Capítulo Tres.

Las mismas cosas que te detienen, son las que van a levantarte.

Ratón Timoteo. Dumbo

primera parte

Patrick.

Este día estaba siendo una verdadera tortura, conseguir el regalo perfecto para una niña de cinco años no es nada fácil. Una niña obsesionada con las princesas y los cuentos de hadas y por la que daría mi vida por una de sus sonrisas sin dudarlo un instante.

Abba es la mejor hija que cualquier padre pudiera tener, el hecho de pasar más de dos horas en la carretera para recoger y llevar su regalo de cumpleaños no es nada, si así puedo ver la cara que pondrá, cuando su casa de princesas tamaño real, de su tamaño claro, este instalada y lista para usar al despertarse.

La tienda donde la mande a hacer esperó por mí solo para hacer la entrega, no podían llevarla a mi rancho, ahora con todas las cosas y piezas acomodadas en la camioneta, incluso tuve que dejar la portezuela de la cabina abierta para que entrara todo y dejar el colchón para la habitación de princesas al último, que ya casi se me olvidaba. Entro en primer bar que consigo por un trago para relajarme solo un poco antes de seguir mi camino.

El ambiente es agradable, para nada sórdido y justo al entrar mis ojos se desvían hacia una de las mesas, donde una preciosa rubia con un vestido de novia está tomando como camionera junto a una pareja, por lo que puedo distinguir la otra chica podría ser su hermana con el parecido que tienen. Algo debió de salir mal en esa boda, ya que, el otro chico parece ser la pareja de la morena, por ende, la rubia se encuentra sola. La escena me saca una sonrisa, la novia podría fácilmente pasar por una de las princesas de Abba.

Me dispongo a disfrutar de mi trago, mientras la chica que atiende la barra comienza a coquetear conmigo. Típico, es una situación a la que estoy acostumbrado, siempre fui un tipo bien parecido y siempre he llamado la atención femenina, cosa que también me desagrada por completo. Desde que conocí a Madelyn en la secundaria, no tuve ojos ni cabeza para nadie más, ella era mi mundo entero.

Nuestra relación fue un remanso de tranquilidad, el amor nos brotaba por los poros y como era de esperarse nos casamos muy jóvenes, ella diecinueve y yo veinte, estabamos ansiosos por formar una familia, ansiosos y felices, los años pasaban y parecía que ese sueño de familia estaba lejos, cinco años despues, cuando por fin aceptamos que solo seriamos ella y yo, el milagro llamado, Abba, llegó a nuestras vidas, ella es mi cable a tierra. el embarazo fue complicado mucho, al punto de pasar la mayor aprte de este en cama y con varios sustos de por medio.

Desafortunadamente a nuestra historia de amor le faltó tiempo, nuestra planeada vida, larga y maravillosa, llego a su fin con la llegada de Abba. «Problemas durante el parto» me la arrebataron sin darme tiempo a despedirme. Mi pecho arde solo con recordarlo.

De no haber sido por Abba, quizás ahora estaríamos juntos en el cielo. Mi niña necesitaba de un padre, y si su madre no iba a poder estar aquí para ella, yo tenía que armarme de valor y vivir para y por ella. Y eso he hecho, mi hermosa princesa de rulos rubios como su madre, y ojos azules como zafiros, es mi único motor y pensar en mantener una relación con otra mujer, fuera de los encuentros esporádicos y de una noche con cualquier fulana, me es imposible plantearme.

—Salgo dentro de media hora guapo, si quieres podemos vernos fuera.

Niego e intento no ofenderla, al descarto sus insinuaciones para regresar a mis especulaciones de lo que le pudo haber pasado a la novia para estar aquí en esas fachas y con ese dolor que se le ve a leguas.

En un punto a la mitad de mi trago ella se levanta muy tambaleante en dirección al baño, niego con mi cabeza, divertido ante el espectáculo que presenta, parece que no está muy acostumbrada al tomar, la que parece su hermana se encuentra perjudicada tanto así que no pudo levantarse a acompañarla. Me quedo en mi silla a la espera de su regreso.

Después de cierto rato veo que no vuelve a su mesa, cosa que me preocupa de inmediato, dejo mí bebida a un lado y decido levantarme a ver qué le pasó, o por si necesita ayuda, algo en mí me empuja a querer ayudarla. Parezco un idiota acosador, sin embargo, me preocupa la rubia.

A punto de abrir la puerta para cerciorarme que está bien, sale hecha un vendaval con su vestido, que, viéndolo de cerca, parece una carpa por lo ancho de su falda. Sin levantar su mirada para fijarse en nada mas que el suelo tropieza y antes de que caiga la sostengo por su diminuta cintura.

A pesar de lo surrealista de la escena, me quedo atónito al ver su rostro sonrojado por el alcohol, sus ojos de un azul brillante, que me llaman como canto de sirena, su nariz recta y pequeña con unas cuantas pecas, que el maquillaje intentó ocultar en algún momento.

Sus labios son carnosos y sexi, el inferior un poco más grueso que el superior, hacen un conjunto precioso. Me distrae del escrutinio que mantiene con sus manos toqueteando mi abdomen y brazos, lo cual causa una sensación extraña en mí, de… necesidad y protección.

—Con cuidado princesa, creo que tanto polvo de hadas te ha perjudicado. —le digo sin soltarla, no sé por qué, pero siento que no debería dejarla ir.

—¡David! Al parecer no soy la única afectada por el polvo de hadas, pues las estatuas no hablan ni se mueven. —me responde altanera con su preciosa voz, delicada y sutil.

Su repuesta me causa tanta gracia que una carcajada sale sin permiso de mi boca. Hasta yo quedo sorprendido, nadie aparte de Abba ha logrado que vuelva a reír de esta manera.

—Me confundes, no me llamo David.

—Claro que no estoy confundiéndote, eres el David de Miguel Ángel y gracias por evitar que me cayera, David.

Ella se remueve entre mis brazos, sin embargo, ellos se niegan a soltarla, hasta que noto que se encuentra estable. Viéndola ir, continúo riendo por su ocurrencia de compararme con una estatua.

Sentada y segura de vuelta en su mesa, me dirijo a terminar mi trago, solo me tomaré este, el viaje de regreso al rancho es largo y no puedo permitirme ir borracho. Sigo sumido en mis pensamientos mientras me lo termino, le pago a la chica de la barra, quien me pasa el cambio y un papel con su número, tomo ambas cosas y antes de retirarme necesito ir al baño.

Miro en dirección a la mesa de la novia y me sorprende ver que no está, ni sus compañeros. Me encojo de hombros y voy a lo que voy.

Son pasadas ya las diez de la noche, será mejor que me vaya de una vez si quiero llegar a armar la casa para Abba y que los rayos del sol no me agarren en faena. Amo a mi hija, pero se despierta primero que los gallos y con tantas piezas que tiene para armar la bendita casa, de seguro me encontrará antes de que logre terminarla.

La fría noche me golpea fuerte y despeja mi cabeza de lo ocurrido hace un momento, no hay forma de que una cosa así me pase de nuevo en la vida y lo más probable es que nunca vuelva a ver esos hermosos ojos achispados. Niego con la cabeza alejando esos pensamientos, ¿hermosos ojos achispados? Esa cerveza debió estar adulterada, monto mi camioneta y arranco rumbo a casa. Todavía falta un buen  trecho para llegar y sobre todo armar el regalo de mi pequeña niña.

Antes de seguir paso por una cafeteria para pedir el más fuerte que tengan, y algunas golosinas, de esta forma no me dormiré en el transcurso de viaje.

Me encuentro a medio camino, sin saber cómo, paso la ultima hora de carretera perdido en mis pensamientos, unas luces intermitentes de lo que parece ser un… ¿taxi? ¿En serio, un taxi en esta zona y a esta hora?

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