CAPÍTULO 5 – ENTREVISTA EN LA RADIO

(Anastasia Clark)

A mediados de esa tarde, Jonathan apareció, con su adorable sobrina Esther, que venía con un tutú puesto y todo. Ambos entraron, y yo los atendí con una enorme sonrisa, pues teníamos cinco minutos de descanso en ese justo momento.

  • ¿vengo en mal momento? – preguntó. Negué con la cabeza, en señal de que no era así – Esther estaba ansiosa – la saludé con la mano y ella me sonrió, agradecida de que lo hiciese.

  • Hola – la saludé, reforzando mi saludo anterior, para luego agacharme frente a ella - ¿a qué tipo de baile quieres apuntarte?

  • A ballet – aseguró, con su voz tímida, haciéndome sonreír.

  • Estupendo, aún tenemos plazas para esa clase – aseguré, para luego levantarme y hacerles una señal para que se sentasen, sentándome yo al otro lado del escritorio – Mira, este es el horario de ballet – le dije, sacándolo de entre el montón de papeles que tenía a la derecha de la mesa.

  • Vais a tener que contratar una recepcionista para que os lleve el mostrador, ¿no? – preguntó él, haciéndome sonreír – puedo buscarte a alguien, si estás interesada.

  • Había pensado en poner un anuncio en el periódico – le dije, él sonrió.

  • También es otra opción – aseguró, asintiendo – pero mi hermana es de confianza.

  • Si es tu hermana dile que se pase – le dije, para luego fijarme en la pequeña - ¿quieres empezar ya? – le pregunté a ella, sonrió, y asintió, entusiasmada – déjamela, ya hablaremos de precios en otro momento.

  • No me vas a cobrar, ¿no? – preguntó, divertido. Sonreí, y luego negué con la cabeza, en señal de que tenía razón – voy a tener que dejar de cobrarte las gestiones de la gestoría.

  • No – me quejé, en señal de que no iba a aceptar aquello – pero es lo mínimo que puedo hacer después de todo lo que nos has ayudado, Jonhatan.

  • Lo aceptaré con una condición – comenzó, mientras ambos nos poníamos en pie y la pequeña Esther me cogía de la mano, para luego mirar hacia el interior de la clase, entusiasmada – que me dejes invitarte a cenar un día de estos – reí al escuchar aquello, acordándome entonces de Seven, de nuestras citas, perdiendo la sonrisa en ese justo instante – sólo una cena, de verdad – añadió, preocupado de que pudiese malinterpretarlo – para pagar por la matrícula.

  • Lo pensaré – respondí. Sólo con eso ya dejaba claro que la respuesta sería negativa, pero él asintió, en señal de que estaba de acuerdo, quizás se había excedido, pensaba.

  • Vendré a recogerla luego – me dijo, para luego marcharse sin más.

Me llevé a Esther a la clase, junto al resto de mis alumnos, y proseguimos la lección.

***

La entrevista del día siguiente fue intensa, cuando llegamos estábamos histéricas, pero Joe y Oscar nos la hicieron realmente amena, nos relajamos en seguida.

“Y aquí la tenemos, señores y señoras, tenemos el placer de tener en este plató a la señorita Anastasia Clark – anunciaba, haciéndome reír, divertida – cómo ya hemos estado diciendo al principio de nuestro programa, estuvo en dos campeonatos mundiales y quedó tercera en ambos”

“Apunto de ser segunda en el segundo” – añadía Oscar – “Pero un error del jurado la llevó a obtener el tercer puesto”

“Es cierto – aseguré – justo iba a por el oro en el tercero, pero me lesioné la rodilla y tuve que dejarlo”

“Bueno, bueno, dejemos de hablar del pasado – proseguía Joe – recientemente has abierto una escuela de baile”

“White Dance – declaré – es su nombre”

“Y ya apenas quedan plazas” – me reí al escuchar aquello, pero era cierto. Así que me encogí de hombros.

“Cuéntanos, Anastasia, ¿cómo nació la idea?”

“Pues en realidad la propuso Nicky – señaló a mi socia, al fin reparan en ella – ella sabe cuánto adoro a los niños, y mi gran pasión por el baile, así que… surgió la idea de fusionarlas y crear White Dance”

“¿y el nombre de la escuela de dónde viene?”

“Eso es por el tipo que puso la pasta” – aseguraba Nicky, mientras yo le daba un codazo, molesta, haciendo que ellos mirasen hacia nosotras – “Bromeaba” – añadió al notar como la asesinaba con la mirada – sólo bromeaba.

“El nombre … supongo porque es mi color favorito, el blanco, y me recordaba al ballet, a mis días en la gloria. Por eso, White Dance”

La entrevista duró un poco más, pero más o menos eso fue lo importante.

Iba a matar a Nicky, os lo aseguró, ¿cómo se le ocurría decir algo así?

  • ¿Sigues enfadada? – preguntó, justo cuando llegamos a la academia, mientras yo la miraba con cara de pocos amigos – fue una broma, Ana.

Ni siquiera pude ponerme a decirle que no estaba de acuerdo, pues en cuanto bajamos nos encontramos en la puerta a una muchacha. En cuanto me vio sonrió, parecía que nos estaba esperando.

  • Debes de ser Anastasia – dijo hacia mí. Sonreí y asentí, en señal de que así era – soy Brenda, la mamá de Esther – añadió – mi hermano me dijo que estabais buscando a una recepcionista.

  • ¡ah sí! – contesté, para luego tenderle la mano – no sé si te interesará el puesto, ya que no ofrecemos mucho y …

  • No te preocupes, puedo adaptarme, no importa si al principio pagáis poco – aseguraba – además, ya me ha dicho Jonathan que no has dejado que te pague nada por la niña – añadía. Asentí, mientras mi amiga abría la puerta, y entrábamos en la academia las tres – así que no importa el dinero, ya me pagaréis cuando se pueda. Mira – comenzó, sacando una carpetilla de su bolso – he traído el currículum, por si te interesa saber que estuve trabajando como recepcionista en una fábrica de embotellado – asentí, agarrando los folios que me daba, para luego sentarnos en el escritorio, la una frente a la otra – sé que no es mucho, pero bueno…

  • ¿Por qué te despidieron de tu anterior trabajo? – pregunté, dándome cuenta de que se había llevado 6 años allí.

  • Me quedé embarazada y luego ya no me renovaron – aseguró – hay trabajos en los que no quieres que estés de baja.

  • Aquí no tendrás ese problema, Brenda – la calmé – Mira buscamos a alguien que lleve este escritorio, que reciba a los alumnos, organice sus clases, cobre el dinero, las tareas propias de una recepcionista-secretaria.

  • Sí, sé cómo funciona – aseguró – y me interesa.

  • Ofrecemos 300 por media jornada. Sé que no es mucho, pero…

  • Está genial

(Seven White)

Allí estaba, como un reloj, frente a la puerta del colegio de Lucy. Había llegado cinco minutos antes, pues ella aún estaba en clase. Cuando salió lo hizo con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, no entendía su nuevo cambio de ánimo. Quizás habían vuelto a admitir a Kara, lo cual me parecía improbable, pues aún no había tenido tiempo de hablar con mamá sobre el tema.

  • Seven – me llamó, de camino hacia casa, haciendo que mirase hacia ella en espera de lo que tuviese que decirme - ¿puedes llevarme a la academia de baile White Dance? – preguntó, sin más, la miré sin comprender, algo sorprendido al respecto.

  • ¿Y ese cambio? – pregunté - ¿no decías ayer que no te interesaba el baile? – Ella sonrió, con una sonrisa pícara, de esas que algunas veces mostraba - ¿Qué?

  • ¿No lo sabes? – insistió, me encogí de hombros, no entendía nada - ¿no escuchaste la radio? Ahora está en boca de toda la ciudad.

  • He tenido un día muy duro hoy, no he tenido tiempo para esas tonterías, ¿vas a decirme de qué se trata o …?

  • Si hubieses escuchado la radio sabrías que Anastasia Clark es la fundadora de White Dance – declaró, haciendo que perdiese el color de mi rostro, totalmente anonado con aquella noticia – Por eso quiero que me lleves allí – Asentí, y di instrucciones a Javier para que nos llevase a ese lugar.

En el camino busqué información al respecto. Mi hermana tenía razón, Ana lo había conseguido, abrir su propio negocio, y había triunfado en el proceso, pues ya no quedaba ninguna plaza para asistir a su academia. Todos los hijos e hijas de los habitantes de la ciudad se habían apuntado a sus clases.

Javier se detuvo a escasos metros, Lucy abrió la puerta, con la intención de salir, pero la detuve, agarrándola del brazo, en cuanto vi aquello: un auto se detenía frente a la academia, justo donde una joven con el cabello moreno esperaba, sonriendo hacia el tipo que había en el interior del vehículo.

Era Ana, la reconocí en seguida, y el tipo… no tenía ni idea de quién era el tipo, pero ella se subió en su coche y se marchó sin más.

  • Javier – llamé a mi chófer, este abrió la guantera y sacó un portafolio, para luego pasarlo hacia atrás - ¿qué es esto?

  • La información que va a pedirme – aseguró, dejándome sin palabras. Asentí, con una extraña mueca en el rostro.

  • Sí que eres servicial, sí señor – le dije, haciéndole reír, mientras Lucy se quejaba por no haberla dejado ir a ver a su amiga.

Según la información que Javier me había conseguido, aquel tipo era su gestor, el que le llevaba las cuentas y documentación de la academia. Ese nuevo negocio lo había montado con la famosa Nicky, Brad iba a ponerse contentísimo en cuanto le dijese que sabía el paradero de la desaparecida diosa del deseo, que era uno de los nombres que él solía ponerle.

El trabajo de Javier era inmejorable, incluso le había tomado fotos al tipo, no estaba mal, un rubiales de ojos azules, de estatura normal y con gafas.

“Jonathan Khol – Ex marine.

Después de su última misión toda su unidad fue enviada a casa, como premio por los servicios prestados. Después de eso, el gobierno los destituyó a todos.

Su madre falleció el pasado año de neumonía, su padre tiene una gestoría en la que él trabaja actualmente. Tiene una hermana mayor que está casada con un español y una sobrina pequeña”

No había mucho más relevante.

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