Capítulo 4

Natalia vio a Leonardo salir de la habitación después de dejarla sobre la cama. Todo parecía aún muy confuso en su mente. No quería estar allí, pero tampoco sabía a donde ir.

—Esto es un desastre —murmuró.

Su vista vagó por la habitación en la que se encontraba. Era muy bonita y estaba amueblada por completo. Ella se sentía fuera de lugar allí, como si no perteneciera.

Nunca había estado en una habitación parecida. Su actual vivienda era un departamento minúsculo que fácilmente podía caber en esa habitación. Siempre había soñado con tener un lugar propio y que fuera la mitad de hermoso que ese lugar. Maurizio le había dicho que con el dinero que ambos estaban juntando pronto se comprarían una casa. Pero ahora ni siquiera estaba segura de sí todavía le quedaba algo de dinero. Seguro eso también había sido una mentira.

Tan solo el pensar en él la hizo sentir mal de nuevo. Quería poder gritar toda la frustración que sentía. Se preguntó cómo había sido tan ingenua como para confiar en él.

Maurizio había sido su prometido hasta el día anterior. Natalia lo había conocido mientras trabajaba en una cafetería. Él aparentó ser un hombre encantador y se portó siempre con educación. Durante casi una semana ella lo había visto todos los y en una ocasión la había invitado a salir con él. Ella lo había rechazado esa vez al igual que las siguientes veces que él le preguntó volvió a preguntarle.

Después de casi un par de semanas en la misma situación, por fin decidió aceptar. Él parecía un sujeto decente y ella casi nunca salía a divertirse. Aunque no se sentía enamorada de él en ese momento, con el pasar del tiempo había comenzado a sentir afecto.

Maurizio le había contado una triste historia sobre su pasado. Él había dicho que era huérfano y que se había criado en orfanatos y casas de acogida. Le contó como al terminar el colegio él había conseguido una beca para ir a la universidad y que al acabar había fundado su propio negocio, el cual estaba prosperando. Natalia había sentido admiración por él.

El tiempo transcurrió y se fueron conociendo más. En cada cita él la llevaba a conocer diferentes lugares y cuando no estaban juntos él la llamaba para ver cómo estaba. Transcurrió cerca de dos meses antes que él le dijera que se tomaran su relación en serio. Todo en él lo hacía parecer el hombre perfecto, así que aceptó.

Un par de semanas atrás, en su aniversario de un año, él le propuso matrimonio. Natalia no había estado segura, pero creyó que era lo mejor. Él parecía el hombre correcto. Toda su vida se había valido por sí misma y por fin sentía que tenía a alguien con quien contar.

Las cosas parecían estar yendo bien, hasta el día anterior cuando en cuestión de segundos su vida había dado un giro radical.

Ella había estado regresando a su departamento después del trabajo cuando su vista se había posado en un hombre que conocía mejor que a nadie. Maurizio estaba en un restaurante acompañado por otras tres personas. Un señor que guardaba mucho parecido con él y dos mujeres.

Natalia pensó que tal vez era una reunión de negocios, una de la que jamás le había mencionado nada. Intentó no crear historias en su mente y lo estaba logrando hasta que él había besado a la mujer sentado a lado suyo. Al separarse él había mirado a la mujer, como tantas otras veces lo había hecho con ella.

Hasta ese momento no podía entender porque no se había retirado tan pronto como vio el beso. Ella había permanecido petrificada en el mismo lugar. Era como si el tiempo se habría detenido para ella, pero para el resto las cosas siguieran igual

Maurizio alzó la mirada en su dirección como si la hubiera sentido y después de disculparse con el resto había salido. No le pasó desapercibido como había acariciado la mano de la mujer, que tenía un anillo de compromiso en el dedo, al salir.

Ella había caminado en automático hasta la puerta y fue allí donde Maurizio la había tomado del brazo con rudeza jalándola hacia un callejón un poco más adelante.

—Suéltame, me haces daño —había pedido cuando logró recuperarse un poco.

—¿Qué demonios haces aquí? —había preguntado el entre dientes. Nunca lo había visto comportarse de esa manera. Él siempre había sido alguien dulce.

Lo había mirado tratando de descubrir quién era la persona que tenía frente a ella porque no podía reconocerlo. No había nada en él del hombre que creía conocer.

—¿Qué te sucede?

—Vete a casa, hablaremos allí.

Ella se había reído histéricamente ante su orden. Al parecer Maurizio creía que era una completa estúpida que podía seguir manipulando.

 —No, dime ahora que está sucediendo.

Entonces, por primera vez desde que lo conocía, el habló con verdadera honestidad. Le hizo un resumen de quién era en verdad y lo que buscaba de ella.

Resultó que ni era huérfano, ni había logrado nada por su cuenta. Era hijo único de padres acomodados que lo había puesto al mando del negocio familia. Esa no fueron las únicas mentiras que le había contado. El bastardo tenía una novia con la que planeaba casarse dentro de los próximos meses. Natalia había sido para él solo una diversión con la que pensaba terminar en cuanto se aburriese.

Descubrir todo eso fue un impacto. No estaba segura si tenía un letrero en la frente que decía: “lastímenme”, porque eso era lo único que hacían las personas que decían quererla.

Después de contarle toda la verdad él la había mirado con desprecio y había caminado de regreso al restaurante. No miró hacia atrás ni una sola vez.

Le había tomado un tiempo lograr que sus piernas comenzaran a moverse. Había caminado por mucho tiempo sin rumbo. Su mente pérdida en los recuerdos y tratando de descubrir que había hecho para que él la lastimara como lo hizo. Su mente se había desconectado de su cuerpo y solo dio paso tras paso. Ni siquiera había sentido cuando empezó a llover.

Entonces en medio de la noche y con la ropa mojada, alguien le había hablado. Al buscar con la mirada, se había encontrado con el rostro de un hombre. Natalia había intentado responder, pero fue cuando todo se volvió negro.

Después despertó en una casa desconocida y había tratado de levantarse mucho antes de recordar lo sucedido la noche anterior. Un mareo la había azotado tan pronto como se levantó y no tuvo más remedio que volverse a sentar.

Entonces el hombre del día anterior apareció y sus recuerdos habían regresado de golpe. Fue un milagro que no se echara a llorar de nuevo al recordar la traición de Maurizio. Pero al parecer sus lágrimas se habían acabado.

No le dolía tanto el hecho de que había perdido a alguien que quería, sino el que había confiado en Maurizio por tanto tiempo y él solo la había engañado.  

Un año. Un maldito año, era lo que había desperdiciado a lado de un mentiroso. Un dolor en el pecho comenzó a hostigarla de nuevo, pero fingió que no era real. Ignoró la sensación de tristeza y se concentró en su ira.

Maldijo en silencio su estupidez. Su vida era un completo desastre y no parecía que fuera a mejorar. Acababa de ser abandonada, no tenía el suficiente dinero para llegar al fin de mes y como si no fuera poco, estaba en la casa de un desconocido que bien podría ser un psicópata.

Intentó tranquilizarse recordando que el psicópata había llamado al doctor para que la revisara y había cuidado de ella toda la noche. Tal vez no era tan malo como creía.

Se recostó y cerró los ojos, necesitaba de algunos minutos para olvidarse de todo y fingir que su vida estaba bien. Seguro que encontraría una solución a su problema.

La imagen de Leonardo bajo la lluvia le vino a la mente. Él había sido muy considerado en acercarse a verificar si estaba bien. Era seguro que muchas otras personas antes que él, la habían pasado de largo.

La puerta se abrió en ese momento. Natalia abrió los ojos y se encontró con Leonardo, era como si lo hubiera invocado con sus pensamientos.

Tenía que reconocer que era un hombre atractivo. Tenía los cabellos negros, la piel bronceada, los ojos color verde y la mandíbula fuerte. Pero seguro que su carácter era de lo peor.

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