35. Sin rendirse

Tuvieron que pasar al menos cuarenta minutos para que alguien diera señales, era esa mujer, con la que él estaba comprometido. Pero si ella estaba saliendo de ese lugar, lo más seguro era que ya estuviera casada con él.

Si yo quería irme tranquila de ahí, necesitaba saberlo. Necesitaba respuestas para poder partir de ahí y decidir si irme con o sin él.

En cuanto la chica arrancó el auto en el que se subió, me escondí por los arbustos para entrar por el jardín.

Conocía ese lugar, cada rincón de ese lugar a decir verdad.

Llegue al jardín por los arbustos, y pude verlo, estaba recargado en el balcón que tantas veces maldije por el dichoso jacuzzi.

―¡Hey! ¡Clover! ―exclamé sin gritar, pues no quería que nadie más se diera cuenta. Fue en vano.

Tuve que buscar la manera de escabullirme y ser lo más escurridiza posible, para lograr llegar a su habitación.

Tantas veces que estuve en ese lugar y en todas esas veces no se me había hecho

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