Pt. 3

Un par de horas atrás...

—Azriel— Llamó la chica bajita de nombre Alicia con sonrisa en boca, dejando las llaves del departamento colgadas en el gancho de la entrada. —¿Aun no despierta?— Se preguntó al no ver a su amigo en ningún lado, por lo que no le quedo de otra que ir hasta la habitación de este, y ahí lo encontró, aun envuelto entre las sábanas, —Azriel, hora de despertar—. Se ocupó de abrir las cantinas y entonces los rayos de sol ya estaban sobre sobre el dormilón de su amigo.

—Cinco minutos más...— Balbuceó Azriel, ocultando su cabeza debajo de las almohadas.

Alicia puso las manos sobre sus caderas, y quiso ser seria pero simplemente no pudo, no con este chico. Suspiró y le informó, —Compre tus donas favoritas, y café— Ella no pudo no hacer aquello, le gustaba mimar a su amigo, era como tener una pequeña mascota.

—Alice— Su voz salió gagosa y casi en regaño mientras se desenredaba de las sábanas en sus piernas. Fue torpe, ya que cayó al piso de madera como si de algun saco de papas se tratase. —Auch...— 

Alicia le ayudó a ponerse de pie, y de paso le arregló el cabello —Hoy despertaste con más ondulaciones de lo normal— Se refería al cabello de este, —Y tan suave, yo uso el mismo champo que tú pero no queda como el tuyo, el mío parece paja— Ladeó sus labios, dándose por vencida, otra vez, y concluyendo:—Debe ser genética— Otra vez.

—Alice— Azriel miró a su amiga con párpados entrecerrados, —No trates de escapar— 

—¿Escapar? Claro que no, vamos, el desayuno esta esperándote, y es mejor que te apresures o llegaras tarde al trabajo, te daré un aventón— Ella comenzó a caminar fuera de la habitación, claro que fue seguido.

Azriel resopló, pero no estaba enojado ni nada parecido, la cosa era que:—No es necesario, en serio, no malgastes tu dinero en mi—

—Sabía que volverías a decir eso, y ya detente, Azriel, es solo un café con donas, cualquiera podría comprarlo— Y era tonto, pero Alice a veces se sentía mal por comprarle alguna cosa a Azriel, ya que este se ponía tan triste, lo cual si, era ridículo. Sin embargo se decía a si misma que debía de luchar contra eso, porque cielos, no estaba haciendo nada malo. 

Azriel era demasiado bueno.

—Ahora come y luego ve a darte una ducha, te esperare en el auto—

—No tienes porque-

—Cierra la boca y come— Alicia salió del departamento, en el cual ella no vivía, pero era la mejor amiga de Azriel, así que las explicaciones estaban de más.

Sonriendo en grande, Azriel agradeció por lo bajo y jadeó gustoso ante el dulzor de la dona de chocolate. Él adoraba las cosas dulces, podría estar comiendo solo azúcar por el resto de su vida, pero lamentablemente moriría si hiciera algo así. Y Azriel no quería morir aun, no en los próximos treinta años, él tenía muchas cosas que hacer y aun no había empezado a hacer nada. ¡Pero!, pronto lo haría, solo tenía que trabajar un poco más para conseguir el dinero necesario.

Sonriendo en grande, Azriel saltó de su asiento sintiéndose entusiasmado, y con dona glaseada en boca, él fue hasta su habitación. Al abrir su armario lo único que encontró ordenado era su uniforme de mesero. Terminó de comer su última dona y fue hacia su baño, tomó una rápida ducha, lavo sus diente y rostro, terminó de peinar sus cabellos y por último, se vistió. Todo aquello le tomó unos aproximadamente quince minutos. Fue rápido ya que Alicia le estaba esperando, y no quería hacerle esperar, tampoco quería que llegase tarde a su trabajo por su culpa.

Alicia abrió la puerta del lado del acompañante al ver a su amigo correr hacia ella, —Que rápido—

—No quería causarte problemas—

—Nunca lo haces amigo, hora de irnos— 

...

Azriel fue dejado frente a la cafetería en donde trabajaba, e ingresó a este cuando se despidió de Alicia y le deseó buena suerte, siempre lo hacia, ya que él sabía muy bien lo mucho que su amiga sufría trabajando en aquella empresa. Según ella su jefe era el mismísimo demonio en persona. Y claro, Azriel siempre había pensado que ella exageraba un poco, nadie podía ser tan malo en ese ámbito.

—Hola, Lisa— Saludó Azriel a su compañera de trabajo, ella ya estaba encargándose de bajar las sillas de las mesas. 

—Hey, Azriel, ¿dormiste bien?— Esta ya tenía una mirada picara.

Por suerte él se sentía bien, —Eso estuvo mal, muy mal, Lisa— Aun así no iba a enojarse por una tontería que realmente no causo nada grave.

—¡Lo sé, y lo siento mucho!— Su sonrisa no desaparecía, —Prometo no volver a hacer algo como eso— Puso su mano en su pecho, por encima de su corazón. —No volveré a poner vodka en tu agua, pero amigo, fue increíble saber que nunca habías bebido nada con alcohol, y tú tienes veintidós años, ¡Veintidós!—

Azriel sabía que era algo sorprendente, ya que no había adolecente que no haya probado siquiera una gota de alguna bebida alcohólica. Por suerte la broma de su compañera no fue a mayores, él solo se había sentido un poco mareado y ya, después de todo era más agua que vodka.

—Esta bien— Y fue gracioso, ellos se dieron la mano, como si hubieran cerrado un buen trato con beneficios para ambos. Pero si había un beneficiado, como sea, Azriel retomó su camino, necesitaba terminar de vestirse, ponerse el delantal y su gafete.

Minutos después, la cafetería estaba abriendo, ya eran las ocho. Y cuando Azriel giró el cartel de cerrado a abierto, las personas comenzaron a ingresar, por suerte eran una cafería exitosa. Y Azriel estaba tan contento por ello, puesto que este era su sueño, tener su propia cafetería, ser dueño de una y ser reconocido por lo que ofrecían. Pero bien, Azriel se conformaría con tener clientes contentos.

Volviendo en sí, Azriel fue a atender la mesa tres, la cual estaba rodeado de chicas jóvenes que eran clientes frecuentes. Y él como siempre fue amable y sonriente, amaba su trabajo y a las personas que venían a pasar el rato o tener citas. Era simplemente encantador.

—Su orden estará lista en solo unos minutos— Azriel se retiró, todo embobado por su felicidad, pero fue cuidadoso al dejar el reciente pedido. Él además de ser un entusiasta en el trabajo, era eficiente y atento. Y cuando algo no salía bien, entonces estaría disculpándose de mil maneras. Remediando inmediatamente su error. 

Este era Azriel Cassian, un chico trabajador, soñador, bondadoso, gentil, atento, alguien de buen carácter y humor, eso y más, todas las buenas características se las llevaba él. Y si alguien se atrevía a meterse con él, ese alguien sin duda no tenía ni una pizca de corazón o bondad. Azriel era lo mejor de entre las personas a su alrededor, y tal vez se pudiera decir del mundo. Sonaba exagerado, pero así eran las cosas.

—Hey, chico bonito, para la mesa dos y tres— Le dijo Lisa, interrumpiendo a su compañero de trabajo en su momento de fascinación, cosa que solía ocurrir y realmente no lo entendía.

Azriel ya era un experto en llevar dos bandejas a la vez, hasta tres, por lo cual no tuvo problema alguno en esa tarea. Él era rápido, ágil y flexible; De vez en cuando agradecía el hecho de que una de sus tías lo convenciera para tomar unas muchas clases suyas de danza clásica. Sonriendo ante el recuerdo, Azriel fue dejando lo pedido sobre la mesa, cada pedido a quien le corresponda. Tenía una memoria de delfín.

—Disfrútenlo— Su sonrisa se agrandó, en serio, ¿ya había dicho que amaba su trabajo? Porque así era.

Poco tiempo después, la hora del almuerzo llegó, y como siempre, Azriel se reusó a tomar el descanso debido, siguiendo con el trabajo; cambiando lo que decía la pizarra de afuera y ateniendo a los clientes. Todo estaba yendo bien como siempre, nada pareció cambiar hoy, y eso estaba bien. Azriel se había acostumbrado a esto, y tal vez será un tanto monótono, pero aun así, estaba bien. Todo estaba bajo control.

—Espera Azriel, yo iré a atender esa mesa, el jefe esta preguntando por ti, ve— Lisa no tenía una buena expresión ahora, parecía que algo malo estaría por ocurrir.

Azriel no espero nada grave, y comenzó a pensar muchas razones para que este siendo llamado, uh, ¿estuvo mal dejar el trapo de cocina al alcance del pastelero?... Tocó a la puerta antes de entrar, y no quiso sentirse nervioso, pero un poquito lo estaba.

—Adelante—

—Con permiso— Azriel ingresó por completo, cerrando la puerta detrás suyo de manera calma. —Hola jefe, ¿cómo esta?— Claro, ser cordial siempre era lo primero.

—Muy bien, Azriel, gracias por preguntar— El hombre parecía serio y un poco triste, habló:—Azriel, ¿sabes por qué estas aquí?—

—Uh... ¿Por cambiar el trapo de cocina de lugar? Yo, yo lo creí mucho más conveniente. Lo siento si moleste a alguien con eso— Se inclinó en disculpas, sus manos apegadas a sus costados, parecía un soldado.

Suspirando, el tal jefe comenzó a negar, —No, no es por eso que estas aquí— Dios, esa no sería siquiera una razón para nada. —Mira, seré directo y créeme que lo siento mucho, pero estas despedido— 

Entonces todo se oscureció, Azriel volvió a erguirse, él sinceramente no estaba entendiendo nada. A penas de su boca salieron palabras contadas, estaba en shock y no era para menos. Lo escuchado fue claramente algo de mucho impacto. Le golpeó en todo el rostro.

—Estas despedido— Volvió a decir el hombre.

—¿Por qué...?—

—Estoy reduciendo personal, y tú fuiste una buena opción, uno de tus compañeros habló mal de ti, diciendo que no eras bueno ni con ello ni con los clientes, y que causabas problemas. Como ya sabes yo no estoy en la mayoría del tiempo, por lo cual debo de confiar en lo que me dicen mis empleados. Termina tu turno y vete, te pagare lo que te corresponde— 

¿Hablaron mal de él?... —No, yo no soy malo con nadie, tampoco busco problemas— Estaba comenzando a hiperventilar. Iba a desmayarse en cualquier momento si su situación no cambiaba. —Se lo prometo, nunca le hice nada a nad-

—Puedes retirarte Azriel, ya tome una decisión— El hombre dejó de mirar al chico frente suyo, ya no tenía más que decir, aunque se sintió muy apenado por el muchacho, pero no podía tener un busca problemas en su negocio.  

Azriel fue lento en caminar, fue lento en todo. Pues todo había terminado, y de una mala manera.

—Ten cuidado, ¿qué pasa?, ¿te despidieron acaso?— Este fue Lucas, otro compañero de trabajo, uno que detestaba por alguna razón a Azriel.

Fue él... Azriel no le dijo nada, no era bueno en lo enfrentamientos y mucho menos era bueno en las peleas, además él no se manejaba con esa actitud. No era para nada violento o agresivo. Entonces Azriel siguió trabajando hasta el final, y tal vez él estuviera algo cabizbajo, pero entendible. Había sido injustamente despedido del mejor trabajo del mundo.

Para cuando llegó las cinco de la tarde, Azriel ya estaba tomando sus cosas, dándole una última mirada a toda la cafetería. Él no volvería a estar en este lugar, tampoco como cliente, sería algo muy vergonzoso, supuso mientras sonreía tristemente. 

—Nos vemos, Lisa, se buena con los clientes en mi ausencia— Le dijo y ya estaba recibiendo un abrazo, él escuchó palabras en susurros: "Acabare con ese idiota de Lucas". —No hagas nada, esta bien—

—No lo esta— Lisa se alejó y negó, —Es muy injusto—

Unas cuantas palabras más, y Azriel ya estaba marchándose, pero él no volvió a casa, iba a ser la idea, sin embargo cambió de opinión. Necesitaba despejarse, respirar aire puro y ponerse a pensar. Pensar y volver armar sus planes, ahora él tardaría mucho más en conseguir el dinero necesario para poder pagar los cursos de pastelería, si, él quería empezar por ello.

Caminó hasta que llegó a una plaza, y entonces él comenzó a darle vueltas y vueltas, cansándose luego de dos horas de larga caminata. Era una plaza enorme. Terminó tomando asiento en uno de los bancos de ahí, y el se perdió, manteniendo su mirada en el cielo, el cual pronto comenzó a mostrar sus estrellas y una hermoso luna brillante. Le gustaba contemplar el anochecer. Sentía algo extramente familiar.

Estuvo ahí por horas, no estando atento a lo que sucedía a su alrededor, ni siquiera cuando alguien tomó su mochila y salió corriendo. Solo supo de ello cuando alguien se acercó, luego de unos diez minutos, y se lo dijo.

—Esta es mi suerte— Azriel quería llorar, patalear y hacer que le devuelvan su trabajo y su mochila, pero sabía que ni con ello iba a conseguir aquellas dos cosas. Comenzó a caminar hacia su departamento, aunque ahora no sabía como rayos iba a entrar, pues sus llaves estaban en su reciente mochila robada. Bueno, tenía todo ahí, su identificación, su celular, y el dinero del despido... —Realmente quiero llorar...—

Azriel no lloró, mucho... en su camino a casa, si, iría a pie ya que no tenía ni una sola moneda consigo. Su camino a casa fue silencioso los primeros diez minutos, y los que siguieron también, hasta que escuchó voces. Y una pregunta fue extraña.

"¿Qué te gustaría que hiciera con tu alma?"

Azriel caminó un poco más, ¿una pelea?, él podría ser de ayuda. No mucho, pero...

"¿¡No estas escuchándome!? Voy a matarte maldito bastardo"

Azriel jadeó del susto, él estaba ya viendo todo lo que estaba sucediendo. Luego sus oídos zumbaron. Disparos, muchos disparos. Nadie salió herido. Bueno, alguien se convirtió en cenizas.

Espera... ¿Qué?... Esta vez realmente todo se volvió oscuro para Azriel.

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