CAPÍTULO 2 - ESCONDERSE.

(Anastasia Clarck)

Había pasado casi un año desde que desaparecí de la faz de la tierra, desde que ni siquiera Kara sabía nada sobre mí. Pero era necesario para que él no me encontrase, pues sabía que lo primero que haría para encontrarme es buscarme en los lugares que solía frecuentar, así que ponerme en contacto con ese tipo de gente estaba totalmente descartado. En lugar de eso cree algo nuevo, me fui a vivir con mi amiga Nicky, dejé la casa en donde vivía antes, y me mudé definitivamente con ella, para luego comenzar a buscar trabajo. Por supuesto volver al club estaba descartado, eso me conectaba con el pasado, y sabía que sería el primer lugar en dónde él me buscaría. Tampoco podía dar clases como profesora de baile en la rosa negra, pues él también conocía ese sitio. Así que tenía que crear algo yo misma, mi propio estudio.

Nicky me dio la idea. “¿Por qué no montas tu propio estudio de baile y das clases a niños?” Fue una gran idea. Porque… ¿Por qué no? Me gustan los niños, y adoro el baile, si los unimos… se crea una fusión muy chula. Así que … así es como nació “White Dance”, mi propio estudio.

Tengo que admitir que tuve ayuda financiera por parte de mi amiga, además de usar el dinero que Chad White me dio, para conseguir el local y el material. Tuve que remodelarlo por dentro, y hace unas pocas semanas que estamos funcionando.

Al principio se suponía que sólo estaría yo, pero hace un par de meses, Nicky dejó el club y aseguró que me ayudaría con las clases, ya que el número de alumnos estaba creciendo bastante rápido.

Generalmente estoy poniendo propaganda en el periódico, en las asociaciones estudiantiles y por supuesto en los colegios. Pero… supongo, que jamás pensé que se llenaría tanto de un día para otro.

El boca a boca es muy bueno para este tipo de negocios, ¿sabéis?

Sea como sea, gracias a este proyecto en el que me he embarcado, por mí misma, apenas tengo tiempo para pensar en Seven White, en nuestra relación rota. Y en todo lo que he tenido que dejar de lado por culpa de eso. Me refiero, por supuesto, a la universidad, mis amigos, y mi vida anterior.

De momento no tengo dinero para seguir formándome académicamente, pero planeo quizás en un futuro retomarlo, cuando tenga un poco de dinero ahorrado.

Y esa es mi vida, hasta ahora.

La semana que viene tengo una entrevista en la radio, sobre jóvenes talentos que han pasado a la fama en poco tiempo, y estoy algo nerviosa. No sólo por el impacto que eso pueda tener en mi negocio, si no por la gente a la que llegaré, y, por supuesto, algo preocupada, por si él llegue a descubrirme de alguna manera. Pero estoy feliz, estoy consiguiendo mucho en muy poco tiempo. Así que estoy muy agradecida en este momento.

Quizás tenía que perder algo valioso para conseguir este éxito, para conseguir que me fuese bien profesionalmente. Como eso que dicen… después que una puerta se cierra, se abre una ventana. Era justo así, mi ventana abierta era la escuela, y la puerta cerrada era Seven.

  • Entonces ¿todo esto son los papeles que debo firmar para estar dentro? – preguntó Nicky, haciéndome salir de mis pensamientos. Sonreí, y me senté en el sofá, junto a ella, para luego agarrar los papeles.

  • Mira, tienes que firmar justo aquí, cómo que eres mi socia – le dije, mostrándole el folio dónde aparecía dicha información – y en este otro, como cofundadora de la escuela – añadí – y esto otro son los horarios que he cuadrado para que tengamos turnos iguales, y podamos descansar – proseguía, pasándole dicha hoja – lo llevaré todo a la gestoría cuando termines – aseguré, con una sonrisa de oreja a oreja.

  • Seguro que nos va genial – aseguró, justo después de haberlos firmado, cediéndomelo – No me cabe ninguna duda, ya que tenemos tantos alumnos.

  • De eso quería hablarte – añadí – tenemos una entrevista en la radio la semana que viene. Como por las mañanas no tenemos clase, sólo ensayo, he pensado que podríamos asistir en ese horario, si te parece bien.

  • Me parece genial.

Sonreí, y metí los papeles en el bolso, me puse en pie y miré hacia mi amiga.

  • Empieza tú la clase de hoy, no me demoro mucho – aseguré, para luego salir del local, a paso ligero.

Miré hacia el cielo, pronto empezaría a llover, el clima era más húmedo y las nubes cubrían todo a su paso, no había ni una pizca de sol.

Peiné mi recién coloreado cabello con las manos, y proseguí mi camino hacia la gestoría. No estaba lejos, tan sólo debía cruzar la calle y seguir recto unos diez minutos, después la encontraría, justo en la esquina.

El semáforo se puso en verde y los peatones cruzamos. Yo iba despreocupada, pensando en mis cosas, así que ni siquiera pude darme cuenta que el auto de Seven White era el que estaba parado en primera línea, esperando pacientemente a que el semáforo volviese a cambiar de color. Tan sólo fueron unos segundos, pero fue el tiempo suficiente para que Javier me viese, sorprendiéndose en el acto, de verme tan cambiada, luciendo feliz.

Seguí mi camino, calle abajo, y en seguida llegué a la gestoría.

  • ¡Anastasia! – reconoció Jonathan, mi gestor - ¡Qué agradable sorpresa!

  • Es Ana – corregí, pero a pesar de que solía hacerlo siempre, él seguía llamándome por mi nombre completo.

  • Claro, claro, Ana – se disculpó. Él era demasiado despistado. Era un hombre sencillo, con gafas, alto, rubio y guapo, que siempre iba trajeado. Si no hubiese estado herida, justo como lo estaba, quizás me hubiese fijado en él – Discúlpame, siempre olvido que prefieres Ana – añadió - ¿Qué te trae por aquí?

  • He venido a traer esto – le dije, sacando del bolso los papeles, algo doblados por estar en el bolso, sin funda protectora ni nada – Nicky ya los ha firmado.

  • Te dije que iría yo a por ellos – se quejaba él – no tenías que haberte dado todo el paseo hasta aquí, sé que tienes clase – añadía. Sonreí, divertida, mientras él asentía - ¿puedo llevar a Esther? – asentí, en señal de que así era.

  • Te haré un descuento – aseguré, haciéndole reír, divertido. Su risa era bonita, eso no me pasó desapercibido. Mordí mi labio inferior, algo nerviosa, tocándome el borde del vestido con los dedos.

  • ¿Qué pasó con el tipo del otro día? – preguntó, cambiando de tema, al verme algo nerviosa. Levanté la vista, con una sonrisa – Estaba muy insistente.

  • Es un entrevistador que trabaja en la radio – respondí, haciendo que abriese mucho los ojos, con sorpresa, haciéndome reír, pues sabía que lo hacía para eso. Siempre estaba bromeando – nos hará una entrevista la semana próxima.

  • ¡Eso es fantástico!

  • Lo es, ¿verdad? – asintió. Ambos nos quedamos unos segundos observándonos, con una sonrisa en el rostro. Siempre fue fácil hablar con él, desde que nos conocimos supe que había algo agradable en sus ojos. Su padre nos sacó de nuestro hipnotismo, tras hacer un ruidito con la garganta, para que su dejase de perder el tiempo – Bueno, ya tengo que irme, tengo clases – añadí, mientras él asentía – nos vemos – le dije, para luego despedirle con la mano, saliendo del local sin más, caminando hacia la escuela.

  • Papá – se quejó él, justo cuando me hube ido - ¿por qué siempre tienes que ser tan borde?

  • El trabajo es trabajo hijo – respondió sin más, volviendo a prestar atención a los documentos que tenía que archivar.

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