Capítulo Cuatro.

Las mismas cosas que te detienen, son las que van a levantarte.

Ratón Timoteo. Dumbo

segunda parte

Patrick

El chofer tan joven llama mi atención y al acercarme veo su capota alzada, confirmo que está teniendo problemas. Me estaciono a su lado, si yo no le ayudo, sobre todo en esta parte de la carretera, nadie lo hará hasta la mañana siguiente.

—¿Qué pasó hijo? No es una buena zona para quedar varado. —le comento de manera casual para que no se asuste. Es apenas un muchacho y por la cara que trae, parece no saber nada de autos.

—¡Yo… no tengo la más mínima idea! este es mi primer día con el taxi de papá, me dijo que estaba en perfectas condiciones. Este es mi primer viaje, se supone que tengo que llevarla a algún lugar en las afueras y ella me guiaría. —el chico se encuentra muy nervioso y no creo que pase de los veinte, si no se viera tan desesperado me reiría.

—De acuerdo…

—Alan, mi nombre es Alan Morsse. —me interrumpe para darme su nombre.

—Patrick Galoway —le extiendo mi mano que estrecha con mucho nerviosismo—, déjame echarle un vistazo.

Me asomo al motor del carro, reviso, no se ve nada fuera de lo común hasta que miro dentro de la tapa de compresión y las bujías están negras en su mayoría. Tengo unas cuantas extras en mi camioneta, pero no le servirán.

—Bueno chico, tengo buenas y malas noticias. Las buenas es que no es nada que con un cambio de bujías no se pueda arreglar. Las malas, depende de si tienes el recambio para ellas o no.

El muchacho pone los ojos como platos, tal vez piense que le estoy hablando chino.

—¡Ni siquiera sé qué es eso! Yo solo tenía que hacer las carreras por la ciudad y si tenía algún problema llamar a mi padre. Pero esa mujer me ofreció mucho dinero por este viaje y no quería desperdiciarlo. La radio de la central no funciona en esta zona y mi celular está muerto. —no para de ir de un lado a otro gesticulando nervioso.

—Hagamos una cosa, te llevaré remolcado hasta mi casa, ahí hay señal para los teléfonos, llamaremos a una grúa, lo que de seguro te costara lo que la mujer te pagó, sin embargo, podrás irte.

La cara de felicidad que pone no tiene precio, y a este punto me pregunto, ¿por qué la dichosa pasajera no está formando un escándalo por la situación?

—Voy a acomodar la camioneta para amarrar tu carro. Una pregunta, ¿dónde está tu pasajera? No veo a nadie ahí atrás.

—Sí, sí que esta, después de media hora se durmió, estaba bastante perjudicada por la bebida.

Me quedo conforme con su explicación y me voy a hacer lo que dije. Una vez enganchado y listo para remolcarlo, le doy una señal para que monte en su taxi, de manera que en menos de cinco minutos regresamos a la carretera.

Una hora después cruzamos los portones de mi propiedad Lago Escondido, es un terreno que se extiende por varias hectáreas de tierra fértil, donde cultivo los mejores vegetales y hortalizas orgánicas de todo el Estado, claro no todo el terreno esta cultivado, pero aspiro a que un día lo esté. Lo mejor de mi rancho y por lo cual lleva su nombre, es el lago cristalino y con el agua más dulce que existe, situado a unos pocos metros en la parte trasera de la casa rodeado de una espesa capa de árboles que lo ocultan de la vista, no es hasta que estas a dos pasos de su orilla que logras maravillarte con su vista.

Bajo de la camioneta y desengancho el taxi, el chico con el teléfono en el oído, me hace señas para decirme que habla con su papá. Y la su vez le digo que llamaré a la grúa.

Termino la llamada y Oliver mi vecino, estuvo de acuerdo en venir.

—Papá viene de inmediato, pero necesito que me des la dirección amigo, yo… no tengo idea de dónde estoy.

—Claro, dame tu teléfono y te la anoto. Por cierto, Oliv, el de la grúa ya viene tardará unos diez minutos en llegar. Ahora tendrás que decidir qué hacer con la Bella Durmiente en la parte trasera de tu auto. No estará muy contenta de no haber llegado a su destino. —el chico se tapa la cara y suelta una maldición.

—No lo sé amigo, ella está en algo parecido a un coma etílico. Y ni siquiera recuerdo la dirección que me dio.

—Bueno, veamos si podemos despertarla. —caminamos hasta la parte trasera y una bola de tela blanca llena de brillo, que me hace recordar a la princesa del bar, nos recibe.

Sonrió ante lo loco que es la situación, confieso que la atracción que sentí hacia esa mujer no era normal, pero ni en mis más locos sueños pensé que acabaría a las puertas de mi casa. Se ve más hermosa todavía acurrucada usando su bolso como almohada.

—¡La conozco! —digo mientras me interno en el auto para tratar de despertarla.

—¿En serio? eso sería genial, podría dejarla contigo y cuando se le pase la mona tú le explicas qué fue lo que pasó. —sugiere el chico a mis espaldas, esperanzado por salir del rollo en el que se metió solito.

Y no tengo idea de por qué, pero asumo toda la responsabilidad de hacerme cargo de ella.

—¡Ey, princesa despierta! —le susurro bajito para no asustarla, mientras le acaricio la mejilla con mis nudillos. Parpadea varias veces antes de centrar su vista en mí.

—Oh, mi David, mi estatua particular has venido a rescatarme de nuevo. —dice más fuerte de lo que amerita la cercanía entre nosotros, toca mí rostro y se vuelve a desmallar. No hay caso, esta como una cuba.

Le saco del auto con la ayuda de Alan, ese vestido no es cómodo para nada en absoluto y se rasga en algunas partes. Entre los dos la acomodamos en el sofá mecedora que tenemos en el porche de la casa. En ese instante Oliver, aparece para hacerse cargo del taxi.

Por lo que Alan decide llamar a su padre y encontrarse en el camino. Me despido de ellos y cargo a la princesa noqueada al hombro para así poder subir las escaleras.

—¿Patrick…? ¿Qué es todo ese alboroto? ¡Oh, mi Dios! ¿Secuestraste a una mujer para luego casarte con ella?  —me interroga la voz de mi madre, que suena atronadora en el silencio de la casa.

—Luego te explico mamá, ven y abre la puerta de mi habitación. —replico ante el interrogatorio al que me está sometiendo.

—¡Patrick Conrad Galoway! el señor mi Dios, sabe que en estos últimos años he insistido en que te busques una esposa, pero hijo, ¡estas no son las maneras!

—¡Mamá, por favor, no es el momento! abre la puerta, espérame en la cocina y te responderé todo lo que quieras. —mi tono de voz algo molesto, le da el incentivo que necesita para acatar lo que digo.

Dentro de mi habitación depósito a la princesa en la cama, en casa solo tenemos tres habitaciones, una para mi madre, otra para Abba y la mía, por lo que la mía es la única opción que veo factible. El único inconveniente es que tendré que dormir en el horror hecho sofá. Le quito los zapatos y dejo sus cosas junto a la mesita de noche.

No hay manera de que pueda ponerla más cómoda de lo que esta, por ningún motivo le quitaré ese vestido sé que parece una cámara de tortura, pero no creo tener las fuerzas necesaria para quitárselo y salir de la habitación sin necesitar un baño en el lago a esta hora. Por no decir que me gustan las mujeres activas y cooperando en la cama, la necrofilia no va conmigo. De manera que la cubro con una manta y salgo a enfrentarme a la agente de la C.I.A. que me espera abajo.

No tengo idea de lo que le voy a decir, sin embargo, es mi madre y no le puedo mentir, decir la verdad siempre es la mejor opción, aunque sea la opción más loca e increíble que una mentira. La señora esta instalada con su taza de café humeante en la mesa de la cocina, entro y busco mi propia taza pues creo que me la merezco después de esta noche.

—Es hora de que empieces a hablar hijo, necesito saber si por la mañana llegará la policía a tumbar mi puerta por tus acciones.

—¡Mamá! No seas exagerada, nada d eso va a pasar.

—Y como quieres que no lo crea, Patrick, esa chica trae un vestido de novia, su novio, que estoy segurísima, no eres tú debe estar buscándola, no me digas que exagero.

—De acuerdo mamá, ya déjame hablar y te explico lo que sucedió.

Le suelto la historia y luego de analizar mis palabras se va tranquila a su cama. Mientras tanto, me quedo un rato en la silla, y me golpeo la frente solo de recordar lo incomodo que es el sofá de la sala para dormir.

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