La Esencia Robada (Giro En El Tiempo) (4)
La Esencia Robada (Giro En El Tiempo) (4)
Por: kesii87
PREFACIO + CAPÍTULO 1

PREFACIO

La historia de Siren

“Hace mucho, mucho tiempo atrás,

hubo una sirena diferente a todas las demás,

de piel clara y cabellos dorados,

 la más bella de la que de seguro te han hablado,

la favorita por la diosa del mar,

aunque nunca a ella la oiréis nombrar,

la más desobediente y rebelde,

incluso la llegaríais a odiar.

Las reglas del mar deben cumplirse,

a no ser que en como Siren quiera convertirse.

No salir a la superficie sería lo justo,

de lo contrario te llevarías un buen susto.

Siren las normas desobedeció,

y muy duro lo pagó.

La diosa es justa con quien debe serlo

y no la juzguéis a menos que queráis temerlo,

lo que Siren hizo no queráis verlo:

Noche estrellada, luna resplandeciente,

sirenas rebeldes a la superficie vente.

Noche a noche, nada sucedió,

todo parecía tranquilo en el exterior.

¡Oh, pero que triste problemón!

Noche tormentosa ataca a marinero que apesta a ron.

Dioses enfurecidos, vengativos contra aquel fisgón.

Sirenas huyen a casa, pues algo terrible las ahuyentó.

Aunque otra permanece, con preguntas en su mente.

¿Qué clase de humano podría enojar de tal forma a los dioses?

Una tragedia aquella noche debió suceder,

algo que estaba escrito,

algo que nunca llegó a ser,

aquella imberbe sirena que salvó de muerte,

al humano que merecía yacer.

En el mundo de los humanos, existe un sentimiento primario

algo que embauca el alma y la pone en peligro

algo que en nuestro mundo supone un calvario.

Eso que ellos llaman amor,

después de aquel día,

Siren lo padeció.

La diosa furiosa estaba,

dispuesta a castigar aquella a la que idolatraba,

venganza alababa.

Piernas a Siren prometió,

a cambio su esencia entregó,

sus recuerdos con sus piernas desaparecer los volvió,

más, no poder recordar, vulnerable la tornó.

7 días sin hallar aquel al que amó,

pues no recordarlo era su maldición,

desaparecer flotando, burbujeando, fue su perdición.

Unos dicen que murió,

otros que en burbujas de agua se evaporó

y desde los cielos observó,

a aquel al que su alma entregó.

La verdad,

su alma quedó cautiva,

atrapada,

en un destierro del que no podrá jamás escapar,

por haber desobedecido las reglas del mar.

Capítulo 1.

El

alma pura

que

dejó

de existir.

            Sobre las agitadas aguas del mar caribe, un barco pirata navega, doblegando a las olas por las que su capitán desea sobrepasar.

Sobre la cubierta los marineros de aquí a allá van sin cesar, pues el barco a buen puerto deben llevar, tan sólo el capitán parece absorto en sus propios pensamientos, en un lugar al que aún ansía regresar…

Sobre la suave arena de una desierta playa, un joven capitán se encuentra recostado, mientras una joven acaricia su bello rostro, observándolo con cautela, buscando recordar cada detalle de aquel al que los dioses querían muerto, aquel que sin saberlo fue desterrado al mundo de los humanos, obligado a vagar entre los dos mundos, sin poder regresar al lugar en el que fue creado.

Su respiración vuelve a la normalidad, poco a poco, calmando a su salvadora, la cual ha hecho posible que él pueda seguir luchando en aquel mundo cruel, destinado a llevar almas al otro mundo, por toda la eternidad. Odiado por todos los seres celestiales.

Ladeó la cabeza, alarmando a aquella joven, que se asustó en el acto y se echó hacia atrás. Pero antes de haberlo logrado, aquel ser agarró su mano, abriendo los ojos, observando a aquella que tenía delante.

Temerosa de que algo horrible pudiese sucederle, algo parecido a lo que su madre y sus hermanas le habían hablado miles de veces, intentó soltarse. Pero aquel hombre la tenía fuertemente sujeta.

El hombre se enervó, apoyándose sobre su codo izquierdo, sin soltar aún a aquella joven, pues aún no sabía si considerarla amiga o enemiga. Quedando entonces sorprendido al hallar una enorme cola en lugar de sus pies.

Sorprendido. Esta muy sorprendido, pues jamás pensó que una de aquellas criaturas marinas pudiese salvarle alguna vez, ya que era la propia diosa de los mares la que lo quería muerto.

  • ¿por qué? – preguntó con la voz ronca, casi en un susurro, pero la joven pareció escucharle, pues volvió a prestarle atención - ¿por qué …?
  • Toda criatura merece ser salvada – respondió, con una delicada voz que casi parecía de otro mundo. Aquella joven sirena, de tez clara, cabellos dorados como el sol de la mañana, labios rosados y ojos aguamarina, no se parecía a ninguna otra sirena con la que se hubiese topado con anterioridad – incluso un humano – concluyó, mientras él soltaba su agarre, al darse cuenta de que ella era diferente. Su propia mirada se lo decía, la forma en la que ella lo observaba, como si realmente estuviese destinada a hacerlo.

Se marchó entonces, arrastrándose por la arena, para luego sumergirse más y más en las profundidades del océano, dejando a aquel hombre mirando hacia ese lugar.

Esa fue la primera vez que la vio, a esa a la que aún esperaba, a sabiendas de que ella nunca volvería. La diosa se llevó su alma y la separó de él hacía mucho. Hacía mucho que su vida ya no tenía sentido. La diosa del mar había logrado lo que quería, ya fuere de una forma o de otra.

Apretó la madera que había debajo de sus manos, pensando de nuevo en el pasado, en aquel día en el que todo le fue arrebatado, el día en el que un ser tan puro como una sirena dejó este mundo.

Lo sintió en cuanto sucedió, a pesar de que se hallaba en medio del océano, navegando en su navío, percatándose al igual que el resto de los dioses, que un ser puro y bello como lo es una sirena había abandonado el mundo de los vivos. Lo supo en seguida, quién era ella.

El mar rugía furioso, pues una de sus criaturas se ha marchado para no volver jamás, y parece que arremeterá contra todo aquel que haya sido el causante de su muerte.

Un gritó de dolor resonó en aquella revoltosa tarde, un grito que provenía de su propia garganta, haciendo que varios marineros tapasen sus oídos, pues el sonido era tan sumamente insoportable, que parecía que iban a morir en cualquier momento.

La lluvia caía sobre su rostro, mientras él cerraba los ojos, oscureciendo su alma un poco más, intentando buscar algo o a alguien que supiese algo sobre aquel asunto. La encontró entonces, incluso sin moverse aún de su navío. Agamenia.

La sirena se hallaba sentada sobre la playa, derramando valiosas lágrimas que caían sobre la arena en forma de bonitas gemas blancas, que rebotaban y se iban amontonando, una a una. La lluvia nunca llegó a caer sobre ella, pues un extraño manto la cubría por entera, y cuando levantó la vista, extrañada por aquel fenómeno, se percató de que había alguien delante de ella, aunque en cierta forma él no estuviese allí.

  • No temas – aseguró, agachándose junto a ella – no voy a hacerte daño.
  • ¿Por qué la lluvia se ha detenido? – preguntó mirando alrededor, percatándose de que parecía como si el tiempo se hubiese detenido, pues las gotas de lluvia seguían a su alrededor, a punto de caer, pero sin hacerlo aún.
  • No tenemos tiempo para hablar sobre esto – se quejaba él, mirando hacia el mar – necesito que me hables sobre algo que quiero saber.
  • Ni siquiera debería estar aquí hablando con vos – espetaba la joven, al darse cuenta de que la diosa podría regañarla en cualquier momento. No debía hablar con humanos, y menos con él.
  • No temas, la diosa del mar no puede escucharnos si estamos aquí – respondía este, con naturalidad.
  • ¿Quién eres? ¿Cómo conoces a la diosa?
  • De nuevo demasiadas preguntas para responder en el poco tiempo del que disponemos – le cortó él, sin intención alguna de contestar a sus preguntas - ¿Dónde está Siren? Eso es lo único que he venido a preguntar.
  • Ella hizo un trato con la diosa – comenzó la joven, mirando hacia abajo, jugando con sus lágrimas, removiéndolas, justo antes de proseguir – la convirtió en humana por 7 días – proseguía, tirando algunas al mar – A cambio ella entregó su esencia, sin darse cuenta que con ello también dejaría sus recuerdos atrás.
  • Entiendo… - se percató el hombre, al darse cuenta de que era lo que había sucedido con aquella muchacha que la salvó de morir ahogado – la diosa y sus duras lecciones.
  • Un alma no puede vivir mucho tiempo sin su esencia – aseguraba la pequeña sirenita – sólo puede sobrevivir con magia.
  • ¿Dónde está ella ahora?
  • Se ha marchado – contestó, dejando escapar algunas lágrimas más al darse cuenta de que era cierto. Y sabía que nunca volvería a ver a su hermana favorita – Debía conseguir un beso de amor verdadero, o de lo contrario desaparecería, se convertiría en burbujas.
  • ¡No! – negó, sin poder creer aquellas palabras. Tenía que encontrar algo para traerla de vuelta, algo lo bastante sólido cómo para poder llevarlo a cabo – Un alma no puede desaparecer sin más, sólo puede ser atrapada.
  • Ella hizo un trato, entregó su vida a cambio de poder ser humana durante siete días, para buscaros a vos. En este momento tan sólo nos queda aprender de nuestros errores, tomar esto como un aviso, de que no podemos involucrarnos con los humanos.
  • Yo no soy humano – respondió, justo antes de desaparecer, haciendo que la lluvia volviese a caer como debía hacerlo.

Aún recordaba las palabras de aquel Dios, esa que le había dicho tan sólo unos días antes, en lo alto de aquel árbol, el árbol de la vida. No podía ser tan sólo un truco para confundirlo, tenía que ser real, pues de lo contrario la diosa del mar no se hubiese enfadado tanto.

“Aún está viva” “Está atrapada”

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