía que se divertían. Me quedé mirándolos un rato, con cada comentario se reían y me dieron ganas de sentarme con ellos, pero no sé por qué me dio vergüenza hacerlo, no suelo ser tan marica, pero no sé qué me sucedió esa mañana. Me limité sólo a mirarlos y Mickey en un momento lo notó, me sonrió y me hizo señas para que me sentara con ellos.

Aproveché enseguida y luego, noté que dejé mi dignidad en el asiento.

-Vaya, aquí tenemos a Nathan, el acechador.

Me asusté mucho cuando dijo eso, es imposible que supieran que yo era Bill, no tenían como saberlo. La sola idea me dio nauseas. Todos mis planes podrían venirse abajo y de una forma bastante estúpida.

-Quita esa cara, no vamos a delatarte. Al contrario, nos gustaría ayudarte, esa página sí que nos hace reír-Me dijo Santiago y me sentí más confundido aún, ¿qué carajos? ¿Cómo lo sabían? ¿era posible? Maldición, si ellos me descubrieron, alguien más podría hacerlo. Me asusté bastante, era muy rápido para que la gente se enterara, no quería que me expulsaran.

-Nathan, ¿falleciste cariño?-Me dijo Mickey entre risas y burla, no comprendí su intención o si es que querían reírse de mí.

-¿Disculpa? ¿Me dijiste cariño?

-Él es así, ni le prestes atención.-Dijo Santiago y asentí.

-¿Eres homofóbico bebé?-Dijo pasando su mano entera por mi cara.

-No vuelvas a hacer eso, jamás.

Eso los hizo reírse con ganas y me explicaron que se dieron cuenta desde el principio, porque me vieron siguiendo a mis compañeros, y, además, nos expresábamos de manera similar. Eso me ayudó a darme cuenta de lo que hacía mal para no hacerlo más, tenía que ser más precavido porque si ellos se dieron cuenta sin hackearme, así de fácil, cualquiera podría hacerlo. Qué estúpido soy, no sé si alguien más lo sabe a estas alturas, sería un gran inconveniente y no quería que mi diversión se acabara tan rápido, ¡apenas iniciaba en esto! Era verdad lo que me dijo Mía, ellos eran estupendos, todo lo que decían me causaba gracia y, además, tenían ideas geniales para Bill. Se comportaban como si fuéramos los mejores amigos, como si llevaran muchos años de conocerme.

Íbamos los cuatro saliendo de la escuela, acordamos que iríamos a mi casa a acosar gente (puede sonar tonto, pero literalmente, eso fuimos a hacer). Iba de muy buen genio esa tarde, como nunca, pero de nuevo, vi a Mía en la acera de la calle y en la del frente venía hacia ella Raúl, con un par de helados, que imbécil. Odio su cuerpo, su ropa, su corte, su olor, su acento, la forma en que camina, las cosas que el pisa. El para mí es un aborto de la naturaleza, la pestilencia en forma humana y lo qué me hacía odiarlo más es que el fuera tan agradable, porque sí lo era. Todos los días me saludaba amistosamente y trataba bien a los demás, no tenía ningún motivo para odiarlo excepto uno con nombre y apellido, Mía Therese. ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo la habrá conquistado? Ella se ve tan impenetrable que no sé cómo lo logró, es todo un acontecimiento. Mickey como buen observador que descubrí que era, notó que me perdí mirándolos.

-¿Te gusta Raúl?-Me dijo con una sonrisa de par en par.

-¿¡Qué!? No, no soy gay.-No sé por qué a cada rato menciona ese tipo de insinuaciones, es extraño y no, no me gusta.

-Entonces es diarrea, te gusta diarrea.

-¿Le dices así a Mía?

-Sí-Me dijo y los hermanos asintieron sonriendo.

-¿Por qué?

-Porque ella es un chorro de m****a-Me dijo y como vio mi expresión seria, añadió:-Vamos, es broma. Es que ella es desagradable, al igual que la diarrea. Entonces la llamamos diarrea.

-No es desagradable, solo es difícil de comprender.

-El otro día nos decepcionó cuando pensamos que se desnudaría, eso sí que es desagradable-Dijo Martín frunciendo el ceño.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo