Capítulo 2

Sabía que en cuanto pusiera un pie en mi trabajo, mi jefa me diría un montón de cosas referentes a la responsabilidad y bla bla bla. Ni siquiera habían llegado aún las chicas a las cuales debía maquillar, en cuanto hicieron acto de presencia me puse manos a la obra y en este momento llevo cuatro horas y estoy por terminar a la novia del día de hoy.

Tiene un hermoso cabello azabache y abundante, sus damas de honor se han marchado para vestirse y toda esa cosa, a mí solo me falta aplicar el labial y colocar el velo. Es muy preciosa, su cuerpo es precioso, nada es en exceso y sin embargo se ven tan llamativa. Su vestido es al estilo sirena y no es tan estrambótico como otras a las cuales he sido su estilista.

La puerta se abre, escucho un suspiro, al voltear me doy cuenta de que seguro la señora que está allí parada y con su mano en el pecho es su madre.

–Por favor, nada de lágrimas, la novia no puede arruinar su maquillaje –digo sonriendo, ella asiente y sonríe. – ¿Esta hermosa?

–Preciosa –la novia sonríe, observa a su madre. –He traído el collar –me aparto un poco para que pueda colocárselo. –No puedo creer que el día ha llegado, que tú utilizaras esto que ha pasado de generación en generación.

–Gracias mamá, estoy feliz de que estés aquí a mi lado –ambas se abrazan, aquí estoy yo nuevamente, con un nudo en la garganta al ser partícipe de esto, siempre que la novia se reúne con su madre, todo en mí se vuelve un mar de sentimientos.

– ¡Es hora del velo! –exclamo, ambas sonríen y yo paso a colocárselo.

Se lo acomodo lo más elegante posible, la pequeña tiara resalta y la verdad es que se ve preciosa. Doy por finalizada mi creación, ambas se sienten satisfecha, ordeno mis cosas y me retiro. En un momento vendrán por ella y así disfrutar de su gran día.

– ¡Frida! –la voz de Alaska mi jefa, se escucha detrás de mí. –No me habías contado que habías sido parte del estilismo para las fotografías del House Hunther.

–Ah, eso –continúo caminando por el pasillo, muero de hambre. –Ayude a Mark, estaba en problemas, pero ¿cómo lo sabes? –me detengo volteo a verla.

– ¡Daaa! Lo publicaron en su página web, tu nombre está allí –me toma por sorpresa, eso no me gusta. –Puedes ser muy reconocida Frida, esa gente es de grandes influencias.

–Solo fue un favor Alaska, recibiré mi pago y ya, no pretendo trabajar con ellos, ¿Qué sería de ti sin mí y viceversa? –aunque mi jefa muchos años mayor que yo es un tanto quisquillosa, no puedo dejar a un lado que ella fue quien más apoyo me dio al pedirle trabajo.

–Frida, prométeme, que, si llegas a recibir un contrato con esa gente, dirás que sí.

–Alaska...

–Muñeca, yo más que nadie sabe todos los esfuerzos que has hecho e incluso las aventuras que te has pegado para tener más profesionalidad en este ámbito, así que ya lo sabes, si, si y sí.

Sonrió debido a su insistencia y asiento, aunque sé que haré todo lo contrario, es como lo dije, solo fue un favor. Claro me van a pagar, pero fue un favor, yo me siento a gusto con lo que tengo, sé que trabajar para los Hunther puede ser aún mejor, pero no estoy tan desesperada por tener dinero, estoy bien con lo que Alaska me paga y con mis trabajos extras.

–Iré a comer algo, ¿Habrá más trabajo? –esta niega.

–Tuviste suficiente en estas casi cinco horas, tres damas y la novia, suficiente por hoy, no te esfuerces.

–Bien, entonces nos vemos mañana, ¿Ok?

Alaska me da un corto abrazo, yo me despido de mis demás compañeras y salgo rumbo a comerme algo delicioso y lleno de salsas de todos los tipos. Por este motivo adoro trabajar para el centro estético de Alaska, puedo irme si no hay más trabajo y organizarme con mis cosas.

Después de caminar unos diez minutos por las calles atestadas de Nueva York logro dar con un carro ambulante de hamburguesas y me pido la que viene bañada en queso cheddar y patatas fritas a un lado. Gimo de gusto cada que llevo una a mi boca, me doy un sorbo de mi soda de uva y llevo la hamburguesa ahogada de queso a mi boca.

– ¡Madre de Dios! –exclamo para mi sola.

Quien viera lo que estoy comiendo diría que esto tiene grasa y calorías hasta mas no poder, pero que más calorías y grasa que mi trasero bello. Yo no dejare de disfrutar de lo delicioso que te ofrece la vida y eso es la comida, aparte del sexo claramente, ese es otra de las cosas más apetecibles de la vida, pero en este momento concentrémonos en lo deliciosa que esta mi comida.

De pronto, en cuanto me llevo otra patata a mi boca comienzo a escuchar murmullos, here we go again. Esto no es raro, siempre vivo con ello, pero por cosas tan extrañas de la vida noto que no soy el centro de habladurías, busco con la mirada de que hablan las personas a mi alrededor y de pronto lo que me quedaba de patata en mis dedos, cae sobre mi plato.

¿Qué estoy pagando yo en este momento? ¿Por qué justamente a la hora de mi almuerzo? ¿Por qué camina de ese modo? ¿Por qué de pronto todo a su alrededor se observa en cámara lenta?

– ¡Dios mío! ¡Es Bajhor Hunther!

Un par de chicas chillan detrás de mí, yo observo al papi sexy venir con toda esa jodida aura egocentrista que destila su hermoso y bonito cuerpo. El hombre de ojos grises se detienen justamente delante de mí, yo no le aparto la mirada, es más, tomo la hamburguesa de mi plato y me la llevo a la boca dándole un mordisco a esta, el pelinegro hace un gesto de asco, yo le sonrío.

–Señorita Kayenston –asiento levemente, continúo masticando, le ofrezco la silla frente a mí. –Gracias, muy amable –continúo masticando, trago y me doy un sorbo de mi soda.

–Señor Hunther, que... ¿Sorpresa? –este logra cruzarse de piernas, ¿Porque se ve tan sexy en esa pose tan insignificante? – ¿Y bien?

–No quiero que piense que la estoy persiguiendo ni mucho menos, solo pasaba en mi coche y la vi comerse, eso... –observo mi linda hamburguesa. –Eso tiene tanta...

–Tanta... ¿Tanta que, adonis? –reprimo las ganas de reír por su cara de asco. – ¡Ah ya! ¡Calorías! –exclamo, este asiente. –No tienes idea de lo rico que es morderla y que la salsa se derrame a ambos lados de tu boca, pasar tu dedo índice y chuparlo.

–Señorita Kayenston, que, desagradable.

– ¡Que rico señor Hunther! –este comienza a toser, agita su mano, intenta restarle importancia a lo que yo digo, es divertido ver lo rígido y ermitaño que es. – ¿Y bien? ¿Me trajo mi paga?

–No hago entregas a domicilio –chasqueo y hago puchero.

–Que mal, y yo que quería pedir el número de su delivery... –suspira, reprimo una sonrisa.

–Solo me detuve para decirle que la espero en mi oficina para entregarle el pago.

–Y yo le dije a usted, que por favor me lo envié con mi primo, Mark.

–Yo... Necesito hablar algo con usted y claramente, no pretendo hacerlo en un lugar público y con tantas personas a nuestro alrededor –me inclino hacia adelante, le miro fijo a esos ojitos preciosos de mamá.

– ¿Algo privado? ¿Usted y yo? –sonrío de lado, este espabila y se coloca de pie con prisa.

–La espero en mi oficina, buen... provecho –su gesto no cambia, yo sonrío, tomo una patata frita y la llevo a mi boca.

–Créame –susurro muy bajo, sonrío. –Es mucho mejor que el sushi, señor Hunther.

–Como digas.

Se da media vuelta y retoma el camino de regreso a su coche, yo le observo fijamente, mis ojos caen en ese lindo y redondito culito que tiene, y sonrío.

Puede que le dé una segunda oportunidad debido a que se tomó la molestia de bajar de su coche y hablar conmigo, y puede que Mark tenga razón y no sea del todo un idiota. Pero eso no quiere decir que busque tener una magnífica relación con él, no bajare la guardia con un hombre como él, no con un hombre que calcula cuantas calorías puede haber en un plato de comida, no, yo no merezco un tipo de hombre así en mi vida, ¡Jamás!

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