Capítulo 3

Presente.

Abro la puerta principal y subo las escaleras con maleta en mano, la pintura de las paredes del edificio se estaban descarapelando y en el techo había goteras, después de haberme escapado de casa para ir a Londres a cuidar a mis abuelos, dejando a mi padre solo, regresar no me hacía feliz, no cuando no tenía trabajo, y no había terminado mi carrera. El testamento de la abuela se leería en seis meses y no tenía un solo peso en los bolsillos, pedirle ayuda a mis amigos no era opción, mi padre se enteraría y... No quiero ni imaginar de lo que sería capaz de hacer.

Estoy a solo un paso de llegar al corredor en el que mi padre había alquilado una habitación, cuando una de las llantas de mi maleta se atoró con el hueco de uno de los escalones corroídos, provocando que la soltara y fuera cayendo haciendo un ruido espantoso.

—Joder.

Bajo las escaleras nuevamente y agarro mi maleta, subo esta vez esquivando el maldito escalón y comienzo a andar por el corredor. Mientras camino, el sonido de varias voces llama mi atención, es como si alguien estuviera discutiendo sobre algo que no me importa. Llego al final y veo un enorme 23 oscuro dibujado con pintura negra sobre la puerta gris.

Las palmas de mis manos sudan, mi verdadero yo quiere hacerse ovillo, arrinconarse en un solitario sitio y esperar a que me engullera la oscuridad.

«No seas llorica, él ya no te puede quitar lo que le diste a otro»

Alzo la mano y toco la fría madera que cruje cuando golpeo, pruebo con dos veces hasta que la voz de mi padre hace que me encoja, aunque por fuera no lo pareciera.

—¡¿Quién maldita sea es esta vez?! —brama y soy consciente de que está de mal humor.

Sus pasos son pesados, sólidos, fuertes, el ruido de cacerolas cayéndose y varias maldiciones detrás, hacen que quiera salir huyendo, tomar el primer vuelo de regreso a Londres y no volver jamás, pero no lo hago, tengo que enfrentar mis miedos. La puerta se abre abruptamente y aparece frente a mi, el mismo hombre de antes, su barba ha crecido, su cuerpo se ha fortalecido, en sus ojos está la misma llama de lujuria al verme y en el rostro tiene una cicatriz que va desde el inferior de su ceja izquierda, hasta la barbilla.

—Ariel —sonríe mostrándome sus asquerosos dientes blancos—. Mi pequeña...hija.

Me observa de arriba abajo, traga duro cuando sus ojos se posan en mi pecho y estira ambos brazos para envolverme en un hostil y abrumador abrazo de oso.

—Mírate, ya eres toda una hermosa mujer —me abraza porque estoy paralizada, y sus manos no pierden tiempo en estrujarme y tocarme la espalda baja—. Que bueno que estás aquí.

—Siento causarte molestias —digo en tono neutral entrando detrás de él.

—Estaba ansioso por que vinieras —ignora mis palabras y mientras caminamos a la estancia principal, vamos esquivando las cajas de pizza vacía, las latas de cerveza de días atrás y... ¿eso son condones?—. A este sitio le hace falta una mano femenina y no puedo yo solo con la renta.

Mis ojos comienzan a observar y a estudiar el sitio, memorizando los rincones en los que me podría esconder si algo intentara.

—Yo me encargaré, no te preocupes, encontraré algo pronto —afirmo con seguridad.

—¿Cómo que te encargarás? —mi padre tensa el cuerpo—. ¿Acaso no has regresado con la herencia que te dejó esa vieja maldita?

Odio que hablé mal de la abuela, en especial porque ella fue la única que me quería en el mundo. Pero me muerdo la lengua con la intención de detener mi vómito verbal y evitar soltar algún comentario viperino que me causaría golpes o insultos.

—No, en seis meses se leerá su testamento y no estoy segura de sí apareceré en él —musito tendiendo mi voz de un hilo.

—Tonterías, la vieja te dejó todo, pero en fin —se deja caer sobre el sofá como si solo respirar le causara una gran fatiga—. Ve y consígueme algo de beber y comer, hace años que no pruebo una buena comida en casa, y lúcete, arregla este lugar que está hecho una m****a, hoy tendré una visita muy especial y si todo sale bien, tendrás papá para mucho rato.

Sus palabras son filosas y comienzo a tener dudas.

—¿Algún amigo? —inquiero dirigiéndome hacia la cocina.

No debí preguntar, no debí bajar la guardia, el estallido de mi cuerpo contra la nevera vieja y sucia, hizo que mi mejilla tocara el frío metal y mi labio comenzó a sangrar.

—¿Por qué? —restriega su cuerpo contra mi y siento asco al sentir su erección detrás—. ¿Acaso quieres que te follen? No, no, tú no eres como tu madre.

Ajustó su agarre enredando sus dedos en mi cabello y estampó sus labios contra los míos, las arcadas comenzaron a llenar mi garganta y me removí inquieta, intentando alejarlo cuando quiso meterme la lengua.

—No, mi niña es virgen, mi pequeña me está esperando —soltó lanzándome contra la encimera de la cocina—. Mi futuro socio viene y no te quiero cerca, te encerrarás en la habitación principal y esperarás a que papá termine, luego podrás dormir en el sofá.

Las lágrimas amenazan con galoparse en mis ojos, turgentes, exasperantes y delirantes, quiero morirme, ¿cómo es posible que mi propio padre me hiera? A veces pensaba que él no compartía conmigo el mismo tipo se sangre, pero era solo una fantasía, y por eso a veces me odiaba a mí misma.

—¿Entendiste? —me patea en las piernas—. Arregla este sitio, prepara la cena y enciérrate en silencio, a las ocho estaré en casa.

Y diciendo esto se marchó, me deslicé en silencio juntando mis rodillas con mi pecho, mientras dejaba salir mis lágrimas entre el abrumador miedo que me azoraba, y el arrullador sonido que emitía mi corazón roto. Estuve una hora completa tratando de reunir todas las piezas rotas que me complementan, caminé hacia la maleta y conté el dinero que me quedaba, no era nada, solo tenía veinte dólares, con los cuales nada podía hacer, así que dejé de lamentarme y puse manos a la obra.

Me hice un cambio de ropa, me coloqué unos jeans azul cielo, una blusa blanca de manga larga, unas flats y me hice un moño alto para que mi cabello teñido no me causara molestias, agarré los veinte dólares y salí de la casa. Mientras caminaba por el corredor, mi celular comenzó a vibrar, observé la pantalla con el ceño fruncido al ver que era Barclay quien me marcaba, ignoré la llamada y salí.

—Hola preciosa, no te había visto por aquí —se acercó a mí un tipo con los ojos inyectados en sangre, estaba drogado—. Mira esas tetas...son tan deliciosas, ¿me dejas probar tus pezones?

No esperé a que el tipo siguiera molestándome, una cosa era que por dentro fuese una chica débil, pero la vida era dura, cruel y una m****a, así que como siempre, a la luz del día me ponía la máscara de chica ruda y si algo había aprendido era que ganarse el respeto en sitios como este, era primordial, porque o te ven como carne fresca y fácil de conseguir, o como una perra a la que rinden respeto porque se sabe defender.

«Ojalá pudiera defenderme de mi padre»

—¡Eh, muñeca, te estoy hablando! —el tipo me agarro el brazo y rápidamente le estampé mi puño en el rostro.

—No me toques nunca más —le dije en tono neutro, sin alterarme.

—¡Mierda, solo quería lamer tus tetas! —añade el maldito tocándose el pómulo como niño pequeño—. ¿Qué eres? ¿Copa C?

Pongo los ojos en blanco y sigo mi camino, mi teléfono no deja de vibrar y para cuando llegó al súper termino por contestar de mal humor, al tiempo que tanteo los precios de los productos.

—¿Por qué tanta insistencia? —mis ojos escudriñan al encargado del lugar, un tipo alto, pecoso pero apuesto, aunque un tanto... Observador con las mujeres.

—Me quedé preocupado por ti —dice Barclay—. ¿Noche de tacos? Yo invito.

Mis tripas gruñen con la propuesta, quiero decir que sí, que tiene años que no pruebo tacos, pero la imagen de mi padre hace que mi felicidad se nuble. Sé que otras personas correrían en busca de sus amigos por ayuda, pedirle a Barclay que se encargue de él no suena tan descabellado, pero cargar en mis espaldas con la muerte de alguien no era algo que quisiera sentir. Necesitaba aguantar seis meses, recibiría la herencia de la abuela y me largaría a Londres, en donde dejé a...

—No puedo, tengo planes con mi padre —rechazo la oferta.

—Siempre me evitas, ¿acaso es por el pendejo innombrable? —el tono de irritación en su voz hace que en mi rostro se dibuje una sonrisa llena de malicia.

Hablar de Preppy no era algo que me gustara, en especial porque solo follamos un par de ocasiones, la única razón por la que me alejé de él era porque estaba roto, y una persona así solo causaría más problemas en mi vida, a más de que no quería que tuviera relación alguna con mi padre. Si él se enterara que perdí mi virginidad con Preppy, le tiraría coletilla y terminaría por matarlo frente a mis ojos. Es un asesino, amigo de Enzo, no le costaría nada jalar del gatillo y acabar con mi m****a.

"Le puedes pedir que mate a tu padre"

Apago la voz de mi cabeza y suelto un largo suspiro. Evitar a Barclay solo hacía que insistiera más.

—¿Qué te parece mañana? Tú, Mandy y yo, salida de una noche, mucho alcohol, podríamos incluso hacer un trío —bromea.

«Como quisiera salir una noche a beber algo»

—No lo sé, lo pensaré.

—Hieres mis sentimientos, Ariel.

—¿Acaso tienes? —enarco una ceja con incredulidad.

—Claro, muy en el fondo de mi ser.

Levanto la mirada y soy consciente de que el encargado me come con la mirada.

—Oye, tengo que colgar.

—Pero tengo que decirte que alguien me ha dejado una nota y también a...

No lo dejo terminar, apago mi celular y me acerco hasta él.

—Hola guapa —su voz suena demasiado sexual—. ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?

—De hecho sí.

Ambos nos miramos fijamente.

—Andando, sígueme, en la bodega nadie nos molestará.

Trago duro pero no muestro temor, y lo sigo.

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