3.

3. Espejismo

Jamie:

Era un día como cualquier otro, con riesgos, rodeado de rusos, ante el solo apoyo de Mica, y cubriendo sentimientos, como si nada importase, como si mi vida se hubiese detenido con aquel disparo, como si realmente hubiese muerto. Una parte de mí lo hizo, porque Charlie Hurtado estaba muerto, era Jamie Miller en aquel momento, y siendo esa persona no había nada que me llenase, como si estuviese vacío por dentro, como si cada noche cuando me acostaba en esa fría cama junto a esa mujer a la que me beneficiaba, fuese una puta obligación. Y lo era, tenía un maldito contrato.

Dramas aparte, no quiero recordar esa m****a y menos hablar sobre ella. Lo dejé atrás todo, lo que llenaba mi vida, lo que era importante para mí, y lo cambié todo, incluso el nombre. Así que ni siquiera quería pensar en ello, porque ya no había vuelta atrás.

Me miré al espejo, observando ese rostro que ni siquiera reconocía devolviéndome la mirada. Seguía siendo yo, al menos en el físico. Tenía el pelo muy corto en los laterales y abundante por el centro, justo ese pelado de cantante de reguetón que me hicieron en la peluquería de Miami, me sentía como un puto chulo de m****a, en aquel momento. Cejas pobladas, y una barba de dos días.

Coloqué bien mi chaqueta, abrí el grifo y me eché un poco de agua en la cara. No había desayunado, el puto jet lag me estaba matando, ni siquiera había tenido tiempo de ponerme al día con mis socios de Miami después de un viaje tras atlántico desde Rusia, y allí estaba, dándolo todo en ese proyecto personal que atraería a Petrov a nosotros. Ese puto ruso era un gran amante del cine americano, así que ese era nuestro gancho.

Sonreí, divertido, calmándome un poco, focalizándome en el trabajo. Me sequé la cara con un poco de papel, y salí del baño, con aire decidido.

Atravesé el largo pasillo, dejando atrás a un par de tíos trajeados que miraban hacia fuera por una ventana, sin tan siquiera fijarme en una muchacha que caminaba en el sentido contrario. Quizás si me hubiese fijado en ella las cosas serían diferentes, pero en aquellos días… no esperaba nada de la vida, tan sólo tenía una cosa en mi mente: el trabajo. Porque pronto cumplirían los 5 años de nuestro acuerdo, y podría dejar aquella vida de m****a. A pesar de que sabía que nada me esperaría al volver.

Entré por la puerta, observando a Mica junto a Juri y Andrey. Me senté en mi silla, mientras Mica se echaba sobre mí, para susurrarme algo.

  • ¿Mejor? – asentí, agarrando mi carpetilla, leyendo por primera vez la lista de aspirantes al papel de Lisa Miller, sin tan siquiera prestarle atención – tacha la primera – me dijo - ya hizo su prueba mientras estabas en el baño, ahora toca… - ni siquiera podía escucharla, no cuando acababa de leer ese nombre, ese puto nombre en la lista: Leonor de Silba. Sentí la presión del agarré de mi compañera en ese justo instante, sobre mi brazo – ni se te ocurra, tienes un acuerdo con nosotros ¿recuerdas?

  • Tú lo sabías – me percaté entonces, levantando la cabeza hacia ella, mientras la segunda aspirante al papel entraba en la sala. Sonrió, sin negarlo si quiera - ¿por qué? – pregunté, sin tan siquiera mirar a la chica que había entrado.

  • Te di dos opciones el día que firmamos nuestro trato – comenzó. Apreté los dientes, molesto – Escogiste la primera, a sabiendas de que eso me destrozaría. No creíste que no iba a vengarme, ¿verdad? – rompí a reír, levantándome de la silla, tirando la puta carpetilla al suelo, saliendo por la puerta, mientras ella me seguía, y el casting se detenía – Jamie – me llamó, deteniéndome en mitad del pasillo.

  • Cada puta noche en tu cama – espeté, levantando el dedo acusatorio – eso querías, eso conseguiste.

  • Te quería a ti – insistió ella – a Charlie.

  • Charlie Hurtado murió hace 5 años – contesté, cansado de que siempre estuviese molesta con lo mismo – ese fue nuestro trato, ¿recuerdas?

  • Hubiese preferido la segunda opción, a pesar de que eso significase 5 años sin ti, en mi cama – contestó. Rompí a reír, sin dar crédito, llevándome las manos a la cara, intentando comprender a aquella mujer loca - ¿y todo por qué? Porque no querías decepcionar a esa chica.

  • ¿Y qué pretendes ahora? – me quejé, molesto, volviendo a mirarla – Nuestro acuerdo está próximo a acabar, y lo sabes, aunque esa maldita clausula diga que no puedo volver a Madrid, involucrarme en la vida de las personas que amo… terminaré con todo esto, contigo…

  • Voy a proponerte un nuevo trato – me eché a reír, porque era obvio que no iba a aceptarlo – me olvidaré de esta estúpida venganza, de ella, si prolongas el trabajo con nosotros otros cinco años.

  • No – contesté, defraudándola. ¿Por qué había esperado que diría que sí? – ya no quiero seguir haciendo esto. No quiero volver a fingir que soy otra persona, Mica – Ella asintió, entendiendo mi punto de verlo, pero lo que dijo a continuación indicaba justo lo contrario.

  • Entonces prepárate, porque ella se enterará muy pronto de que Charlie Hurtado está vivo – se dio la vuelta, caminando sobre sus pasos, volviendo a introducirse en la sala del casting.

¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!

Esto no podía estar pasándome. No cuando hice cada cosa que me ordenaron, cuando causé tanto dolor a las personas que me importaban. ¿Por qué la vida volvía a joderme? ¿Por qué no podía dejarme en paz?

Entré en mi coche, sin tan siquiera esperar a mi socia, importándome una m****a el corto, los rusos y todo el puto operativo.

  • Vladimir – llamé a mi chófer – vámonos de aquí, un paseo por la ciudad – él me hizo caso, pues eso sólo quería significar una cosa, necesitaba pensar, lejos de Mica. Lo hacía a menudo, cuando sentía que toda aquella m****a me superaba, justo como en aquel momento.

Leo. Mi princesa. ¿qué aspecto tendría esa preciosa chica en aquel momento? Si tan sólo me hubiese cruzado con ella, si tan sólo hubiese podido verla una vez más.

No podía hacer nada, cualquier llamada, cualquier investigación no autorizada… Mica lo sabría, me tenía bien cogido por los huevos. Era como un puto títere en sus manos, ella movía los hilos, daba las órdenes y yo sólo las ejecutaba.

Quizás había pasado algo por alto. Quizás ella había cometido algún error.

Saqué mi teléfono del bolsillo interior de mi chaqueta, abrí la aplicación de los emails y empecé a buscar algo, por todas partes, encontrando algo en borradores. Era un mensaje que se había iniciado, pero nos e había terminado.

“Estimado señor Vals:

Enviaré la transferencia para lo que hablamos el próximo miércoles…”

¿Quién coño era el señor Vals?

Eso sólo dejaba más incógnitas que resolver.

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