Los gemidos desesperados desgarraban mi garganta, mientras él recorría mi cuerpo con sus manos, sin pensar, tan sólo llenándome de placer, obligándome a dejar cualquier sentimiento fuera de aquello.
Sólo era sexo, placer, una mera distracción para huir de mis pensamientos. Como cada domingo, después de un show en el club, era tomada por aquel imbécil.
Sus estocadas eran cada vez más fuertes, tanto que mi mente dejó de pensar en gilipolleces, concentrándose en el duro placer que me proporcionaba.
Mientras bajaba por el ascensor, luchaba conmigo misma por esa sensación que tenía dentro, apretando las bragas que tenía echa bola en la mano, evitando eso que pasaba por mi mente, eso que me hacía daño.
Saqué el teléfono del bolso, con rapidez, sin importarme si quiera la hora que era y llamé a Lucas.
Habían pasado 5 años desde que dejé Madrid, en el aquel momento vivía en Barcelona, la ciudad en la que terminé la carrera, busqué un trabajo de bailarina en un club nocturno y por las tardes en una escuela de baile. De hecho, fue gracias a eso, que conocí a Abel, y a mis contactos que me abrirían la puerta a la cima.
Estaba deseando alcanzarla. Estudiar ciencias políticas en una de las mejores universidades de Estados Unidos, muy cerca de donde Lucas hacía un máster de diseño. Al mismo tiempo que iba a clases de interpretación por las tardes. Incluso había conseguido un casting para hacer un corto en la ciudad.
Eso era lo único que quería conseguir, crecer profesionalmente, aprender todo lo que pudiese de aquella vida que me había tocado vivir, sin implicarme demasiado sentimentalmente con nadie. No dejaría que me quitasen nada más, a nadie más.
Llegué a casa, eché de comer a Simón, mi hámster y me tumbé sobre la cama. Estaba exhausta, sin tan siquiera quitarme el vestido de pedrería que llevaba esa noche.
Mi teléfono comenzó a sonar, de nuevo. Miré hacia la pantalla, de nuevo era él, y cómo de costumbre iba a ignorarle, no quería volver a saber nada sobre esa vida que había dejado atrás. Por eso apenas hablaba con mi familia, el único con el que aún mantenía contacto era Lucas, y sólo porque respetaba mi decisión de no querer saber nada sobre los demás.
Diez llamadas perdidas tenía de ese día. Debía de ser urgente, porque eso ya era pasarse.
Cerré los ojos, y cuando volví a abrirlos eran cerca de las siete de la mañana, ¿cómo había podido quedarme dormida? Le había prometido a Barbi que la ayudaría con las clases de la mañana.
Me di una ducha rápida, me puse las mayas y una camiseta ancha y me marché al local. Las niñas ya estaban entrando en él, y yo sólo sonreí. Me encantaban los niños, eran tan monos.
Barbi y yo dimos la clase, justo como siempre, aunque con la particularidad de que a mitad de la segunda hora la llamaron para que saliese, me quedé con los pequeños, repasando el cascanueces, pues pronto tendrían la representación frente a todos sus papás.
Tenía un nuevo mensaje, pero no podía reconocer el número.
Número desconocido.
He pensado que quizás esto podría interesarte
*Foto
Abrí la foto, despreocupada, observando a dos chicas allí, a una de ellas podía reconocerla en cualquier parte, era Rita, estaban en una discoteca, sonriéndole a la cámara.
Yo:
¿Rita?
Número desconocido:
No te fijes en nosotras, mira detrás.
Volví a abrir la foto. Había mucha gente en esa discoteca, gente riendo, gente bailando, y … un par de hombres dándose la mano, como si estuviesen sellando un trato. Pero no fue eso lo que me dejó helada, lo que hiciese que me faltase el aliento y que mi mundo se detuviese, si no descubrir que uno de esos hombres era Charlie.
Yo:
Si esto es uno de tus juegos, no me interesa.
Número desconocido:
Estuve en Miami el mes pasado, esa foto fue tomada entonces.
Yo:
Deja tus putos juegos de una vez, Rita.
Número desconocido:
Sé que cuesta creerlo, yo también me quedé flipando cuando lo vi, por eso hice algunas investigaciones por mi cuenta. Pero ahora lo sé, no estaba soñando. Charlie está vivo.
Ignorando las señales.Preparaba la maleta, ya había empaquetado casi todo para mi próximo viaje a la ciudad de las oportunidades, pero esa vez no estaba pensando en eso, si no en visitar por un corto periodo de tiempo la ciudad que me vio nacer. Debía investigar esa maldita foto, a pesar de que no tenía ninguna esperanza de que fuese cierto.El timbre de la puerta sonó. Era raro, porque no estaba esperando a nadie.¿Samuel? – pregunté, al verle allí, frente a mí, tan cambiado. Ya no se parecía en nada a ese niño con el que me acostaba en el pasado - ¿qué haces aquí?No me coges el teléfono – contestó – es un asunto importante, Leo.Leonor – corregí. Me miró, sin comprender – ya no dejo que nadie me
2. Infiltrado.Samuel:Sabía que había más en todo aquello de lo que había descubierto, mucho más, y lo que había encontrado sobre Charlie sólo era la punta del iceberg. Aquel tema parecía ser mucho más grande.Charlie estaba colaborando con la mafia rusa, pero eso no era lo más preocupante. ¿Por qué había fingido su propia muerte? ¿Por qué nunca nos buscó? ¿Por qué no cumplió la promesa que le hizo a Leo? ¿Por qué estaba en Miami trabajando para los rusos con esa tipa, esa tal Mica?Un remolino de preguntas inundaba mi mente, allí, sentado en el asiento del avión, pensando por un momento en ella, en Leo, en lo mucho que ella quería creer que todo era un montaje. Quizás porque de otra manera, sentiría que mi hermano la había traicionado, hab&ia
3. EspejismoJamie:Era un día como cualquier otro, con riesgos, rodeado de rusos, ante el solo apoyo de Mica, y cubriendo sentimientos, como si nada importase, como si mi vida se hubiese detenido con aquel disparo, como si realmente hubiese muerto. Una parte de mí lo hizo, porque Charlie Hurtado estaba muerto, era Jamie Miller en aquel momento, y siendo esa persona no había nada que me llenase, como si estuviese vacío por dentro, como si cada noche cuando me acostaba en esa fría cama junto a esa mujer a la que me beneficiaba, fuese una puta obligación. Y lo era, tenía un maldito contrato.Dramas aparte, no quiero recordar esa mierda y menos hablar sobre ella. Lo dejé atrás todo, lo que llenaba mi vida, lo que era importante para mí, y lo cambié todo, incluso el nombre. Así que ni siquiera quería pensar en ello, porque ya no había vuelta at
4. Empezar de cero.Leo.La residencia universitaria era genial, mi compañera de habitación era muy parecida a mí, en cuanto a forma de ser, porque de físico éramos como el agua y el aceite. Ella era morena, ojos verdes, alta, delgada y con poco pecho.Deshacía la maleta en mi armario, mientras ella me contaba el largo viaje que había hecho desde Colombia hasta Chicago.Sin lugar a dudas mi parte favorita de la habitación era el balcón, desde dónde se podían ver unas vistas espectaculares.Entonces… ¿crees que te llamaran de esa prueba? – preguntó, justo después de que le hablase sobre ello. Me senté sobre la cama, sonriente.El resultado no es importante – contesté, demasiado profunda para tratarse de mí misma –
Soñar Despierto. Jamie: Dormía con los brazos de Mica enredados en mi cuerpo, mientras yo pensaba, con los ojos abiertos, como platos, sin poder dormir, tras un par de polvos con aquella mujer. Cerré los ojos un momento, recordando cada una de sus caricias, sin que sintiese nada. Echaba de menos sentir esa corriente eléctrica que recorría mi cuerpo cada vez que Leo me tocaba. Añoraba sus besos, su voz, su mirada, sus locuras, a mi princesa. Tragué saliva, intentando mantener a raya los sentimientos, pensando en ella… ¿dónde estaría en aquel momento? ¿qué estaría haciendo? La imaginé en mi cabeza, en ropa interior, mirándose al espejo, agarrando su cabello en una coleta alta. Tragué saliva, recorriendo cada parte de su cuerpo, de esas curvas que me volvían loco con la mirada, deseándola, justo como siempre. Aparté a Mica, con cuidado y me levanté de la cama, dejándola allí, saliendo al balcón,
Meter la pata.Jamie.De nuevo en Chicago, esa ciudad creaba una sensación de agonía en mi interior, como la de una canción triste. Sabía que era lo que hacíamos allí, un nuevo casting para el corto “Lisa”, pero esa vez iba preparado, lo primero que hice al entrar en la sala de conferencias, fue mirar hacia la carpetilla con las seleccionadas. No me sorprendió ver su nombre, porque sabía que todo aquello no era más que un juego para Mica.Saqué el teléfono desechable, agradecido de que nadie hubiese llegado al fin, y mandé un mensaje, al teléfono que aparecía en la ficha de Leo.Yo:Señorita de Silba… no vaya a la prueba que tiene hoy en el hotel para el corto Lisa. Se lo explicaría con más detalle, pero no dispongo de mucho tiempo. Los t
Mentirse a uno mismo.Leo.Esperé paciente, con el corazón en un puño, mirando hacia ellos, para ver que sucedía, al final ella se marchó de nuevo a la sala de conferencias, y él se quedó allí, exasperado, refregándose las manos por el cabello, despeinándolo.Sacó su teléfono desechable y envió un mensaje, que me llegó de lleno. Sonreí, al darme cuenta de que él estaba pensando en mí.Número desconocido:Si me dejas un poco más de tiempo, te lo explicaré todo.Yo:¿Cuánto tiempo, señor Miller?Pude ver como sonreía allí, al leer mi mensaje, calmando mi corazón.Núme
Leo.Saludé a varios compañeros de la universidad, llegando a la barra, donde Tammy servía las copas, me saludó con un persistente “zorra”. Iba rompiéndolo todo con aquel corto vestido rojo, de pedrería, el cabello recogido en una coleta alta, con mis flequillos hacia delante.Me pedí una copa y acepté los cumplidos de Abel, sorprendiéndome de encontrarle allí. Sonreí, divertida.Se suponía que iba a ser una sorpresa – me dijo. Sonreí, divertida – pero al final me has sorprendido tu a mí, estás preciosa.¿Cómo sabías que estaba aquí? – quise saber. Abrazándole, dándole dos besos.Tengo mis contactos – aseguró, apoyando la mano en la zona baja de mi cintura, muy ce