Manuela

Entre nosotros el silencio fue casi mortal durante el viaje hacia el consultorio. Una vez llegamos allí, me indico mi lugar y los deberes que debía realizar. Conforme iban pasando los días, advirtió que podían aumentar. De nuestra charla en el auto ninguno de los dos mencionó nada, es como si mis palabras se las hubiera llevado el viento y no llegaron a sus oídos. Me molesta que no sean sinceros conmigo. No debió aceptarme en su casa, solamente porque soy su cuñada, y más ganas me dan de irme lejos. Que nadie sepa donde estoy.

He pasado toda la mañana recibiendo llamadas, programando y cancelando citas de los pacientes del Dr. Ferreira. También he organizado varias carpetas con el historial clínico de cada paciente, y ya me siento algo agitada, supongo que ahora sí bajaré de peso.

— Nicol, podrías buscar el historial en físico de, Diana Quintana, por favor — ordena saliendo de su consultorio.

— Sí, Dr — respondo y me levanto del asiento. Ya me sentía dormido el trasero de tanto estar sentada, entro en su consultorio y escucho cerrar la puerta unos segundos después.

— Aquí están los archivos guardados — cruza por mi lado y abre una puerta al costado derecho; es como un cuarto pequeño —. Recuerda que todo debe estar tanto aquí, como en la computadora. Sé que es algo tedioso, pero es algo que la clínica exige.

— Sí, señor — me encara y desvío la mirada al interior del cuarto. Aún siento la euforia en la cabeza, debido a lo que ocurrió en la mañana —. ¿Algo más?.

— No — suspira y entra. Tomo aire y le sigo para observar el archivador a detalle —. Están clasificados por apellidos. Debe buscar por los dos — enciende la luz y el espacio si que es muy reducido aquí. Prácticamente cuándo vaya a salir, me tiene que tocar.

— Sí, señor.

— ¿Planeas contestar como una grabadora siempre?.

— No, por supuesto que no.

— Eres muy diferente a Aranza.

— Oh ¿hasta ahora te das cuenta? — digo con sarcasmo y niega.

— No me refiero al físico. Eres sincera y muy ruda. Según, eras un ángel en busca de amor.

Rio escandaloso y se cruza de brazos.

— Soy su hermana menor, me ve como un sol.

Sonríe ladeado y siento como mis nervios se adueñan de mi cuerpo.

— Me gustan los solecitos y más cuando  arden con intensidad — trago saliva y desvío la mirada a otro punto que no sean sus ojos.

¿Qué trama diciéndome todo eso?.

— Dr. Ferreira, me deja hacer mi trabajo, por favor.

— ¿Por qué estás nerviosa? — da un paso al frente y retrocedo. Esto se esta poniendo muy raro —. No voy hacerte nada.

— ¿Esta coqueteando conmigo? — le encaro y suelta una risa.

¡Éste imbécil se esta burlando de mí! Pero ya me va a conocer.

— ¿Eso piensas, Nicol? Eres mi cuñada — sonrío ladeado y me acerco de dos pasos a él.

— ¿No crees que esta mal visto que coquetees con tu cuñada? — deslizo mis dedos por su bata hacia arriba y traga saliva —. ¿Acaso quieres jugar un poco, cuñado?.

Relame sus labios y lo miro directamente a los ojos. Se ve algo nervioso.

— Depende del tipo de juego que sea — contesta y no puedo demostrar que su respuesta me descolocó, por mi cabeza están pasando miles de pensamientos impuros —. ¿Te ha comido la lengua el gato, Nicol? — cada que dice mi nombre me pone a temblar.

— ¿Quieres darte cuenta por ti mismo que aún la tengo? — ¿que carajos estoy diciendo?.

— Puedo — no pregunta y me toma desprevenida de la cadera, lleva la otra mano a mi nuca y me pega contra su cuerpo. Mi corazón se acelera y por más que quiero salir corriendo, mis píes no responden.

— ¿Qué haces? — pregunto temblando.

— Asegurándome que tengas la lengua en el lugar correcto — susurra e inclina la cabeza hacia mí. Voy a colapsar si este hombre sigue acercándose tan peligrosamente.

— Quítate, soy la hermana de tu novia ¿Qué m****a te pasa? — lo empujo con algo de fuerza y me aguanta por las muñecas.

— Tú, eso me pasa. Estas provocándome y no entiendo porqué.

— ¿Disculpa? Eres tú él que se la pasa diciendo frases en doble sentido, Ahora resulta que soy yo.

— Sí — afirma.

Que descaro de hombre. Me gira sin darme oportunidad alguna y mi mejilla toca la fría estantería. Me remuevo en sus brazos y me quedo completamente quieta al sentir su paquete rozando mi trasero... y debo decir, que el hombre no esta mal dotado; su bulto se siente duro y grande... Voy a quemarme viva en el maldito infierno, por pensar en el miembro de mi cuñado, el hombre que se va a casar con mi hermana en un par de meses.

— Quítate — suplico con la respiración entrecortada —. Esto no debería estar pasando,  eres...

Se pega más contra mi trasero y jadeo al sentir una culebra casi tratando de esconderse por donde no me entra el sol.

— ¿Ves lo que has provocado? Te dije que te cambiaras esa falda —  susurra en mi oído y aplasto los labios para no gemir —. ¿Cómo te harás cargo?.

— ¿Qué? — rio nerviosa y sus manos se afianzan a mi cadera —. Te recomiendo la Manuela, mi querido amigo. Yo no me haré cargo de absolutamente nada. O fácil, tienes a tu novia, que ella se haga cargo del asuntote que tienes entre tus pantalones.

Logro salir de su agarre y salgo corriendo de ese lugar, con mi corazón saliéndose por mi boca. Bajo las escaleras y recuesto mi cuerpo contra un árbol una vez salgo de la clínica.

¿Qué carajos ha sido eso? Lo bueno de todo, es que el hombre gusta de  las féminas y no batea para el mismo equipo como lo pensé desde un principio.


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