5. Retardo

Llegué al apartamento tan noche, que Babs y la niña se encontraban dormidas. Encontré en un topper algo de ensalada con surumi. Me senté quitando los zapatos para aventarlos a un lado y busqué galletas horneadas, no podía comer una ensalada sin galletas horneadas.

A pesar del mal rato con el malcriado ese, llegué satisfecha a casa. Pude adelantar en un día lo que era para una semana; una semana de las que ya estaban atrasadas.

Charles me dijo que la señora Costello iría el día siguiente, por lo que esperaba poder verla sin el malcriado de su hijo, lo cual tenía probabilidad nula, ya que el mocoso maleducado seguramente le había avisado del cambio, aunque de igual manera Leonora pudo haberle avisado, era algo de lo que no tenía idea.

Mi noche transcurría tranquila, o eso parecía hasta que una notificación de faceworld me alertó en el teléfono.

No lo podía creer.

Enserio no podía creer semejante atrevimiento que hasta dejé caer el cubierto conteniendo el coraje.

El maldito mocoso había enviado una solicitud de amistad a mi faceworld personal. ¿Cómo lo consiguió? No tenía idea, mucho menos el como había conseguido mi número telefónico… aunque eso, seguramente era más sencillo si lo preguntaba a la agencia.

El caso es que, mi teléfono comenzó a sonar sin parar, por lo que me fastidié y terminé apagando el aparato.

Incluso el hambre se me quitó, así que guardé el tupper y me fui a acostar.

***

―¡Tutti! ―gritó Babs sacándome de un sueño muy bonito donde había “Proyectos bonitos y clientes felices”. Debería hacerlo mi lema oficial.

―¿Qué… qué sucede? ―pregunté aun adormilada.

―¡Estas media hora atrasada! ―Volvió a gritar quitando las cobijas de encima, y resucité.

―¡¿Qué?!

―¿Dónde está tu celular? ¿Olvidaste poner tu despertador? ―cuestionó al tiempo que entre tropiezos y caídas corrí al baño.

―No… no, yo… es que… ―balbuceé metiéndome de golpe a la regadera con Barbs detrás de mi.

―¿Está todo bien, Tutti? ―inquirió preocupada.

―Sí… ―respondí una vez despierta gracias al agua fría―. Tuve que apagar anoche mi celular. Larga historia que te platicare en la noche, te lo prometo. ¿Dónde está Jessi?

―Ya pasó por ella el transporte, y ya me voy. Se cancelaron mis clases hoy por una marcha tonta en la universidad, por lo que pedí horas extra en el trabajo. Es solo que vi tu bolso en el sofá, y me asomé.

―Okey… Gracias, Babs. Me has salvado. Si me doy prisa y salgo en quince minutos con seguridad alcanzo a llegar a tiempo.

―¿Segura?

―Sí. Ve con cuidado.

―Ok. Me voy entonces, y preferiría que no condujeras rápido.

―Vale. Lo prometo.

Terminé de ducharme y me apresuré a vestirme. Ni siquiera me di tiempo para maquillarme o secarme el cabello. Tomé mis cosas repasando que no se me olvidara nada, y bajé corriendo por las escaleras del edificio.

Traté de no exceder el limite de velocidad, porque cuando le prometo algo a Babs suelo cumplirlo.

En el primer semáforo rojo, aproveché para encender mi celular llevándome una sorpresa que me dejó sin palabras. Tenía montones de llamadas, mensajes de texto, mensajes en messapp, y todos del mismo imbécil.

Desplacé los molestos recuadros y me concentré en continuar mi trayecto.

No estaba tan atrasada, solo eran diez minutos de diferencia.

Al llegar me saludó muy animadamente Charles y su equipo. Me disculpé por la tardanza prometiéndoles indemnizarlos por la espera con unas pizzas y gustosamente aceptaron, y sin hacerlos esperar más, me apresuré a abrirles la puerta para que comenzaran a trabajar.

Después de acordar algunos arreglos sobre la supuesta tubería que iría al Jacuzzi, me dirigí a una estancia que sería exclusiva para juegos. Me confirmaron mediante una llamada que ese día llegaría una mesa de billar, así que al menos en ese salón debía estar colocada la alfombra.

Estaba tan entretenida reacomodando unas estatuillas, y algunos libros tipo enciclopedias apilados sobre un escritorio que se encontraba frente al gran ventanal que daba al patio trasero, cuando escuche el golpe de la puerta al cerrarse.

Voltee de inmediato para encontrarme con una indeseada presencia.

―Ay no puede ser ―dije cruzándome de brazos.

―Llegaste tarde ―anunció como si fuera una noticia para mi.

―¿Cómo lo sabes? ―inquirí con ironía―. No estabas aquí cuando llegué, no te consta.

―Por supuesto que sí. Anoche llegué para quedarme. Dormí en mi habitación. La dejaste espectacular, eso te lo reconozco, pero aun no tiene mi Jacuzzi.

―Ojalá cuando te metas a ese jacuzzi se caiga, pero es algo que no creo que pase por que ¡oh! Adivina, te tengo una noticia: soy buena en mi trabajo.

―¿Solo en tu trabajo? ―inquirió sugerente, y eso me molestó.

―Que fastidioso eres. ¿Porqué no te retiras y me dejas trabajar?

―No respondiste a mis llamadas, ni viste mis mensajes, tampoco aceptaste mi solicitud. ¿Escondes algo, Rainbow? Eso fue muy grosero de tu parte.

―¿Disculpa? ―cuestioné ofendida―. ¿Cómo me llamaste?

―Rainbow. Es ingenioso ―dijo con soberbia, una que ya empezaba a detestar―, ¿verdad?

―Para empezar, eso que hiciste se llama acoso, y es un delito.

―Pudiste bloquearme, no lo hiciste. ¿Te digo por qué?

―Eres un demente.

―En el fondo quieres que lo haga. Así que déjate de rodeos y acepta mi solicitud de amistad. ¿O tu novio no te deja?

―Mi vida personal no le compete, joven ―enfatice con desespero, pero conteniendo la ira.

―¿Ves que se escucha más bonito así? En fin. Tengo que irme, mi madre ya llegó y está preguntando por ti.

―¿Ya está aquí? ―pregunté mas para mí que para él, pero el imbécil creyó que lo estaba tomando en cuenta.

―Eso dije ―No le respondí nada y me encaminé golpeándolo con mi hombro con toda la intención de hacerlo al pasar a su costado.

Era increíble que ese hijo de papis lograra en cuestión de segundos malhumorar mi genio.

No veía a la señora Costello por ningún lado, así que le pregunté a Charles y me envió a la cocina.

Fue ahí que tuve la primera visión de esa mujer.

Era la elegancia en persona. Debo admitir que en el instante dudé que se tratara de la madre de ese maleducado acosador, pero no descartaba alguna opción como la adopción, por ejemplo. Ella no tenía una sola pizca de parecido a ese imbécil excepto el color de sus ojos, del resto nada; ella era de tez morena, y su cabello negro lucía espectacular con un corte combinado entre pixie y garcon, ni siquiera los mechones rojizos que entre salían de su fleco degrafilado le hacían desaliñar ese porte imponente, al contrario… contrastaban a la perfección.

―Buenos días, ¿señora Costello? ―saludé segura de mi fortaleza, porque no saldría corriendo como Esteban, ese puesto de supervisora tenía que ser mío, era mi meta.

―Buenos días ―respondió regresándome el saludo, con una expresión en su cara que por poco me hacía agachar la cabeza; y es que como que sí infundía algo de miedo―. Así que tú eres la chica supuestamente competente que Leonora envió a hacer el trabajo.

―Así es. Evelyn Todd. Es un placer conocerla.

―Por supuesto que es un placer, querida ―destacó con la misma soberbia que su hijo―. Sería raro si alguien no lo tuviera. He venido a revisar personalmente los avances. Supongo que el otro empelado te puso al tanto.

―Así es, señora Costello. Si me acompaña, le puedo mostrar los avances que se lograron el día de ayer. De esa manera estaría respondiendo a todas sus dudas e inquietudes.

―Por supuesto ―Aceptó dedicándome una mirada de superioridad, y caminamos hacia la parte del lobby en el ala este.

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