CAPÍTULO 3 – ENTREVISTA CON EL RECTOR.

(Anastasia Clark)

Estaba histérica aquella mañana, no podía dejar de morderme las uñas, frente a la oficina del rector de la universidad, mirando de reojo al resto de compañeros, todos bien vestidos, todos más jóvenes que yo.

Miré mi atuendo, de nuevo. Llevaba una falda blanca corta y una camiseta de mangas cortas del mismo color, demasiado escotada para un evento como aquel, pero no tenía nada mejor en el armario, por eso usaba un pañuelo en tono azul, intentando tapar mis pechos.

  • Anastasia Clark – llamó la secretaria del rector, haciendo que levantase la cabeza, dando un respingón al escuchar mi nombre. Asentí y la seguí por el largo pasillo que daba a los despachos de los profesores, mientras lo hacía, bajaba mi falda, pues aquella tenía la costumbre de subirse mientras andaba, al mismo tiempo que con mi mano libre sujetaba la carpeta con las posibles preguntas que podrían hacerme, mis calificaciones y algunas cosas más que me había preparado. La mujer llamó al despacho del final del pasillo, y luego abrió la puerta, invitándome a entrar en su interior.

Entré en la sala, escuchando como la puerta se cerraba detrás de mí, y me quedaba completamente sola, frente al escritorio y la silla del rector, la cual estaba de espaldas. El rector estaba allí, por supuesto, pero estaba mirando por el enorme ventanal hacia los jardines del campus.

Se volteó entonces, mientras yo admiraba la estancia. Era amplia, repleta de estanterías con miles de libros, vitrinas con algunos trofeos y …

  • Siéntese, señorita Clark – me dijo el hombre, mientras yo le hacía caso. Me adentré en la estancia, a paso ligero, y me senté frente a él, dejando caer mis manos sobre mis piernas, apretando con fuerza el dosier que había traído conmigo. El rector sacó de su portafolio mi ficha y comenzó a observarla con calma, yo, por el contrario, me permití fijarme en él por primera vez. Era joven, mucho más joven de lo que jamás pude esperar, incluso me atrevía a decir que era de mí misma edad y bastante guapo – veo que sus calificaciones son buenas – aseguró, sin tan siquiera percatarse de que le observaba, pues él no quitaba sus ojos del papel. Tenía el cabello rubio, peinado hacia un lado, mientras algunos de ellos, por la parte del flequillo, sobresalía, como si se hubiesen soltado. – ¿qué estuvo haciendo después del instituto? – preguntó, removiendo los papeles, sin mirarme aún. Estaba tan terriblemente absorta en observarle, que ni siquiera respondí a su pregunta. Tan sólo me quedé allí, estudiando su alargado y apuesto rostro. Cejas pobladas, ojos pequeños, encapotados y hundidos, nariz… perfecta y arrugas de expresión en la frente. – Su ficha es admirable, pero no logro entender la razón que la llevó a dejar sus… - se detuvo al mirar hacia mí. Sus labios eran finos, tenía el labio inferior ligeramente más grueso que el superior, y su boca estaba rodeada por una elegante barba que le quedaba de miedo. Sus pómulos estaban bien remarcados, quizás porque era delgado, muy delgado, pero no enclenque. Tenía un pequeño hoyuelo en la barbilla. Me miró de la misma forma, como si me estuviese estudiando, y entonces sucedió algo, algo que desato mi curiosidad. Él abrió mucho los ojos, como si no pudiese creer que fuese yo. Eso sólo quería decir una cosa, él me había reconocido. Me conocía de algún lado, y en aquel momento no podía dejar de preguntarme… ¿de dónde? Carraspeó, bajando la mirada, intentando recuperar la compostura - ¿qué le hace pensar que encaja en nuestras instalaciones? – su talante tranquilo y de entrevistador sensato cambió en ese justo instante, tan pronto como supo quién era.

  • Soy una persona muy perseverante – aseguré – me gustaría volver a estudiar para poder dedicarme algún día a aquello que me apasiona – él soltó una risotada. Le miré sin comprender, con mala cara. Aquel tipo era idiota. ¿Cómo se atrevía a reírse así de mí?

  • ¿Pasión? – preguntó con incredulidad - ¿Qué tipo de pasión puede tener una persona cómo usted en un lugar como este?

  • ¿Perdón? – aquel tipo era un insolente, ya no me quedaba ni la más remota duda.

  • Lo que quiero decir… - comenzó, al darse cuenta de que se había pasado - ¿qué tipo de pasión es la que la ha animado a estudiar filología?

  • Me gusta la literatura – aseguré – adoro leer y escribir.

  • ¿Escribir? – preguntó, con interés.

  • Además, también creo que se me da bien la enseñanza, creo que podría ser una buena oportunidad para …

  • ¿Esto es una broma? – preguntó al fin, sin poderse reprimir por más tiempo, poniéndose en pie, tocándose el cabello, exasperado para luego volver a mirarme - ¿una especie de cámara oculta o algo?

  • ¿Qué le hace pensar que lo es? – pregunté, aún, nerviosa, sin saber a qué atenerme – ya ha visto mi expediente, sabe que soy buena alumna, así que por qué no puede darme la oportunidad…

  • ¿Con qué dinero piensa pagar esto? – insistió, en tono reclamador - ¿o es que quizás pretende que se lo pague de mi bolsillo?

  • Tengo dinero – me quejé, poniéndome en pie, sacando de la carpeta el extracto bancario que había impreso aquella misma mañana. Me lo quitó sin tan siquiera pedirlo, y lo observó con detenimiento – he estado ahorrando por mucho tiempo para esto – parecía sorprendido, pues luego me miró, con el rostro desencajado, sin dar crédito.

Volvió a sentarse entonces, metiendo el extracto en su portafolio, justo antes de responder.

  • De acuerdo, señorita Clark, estudiaré su caso – aceptó, para luego volver a voltear su silla, volviendo a mirar a los enormes ventanales que daban al campus.

Me marché entonces, con rapidez, algo desilusionada por la entrevista, pensando en lo que había sucedido. ¿De dónde me conocía aquel tipo? Eso era lo que no podía dejar de preguntarme de camino al trabajo.

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