Capítulo 4

El mercado de Camdem Town.

Emily salía a la superficie con aquel extraño atuendo que le había pedido prestado a su buena amiga Tuka, le parecía algo realmente ridículo, pero la diosa no tenía otra cosa de su talla que pudiese dejarle, así que debía de aceptarlo. Llevaba una falda plateada, formada por un montón de brillantina de miles de colores, y algo así como un sujetador en tono verde en la parte de arriba. De su cuello colgaba su particular bolsita, aquella donde tenía guardada sus lágrimas, pues sabía que la única forma de moverse por aquel mundo, sin dinero, era con aquello. Aunque nunca dejaría marchar las de color esmeralda.

Caminó descalza, por la playa, junto a las rocas, admirando aquel bello lugar. Parecía que las cosas habían cambiado bastante, se parecía mucho al lugar al que vivía cuando nada de aquello había pasado, cuando aún no sabía nada sobre el brazalete, cuando era feliz junto a su madre, hermana y tía.

Se encaminó hacia la civilización, que la miraba extrañada por su atuendo, pero pensaban que quizás estuviesen rodando una película cerca, pues no había otra explicación para ello.

Cogió un taxi y le pagó con una de las piedras preciosas que llevaba encima, indicándole la dirección a la que quería ser llevada, el hombre la miró extrañado, pero puesto que pagaba con algo tan valioso como aquello, la llevó hasta donde la joven ansiaba ir.

La ciudad era hermosa, aunque con bastante tráfico, pero era algo realmente digno de ver. Se sentía agradecida de haber sido llevada a aquel lugar.

***

Se bajó del auto y caminó hacia su destino, admirando como la gente la miraba extrañada, pero no le importó, tan sólo tenía una única misión. Levantó la vista, admirando al bueno de Howar, tras un puesto muy bonito, donde había miles de baratijas, joyas preciosas, y algunas piedras de gran valor, y junto a un extraño colgante con forma de V había una bella gema esmeralda que tenía un destello especial. Allí estaba, reconoció, mientras emprendía la marcha.

Ni siquiera se percató de que ya había alguien en aquel puesto interesado por la gema.

  • Esta gema…- comenzó aquel hombre hacia el comerciante, mientras cogía la joya entre sus manos y hacía que la joven temiese volver a perder aquella lágrima - … luce como una lágrima.

  • ¿qué le hace pensar que no lo es? – preguntaba Howar hacia el expectante comprador – Es una lágrima de sirena. – reconocía, mientras el joven le miraba sorprendido por sus palabras.

  • ¿cuánto? – Preguntaba, sacando la cartera, frente al hombre.

  • Son 300 libras

  • ¿300 libras? – se quejó, pero sacó el dinero y lo puso sobre el mostrador – le doy 250 libras.

  • De acuerdo.

Emily miró boquiabierta al hombre que se largaba con su lágrima, mientras le seguía, aún no podía creer que hubiese comprado su lágrima, la gente normal no solía comprar una simple piedra, siempre prefería un anillo o alguna joya con una piedra preciosa.

  • Disculpe – comenzó, intentando que el hombre se detuviese, pero no lo hizo, siguió caminando hacia el metro – disculpe – insistió, un poco más cerca de él, justo cuando se encontraban en las escaleras que bajaban al metro, haciendo que el hombre se diese la vuelta y mirase hacia ella.

  • Me ha confundido con otra persona, es eso ¿verdad? – Preguntaba, mientras sonreía divertido, haciendo que Emily comprendiese que él tenía razón, pues a pesar de que aquel hombre tenía cierto parecido con alguien no podía ser él, estaba muerto, se recordó a sí misma, antes de volver a hablar.

  • La lágrima que ha comprado…- comenzó, intentando hablar con normalidad, pero estaba demasiado afectada como para hacerlo.

  • ¿se encuentra bien? – Preguntó, al percatarse de que la joven parecía a punto de desmayarse.

  • ¿podría venderme la lágrima? – Preguntó, haciendo que el sonriese, al darse cuenta de que ella quería aquello que él acababa de comprar.

  • ¿por qué vendería algo que acabo de comprar? – Preguntó, mientras ella avanzaba hacia él un poco más, aunque sin introducirse en el metro todavía, aun sentía el sol incidiendo sobre ella, aunque las nubes estaban comenzando a taparlo.

  • Le daré tres rubíes – comenzó, mientras se quitaba el bolso del cuello y lo abría, haciendo que el hombre se quedase boquiabierto, al ver tres rubíes sobre su mano.

  • No me interesa – admitió, volviendo a la realidad - me gusta esta.

  • Espere – le detuvo, mientras agarraba su mano, haciendo que el hombre se diese la vuelta, molesto, pues no le gustaba que la gente le tocase. Pero tras mirar hacia sus ojos pareció perder su enfado.

  • ¿por qué insiste tanto en una simple piedra? – Preguntaba el hombre, mientras ella apartaba su mano, preocupada por lo que había sentido. Aquel hombre se parecía tanto a él, a William, pero no podía ser él… no podía….

  • Tiene un significado especial para mí. – admitió, recordando el rostro de su esposo, vestido como un pirata, en su mente, aunque el hombre que tenía delante se le parecía bastante.

  • Para mí también. – insistió, mientras retumbaba el cielo, se veía que de un momento a otro comenzaría la tormenta, lo que asustó a Emily, pues sabía que si se mojaba se convertiría en sirena.

Emily lo miró asustada, sin saber qué hacer ni que decir, mientras él sacaba el paraguas de su maletín, y lo habría frente a ella. La agarró del brazo y tiró de ella, para posicionarla bajo el paraguas, sobre su pecho, justo a tiempo, porque empezó a llover en ese justo instante.

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