Capítulo 5

Viéndose en el espejo y soltando la cinta de su cabello, Nadia suspiró. Era muy temprano para ir a la cama, y ni hablar de que no tenía un ápice de sueño. Su mente daba tantas vueltas que se obligó a cerrar los ojos, y se detuvo cuando quiso quitar su vestido. Dio varios pasos hacia el balcón de su habitación agradecida por el privilegio de tener una parte del jardín en su vista.

Le haría bien caminar…

Mirando sus pies y sonriendo, se quitó el calzado y abrió la puerta del balcón para ir descalza hacia el césped.

Aspiró el aire limpio, la iluminación en esta parte era menor que los jardines delanteros del palacio, pero incluso la poca luz contrastaba con su estado de ánimo.

—¿Descalza? Pareces una chiquilla de doce años… —el rostro de Nadia se alzó precipitadamente frenándose en seco, antes de chocarse con ese muro de piedra que se titulaba; Kader.

Tuvo mucha vergüenza de estar así frente a él, sus pies estaban descalzos y llenos de grama, y su cabello estaba totalmente suelto como si se fuese a dormir. Cerró sus ojos haciendo una mueca de pena, y luego arrugó los dedos de sus pies juntando sus piernas.

—Pensé que nadie estaba aquí… —se excusó como si tuviese que darle explicaciones, y eso satisfizo más el ego del príncipe.

—¿Por qué no fuiste a cenar? —su pregunta hizo que sus pensamientos la confundieran más.

«¿Realmente estaba aquí por casualidad? ¿O por qué ella no fue a la cena? ¿Quién era ese hombre que cambiaba tanto?»

—No tenía hambre… —respondió mirando hacia todos lados.

—¿O no querías toparte con cierta persona? —los ojos de Nadia se abrieron, entre la impresión y un poco de rabia, pero se obligó a centrar la mirada en él.

—No todo gira a su alrededor, Señor…

Kader torció los ojos y se acercó unos pasos más.

—¿Vamos de nuevo con el “Señor”?

—¿Y no es usted el que pide reverencia cada cinco segundos?, disculpe, pero me confunde. Es necesario que se ponga de acuerdo con lo que desea… —la respiración agitada de su pecho y la intensidad de la mirada del hombre, le dejaron claro que se había pasado de la raya con sus palabras.

Pero estaba un poco harta de esta situación, y no quería dejarse amedrentar más, ya no le importaba mucho si estaba aquí o no, a fin de cuentas, encontrarían un esposo para ella y dejaría este palacio en cualquier momento.

Así que ese hombre debía respetarla, por muy príncipe que fuera.

Todo un mundo de sensaciones se gestó en el estómago de Kader, eso sumado a que había mentido completamente cuando le dijo a aquella damisela, que parecía una niña. Nadia era una pintura irreal delante de sus ojos, su cabello suelto y rojizo combinado con la luz de la luna, la hacían ver como una ilusión. Y sus pies descalzos descubrían lo natural y la autenticidad que jamás había visto en otra mujer.

Pero sus últimas palabras cargadas de cierta irritación aumentaron sus intenciones. Y sin pensarlo dos veces ante el reto que ella misma había lanzado, caminó acortando la distancia que los separaba.

—¿Realmente quieres saber lo que deseo? —su tono fue crudo, pero también estaba cargado de emoción y deseo.

Ella alzó su cabeza para poder encontrarse con sus ojos y al momento en que fue a dar un paso hacia atrás, el brazo de Kader rodeando su cintura, le impidió hacerlo.

—Entonces eres valiente para lanzar un reto, pero le tienes miedo a las consecuencias —dijo el príncipe muy suave, y su aire caliente llegó hasta su rostro provocándole un escalofrío en todo el cuerpo.

—Majestad… ¿Qué está haciendo? —preguntó con miedo, nervios y algo de adrenalina, que era muy desconocida para ella. Su pecho subía y bajaba mientras su boca trataba de controlar la respiración.

Los ojos de Kader estaban posados en sus labios, y no pudo evitar pasar un trago duro ante las inmensas ganas de saber qué se sentiría probarlos. Una sensación muy extraña recorría sus venas en ese instante, es como si estuviera esperando que ese tacto entrara a su organismo, para saciar lo que siempre quiso saciar. Como si toda su vida hubiese esperado por eso.

—Nadia… —susurró cerca de su rostro y por un momento sus ojos se encontraron—. Quiero besarte…

El impacto de las palabras, golpearon su pecho, Nadia estaba perpleja, pero la sensación de estar envuelta en su brazo, el calor de su respiración y la forma en que la estaba mirando, la hacían sentir tan extraña y tan fuera de su cuerpo, que no pudo emitir una palabra, porque ni siquiera pudo tomar más aire en ese momento.

—Solo… quiero probarlos… —le escuchó decir de nuevo y no pudo evitar que sus ojos se cerraran, dominada por esa nube que la envolvió al instante—. Estoy seguro de que…

Kader no terminó la oración, pero su mente registró: “estoy seguro de que después de probarlos se me pasará esta estupidez contigo”, pero en el momento en que sus labios hicieron contacto con los de ella, su mente se puso en blanco.

Los labios de Nadia temblaron inexpertos en su propia boca. De forma lenta apretó su boca contra la de ella, hasta que el aliento salió de él más bien como un suplicio. Su cuerpo se estremeció entero con ese acto tan básico y simple, y ni siquiera se dio cuenta, cuando ya estaba tratando de abrir su boca para succionar su labio superior.

Y sí, allí estaba ese elixir que tanto imaginó, ahora mismo ese líquido invisible comenzó a recorrer su cuerpo, quemando sus venas, y cambiándolas de color. No pudo impedir hacer un sonido gutural cuando consiguió atrapar su labio dentro de su boca. Succionando su sabor. Un sabor único, embriagante… exquisito.

El cuerpo de Nadia temblaba en sus brazos, su misma boca vibraba con la de él, y el hecho de saber y entender que este era su primer beso, y que él era el primer hombre que tocaba de esta forma su cuerpo, hizo que un nuevo sentimiento creciera dentro de su pecho. Estaba seguro de que no quería que nadie probara de esto, no podía permitirlo, era imposible soportar que alguien más lo hiciera.

Aunque no quiso, se separó unos milímetros solo para posicionar su dedo pulgar sobre su labio hinchado, ambas respiraciones chocaban entre sí, pero Nadia no abrió los ojos en ningún momento. Sin poder aguantarlo por mucho tiempo, volvió a unir su boca, y esta vez buscó abrirla para sentir su lengua. Las manos de Nadia apretaron sus brazos como si estuviese a punto de retirarlo de su tacto, rápidamente se apretó contra ella consiguiendo abrir su boca y metiendo su lengua para por fin tocar la suya.

El toque no demoró más de tres segundos, y cuando estaba disfrutando hasta la médula de ese beso, sintió que las manos de Nadia se posicionaron en su pecho para empujarlo.

El chasquido de la separación de sus bocas se impregnó por todo el lugar. Kader evidenció que Nadia estaba abrumada, con las mejillas encendidas y su boca tan roja como no la vio antes. Estaba más hermosa que nunca.

A nada de decirle cualquier estupidez para cubrir lo que había hecho, nada salía de su boca, la verdad era que quería seguir sumergido en ella, y necesitaba tocarla.

—Majestad… por fin lo encuentro —el momento se desvaneció por completo en el instante que una dama de servicio llegó al jardín.

Entonces perdió la mirada de Nadia, porque sus ojos se desviaron hacia la mujer mientras se abrazaba a sí misma.

—¿Qué desea? —preguntó Kader sin despegar los ojos de la pelirroja.

—El rey lo solicita mi señor… me pidió informarle que estaba en la biblioteca esperando por usted.

 —Con permiso… —se precipitó Nadia dando unos pasos apresurados.

Entonces queriendo retenerla, y en medio de su desesperación, lanzó algo que volvía hacerlo como él era.

—Nadia… nada pasó aquí, ¿de acuerdo?

La chica lo observó entre dolida y decepcionada, pero para impresionarlo más ella asintió lento:

—No sé a qué se refiere, Majestad… yo solo salí a caminar —y después de esas palabras ella se fue tan rápido, que Kader no pudo sino soltar un soplido.

—Le avisaré al rey, que mi señor ya ha sido informado —dijo la damisela detrás de él, pero Kader levantó la mano para que se callara.

—Yo mismo iré, puede retirarse.

Dando una última mirada por el balcón cerrado de la habitación de Nadia, Kader se giró y siguió su camino, mientras llevaba sus dedos a los labios, recordando cada segundo de ese fabuloso momento.

Nadia cerró la puerta detrás de sí, mientras su pecho se agitaba arriba y abajo. Colocó las palmas detrás de su cuerpo, sosteniendo la puerta como si esta fuese a caerle encima, y luego se dejó desplomar lentamente hasta llegar al suelo.

«¿Qué había hecho?», su mente martilló duramente al darse cuenta del error que había cometido. «¿Cómo pudo dejar que el príncipe la besara de esa forma?, ¿Cómo pudo mostrarle un poco de vulnerabilidad sabiendo que se aprovecharía de eso más tarde?»

Y la muestra de sus pensamientos se habían hecho realidad, cuando lanzó sus duras palabras dejándole claro que ella había permitido que se aprovechara de ella, y luego la desechara. Pero… ¿En qué estaba pensando?

—Eres una tonta… —se dijo a sí misma mientras se restregó los labios fuertemente y una lágrima rodaba por sus ojos.

Su garganta le dolió sabiendo que era la primera vez que había recibido un beso, la primera vez que un hombre llegó a juntar su cuerpo con el de ella. La primera vez que su cuerpo reaccionó ante un toque masculino.

Se sentía abrumada, y aunque odiaba hacerlo, no dejaba de pensar y recordar en esos labios que la llenaron completa. No podía dejar de sentir su boca sobre la suya, aun cuando ya no estaba.

Se levantó del suelo, y caminó hasta su cama dejándose caer boca abajo, mientras que una que otra lágrima salía de sus ojos.

No puedes pensar en él, Nadia, no puedes…

***

Ella estaba mirando a un punto perdido mientras masticaba un poco de fruta que habían llevado a su habitación. Estaba lista para salir a caminar desde hace rato, pero el saber que podía toparse con Kader, ponía a su cuerpo a temblar.

La luz de la mañana era reconfortante, algunos rayos traspasaban el balcón hasta llegar a sus pies, así que cerró sus ojos tratando de ordenar sus pensamientos, hasta que unos golpes en la puerta y una dama entrando a su habitación, le dijeron que era imposible que eso pasara.

—Señorita… la reina pide su presencia en el salón de visitas.

Nadia asintió y se puso de pie.

—¿Está la reina sola? —preguntó en modo casual.

—No señorita, tenemos la visita de los hermanos Atagül.

Al instante ella recordó de quién se trataba y por el cual venían al palacio. Sabía que Saravi ya tenía fichado al futuro vizconde y a ella tampoco le pareció un mal partido.

Tomando una cinta para su cintura, se apresuró en salir de la habitación, peinando su cabello varias veces con los dedos.

—Lo que quiere el rey es tener a alguien de confianza en el centro de Angkor. Ya sabes no quiere que viaje y…

—Estoy de acuerdo con él —Kader se detuvo a su paso y giró para mirar de frente al viejo Fais—. Sabes que todos aquí queremos tu bienestar ante cualquier trabajo del palacio, y si mi hermano te pide todo esto, es porque te ama.

Fais hizo una mueca graciosa que amplió la sonrisa del príncipe.

—Lo sé. Por eso he dado mi punto bueno a Amin… y es mejor que nos apresuremos para ir al salón, ya hemos demorado demasiado en esta charla de la mañana.

Kader tomó su hombro y luego pasó el brazo por encima del vizconde para continuar caminando hacia el salón, donde habían sido llamados. A pesar de que había gastado una hora con explicaciones de los procedimientos que Fais había arrojado, ahora tenía que gastar un rato más, y lo peor es que debía trabajar con ese hombre desconocido.

Al llegar al salón de visitas, Saravi y Kalil reían junto a dos personas que estaban a sus espaldas. Fais y él llegaron a sus lugares saludando y dando el buen día a todos.

Y aunque Kader quiso pasar de largo, sentarse y hacer silencio para escuchar los discursos, no pudo evitar frenarse al ver sentada allí a una jovencilla, completamente rubia y con los ojos azules. Era hermosa, no se podía negar.

—Hermano… aquí con nosotros, Amin Atagül, y su hermana, la señorita Eysan…

Kader vio como ambos se pusieron de pie con una sonrisa encantadora, y sin esperar un segundo dio un paso hacia la dama para tomar su mano.

—Es un placer. Kader Sabagh…

La chica hizo una reverencia junto con su hermano.

—Somos muy afortunados de estar aquí, majestad —dijo el hombre haciendo que Kader quitara la mirada de la rubia.

Le dio la mano al hombre que era solo unos centímetros más bajo que él, y se dio cuenta de que era bastante delicado en su galantería.

En el momento en que vio que Amin iba a decir algo para elogiarlo, esa voz, esa que cambiaba todo su entorno, resonó en el espacio.

—Buenos días…

Como si fuese en cámara lenta, giró hacia Nadia. Su cara estaba reluciente y sin nada de maquillaje en el rostro. Fresca, hermosa, pero su mirada no estaba posicionada en él.

Así que con la misma pausa fue deslizando hacia donde ella tenía sus ojos puestos, y se detuvo en el hombre que tenía en frente.

En Amin.

«¿Por qué estaba mirándolo a él?, y lo que más lo inquietó, ¿Por qué ese hombre desconocido estaba mirando a Nadia, como si le interesara?»

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