Caminos Cruzados (1)
Caminos Cruzados (1)
Por: kesii87
CAPÍTULO 1 – VISITA AL COLEGIO.

(Anastasia Clarck)

Iba corta de tiempo aquel día, se me habían pegado las sábanas a consecuencia de la salida de la noche anterior con las chicas del club. Había sido un verdadero desfase, y aún estaba algo afectada, pero no podía parar para recuperarme, tenía que ir a saludar a saludar a Kara antes de ir a trabajar.

Ella y yo nos conocíamos desde hacía mucho, desde el colegio, si no recuerdo mal. Solíamos ir juntas a todas partes, así que cuando entró a trabajar en aquel lugar privado para niños de ricos pijos y dejó el club, me alegré bastante, pues al menos una de las tres podía cumplir su sueño.

Kara era una chica de mi misma edad, con la tez blanca y el cabello moreno, con rasgos asiáticos, de procedencia coreana, aunque su nombre fuese japonés. Actualmente, era profesora en el White School, un colegio para niños de ricos pijos.

Llegué a la institución más tarde de lo que debía, a pesar de no estar demasiado lejos de casa, pero como bien os digo, se me había echo realmente tarde en casa. Entré, saludando al portero, observando como este me devolvía el gesto y sonreía. Ya nos conocíamos, solía pasar por allí casi a diario antes de ir al curro.

Pasé por el lado de la señora White, que se me quedó mirando con cara de pocos amigos, pues mis ropas no eran las más apropiadas para el lugar en el que me encontraba. Siempre solía vestir ropas que tapaban poco, y masticaba chicle de forma exagerada. Cualquiera que no me conociese lo suficiente podría pensar que no tenía modales. Pero ese no era el caso en lo absoluto. Lo cierto es que me divertía bastante irritar a la señora White.

Pulsé el botón del ascensor, mirando hacia la derecha, divertida, al darme cuenta de que la señora Black me miraba horrorizada. Entré y pulsé la última planta, justo esa era en la que trabajaba esa semana mi Kara.

Saqué el teléfono del bolsillo del estrecho y corto short que llevaba, poniéndome al día con las notificaciones, al mismo tiempo que las puertas del ascensor se abrían en mi planta y sin mirar al frente si quiera salí de él, cruzándome con un joven de mi misma edad, alguien en quién ni siquiera me fijé, pues la realidad era que nunca solía hacerlo, y menos cuando se trataba del sexo opuesto. Si me hubiese fijado en él, aunque sólo fuese una vez, quizás las cosas serían diferentes.

Era alto, distinguido y orgulloso, con un traje con corbata, luciendo serio y ocupado, como la mayoría de los hombres de esa parte de la ciudad.

Llamé a la puerta de la clase B, asomándome por ella después, observando como los chicos y Kara volvían la vista para observarme.

  • Has venido – reconoció, mientras yo abría la puerta y entraba en la clase. Los chicos sonrieron, agradecidos de volver a verme – Creí que ya no vendrías – añadió, señalándose el reloj, en señal de que había llegado muy tarde – te estábamos esperando, ¿verdad chicos? – la mayoría de ellos contestaron afirmativamente, y el resto asintieron con la cabeza, en señal de que también estaban de acuerdo.

Me senté junto a Kara, en uno de aquellos cojines que ella solía poner en el suelo para que sus clases fuesen más amenas, agarré uno de los libros que había amontonados en el suelo y leí mentalmente el título “El principito”.

  • ¿Queréis que pasemos de todo esto, y cuente algo de mi propia colección? – pregunté, soltando el libro en el mismo lugar, mirando hacia el resto de la clase, que estaba entusiasmada con la idea - ¿qué os parece algo sobre castillos encantados? – insistí. Lucía sonrió, maravillada con la noticia, pues ese era su tema favorito.

Lucy era mi niña favorita, casi había crecido con ella, y la veía casi a diario. Tenía dos hermanos mayores en aquella institución y otro que pertenecía a una importante compañía. Su madre era una de las fundadoras de White School, y su padre era el dueño de una importante universidad. Pero a diferencia de cualquier otro niño pijo de aquel lugar, ella era amable y nada presuntuosa.

 “En un antiguo castillo, en lo alto de la montaña más alejada de toda civilización, vivía una malvada bruja. Decían que esta retenía a una humilde princesa en contra de su voluntad. Importantes príncipes de lejanas tierras habían ido al misterioso castillo, con la intención de salvar a la muchacha, pero todo el que iba, volvía derrotado.

Un buen día, un valiente caballero consiguió derribar los siete conjuros que la bruja había puesto alrededor del castillo, y entró en el castillo, dejando a la malvada bruja sorprendida por tal hazaña.

Pero no todo parecía estar de su parte, pues de pronto, la malvada bruja hizo aparecer de la nada una enorme caja de marfil y lo encerró dentro.

El caballero luchó y luchó, con espada en mano, intentando liberarse de su prisión, pero todo fue en vano.

La bruja se apareció en su interior, y le hizo elegir entre tres opciones.

La opción número 1 consistía en liberarlo y no volver a pisar sus tierras jamás.

La opción número 2 consistía en entregar su vida en cautiverio a cambio de la liberación de la princesa.

Y la opción número 3 consistía en no aceptar ninguna de las dos opciones y quedarse para siempre encerrado en aquella caja de marfil.

La bruja dio al caballero 3 días para pensar en la decisión acertada que debía tomar. La opción número 1 era la mejor si lo que quería era salvar su vida, pero no obtendría honor ni reconocimiento por parte de la sociedad. La opción número 2 le permitía salvar a la princesa, por lo que tendría fama, honor y reconocimiento, pero no podría disfrutar de él, pues estaría encerrado en aquel castillo para siempre. Y la tercera opción era incluso peor.

En aquel momento un pacífico sonido de ruiseñor indicó que se había acabado la clase, haciendo que todos los alumnos caminaran tranquilos a sus pupitres, recogieran sus mochilas calmadamente y saliesen por la puerta por orden.

Me levanté para ayudar a mi amiga a ordenar los cojines sobre los sofás que adornaban la estancia, mientras una niña pequeña se acercaba hacia nosotras…

  • Ana – Me llamaba entusiasmada - ¿qué pasó después? ¿cuál fue la opción que eligió el caballero? – preguntó.

  • Os lo contaré pronto – le dije – en mi próxima visita – la niña asintió, para luego sacar un pequeño cuaderno rosa, adornado con una princesa en el centro, de su mochila y levantarla en alto.

  • Te he traído esto – añadió, tendiéndomelo, con una gran sonrisa en su rostro.

  • ¿Qué es? – pregunté, con curiosidad

  • Es un cuaderno – aclaró – para que escribas todos tus cuentos en él y te conviertas en una gran escritora – Sonreí. Ella era todo un encanto desde que la conocía.

  • Gracias – agradecí – lo usaré – añadí, observando como la pequeña se marchaba a su próxima clase, sin más.

  • Le caes bien – aseguró Kara. Asentí, en señal de que estaba de acuerdo, y la ayudé a recoger los cojines del suelo, colocándolos en los sofás que había por los laterales del aula.

  • ¿Deberíamos ir a tomar algo esta noche? – pregunté – las chicas y yo fuimos ayer a tomar unas copas.

  • ¿Unas copas? – preguntó, atónita – pero si tú no bebes.

  • Bueno, ellas tomaron unas copas, yo me tomé una Coca-Cola – le dije, haciéndola reír – Así que, ¿qué me dices? – Negó con la cabeza.

  • Malcom se queda conmigo esta semana – aseguró. Sonreí, calmada, asintiendo – la idiota de Ruby ha vuelto a hacer de las suyas.

  • Aún no sé cómo aguantas la situación – ella suspiró, resignada.

  • Es la nueva novia del padre de mi hijo – respondió sin más – no me queda de otra.

Acompañé a Kara a casa, por el largo paseo hasta nuestro hogar, pues, aunque no vivíamos juntas, lo hacíamos en el mismo edificio. Por el camino la escuché hablar sobre el trabajo, sobre lo mucho que adoraba a aquellos niños y lo fácil que era para ella estar allí.

  • Es agradable dedicarse a lo que una más ama – le dije, pensando en ello, pues lo cierto es que yo nunca había tenido la misma oportunidad que ella, pues mis padres murieron y yo tuve que marcharme a un lugar de acogida, jamás tuve opción de luchar por mis sueños. Aunque tuve la oportunidad una vez, antes de que todo empezara, cuando me dieron una beca para estudiar danza, pero perdí esa baza cuando me lesioné la rodilla en una pelea, en el orfanato. – Me he apuntado a la universidad – aseguré, dejándola sorprendida al respecto – he estado ahorrando todo este tiempo y creo que es un buen momento para empezar – ella sonrió.

  • Yo también lo creo – me aseguró – si te aceptan podrá ser una buena oportunidad para dedicarte a lo que tanto deseas – me animó. Sonreí, agradecida, pues ella ya sabía lo mucho que yo adoraba la literatura y escribir.

  • Mañana tengo una entrevista para hablar sobre mí – le dije, alterada – estoy tan nerviosa.

  • ¿Qué vas a hacer con el club? – preguntó.

  • Le pedí un favor a Dante – expliqué, mientras ella negaba con la cabeza – sí, sé que me lo hará pagar, pero necesitaba esto.

  • Ten cuidado con ese tipo – me dijo, justo cuando llegamos a nuestro portal. Sonreí, abrazándola, para luego despedirla con la mano, pues ella vivía en el bajo y yo en la azotea.

En cuanto llegué a casa, saqué uno de los botes de fideos instantáneos del mueble, y me resigné, pues sabía que esa noche no podría comer algo mejor. Preparé mi cena, y luego me marché al salón, donde la devoré entera.

Saqué los papeles de inscripción de mi bolsa y sonreí. Al fin lo había conseguido, al fin estaba más que dispuesta a cumplir mis sueños.

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