Beast
Beast
Por: Ravette Bennett
Epígrafe

Cierro y abro los ojos, mi cuerpo se relaja y no paro de ver diminutos destellos de tenues chispas de luz por todo el lugar, en mi rostro se dibuja una sonrisa que va de oreja a oreja, toda la habitación está envuelta en una gruesa y asfixiante cortina de humo, que se balancea y se torna de color rojo debido a las luces parpadeantes que emiten las lamparillas del techo.

Estaba en una de las zonas VIP del club de Enzo, después de haber regresado de una misión para tratar asuntos de mercancía con el líder de los Guscark, una mafia llena de pendejos rastreros que estaban al servicio de nosotros, era lo que me merecía, un descanso, no eran peligrosos pero de igual manera había que tener cuidado y protegerse las espaldas.

Mis ojos se anclan en la chica que baila frente a mi, moviendo las caderas como vil zorra, aun en las distancias cortas, puedo oler su coño dulce, muere por abrir las piernas y que le meta el miembro. Me da asco, su pecho y trasero son operadas, su cabello rojo sangre solo hace que el ácido de mi garganta suba y quiera dar arcadas como maldito lloron. Muero porque se desangre. Inhalo otra línea de cocaína y siento como mi corazón late intensamente, hasta que cae en un rápido ritmo estable.

Mi cabeza explota, me siento acelerado y muy despierto, mis ojos brincan abiertos cuando la puta pendeja se tira al suelo, se abre de piernas sin poder contener un minuto más la brama de la zorra que se carga, y se introduce no uno, ni dos, sino, cuatro dedos en su interior y comienza a arquearse. Me molesta el hecho de que tenga que recurrir a esta m****a en lugar de poder follar al único cuerpo que deseo.

—Que rico —gime—. Oh, sí, delicioso...

Trato de respirar, después de tres pases, siento que mis pulmones se queman y duele una m****a.

—Dame, dame más —exclama sin dignidad, corriéndose entre sus propios dedos.

De pronto cierro los ojos y su imagen aparece en mi cabeza, joder, quiero follarla, meterle hasta atravesarla, quiero que sienta toda mi longitud y romperle el interior, que gima, suplique y llore del dolor cuando la invada, morderla y dejarle mis malditas marcas por todo el cuerpo, para que la perra sepa que me pertenece, que es mía.

Su imagen me atormenta, el sonido de sus gemidos se convierten en un coro que atesoro, el chillido que brotó de su garganta cuando le partí el trasero en dos, joder...

—Veo que mi espectáculo te ha gustado —una voz que no es nada sexy me devuelve a la realidad de golpe y tengo que obligarme a abrir los ojos, mientras se desvanece la imagen de ella y aparece la chica con cuerpo operado y parte trasera aguada intentando tomar mi enorme miembro. Piensa que mi amigo despierto es por ella, que ingenua.

—¿Y quién te dijo que podías tocarme sin mi permiso? —sus manos diestras intentan llegar hasta mi pero la detengo—. Esto proclama el cuerpo de alguien más, no el tuyo.

Mis palabras parecen no encantarle, frunce el ceño y en su lugar se acerca más a mi, esta vez con las manos alejadas de mi cuerpo.

—Yo puedo hacer que te olvides de ella —me asegura frotándose ella misma las tetas, pellizcando sus pechos, susurrando como lo que es; una perra en celo.

Tomo mi arma cansado de tanta m****a y le coloco la boquilla cerca de la curvatura del cuello.

—¿Y quién te dijo que quiero olvidar? —sonrío, ella borra todo rastro de felicidad en su rostro con exceso de maquillaje barato, y enseguida la empujo con el pie—. Fácil, ni siquiera sirves para despertarme como lo hace ella.

Veo en sus ojos en temor latente, el miedo comienza a dispararse en su torrente sanguíneo, su respiración se acelera haciendo que su pecho suba y baje por la frenética carrera de su galopado corazón. Y me agrada, joder, me encanta ver esa mirada de cachorro suplicante en las personas, ver que me temían, presenciar cómo el miedo carcome los sentidos de las personas hasta aplastarlas y hacer m****a su valor, sin duda era el dulce que más saboreaba.

Si fuera una chica de cualquier otro club nocturno, la mataría, porque en estos momentos meterle una bala en el cráneo a alguien, me parece la idea más sencilla para quitarme el estrés. Quiero asesinarla, pero no puedo, esta perra abre fácil trabaja para Enzo, y si lo hago el pendejo se encabronaría, y como ahora anda modo "Papi, pañales y m****a" lo mejor era no hacerlo enfadar.

—Largo —espeto con firmeza.

Ella asiente rápidamente, recoge sus mierdas y sale tambaleándose sobre sus asquerosos tacones de doce centímetros como cual ramera se pone por las noches. Me dejo caer sobre el sillón de piel, cansado y lleno de un deseo por follar un buen cuerpo que me quite esta sensación que me apuñala desde que se fue. Cuando mi teléfono móvil comienza a sonar, resoplo y lo ignoro.

No quiero atender, no me interesa saber de quién se trata, me levanto y bajo por un trago, la música comienza a hacer que la jodida cabeza me estalle con cada banda sonora, pero llego a la barra, el sitio está lleno a esta hora, observo a los pendejos empleados y uno de ellos me observa, se acerca a mi y me da el trago que no tuve la necesidad de ordenar. Solo porque cada noche hacía lo mismo.

Dejo que el aguardiente recorra como río infernal por mi garganta, levanto la mano con la intensión de pedir otro, cuando unas manos rodean mi pecho.

—Pero miren a quien tenemos aquí —una voz chillona y hostil me golpea la espalda.

Joder, odiaba que las mujeres me tocaran sin mi permiso, en especial la zona de mi pecho, cuando noto que sus manos escurridizas se acercan a esa zona, las aparto bruscamente y me giro, un par de ojos ámbar me miran centellantes.

—Hola, Preppy —sonríe enseñándome su dentadura blanca y reluciente de zorra depredadora.

—Morgana —digo observando su cuerpo—. Te vez más...plástica que la última vez ¿nuevo pecho y trasero? Deberías demandar a tu cirujano, no esta haciendo un buen trabajo.

El enfado se cruza por las finas facciones de su rostro inyectado en Botox, aprieta la mandíbula sin borrar su estúpida sonrisa, y se pone a mi lado.

—Tan hijo de perra como siempre —dice y chasquea los dedos para pedir un trago en la barra—. Escuché que atraparon a Enzo ¿es cierto?

No respondo, no quiero y me da pereza entablar alguna especie de conversación con ella, Morgana Brzezinski, la prima lejana de Enzo, lo curioso era que no compartían sangre, solo es una zorra ardiente que la abuela adoptó para que le hiciera compañía. Pero teníamos un pasado, cuando era un adolescente le metía el miembro, fue con ella con quien al final tuve experiencia por primera vez. Y no me arrepiento, me hizo una cosa infernal.

El Barman le trae el trago dirigiendo su mirada lasciva a su escote y ella lo toma de un jalón, ordenándole otro.

—Dicen que la mujer de Enzo es toda una belleza —sigue y comienzo a ponerme de mal humor.

—¿Y qué me dices tu? Hace años que no vienes por estos rumbos —la pico para que deje de joderme—. ¿Acaso las vergas australianas no te satisfacen?

Morgana se acerca a mí, sus labios hinchados de mamadora profesional rozan mi oído, y lo único que puedo sentir es asco.

—Nadie puede superar la escena de Preppy —succiona el lóbulo de mi oreja y la empujo mientras ella ríe—. Más a mi favor cuando yo te hice hombre.

—Siéntete agradecida perra, no te mato porque eres la prima de Enzo, no me toques los cojones jamás —enrollo mi mano entre las hebras de su larga cabellera rubia rizada, y la jalo haciendo que hiciera una mueca de dolor—. Porque la próxima vez que me toques, te mato, y Preppy no hace amenazas que no cumple, lo sabes bien.

—Si me haces algo, Enzo se enfadará —brama.

—Enzo está ocupado jugando a la casita feliz y cambiando pañales llenos de m****a, no me jodas Morgana, porque no estoy de buen humor.

La suelto dándole un puñetazo que le sangra la nariz, me tomo el trago que el barman le trajo con manos temblorosas, y me largo. Salgo y el aire gélido hace que mis dientes castañeen. Localizo mi Harley Davidson; un regalo que la peque me dio solo porque Ema le dijo que me la quería regalar, me subo, estoy por ponerme el casco, cuando mi teléfono móvil comienza a sonar nuevamente.

Es tanta la insistencia... Pero decido ignorarlo nuevamente, me coloco el casco, enciendo motores y me pongo en marcha, ya no vivía en la fortaleza con Enzo, el hecho de vivir con tres llorones y una niña que se me pega como lapa cada que me ve, no me hacía ser atractivo, y me daba dolor de huevos que Lea todo el tiempo me prohibiera cosas; no fumar, no beber, nada de comida chatarra, drogas, putas o pornografía, joder, hasta me prohibió ver Dragón Ball con Ema, argumentando que era demasiado sangriento para una niña de tres años, si supiera que la semana pasada descuartice a un gilipollas que le debía dinero a Enzo, Ema era mi adoración, pronto cumpliría cuatro y le tenía una enorme sorpresa a mi bazuca bebé.

Cuando llego a mi casa; una residencia que estaba a doscientos metros de distancia separada de la fortaleza de Enzo, entro y enseguida como cada noche, se acercan dos chicas desnudas, con solo una tanga adornando su escultural cuerpo, me reciben sumisas y toman mi casco y mi cazadora de cuero.

—Bienvenido —dice una de ellas con la mirada baja.

Las ignoro y ellas hacen lo suyo, me dirijo a mi despacho para fumar hierba mientras reviso mis correos, cuando mi celular no deja de sonar, por mi cabeza se cruza la idea de lanzar el maldito aparato contra la pared, pero exasperado observo que se trata del Boss.

«Maldito crío de mierda»

La única razón por la que seguía vivo era por Lea, si lo mataba ella estaría de un genio de los mil demonios, me acusaría con Enzo, y él me odiaría por matar a su cuñado. Observo su número y no quiero responderle, pero termino haciéndolo.

—Más vale que sea algo importante, pendejo —digo dejándome caer sobre mi silla giratoria, dando tres vueltas como niño pequeño mientras enciendo un porro.

—Marica, han dejado en mi puerta una jodida nota que suena más para ti —su voz es acelerada, hostil e irritante.

Lo odiaba.

—Las zorras siempre lo hacen, no me toques los huevos —inhalo el humo, llenando mis pulmones y dejando que el mundo entero se colapse—. Eres el Boss, encárgate de tu m****a.

—No estoy jugando, la nota dice...

Suficiente, cuelgo y apago el celular lanzándolo por alguna parte de mi oficina, me relajo y cierro los ojos, navegando hasta el recuerdo de aquella vez...

HACE CUATRO AÑOS ATRÁS...

Veo su rostro lleno de deseo incontrolable, no es abuso, ella misma abre sus piernas para que sea yo quien la haga mujer, y empujo en su interior, joder, está tan apretada, toda ella es una delicia, la agarro con fuerza posesiva y empujo, choco contra su barrera, ella se queja en silencio y eso me agrada.

Nuestras miradas se conectan a través del espejo y empujo malditamente fuerte hasta que de ella brota el gemido más dulce que pudiera escuchar, saco mi miembro y veo como esta se tiñe del rojo de su sangre.

Fui yo, Preppy, quien la hizo mujer, soy la primera vez que ha entrado en ella, nadie nunca me ha entregado algo tan banal para mi pero importante para el resto de las zorras, y ella lo hizo, no dudó, solo me abrió las piernas y permitió que la follara. Joder.

Empujo y la jodo en serio, sintiendo como crece en mí una vena posesiva, la quiero solo para mi, pero no la puedo conservar, no. Preppy era libre, jamás he vivido atado a un par de piernas bonitas y un cuerpo apetecible.

Cuando terminamos me pregunta mi nombre, se lo digo y ella me da un puñetazo, tiene cojones, las zorras no se atreven a tocarme sin que se los permita, y ella... lo hizo, la dejé hacerlo solo porque vi en sus ojos la clase de dolor que yo mismo ocultaba detrás de mis pupilas.

PRESENTE.

Abro los ojos por el estallido de algo rompiéndose, mi enfado es más que apocalíptico al verme interrumpido en mi fantasía. Observo a mi alrededor, todo parece estático, tal cual hace...

—Debe ser una maldita broma —digo al ver la hora que marca mi reloj.

¿Tanto tiempo había estado dormido? Pareció como si solo fueron cinco minutos los que transcurrieron. La luz del sol se filtra por las ventanas y salgo para darme una ducha y comer algo. Estoy por subir los peldaños de mármol con alfombra negra de las escaleras principales, cuando alguien rompe una de las ventanas que adornan los costados de la puerta principal.

Como instinto giro, saco mi arma y apunto soltando un disparo que termina dándole a una de mis sirvientas que se había acercado a recoger lo que hay en el suelo.

—Ups —sonrío y dirijo mi mirada a la otra zorra lame botas—. Recoge la m****a y llama a Carlos para que se haga cargo del cuerpo, no tengo tiempo.

La chica asiente con temor y sale disparada a llevar a cabo mi orden, me acerco y tomo entre mis manos la enorme roca envuelta en una hoja blanca.

—A la vieja escuela —sonrío—. Me gusta.

Silbando y tarareando una canción de Selena Gómez que Ema escuchaba todo el tiempo, quito la hoja de la roca y la leo.

—¡Pero qué m****a! —exclamo, veo rojo y saco mi celular.

Espero tres timbres hasta que el marica estúpido se atreve a contestar mi llamada.

—¿Qué carajo quieres? —responde Boss—. Son las siete de la mañana, ve a hacerte una paja o mata a alguien.

«Como a ti, por ejemplo»

—No tengo tiempo para tus pendejadas, ¿qué decía la nota que recibiste? —me apresuro a decir sin darle tiempo a soltar otra cosa.

—¿Por qué?

—Habla, no tengo tu tiempo.

—Que me alejara de Ariel —responde y cuelgo.

Siento que la adrenalina recorre mi torrente sanguíneo, mis sentidos se despiertan y mi verga saluda gustoso la imagen de ella. Hace meses que no la veo, sabía por el imbécil de Boss que había regresado solo para la boda de Lea y Enzo, de hecho pasé toda la noche del festejo siguiendo sus pasos y amenazando a todo hijo de puta que se la comía con la mirada, luego desapareció, Enzo me comentó sin pedírselo que regresó a Londres.

Y de eso ya han pasado seis meses, lo que significaba esa nota dos cosas; alguien sabía que yo andaba tras su coño, y ella había regresado a San Francisco. Ladeo una sonrisa de media luna y saco de mi bolsillo las bragas rosa palo que le robé aquella vez que la follé el hotel, de vez en cuando me masturbaba con ellas en mano. Las llevo hasta mis labios, inspiro y sonrío.

—Bienvenida a San Francisco

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