5.

5. Llamadas que inician muchas cosas.

Su casa quedaba a quince minutos de la compañía, en un vecindario decente. No sé por qué imaginé que él vivía en las cavernas o en algo así. Durante todo el trayecto habló bastante, básicamente me hizo un interrogatorio, preguntando qué comida me gustaba, a donde me gustaba ir y cosas así, sé por qué pregunta estas cosas, puedo ser todo, menos tonto y por eso dejé claras las cosas.

-Aquí vivo. – Vi una pequeña casa pintada de azul y blanco, con flores de colores y un porche. -¿Quieres tomar algo?

-Oye… ahora sí te creo, lo que me dijiste. Pero no te ilusiones, ¿sí? No puede pasar nada.

-Eso dices ahora, sé que cambiarás de parecer.

-Dylan, estoy comprometido, conoces a mi novia. Me caso este diciembre y además, te llevo muchos años, así que ya deja de pensar en cosas que no sucederán.

-La edad no me importa y está bien, sé que estás comprometido, pero tengo aún un par de meses para hacerte cambiar de opinión.

-Yo… no entiendo, ¿por qué hasta ahora es que me dices estas cosas? ¿Por qué esperaste tanto? – Exhaló fuertemente y se recostó sobre el asiento de copiloto, sin mirarme.

-Antes era más fácil, no te veía a diario…

Vi a una señora asomarse por la puerta, llevaba un vestido largo y rulos en la cabeza. Nos saludó con la mano, debe ser la abuela de Dylan.

-Sabes que soy heterosexual.

-Lo sé, pero de igual forma te quiero. – Me frustras Dylan, de verdad me frustras. Observé que me llegó un mensaje de Natalia, no lo abrí, pero sé que el vio su nombre, no disimuló nada que miraba.

-Ya entra, tu abuela te está esperando.

-Que te vaya bien con tus amigos. – Sonrió y besó mi mejilla, tuve que aguantar las ganas de ahorcarlo en ese momento. Eso se sintió muy raro y de nuevo, mi rostro empezó a quemar. ¿Será que el enano de Dylan me provoca fiebre o qué demonios? Se bajó, me hizo señas con las manos y lo observé abrazar a su abuela.

Me va a tocar echarme ácido en la mejilla.

Más tarde, estaba sentado en una mesa de un bar en que tocan bandas en vivo. Había una local que era bastante buena, tocaban rock clásico. Kit bebía un margarita, Maya una cerveza negra y yo una cerveza rubia. Entre nosotros, creo que maya es la que mejor tolera el alcohol. Kit siempre se pone a pelear cuando está ebrio y yo me quedo dormido o digo cosas que jamás diría sobrio. A ella el alcohol sí le hace efecto, pero no reacciona tan mal como nosotros.

-Ya dejé todo listo con Oscar, firmará el próximo sábado. –Dijo Kit sonriente y asentí con la cabeza. Oscar Ibáñez es el concejal del partido conservador. A ese malnacido lo tienen con unas quince investigaciones graves encima. Se ha robado recursos en varias ocasiones que iban destinados a almuerzos escolares. Es un desgraciado, como la mayoría de políticos del país, por eso no me daba nada de remordimiento lo que íbamos a hacer. El piensa que va a comprar una finca en las afueras avaluada en varios miles…

-Genial, luego le mandaré un sobre con Ántrax a ver si por fin se muere. – Comenté y ellos rieron.

-¿Qué tal la compañía? ¿Ya te adaptaste? – Preguntó maya. Ya les había contado antes que no quería entrar, ellos saben todo el historial, incluyendo al castaño, pero no porque yo hubiera querido decirles. La entrometida de Maya hackea mi celular a menudo para burlarse de mí y aunque he intentado cambiando de teléfono para evitar que lo haga, no lo he logrado. Por supuesto leyó lo mensajes de Dylan de la noche anterior, así como las cartas que me enviaba antes. Les conté lo que sucedía para que no pensaran nada raro de mí, pero eso fue peor. No han dejado de molestarme desde que supieron que él era el de las cartas cursis. Pensaban que era una chica la que las mandaba, aunque no sé por qué creían que era una chica la autora si el siempre firmaba como “conejito”. De solo pensar en eso, me revuelve el estómago, como si hubiera comido frijoles.

-Sí, me pongo a leer o a dibujar. Si el tonto de Dylan fuera más alto, lo pondría a que me cargara desde el auto hasta arriba de caballito, me da flojera caminar tanto. Mis pies no están hechos para tocar el piso.

-Eres de lo peor. –Comentó Maya. Llevaba puesto un gorro tejido y su cabello lacio tapaba parcialmente sus ojos. –Quiero conocerlo.

-Yo también. –Dijo Kit sonriente y los miré abriendo los ojos.

-Escúchenme bien, ¡no se los voy a presentar! Luego no sé, pero de alguna forma, sé que terminaré enojado yo. Así fue cuando les presenté a Natalia y se han pasado de la raya.

-Con ella es diferente. –Dijo Kit bebiendo un sorbo de su bebida. – La última vez que estuvo en el apartamento, no nos dejó dormir con sus gritos de loca y amaneciste con un golpe en la cara.

-Ya van a empezar… - Rodé los ojos.

-Oye, idiota, si te golpea créeme que no me importa, pero cuando grita no nos deja dormir. Espero que se casen rápido para que se muden y no verla más en el apartamento. –Dijo maya. – Además, me mira feo, ya me imagino que andará imaginándose cosas en la cabeza.

-Ya le expliqué sobre eso. – Contesté. En eso tenía razón, Natalia la odiaba. Odiaba el hecho de que viviera con una chica y aunque le expliqué sobre la orientación sexual de Maya, no ha cambiado de opinión. Sé que la detesta y no pierde ocasión para mirarla mal o lanzarle indirectas.

Bebimos un rato más y una chica algo joven sacó a bailar a Kit. El como buen mujeriego que es, aceptó de inmediato sin saber su edad y fue a bailar con ella. Entonces fui a bailar con maya y a la tercera canción, escuché que vibró mi teléfono. Era un mensaje del castaño.

-¿Te estás divirtiendo? Sería mucho más divertido si me hubieras llevado contigo, la próxima me voy a meter en tu maletero y me colgaré de tu cuello toda la noche, futuro esposo. – Otra vez el dolor de estómago, creo que me dará cáncer por culpa de Dylan. Maya miró descaradamente mi teléfono, sin importarle que yo notara que leía cínicamente el mensaje. Me miró con una sonrisa maliciosa y pensé: maldición. Ella es rara, es de esas chicas que les gusta… no sé cuál es el término. ¿Ver a dos hombres haciéndolo? Ella se la pasa viendo películas, series y lee libros sobre amor entre chicos. Ya sé por su mirada lo que piensa, maldita sea, debí abrir el mensaje en el baño del bar, no delante de esta loca.

-De verdad quiero conocerlo. –Dijo sonriente y negué con la cabeza. – Vamos,

¡no seas pesado! Preséntame a Dylan, preséntamelo.

-Nunca, lo conocerás en mi funeral, que será pronto.

-Estás demente Frank, ¿tienes fecha para tu funeral? –Dijo entre risas.

-Sí, será el quince de diciembre. –Reímos con ganas y fuimos a la barra para pedir dos cervezas más.

-Ojalá la loca te escuchara decir eso.

Mi teléfono empezó a sonar y vi el nombre de Natalia en la pantalla.

-¿La invoqué? –Preguntó y asentí.

Me quedó doliendo el oído de tanto escuchar sus quejas. Ella odia que salga todos los viernes con ellos dos por el hecho de que nunca la invito ni lo haré. Esta es una noche sagrada que paso con ellos, solo con ellos. Lo hacemos hace varios años ya y no va a cambiar, ni aunque me case. Me reclamó porque pensó como siempre que maya me estaría coqueteando y ese tipo de cosas.

Al final, bebí más de la cuenta y Kit también, lo supe desde que lo vi de lejos darse golpes con un chico de unos veinte años y al final lo sacaron del bar. Al parecer, ese era el novio de la chica con la que el bailaba.

Regresamos en un taxi y me dormí todo el trayecto. Estaba mareado y no pude mantener los ojos abiertos mucho tiempo. Maya me ayudó a subir y me desplomé sobre mi cama, bocabajo, ni me quité la ropa, moría del sueño.

Escuché que sonó de nuevo mi teléfono y me lamenté, no quiero pelear de nuevo y menos a la una de la mañana, ¿por qué no te duermes Natalia? ¿No se supone que madrugas mañana? Miré la pantalla y me sorprendió ver el nombre del castaño llamándome. ¿Por qué me llama a esta hora? ¿Qué trama?

-¿Qué pasa Dylan? Estás no son horas para llamar.

-Supuse que estarías despierto porque me dijiste que ibas a salir.

-Sí, estaba despierto, pero de igual forma no son horas para llamar y menos ahora, estoy algo tomado… -Bostecé.

-Tu voz se escucha adormilada, es muy lindo. –Me di la vuelta, acostándome bocarriba. Era la primera vez que alguien me decía que le gustaba mi voz de ebrio, y yo que pensaba que sonaba como un pervertido de baja calaña.

-¿Te pones más cursi en las madrugadas?

-Las madrugadas me hacen sentirme triste. –Comentó.

-¿Por qué? – Pregunté.

-A veces me siento solo y más en las noches, porque nunca hay a quién abrazar, a excepción de Paulina cuando se mete en mi cama.

-¿Tu hermanita?

-Sí, es algo cobarde. Todas las noches le hablo de ti.

-Eso sonó acosador y raro. – Reí.

-Exagero, no todas las noches, pero sí lo he hecho. También a mi abuela. Hoy te vio cuando me trajiste y me dijo que eras guapo, es buena observadora, ¿no crees?

-¿Se supone que eso es un cumplido?

-¿Quieres que diga directamente que me pareces jodidamente guapo?

-¡No! No digas eso.

Escuché su risa al otro lado de la línea.

Se me quitó por completo el sueño por la llamada del castaño. Hablamos de muchas cosas. De su vida, de la mía parcialmente. Me sorprendió saber lo buen observador que era. Todas las veces que me vio llegar a la casa de mi madre analizó exactamente como estaba, si estaba de malas o contento, se daba cuenta siempre. La última vez que fui a la casa de mis padres fue hace tres meses y estaba feliz porque me salí con la mía, ¡el senador me quitó la orden de restricción! O bueno, le quitó la orden de restricción a Cristian Ortega, una de mis identidades. Dylan me observó desde la habitación de Leo y me dijo que no sabía por qué, pero que yo estaba feliz y le gustó verme así. No sé cómo lo notó, yo no estaba sonriente ni nada por el estilo.

Cuando me percaté, eran las cuatro de la mañana y debía levantarme a las seis para ir a la empresa, voló el tiempo hablando con el castaño.

-¿Ya viste la hora? Se supone que tú debes llegar primero, para que redactes lo que debo decir en la junta de las nueve.

-Sí, debería dormir, pero no quiero dejar de escucharte. ¿Puedo ir a dormir estas dos horas contigo?

-Dylan…

-Soy cómodo para dormir y blandito, podrías tenerme de almohada.

-¿Tienes complejo de peluche o qué?

-Solo si es contigo.

-Dylan…

-Ya sé, descansa. Lamento haberte hecho desvelar.

-No pasa nada.

-Te quiero.

-Duérmete ya.

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