Capítulo 2

BRYONY

Mi corazón comienza a galopar con fuerza cuando me siento segura de que se trata del mismo chico que me encontré en el elevador. Mantiene la palma de su mano sobre mi boca haciendo la presión necesaria para impedirme hablar. ¿Cómo había entrado a mi casa? La seguridad que había puesto mi madre era extrema, solo una persona como yo que conozco cada rincón de esta mansión, tendría una oportunidad de salir desapercibida

—No me mires así que no te voy a hacer nada —sus ojos se clavan en los míos—. No te enfades pero no eres precisamente mi tipo.

Su comentario me pone de mal humor y prende una llama en mi interior que obliga a mi imaginación a jugar sucio al pensar en cómo lo destrozo.

—Escucha, estoy buscando...

Comienzo a moverme para intentar escabullirme, mi pena es inmensa, desnuda, bajo un hombre que no conocía, siendo mi oportunidad al despistarse muerdo su mano y tomo lo primero que veo; un saco.

—¡Aléjate de mí! —Exclamo con cautela y molestia al ver como una sonrisa que a mi parecer era estúpida, ilumina su perfecto perfil—. ¿Acaso me estabas espiando?

—No te ofendas pero no eres especialmente la clase de chica que muero por ver desnuda —intenta acercarse.

—¡No lo hagas! —le detengo—. Si lo haces gritaré.

Se detiene en seco pero sin borrar aquella sonrisa que emitía una burla imparable hacia mi persona. Sus ojos permanecen fijos sobre mi cuerpo semidesnudo aunque cubierto con su saco. Ambos permanecemos desafiantes, pasivos, como si el tiempo se hubiera detenido y nosotros hubiéramos quedado suspendidos en un limbo de infinito silencio.

—No gritarás —dice con seguridad y un olor a sándalo invade mis fosas nasales.

—¿Qué te hace creer que no lo voy a hacer? toda mi casa está rodeada y vigilada, con un solo grito mío y desaparecerás de mi vista, a más... no te conozco —doy dos pasos hacia atrás con toda la intención de poner la mayor distancia entre nosotros.

—Claro que nos conocemos, en el elevador ¿recuerdas? —aquel tipo de dos zancadas se acerca más a mí y casi caigo de bruces del nerviosismo que me provocaba el estar prácticamente desnuda en mi propia habitación con un desconocido—. Y con respecto a lo otro... tu seguridad no es tan buena puesto que he podido entrar sin ninguna dificultad, pero por lo que he podido ver, compruebo que no estas enterada de nada.

—¿Acaso te gusté y por esa razón me acosas? —me atrevo a preguntar con una pizca de petulancia.

—Te repito que no eres precisamente mi tipo, además... a mí me gustan las mujeres, no las niñas como tú, que ni siquiera se saben masturbar —se remoja los labios y un destello que emana lujuria aparece en sus ojos.

—Tú no me conoces —exclamo mientras él con gran velocidad me envuelve entre su brazos y me cubre la boca con la mano para evitar que grite.

—¿Quieres callarte? nos pueden escuchar —me dice con una expresión de pocos amigos—. Creo que no sabes absolutamente nada, me sorprende, siendo una de las hijas de Beatrice Blackorth, una de las empresarias más grandes del porno, ni siquiera sabe darse placer ella misma.

La palma de una de sus manos roza mi espalda desnuda y me estremezco al sentir aquel tacto tan excitante, calculador, crítico, él no deja de mirarme y pareciera que sabe lo que pienso porque enseguida baja su mano con delicadeza hasta llegar a mis nalgas, yo me quedo como una idiota sin saber que decir o qué hacer, había algo en ese hombre que me hipnotizaba, me destapa la boca y enseguida se aleja dejándome con un nudo en el estómago... ¿qué mierdas estaba haciendo con un tipo que no conozco?

—¿Conoces a mi madre? —arguyo aferrándome al saco que cubría la parte delantera de mi cuerpo.

Él me observa de pronto con nítido enojo, sus ojos se clavan aún más en los míos y me evalúa, me doy cuenta de que su mirada está cargada de confusión, odio y resentimiento.

—Todos los que trabajamos en la industria del porno la conocen, en su juventud fue prostituta de categoría, años más tarde después de la muerte de su marido convirtió la antigua empresa en algo más ligero sin la trata de blancas, muchos estuvieron en desacuerdo con la decisión que tomó ya que el imperio Blackorth ya tenía un estatus financiero mucho mayor que el de mi padre, y tras una fachada de modelaje es como vive —me explica tomando asiento en mi cama mostrando una sonrisa juguetona que curva sus labios—. Le atribuí muchas cualidades a tu madre, sabes...

—¿A si, como cuáles? —noto como mi cuerpo se tensa pero intento ocultar todo rastro de mi inquietante miedo.

—Cualidades como apostura, elegancia, gracia, encanto, talento de actriz, conocimiento de muchas lenguas, tu madre es una genio para la intriga, tiene la habilidad para salir con éxito de las dificultades y para rehuir la estabilidad y la responsabilidad de los actos que sus hijas hacen —me explica con voz ronca.

—¿Quién eres, quién es tu padre y qué quieres decir con eso? —interrogó con una auténtica expresión de incertidumbre.

Se pone de pie aflojándose la corbata con delicados y estudiados movimientos.

—Mi nombre es Barclay, es lo único que necesitas saber... Bryony.

—Sabes mi nombre —afirmo con cautela.

—Sé muchas cosas...

Abro la boca para articular una palabra, cuando sonó, estrepitoso e inesperado, un golpe en la puerta. Entonces la voz de Celia llega del otro lado y comienzo a pensar en cómo explicar lo que está pasando, giro y coloco mi atención en la puerta pero cuando volteo para echar a Barclay de mi habitación, él ya no está.

—Bryony, ¿puedo pasar?

—¡Enseguida abro! —grito con premura.

¡Mierda!

Volteo a todos lados intentando de encontrar la nada, me quitó el saco y corro directamente a mi closet, pero al abrirlo unos ojos azules inspeccionan mi cuerpo desnudo, Barclay sonríe y se muerde el labio inferior. Me tiende una toalla color vino y la tomo a regañadientes, le aviento su saco en la cara, envuelvo mi cuerpo y le aviento una mirada amenazadora para después girar sobre mis talones y abrirle a mi hermana.

—¡Bryony! —desespera Celia.

—Vale, vale, ya voy —resoplo y abro la puerta.

—¿Qué tanto hacías? —enarca una ceja mientras pasa y comienza a observar toda mi habitación con sumo cuidado, como si tratara de encontrar algo—. ¿Nos escondes algo a mamá y a mí?

—¿Por qué la pregunta? —abro los ojos como platos sintiendo como una chispa de furia se había encendido en mi interior.

—No lo sé, es solo que últimamente no hemos hablado y... —se gira para clavar su calculadora mirada sobre mí—. ¿Te has bañado?

—Sí, no le veo nada de extraño, es solo un baño y con respecto a lo otro... tú y mamá son las que me ocultan cosas —me cruzo de brazos e intento ponerme en pose de "Me vale todo, soy la más perra"

Mi hermana mayor cambia la expresión de su rostro y me regala una sonrisa forzada.

—Hay cosas que son mejor no saber, mamá y yo solo intentamos protegerte Bryony, cuando mañana lleguemos a nuestro destino, hablaremos y te contaremos todo —me dice en un tono demasiado meloso para mi gusto—. Eres muy pequeña todavía para entender la magnitud de los problemas.

—No soy una niña —la fulmino con mi más fiera mirada.

—Bueno, no discutamos, lo mejor es que termines de hacer tu maleta, las niñas buenas se acuestan temprano —algo en su voz me suena a burla y no puedo evitar resoplar.

—Hermana, no sé si te habrás dado cuenta pero tengo 23 años, deja de portarte ante mi como si fueras una anciana de 80 años, ahora sal de mi habitación y haz algo bueno por mí —camino hacia mi puerta y la abro sin importarme que afuera estuvieran cuatro guardaespaldas—. Avísale a Martha que cenaré más tarde.

Celia se pone de pie casi como si le hubieran prendido fuego en el trasero y tras aventarme una última mirada llena de compasión y odio, se marcha dando como un espectáculo penoso, el portazo de mi puerta, la cual cierro de inmediato con cerrojo.

Me preparo mentalmente y estoy decidida a ir a la fiesta de Christopher, a grandes zancadas entro a mi closet y con gracia me doy cuenta de que ya no hay nadie, con una mueca me cuestiono si tal vez hubiera sido todo producto de mi imaginación y suelto una pequeña carcajada, por pensar que me estaba volviendo loca.

Paso los siguientes veinte minutos pensando qué ponerme cuando al final me decido por un simple vestido negro, entallado, sin mangas y unas zapatillas que mi madre me había regalado hace tres meses pero que no me había atrevido a usar, recojo mi cabello en una simple coleta y comienzo a maquillarme de un modo que nunca haría. Cuando me atrevo a ver mi reflejo en el espejo me llevo una enorme sorpresa, realmente me veía muy sexy, y por primera vez en mucho tiempo me sentí segura de mi misma.

—Sí que estoy buena —sonrío.

—Pero estarías mejor sin esto —Barclay, el tipo que creía imaginario apareció detrás de mí y con un rápido movimiento soltó mi cabello dejando que éste cayera como cascada en ondas—. Con que una niña jugando a ser mayor...

—¡Mierda, deja de asustarme! —Trago saliva—. Estoy cansada de que todos me traten como quieren, ahora mismo llamaré a mis guardaespaldas, ellos te desaparecerán de mi vista.

—No lo harás.

Sus palabras me detienen justo cuando estaba por quitar el cerrojo de la puerta.

—Vaya, pareces muy seguro de ti mismo —me giro para encararlo—. ¿Qué te hace creer eso?

Barclay se pone de pie y me sonríe.

—Porque te contaré toda la verdad sobre tu madre y sobre mí.

Mis manos temblaron y solo podía pensar en algo... "En la verdad"

Canadá 8:00 pm

¡Bip! ¡Bip! ¡Bip!

—¿Hijo?

—Es un poco temprano para que me llames, ¿no crees?

—¿Dónde estás?

—¿Qué es lo que pasa papá?

—Pasa que ya hemos encontrado a la asesina de tu hermano, es de suma importancia que vengas de inmediato, ha iniciado una guerra y no pararé hasta que esas perras paguen por la muerte de mi querido hijo.

—Entiendo, pero me temo que tendrás que esperar un poco más, estoy por cerrar uno de los contratos más importantes para la empresa, y no solo eso, voy de salida a una cena con unos socios y...

—¿En dónde demonios estás?

—En Canadá.

—Mañana a primera hora tomas un vuelo, tengo un trabajo para ti, eres el único que puede ejecutarlo de manera correcta, Boris está ejecutando otro plan, fue por ella...

—Será como digas padre.

—Una cosa más, regresa con bien, Barclay.

Ambos cuelgan el teléfono.

—¿Quién era? —una dulce voz femenina resuena por toda la habitación.

—Eso es algo que no te importa, mejor prepara el postre, te voy a quitar lo caliente.

—Tu fama de mujeriego no la puedes ocultar, dime algo... ¿siempre has sido así de sexy boy?

—No, solo contigo esta noche... solo con verte me la pones dura —él cogió su mano llevándola a la bragueta.

—¡Joder, estás... caliente! , quiero que me la metas.

—Antes ya sabes que hacer, preciosa...

Se desabrochó el pantalón y saco su enorme pene, su erección excitó aún más a la chica; quien se arrodilló y comenzó a mamársela con desesperación. Mientras él anclaba sus fríos ojos sobre sus nalgas.

—Tienes un buen trasero, confirmo que eres la chica más guapa de esta noche...

—Es todo tuyo... ven por él...

Ella se recuesta abriendo sus piernas para darle entrada, al tiempo que él sin pensar pero tomándose su tiempo se coloca un condón.

—Tienes razón, es todo mío, te la voy a meter de golpe... pero será a mi manera...

—¿Qué quieres decir con eso?

Con delicadeza le tendió la mano para ayudarla a poner de pie llevándola hasta la mesa del enorme comedor de su departamento.

—Qué yo cojo, y lo hago a mi manera, yo domino y tu obedeces como la buena ramera que eres.

La inclinó contra la mesa bruscamente, abrió sus nalgas y la penetró de golpe, a ella le gustaba así y aunque él no lo disfrutara mucho de esa forma, no la estaba pasando mal. Ella no dejó de gritar de placer. Su pecho se empapó de sudor por las embestidas, lo sacaba entero y se lo volvía a meter entero. Hasta que ambos llegaron a su clímax. Se quitó el condón y lo tiró a la b****a, dejándola agotada sobre la mesa.

—Necesito una ducha, sal cuanto antes y no me vuelvas a buscar.

—Pero...

Demasiado tarde, él ya se había marchado. Entró a la regadera y dejó que el agua caliente cayera a cascadas sobre su cuerpo desnudo, cierra los ojos y al instante siente la adrenalina correr por todo su torrente sanguíneo.

—¡Mierda! —Da un golpe a la pared—. Te vengaré hermano, juro que lo haré.

De lejos se escucha el sonido de su celular, sale y se enrolla una toalla dejando su torso al descubierto, observa la pantalla y al ver que se trata de su padre nuevamente, decide rechazar la llamada. Sale y de inmediato ve a Damián, su mayordomo y compañero de viaje.

—Disculpe señor, esto es para usted —le entrega un sobre blanco tamaño carta.

—Gracias, mañana regresamos a casa.

—Prepararé todo.

Abre el sobre y enseguida saca dos fotografías enormes, con una nota clara:

Ellas son las hermanas Blackorth, adivina quién de ellas es la asesina, ¿jugamos?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo