CAPÍTULO 3 – UN DÍA COMO CUALQUIERA

*Reacondicionando la obra, disculpen las molestias*

*Capítulo nuevo*

(Brad Allen)

En lo alto de un afamado edificio, en la azotea, me encontraba, cerrando un importante trato que haría ganar a la compañía millones. Había conseguido que uno de los mayores inversores del país apostase por nuestra empresa para que le llevase sus finanzas. Eso era lo mejor que podía pasarnos, y por supuesto, yo era el que había hecho todo el trabajo.

  • Brindemos – le dije, con vaso en mano, allí sentado, disfrutando del espectáculo, una perfecta puesta de sol, un paisaje que sólo unos privilegiados podían presenciar.

  • Cuento con Industrias Allen – brindó el tipo, mientras yo sonreía.

¿Y qué es lo que toca después de un trabajo bien hecho? Pues… una puta, no podía ser de otra forma. Aunque, en aquella ocasión no había requisado los servicios de ninguna señorita de compañía, era mi propia secretaria la que me esperaba en mi despacho, con los deberes hechos y su trasero al descubierto, más que lista para una buena emboscada.

Disfruté de lo lindo, no os voy a dar detalles de la transacción empelada-jefe que llevamos a cabo en mi despacho. Pero os diré una cosa, Karen no era ni de lejos Nicky.

La maldita rubia de oro, así solía llamarla. Una bailarina de un afamado club de la ciudad, que había desaparecido sin dejar rastro, junto a su amiga Anastasia, de la que mi mejor amigo, estaba locamente enamorado.

El amor… no hay sentimiento más rastrero que ese. El hombre más astuto de la ciudad, será capaz de hacer cualquier cosa por la mujer a la que ama, incluso arrastrarse por los suelos. Me parecía denigrante.

¿Por qué disfrutar de una sola mujer cuando había una amplia gama en el mercado? La vida es demasiado corta para conformarse con una sola.

El amor es de pardillos, era mi frase favorita.

Y, después de obsesionarme con Nicky, supongo que estaba dispuesto a borrar cada rastro de esa mujer con cada mujer de la ciudad, y mi secretaria llevaba intentándolo durante los dos últimos meses, aunque no le llegase ni a la suela de los zapatos. Pero … obsesionarse con una tía que está muy buena y echa unos polvos de muerte es una cosa, y enamorarse, otra bien distinta.

Reitero, el amor no está hecho para un tipo como yo.

El teléfono comenzó a sonar, haciéndome salir de mis pensamientos, tomar consciencia de dónde estaba, dejar de evadirme por los resquicios de mi mente.

Estaba en el auto, de camino a casa, y lo descolgué desganado. Era el señor White, de nuevo preocupado porque su hijo no había asistido a una reunión sobre la fusión. Yo en su lugar tampoco hubiese asistido, aquello parecía un muermo.

Me lo quité de encima como pude, y luego llamé a Gladis, necesitaba que contratase los servicios de una señorita, quería desquitarme con ella después de un largo día, y ya que no podría salir de fiesta, pues al día siguiente tenía una importante reunión con los accionistas, sería responsable, por una vez en mi vida.

El semáforo se puso en rojo, y yo miré, despreocupado por la ventana, justo cuando una preciosa muchacha de cabellos castaños se bajaba de un taxi y se preparaba para entrar a un alto edificio. Ni siquiera me fijé en ella, si no lo hubiese hecho, quizás me habría ahorrado muchas cosas, o quizás no.

Es sólo para que veáis lo pequeña que es la ciudad, o quizás sea que hay personas destinadas a encontrarse, algo que escapa completamente a nuestra lógica.

Si me hubiese fijado en ella, quizás la hubiese reconocido en nuestro segundo encuentro. Pero … no lo hice.

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