Capítulo 5 – Quiéreme.

Kevin seguía en casa de su amigo, este había sido tan amable de cederle el cuarto de invitados, pues desde que ella se había marchado, unos años atrás, había decidido vivir sólo, alejado de nuevo, de sus padres.

Se sentó sobre el escritorio de la habitación, dándole la espalda a las maravillosas vistas que se veían desde el gran ventanal que había en la estancia, donde se podía vislumbrar la hermosa de la ciudad nocturna, y abrió el pequeño ordenador portátil que había traído consigo, pues debía comunicarse con su superior y rellenar algunos documentos relacionados con el trabajo.

Apenas se había encendido la pantalla del escritorio cuando vislumbró algo que le sacó de sus pensamientos sobre informes y e-mails, una carpeta con las fotos que nos hicimos en Boston, eso fue lo que llamó su atención.

Se echó hacia atrás en la silla, incapaz de abrir esa carpeta, cerrando los ojos, molesto, para luego agarrarse la barbilla con la mano izquierda, acariciándola, abriendo los ojos de golpe, para mirar de nuevo a la pantalla del ordenador, levantando su otra mano para dirigirla al portátil de nuevo.

Necesitaba verlas, aunque sabía que eso volvería a traerle dolor.

La primera foto que se mostró fue una de mí durmiendo, que me había echo a traición, por lo que no pudo evitar sonreír divertido al verme dormir como su fuese un ángel. Pasó a la segunda, ensanchando la sonrisa un poco más, al percatarse de que en esa foto estaba completamente desnuda, descansando sobre su cama, seguramente justo después de hacer el amor, de nuevo había capturado aquella imagen sin que me diese cuenta. En la tercera foto se detuvo, incapaz de poder seguir viendo aquellas fotografías, pues acababa de descubrir una en la que salíamos los dos, sonriendo hacia la cámara, en el parque.

Ya nunca volvería a aquel momento, nunca volvería a verme sonreír de aquella forma, y eso lo destrozaba por dentro.

Han Tae Sang entró en ese justo instante por la puerta, provocando que su amigo cerrase la pantalla del ordenador y mirase hacia el punto en el que se encontraba, con el corazón a mil por hora.

- ¿estabas viendo porno? – Preguntó con curiosidad entrando en la habitación.

- He tomado una decisión – comenzó, ignorando la pregunta de su amigo – iré contigo a Londres, yo te llevaré a casa de Lyan.

- Kevin... - se quejó, dejando claro que no estaba de acuerdo con su decisión - ... no creo que sea buena idea que te presentes allí después de ...

- Ella no me verá – aseguró, totalmente convencido, lo cual era extraño, pues hace unas horas había estado totalmente destrozado y juraba que jamás volvería a presentarse frente a ella – me quedaré esperándote en el coche.

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Han Tae Sang vino a visitarme una semana después, asegurando que mi hermana Lyan le había llamado para que viniese a verme, y fue toda una suerte que ella estuviese trabajando, pues si no hubiese sido así su mentira habría caído por su propio peso. Prometía que podía ayudarme, que quería hacerme sentir mejor, pero yo sabía que nadie podría volver a ayudarme jamás.

Aún despertaba en las noches, muerta de dolor al recordar que él ya no estaba en mi vida, que David había tocado mi cuerpo y él nunca volvería a hacerlo, nunca volvería a mirarme de la forma en lo que lo hacía, nunca volvería...

A veces, me sorprendía a mí misma cuando rogaba a Dios que él volviese a por mí, que me quisiese, que me protegiese, que me curase, pero al recordar su desliz mi corazón dolía de nuevo.

Incluso me obligué a mí misma a perdonarle si podía volver a tenerle a mi lado, aun sabiendo el daño que eso podría hacerme.

- Tengo que confesarte algo – comenzó, mientras tomábamos un té en la cocina, tras un largo rato en silencio – Kevin estuvo en mi casa.

- No quiero hablar de él – le espeté, provocando que él me mirase sorprendido, percatándose de que su amigo tenía razón, lo había estropeado conmigo.

- Me hizo prometer que cuidaría de ti... - me comunicó, haciendo que comprendiese la situación, él había ido a suplicarle a su amigo con el que apenas se hablaba... sólo por mí.

- ¿Dónde está él? – pregunté, sin apenas darme cuenta de ello.

- Está fuera – aclaró, haciendo que mirase hacia él sin comprender – me ha traído en el coche y se ha quedado a esperarme... - proseguía, observando cómo me levantaba de la mesa y salía de la cocina, sin previo aviso, mientras le escuchaba decir aquello último - ... no creo que sea una buena idea que...

Abrí la puerta de la calle y salí al exterior, mirando hacia todas partes, escudriñando la calle con la mirada, percatándome de que Tae Sang decía la verdad, pues frente a mi casa había un coche.

Se bajó del auto, confuso, observando como llegaba hasta él, totalmente enfadada porque hubiese mandado a su amigo a sanarme, en vez de hacerlo él. Pero entonces recordé que él no podía sanarme, él no podía quedarse a mi lado, porque se había acostado con otra.

Mis lágrimas salieron en ese justo instante, provocando que él bajase la cabeza, derrotado.

- Dijiste que cuidarías de mí – le espeté, totalmente atormentada por aquello – dijiste que me amabas – proseguía, logrando que él levantase la cabeza y mirase hacia mí, observando cómo le temblaba el labio, mientras sus lágrimas caían. Estaba llorando frente a mí, de la misma forma en la que yo lo hacía – dijiste que nunca te acostarías con otra mientras estuvieras conmigo – le espeté, dolida, llegando hasta él, levantando la mano para pegarle – dijiste que me protegerías... - proseguía, mientras le daba puñetazos en el pecho, mientras él dejaba que lo hiciese, totalmente avergonzado por lo que había hecho.

Dejé de hacerlo tan pronto como me di cuenta de que aquello no servía de nada, el dolor no se marcharía, aunque le hiciese daño físico, y sospechaba que esos golpes ni siquiera le causaban daño alguno. Me detuve, incapaz de poder mover las manos de su pecho, provocando que él me abrazase con fuerza, intentando calmarme, intentando que dejase de golpearle, a pesar de que ya había parado.

- Lo siento – se disculpaba, mientras le abrazaba con fuerza, aferrándome a su espalda, al mismo tiempo que mi llanto salía al exterior y él besaba mi cabeza con amor.

Acarició mi cabello, despacio, para luego bajar la cabeza hasta mi cuello, provocando que mi llanto se calmase, al sentir su respiración pausada sobre mi oído.

- Sólo quería verte – aseguró entre susurros, provocando que olvidase mi dolor y me quedase cautivada por sus palabras y por la forma tan sensual que tenía de decirlas – aunque fuese desde aquí, aunque tú no pudieses verme.

Me separé de él despacio, secando mis lágrimas con la mano, mirando hacia él con cautela, quedando embobada al verle, ni siquiera podía recordar el motivo por el que no podíamos estar juntos, tan sólo quería aferrarme a él por el resto de mi vida.

- Hace frío aquí fuera – comenzó, percatándose de que no llevaba puesta la chaqueta – deberías entrar.

- ¿Fue real? – pregunté con un nudo en mi estómago, provocando que él me mirase sin comprender – lo que sentiste por mí ...

- Es lo más real que he sentido, Ana – aseguró, totalmente seguro de sus palabras. Era increíble verle tan seguro sobre lo que sentía por mí, pues él siempre solía tener mil dudas al respecto, pero en aquella ocasión no había ni un atisbo de duda en sus palabras.

- Pero se ha terminado – reconocí, atemorizada, mientras el levantaba mi rostro y me obligaba a mirarle.

- He vuelto a estropearlo contigo...

- ¿Por qué tuviste que acostarte con ella? – Pregunté, molesta, aunque ya sabía que él no fue culpable de todo, él había estado muy ebrio cuando lo hizo.

- Estaba muy borracho, Ana - se quejó, mientras yo sentía como mi corazón dolía de nuevo – y muy caliente, verte tocarte en aquel juego me dejó totalmente...

- Ese juego fue una idiot...

- Subí y me di un baño – interrumpió - me imaginé que estabas allí, tocándote para mí y me toqué pensando en ello – me aseguró, provocando que le mirase con atención al escucharle decir aquellas palabras – entonces entró ella. Estaba tan borracho que apenas me di cuenta cuando se metió en la bañera conmigo, apenas me di cuenta de lo que estaba sucediendo, estaba muy borracho de alcohol y también de ti, tanto que apenas me daba cuenta de que no eras tú.

- ¿pensaste que era yo? – Pregunté sorprendida por sus palabras.

- No todo el tiempo – aseguró – a veces tenía momentos de lucidez en los que intentaba apartarla, pero ...

- Bebimos demasiado – aclaré, recordando cómo me había sentido con David, había sentido exactamente lo mismo, con la única diferencia de que yo al fin había despertado de ese trance y había corrido a buscarle a él – me pasó lo mismo cuando David me tocó.

- David no volverá a tocarte – aseguró, molesto, de que volviese a nombrar a ese canalla que tanto daño me había echo.

- Ya no puedo confiar en ti – le dije, provocando que él mirase hacia mis ojos, con detenimiento – me engañaste con otra cuando prometiste que no lo harías.

- Lo sé – declaró él, limpiando las lágrimas que acababan de caer de mi ojo derecho.

Agarré su mano y besé la palma de su mano despacio, mientras él me miraba con detenimiento.

- Deseaba que fueras tú – declaré – quién estuviese en esa habitación conmigo... deseé que vinieras a salvarme... pero no lo hiciste.

- Ana...

- Fue el momento más duro de toda mi vida Kevin, y logré huir de él, como pude, logré escapar mientras tú... Jamás podré perdonarte lo que hiciste, necesitaba que estuvieras ahí, que me protegieras, que ... cuidaras de mí, pero ...

- Ana...

- Aunque quiera aferrarme a ti no puedo hacerlo Kevin, aunque no estar cerca de ti me destroce... no puedo quedarme a tu lado.

- Lo sé – aseguró, con lágrimas en los ojos, mientras mis lágrimas volvían a salir – no – rogó, limpiándolas – no llores – imploró – me iré, no volverás a verme y ...

- No quiero que te vayas –le imploré, mientras mis lágrimas volvían a salir y él me apretaba contra su pecho, incapaz de dejarme ir, incapaz de alejarse de mí – sé que soy una egoísta - le dije – aun sabiendo que no podré perdonarte yo ...

- No me iré a ninguna parte – me aseguró, mientras yo me aferraba a su espalda – me quedaré, aunque sólo necesites a un amigo.

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