Jugando con fuego

Un estruendoso ruido en la cocina me despierta agitada. Me levanto para investigar el origen y me encuentro a Jessica y Félix follando en la encimera. Doy un soltó ¡vaya pillada! Quiero dejar de mirar, pero mi lado morboso me obliga a hacerlo.

Félix tiene a Jessica agarrada de la cintura y la empala hasta el fondo, Jessica grita y se retuerce. ¡Qué morbo! Sigo mirándolos hasta que un grueso gruñido me hace saber que Félix ha llegado al clímax y tras un fuerte empellón, lo hace Jessica. Calman sus respiraciones. Félix sale de Jessica, recién me doy cuenta de que Félix no lleva preservativo, ha eyaculado dentro de Jessica.  Estoy asustada por ella ¿no sabe que puede quedar embarazada? Decido dar por terminado el porno en vivo y subo a mi habitación, hoy tengo que ir a la casa de mi jefe y el día será agotador. 

Me pongo un vestido ajustado, sin mangas color crema y unos tacones blancos, algo rápido y sencillo, no llevo joyas, pues todo me estorba y termino perdiéndolos. 

Reviso mi móvil, tengo un correo de Eric.

De: Eric Hotsmann. 

Para: Jane Stanley. 

Fecha: veintisiete de septiembre. 6.10 am. 

Asunto: Reunión.

Señorita Stanley, la reunió de hoy en mi casa se cancela. La espero en la oficina a las 6:30 am.

¡Joder, ya son las 6:50 am! Salgo del apartamento sin despedirme. Félix y Jessica aún siguen en su sesión de cariñitos. Cuando salgo a la calle, está Lloviznando. Llega Noviembre y el clima se enfría. Busco un taxi o algún transporte para irme, pero no hay nada. Veinte minutos más tarde decido ir caminando. Mi móvil suena, es una llamada de Eric: 

—Señor Hotsmann. —Saludo con temor a un regaño. Voy tarde y me lo merezco. 

—Señorita Stanley, ! ¿Dónde está?¡—Pregunta exaltado. 

—Ayer tuve una noche agotadora y se me hizo tarde. —Explico. No le doy escusas, mejor ser sincera.

—Con su novio —Afirma —. Como su jefe debo exigirle que cumpla con sus horarios, otro fallo como este y va de cabeza a la calle, ¿entendido? 

—Entendido, ¿necesita algo más? —Pregunto deseosa de terminar la llamada. 

—Un café americano, doble y con sacarina. 

—¿Algo más?

—Quiero que esté aquí en un treinta minutos, ni uno más, ni uno menos. 

—Vale.

Después de la autoritaria e incómoda llamada. Paso por un Starbucks y pido un café americano y un expresó para mí, ambos para llevar. 

Voy corriendo por las calles de Madrid al puro estilo del diablo viste a la moda. Llego a Zigler. Saludo a Fernando, el guardia de seguridad. Entro en el elevador y como siempre está lleno de gente, socios, inversionistas, todo el cuerpo técnico detrás de una exitosa empresa. 

Cruzo el umbral de la puerta de la oficina de mi jefe. Está con su ceño fruncido, mira a la puerta. Como si me esperara. 

—Siento el retraso. —Me disculpo. Dejo el café en su mesa y doy un paso atrás. 

—No quiero que vuelva a pasar. Su novio debe entender sus horarios laborales. 

Estoy a punto de reírme, pero me contengo. Él cree que estuve con una persona. 

—Está bien, no volverá a pasar. —El viaje a Colombia es mañana, las fechas se adelantaron. 

Estoy dando un trago a mi café y me ahogo al escuchar la noticia. Mañana debo viajar para ver a Renata. Intento negociar otra fecha, pero Eric se niega, nada lo convence. 

—Venga ya, señor Hotsmann. Podemos ir otro día, de verdad no puedo mañana. Además es fin de semana, no trabajo. 

—Señorita Stanley, mañana tenemos que ir a Colombia, en cuanto a sus días libres, podrá agarrar cualquiera de la semana.

—Pero yo quiero este fin de semana, por favor, lo necesito. 

—¿Va a estar con su pareja? —Pregunta acomodándose en su silla, parece incómodo. 

—Sí, es importante. 

—Mi respuesta es no —dice rotundamente —. Ahora trabaje, es lo que debe hacer. 

—Vale —acepto resignada. 

La visita a Renata se postergará, ahora no puedo. Me voy a mi mesa y enciendo el ordenador. Cruzó delicadamente las piernas. Siento la mirada del señor Hotsmann en ellas. Dispuesta a jugar con él, subo el píes izquierdo de arriba abajo por la pierna derecha. Arriba… Abajo… Eric me mira y se afloja la corbata. 

La tensión sexual es latente. Mi lado salvaje sonríe y decido dar por terminado mi malvado juego. Abro la bandeja de correos, hay muchos, pero uno en específico llama mi atención. No tiene asunto. 

DE: Levis.

PARA: Jane Stanley. 

Fecha: Veintisiete de septiembre. 8.00 am.

Sin asunto:

Nos vemos en el infierno, Brinz.

No hace falta leer más para saber quien es, solo hay una persona que me llama de esa forma. Simón Levis, el que fue mi mejor amigo y culpable del asesinato de Giselle. 

Decido pasar de ello, más tarde se lo contaré a Félix.

Respondo todos los correos habidos y por haber. Estoy por finalizar, pero llega otro: 

DE: Carlos Flores. 

PARA: Eric Hotsmann. 

Fecha: Veintisiete de septiembre. 9:00 am. 

ASUNTO: Urgente. 

Eric, la reunión de Colombia se cancela. Falleció el hijo de Matt y está devastado.

Estoy por gritar ¡Olé, Olé y olé! Pero no me es prudente de mi parte. Falleció una persona que, aunque no conozco, merece respeto por su partida. Pero por otro lado, si se canceló la junta quiere decir que ya no iremos a Colombia hasta nuevo aviso. Le enseño el mensaje a Eric y me mira desde su mesa, le sonrió esperando su cara de mala leche, pero me descompone dándome una de sus magníficas sonrisas. Le hace gracia mi comportamiento. 

Jane, 0.

Eric, 1.

—Esta vez ha ganado señorita Stanley. Como recompensa quiero que cene conmigo nuevamente —Pletórica de felicidad asiento, no sé que me dijo, pero no importa luego lo sabré—, ¿escucho lo que le dije? —Salgo de mi burbuja, lo miro y pienso. Pero después de machacarme las neuronas y lo único que se me viene a la cabeza es que iré a Seattle a ver a Renata. Niego con la cabeza—. Le dije que follara conmigo.

Incrédula lo miro, ese lenguaje tan hostil y vulgar, en mi adolescencia me hubiese repugnado, pero ahora que soy una jugadora nata, no. Estoy por mandarlo a que le den por el culo, pero suelta una carcajada a mandíbula batiente. Ha jugado conmigo, y eso no se lo dejaré pasar. 

—Que lastima que sea una broma, yo estaba dispuesta a todo —Me acerco a él y me inclino en su silla. Mis pechos quedan cerca su rostro—. Me imaginaba tu boca ente mis piernas, succionando mi clítoris hasta hacerme gritar de placer. Luego te encajarías a mí y tus acometidas serian tan fuertes que me moverían. Acabaríamos, esperaríamos a que nuestras respiraciones se calmara y empezáramos otra y otra vez —Finalizo mi parrafada con un mordisquito al lóbulo de su oreja. Eric jadea y se aparta.

Involucrarse con una empleada no sería bien visto en la empresa. Sonrió por lograr mi cometido, lo he excitado y lo he dejado a dos velas. Agarro mi bolso y me dispongo a salir de la oficina, ya es hora de comer. Pero antes Eric me agarra la mano y la pone en su latente erección. Mi respiración se descontrola y Eric susurra en mi oído.

—No juegues con fuego, si no quieres ser quemada. —Quiero decirle que muero por ser quemada, pero no puedo ni debo. Si me acuesto con mi jefe dejaríamos de ser él y yo para convertirnos en un nosotros, habría una complicidad que nos uniría, aunque no fuésemos amantes. 

Me suelto de su agarre, no sin antes apretar un poco. No vuelvo a la empresa, me excuso con una mentira; he dicho que estoy indispuesta, pero sé que Eric sabe que es por nuestro juego anterior. No me preocupo, él autorizó mi ausencia. Llego a mi apartamento y subo a la habitación de mi madre. No la encontré en la cocina ni en el salón. Entro a su habitación y quedo perpleja con la mujer que se encuentra ante mí.

Montada en unos impresionantes tacones, un vestido de seda blanca hasta la pantorrilla, con su cabello canoso. Tiene una elegante boina color vino tinto. Una belleza. 

—¡Guau mamá, que guapa! 

—Gracias mi vida. 

—¿Por qué tan guapa? 

—Voy a ir al teatro con Jorge. 

—¡Uy! Una cita romántica. 

Sigo jugando con mi madre hasta que al tercer intento de darme con un zapato, atina. Me despedido de ella y subo a hacer mi maleta. Le había comentado a mi madre lo poco que sabía de Renata y le pareció bien que fuera. 

Me dio un sabio consejo, “exhala el pasado, inhala el futuro y respira el presente" tiene razón es hora de arreglar los errores del pasado. Llamo a Félix, quiero contarle lo del correo. Lo llamo y responde de inmediato. 

—Jane, iba a llamarte. —Dice revelando el motivo de su contestación rápida. 

—Escucha. Me llego un correo y…

—¿Qué decía! —me corta alarmado.

—“Nos vemos en el infierno, Brinz”

—¿Quién era el remitente? 

—Simón. 

—Maldición, sospechaba de él. Las amenazas que recibo tenían un símbolo, cuando fui a verlo a la cárcel, lo tenía tatuado en la muñeca. Recuerdo un símbolo detrás de su libreta de apuntes, siempre dijo que era una marca.

—La mía también. Escucha, ya empaque todo, mañana que vengas por mí, debemos hablar. Todos, incluso Renata. Tenemos que poner fin a todo esto a la de ¡ya!

—Tienes razón. Es hora de reclamar nuestras vidas, ese gilipollas las pagará muy caro. Mañana estaré en tú casa a las cinco de la mañana, ¿vale? 

—¿Tan temprano? —Me quejó. 

—Si niña floja. No quiero estar en Seattle y Jessica tampoco. Dudo que tú quieras. 

—No quiero estar más de lo necesario. 

—Vale, descansa. Mañana nos espera un largo día. 

Suspiro, cuanta razón tiene. 

—Vale, te quiero gruñón. 

—Y yo a ti, pequeña. 

Cuelgo el teléfono después de tener la típica pelea de adolescentes, con el desconecta tú. Si alguien nos ve, pensaría que somos novios. 

Me acomodo en la cama, abrazo una almohada y rozo mi entrepierna, el roce me hace acordar al jueguito con mi jefe. Cierro los ojos para evitar pensar en eso. 

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