2. La venta más importante

Llegué al hospital con un pequeño ramo de flores para visitar a Esteban. Bueno no era tanto la visita, pero prefería que me explicara en persona los detalles.

Cuando la enfermera me indicó por cual pasillo ir y el numero de habitación, me advirtió que el paciente tenía descrito su alergia al polen. Miré mi ramito de flores con tristeza y se las regalé a ella.

Al llegar a la habitación se encontraba abierta, había una enfermera dentro revisando sus signos vitales, y me limité a tocar con el puño sobre la madera.

―¿Evelyn? ―inquirió con sorpresa; supongo que no me esperaba.

―Hola ―saludé entrando al tiempo que me hacía señas con su mano; la que no tenía tubos ni agujas intravenosas, para acercarme a él.

―¿Qué haces aquí? ―quiso saber intrigado―. ¿Te envió Leonora?

―No, no para nada. Yo quise venir a ver como estabas. ¿Te encuentras mejor?

―Sí, claro. Fue algo muy extraño lo que sucedió ―dijo para después hacer una mueca de dolor; creo que la enfermera lo lastimó al cambiar el catéter del suero―. Pues anoche que iba hacia mi casa, un perrito iba siguiendo a un ciclista, el chico estaba tan concentrado en que el perro no lo mordiera por lo que topó con un camión, y este al sentir el golpe a su costado frenó fuerte por lo que el coche que venía detrás del camión se estrelló con éste.

―¿Y a ti cual de los tres te atropelló?

―Ninguno ―dijo dejándome con cara de poquer, incluso la enfermera volteó a verlo con la misma expresión.

―¿Cómo te lesionaste? ―cuestioné con curiosidad.

―Pues el perro al ver el choque corrió hacia mi e instintivamente salí huyendo del can, pero había una alcantarilla abierta y caí por ella.

―¿Es enserio? ―No podía creerlo, entendí a la perfección porque Leonora no dio más detalles.

¿Quién corre hacia donde hay una alcantarilla abierta?

―Todo fue tan extraño ―continuó, la enfermera negó con la cabeza incrédula y salió de la habitación.

―Bastante extraño ―coincidí.

―¿Entonces? ¿Leonora te dijo sobre la residencia?

―Ehm, sí. Iba a llamarte, pero quería saber como estabas y si se podía que me dieras instrucciones directamente.

―Perfecto. Le dije a Leonora que no se iba a arrepentir ―confesó.

―¿Tú me recomendaste?

―Sí. El otro día vi tus diseños ―explicó―, los olvidaste en tu escritorio. Ya eran como las once, algo tarde y sentí curiosidad.

―Pues, gracias ―lo dije honestamente que ni siquiera me importó el que haya abierto mi carpeta invadiendo mi privacidad, eso fue halagador.

―Espero que no te moleste mi confesión.

―No, no, para nada. Tranquilo. ¿Siempre te vas tan noche de la agencia?

―Ehm… bueno… algo así. En fin, sin salirnos del tema. Escucha, en mi oficina encontrarás la carpeta con toda la información que necesitas. Sería mucho mejor si vas y te la llevas a casa para que la estudies, y no dejes pasar ni un solo detalle. Mañana debes ir a la residencia para comenzar a supervisar todo.

»La clienta se llama: Isabel Costello, es una mujer muy importante a la que no deberíamos quedarle mal porque es una venta noventa por ciento asegurada y la más importante de todas las que hay ahora en la empresa. El contrato de preventa menciona que ya solo nos quedan dos mes para que la residencia quede remodelada y sin fallas en tuberías de agua o electricidad. Esta señora se presentará cada tres días a verificar que se esté realizando las cosas como ella pidió, y debes tomar en cuenta que el contrato está sujeto a cambios sin previo aviso por parte del cliente, es decir que, si no le gusta alguna de sus ideas y decide cambiarla de último momento, debes hacer los cambios que te pida.

―No entiendo para que contrató entonces los servicios de la compañía, si ella es la que decide que se hace y que no.

―Isabel Costello, es ese tipo de mujer a la que no le puedes cuestionar ese tipo de cosas. La venta es principalmente la propiedad, la remodelación y el resto es el servicio por el que está pagando pero bajo sus clausulas las cuales dicen que no hay cambios sin su aprobación.

―¿Puedo sugerirle algo, si se diera la oportunidad?

―Puedes, sí. Pero ten en cuenta que es una mujer muy exigente que da miedo.

―Ok. Puedo lidiar con Leonora, ¿puede existir alguien peor en cuanto a exigencias? ―dije bromeando, pero el rostro inexpresivo de Esteban me hizo preocuparme un poco.

―Evelyn, te repito que esta venta es de momento la mas grande que hay en la empresa, por sobre todas las demás. Si Leonora te sonríe por concretar este contrato, tienes asegurado un ascenso como supervisora general en el departamento de diseño de interiores.

―Eso… eso suena bastante genial ―mencioné con ojitos de cristal.

―Bien, Evelyn. En esa chaqueta de allá ―indicó señalando con el dedo índice de su mano sin intervenciones, su ropa doblada encima de un sofá dentro de la habitación―. Están las llaves de mi oficina. Tómalas y busca la carpeta. Junto a ella hay un sobre amarillo, encontrarás una usb y algunas muestras de color tapiz que falta por definir en la estancia principal. Deberás tomar el auto de la empresa para que te muevas con facilidad.

―Oh, genial. Me regreso ahora mismo a la oficina y me pongo a trabajar.

―Vale, no dejes que te sigan los perros ―bromeó.

―Descuida, no pasará. Recupérate pronto, Esteban y gracias por esta oportunidad.

―Bah… no es nada ―mencionó mucho más tranquilo.

Así que regresé a la agencia, tomé la carpeta y el sobre de su oficina y me encaminé al piso de la oficina de Leonora. Quería saber como iba con el trabajo la nueva, y al menos no la encontré con un ataque de pánico o estrés.

Me retiré contenta al apartamento pensando en que mi día de suerte había cambiado a mi favor.

Que ingenua fui…

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