Capítulo 5

Huyendo

de la lluvia

Emily estaba muerta de miedo, mientras él la abrazaba con una mano, y ella sentía el abrazo de un hombre por primera vez desde que se había convertido en sirena.

  • Se resfriará si se moja – aclaró, dejando claro que esa era la razón por la que la había salvado de la lluvia, no tenía nada que ver con que ella era una sirena. Parecía no estar al tanto de lo que pasaría si una sirena se moja. – estoy tentado de escuchar que es lo que quiere ofrecerme a cambio de la lágrima, pero podemos hablar en mi casa, está a tan sólo dos paradas de aquí.

  • ¿Está muy lejos del mar? – Preguntó ella, mientras caminaban hacia el interior del metro, haciendo que él cerrase el paraguas y se alejase un poco de ella.

  • No mucho, me gusta ver el mar desde la ventana, aunque en la ciudad es difícil. – reconocía, mientras ambos caminaban hacia la ventanilla para comprar el billete.

  • ¿vive aquí? – Preguntó ella entusiasmada, aunque no sabía la razón de por qué lo estaba.

  • En realidad, no, sólo tengo una casa aquí para cuando vengo a la ciudad, pero vivo en el campo, cerca de mis padres. – explicaba - ¿y usted?

  • Solo estoy de visita, quería recuperar algo que era mío. - anunció, llegando a la ventanilla, donde el hombre sacó el dinero y se lo entregó a la mujer.

  • ¿la lágrima era suya? – preguntó, dándose cuenta de algo.

  • Así es, pero la perdí hace mucho, y ahora quería recuperarla.

***

Se montaron en el tren, el pagó su billete, pues ella tenía problemas para encontrar dinero en su bolsa, donde sólo había gemas de colores, aunque predominaban las verdes.

  • ¿Cuál es su nombre? – Preguntó hacia ella, mientras ambos estaban de pie, agarrándose al vagón para no caerse – ni siquiera se su nombre y la he invitado a mi casa.

  • Emily, Emily Forbes – aclaró ella, mientras él perdía su sonrisa, pues acababa de recordar algo, ya había escuchado ese nombre en alguna parte, aunque no podía recordar donde. Cerró los ojos un momento, mareado, admirando como una imagen venía a su mente, una imagen donde un niño pequeño escuchaba a su amiga decir su nombre “Emily Forbes” había reconocido, justo antes de darle la mano y sonreír hacia él.

Sacudió la cabeza, mientras se percataba de que su parada se acercaba. Agarró la mano de la joven y juntos salieron del metro. Pero aún estaba lloviendo.

William abrió el paraguas y salió del metro, admirando como ella seguía bajo el techo, sin atreverse a andar.

  • ¿por qué no vienes? – Preguntó él mientras ella negaba con la cabeza. - ¿te da miedo el agua? – insistió, mientras ella entristecía un poco más, no sólo por las palabras que él había pronunciado, si no por lo mucho que aquel hombre se parecía a su esposo, William Drake. Él se acercó a ella y le tendió la mano – no hay nada que temer, no voy a dejar que te mojes.

Caminaron hacia su casa, que no estaba lejos del mar, mientras subían las escaleras hacia su apartamento ella se preguntaba una y otra vez si aquello sería buena idea, pues no podía estar tanto tiempo fuera del agua, o la diosa la descubriría.

  • ¿qué ocurre? – Preguntó él cuando hubo abierto la puerta, y la invitaba a entrar, pero ella no lo hacía. - ¿teméis que no sepa comportarme como un caballero? ¿Qué os ultraje como un pirata? – preguntaba divertido, mientras ella le miraba fijamente y con atención, sobre todo al escuchar la palabra “pirata” desde sus labios. – que tenga el nombre de uno no me convierte en uno de ellos.

  • ¿qué? – Preguntó Emily, sin entender las palabras del joven, mientras él sonreía divertido, parecía haber caído en la cuenta de algo.

  • Ah, cierto, que aún no conocéis mi nombre. - reconocía, mientras ella le miraba con interés - Me llamo William, William Drake, y muchos aún siguen preguntándome si tengo relación con el famoso pirata de los siglos…

  • ¿William? – Preguntó Emily sin poder dar crédito a sus oídos ni a sus ojos, no podía ser él, aquello no podía ser verdad, él no podía ser su esposo, ella misma le vio morir. – Debería marcharme. – reconoció asustada, temiendo que aquello fuese un sueño, o una prueba de la diosa.

  • Si os vais ahora no recuperaréis vuestra lágrima. – aseguró él, mientras ella dejaba de pensar en sus cosas y miraba hacia él, de nuevo. - ¿no es esto…? – preguntaba mientras sacaba del bolsillo la pequeña gema esmeralda - ¿… lo que habéis venido a buscar?

  • Hare una excepción – comenzó, mientras él la miraba fijamente – y os la dejaré para que cuidéis de ella. Dejaré de buscar mi última lágrima si cuidas bien de ella…- proseguía, mientras el reía divertido, haciendo que ella perdiese el hilo de lo que estaba diciendo.

  • ¿aún crees en sirenas? – preguntó, adivinando la segunda parte de lo que ella iba a decir, pues su madre le había contado historias de sirenas desde niño, historias donde las sirenas cuidaban de los humanos a través de algo tan mágico como sus lágrimas - Son historias para niños.

  • La lágrima que tienes ahí perteneció a un pirata en antaño. – reveló, haciendo que él dejase de reír y le prestase atención.

  • Se supone que son las sirenas las que lloran lágrimas, no los piratas.

  • Puede que esa lágrima fuese derramada por una sirena, pero fue un pirata el que lo hizo posible, ese pirata era el dueño de las lágrimas.

  • Lo que quieres decir es que esa sirena lloraba por un pirata. Si ese es el caso, debió de ser una idiota al enamorarse de alguien tan ruin como un pirata.

  • Él no era tan malo como todos pensaban, y ella no era tan buena como todos creían.

  • Bueno, ¿vas a entrar, o vamos a seguir debatiendo sobre sirenas y piratas en la puerta? – Preguntó, mientras ella se daba cuenta de algo: aquel hombre no era William, aunque se parecía en su apariencia, no había nada de William dentro de él.

  • Creo que debería irme, se me hace tarde para… - comenzó, mientras él negaba con la cabeza, haciendo que ella dejase de hablar.

  • Aún está lloviendo y tienes miedo a la lluvia.

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