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Rubén entró a la mansión pasada la media noche acompañado de su padre, que le dio una palmada en el hombro apretándoselo un poco en un gesto consolador. Él suspiró y subió las escaleras despacio, sintiéndose cansado, viejo, necesitando urgentemente ser abrazado por su mujer.

La encontró dormida en su cama, obviamente acompañada de Santiago, que estaba extendido en todo el colchón dejando a Emilia en un pequeño rincón. Sonrió y se acercó al niño para alzarlo y llevarlo a otra habitación, presintiendo que a este pequeño le iba a costar un poco dejar de visitar la cama de su madre por las noches.

Emilia se despertó al sentirl

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