Natasha

Lo fulmino con la mirada mientras lo veo pavonearse lejos con su hijo, el muy engreído cree que es decente pasearse por la casa solo con pantalones de pijama durante todo el día, y ese mocoso ya debería saber caminar, ¿por qué demonios lo llevaban en brazos a todas partes? Suspiro mientras repaso mentalmente mi conversación con Black, tenía que soportar las estúpidas tareas que me impusiera el idiota de "Frank"  hasta que me ascendiera, el trabajo de asistente no era tan malo, tal vez podría ganarme al hombre siendo su asistente personal, en lugar de su niñera, pero era exasperante, incluso la secretaria llamada Sally no me permitía terminar una oración antes de colgar el teléfono diciéndome que no era su problema y que ella cumplió con darme el trabajo, como se le ordenó.

Pues yo podía decirle por dónde meter su orden, así que decidí intentar hablar con el imbécil de ojos azules que se atrevió a llamarme puta, ¿Por qué? Porque necesito el trabajo y le aseguré a mi madre que todo estaba bien, y el tener que pasarme otro mes buscando empleo, no era algo que quiera hacer, entro a la oficina, ya que esperarlo adentro implicará que me escuche, porque se suponía que me entrevistarían para practicante de CEO, no para ser una maldita niñera. Ugh, la oficina es un maldito desastre, ¿es que acaso era un animal? Sacudiendo la cabeza, empecé a acomodar las cosas, solo para intentar aclarar mis pensamientos, mi madre tiene razón, limpiar cuando se está estresado es todo un tratamiento.

- ¿Qué demonios estás haciendo? - el rugido de su voz me hace sobresaltarme mientras termino de organizar su escritorio, algo en su mirada me hace sentir culpable, soy un desastre a veces.

- Limpiando - explico, sin mordacidad, realmente no estoy haciendo nada malo, él me mira como si estuviera loca, al igual que el pequeño engendro que tiene en los brazos

- ¿Por qué? - cuestionó, y parecía sincero.

- Bueno, me contrataron como practicante - empecé - supuse que...

- Largo - me interrumpió, y con eso, encendió mi mal humor ¿es que acaso no sabía escuchar?

- No me pienso ir hasta que me escuches, tú imbécil - dije plantando mis tacones en el suelo, esperaba que me hicieran ver alta, porque me estaban matando, aunque mi intento de ser amenazante no pareció hacer efecto, sonrió

- sabes que no puedes hablarle así a tu jefe ¿verdad?

- Tu...No..Ttss...Arg - gruñí, sintiendo la terrible necesidad de arrancarle la maldita sonrisa con la punta de mi tacón, respira Nath, necesitas las referencias, respira - Lo siento, señor. Pero me temo que tengo dudas sobre mi trabajo aquí.

- Mira, realmente estoy muy ocupado ¿de acuerdo? - dijo amigablemente, antes de llegar a su silla y sentarse, poniendo al pequeño en su regazo - Se supone que no debes estar presente, solo encárgate de mis niños, tengo personal que se encarga de la limpieza, y ¿un traje? Podrías romperte un pie con esas cosas que llevas en los pies - dijo frotándose el puente de la nariz - Tengo que ir a la oficina - gruñó mirando su teléfono - Arregla tus dudas con mi secretaria, yo tengo entrevistas que hacer.

Las semanas pasaron en un lento y monótono ritmo, mi día consistía en asegurarme que los niños estuvieran en los lugares que se suponía que debían estar, alimentarlos, y perseguir a su padre y a su secretaria en un intento de que vieran mi currículo, que siempre acababa en mis manos con una mirada molesta, o ignorado por completo.

Llevaba casi un mes trabajando para el molesto de Frank, y ya que tenía los fines de semana libre, me dediqué por completo a volver a mudarme, conseguir un apartamento fue bastante sencillo luego de la primera semana, así que allí estaba yo, en medio de un montón de cajas, y decidiendo cual sería la mejor manera de poner todos mis muebles nuevos, sacando fotos y cosas que ni siquiera recordaba que tenía. Me estiré para alcanzar el teléfono y llamé a mi madre, después de todo no había hablado con la mujer durante un par de semanas y probablemente se estaba desquiciando.

- Residencia Hoffman - respondió una voz infantil, sonreí al reconocer a mi sobrina Madison, la hija menor de mi hermano Ethan.

-  Madi - saludé alegremente, haciendo una mueca mientras la niña gritaba entusiasmada, escuché al menos tres teléfonos descolgándose a la vez - ¡Papi! La tía Nath, la tía Nath.

- ¡¿Natasha?! - dijo una voz, que reconocí como la de mi hermano mayor, Henry.

- ¿Cariño, eres tú? - dijo mi madre, Rose

- Hola enana - saltó Kyle, puse los ojos en blanco, a pesar de ser el menor de los hombres, y el quinto de siete, era el más alto de todos, y yo era la más baja.

- Parece que tenemos casa llena - bromee levantándome y buscando una botella de vino.

- Dale el teléfono a papi - escuché decir a Ethan, mamá estaba ocupada haciendo que todo el mundo dejara los teléfonos en paz, al final incluso ella colgó - ¿Nath?

- La misma - dije mirando mi copa y acomodándome en mi sofá, hablar con la familia era un trabajo de varias horas.

- Espera, mamá se muere por hablar - informó antes de pasarle el teléfono a mi madre, sonreí poniendo los ojos en blanco, mi madre era todo un personaje.

- ¡Natasha! Mi bebé - dijo emocionada

- Hola mamá

- Cariño ¿Cómo estás? El señor Black fue muy amable y me avisó que estabas trabajando en una compañía diferente ¿Cuándo pensabas decírmelo? ¿Te tratan bien? ¿Es un buen sueldo? – empezó.

- Estoy bien mamá - le aseguré - y no había llamado porque estaba atareada, acabo de mudarme - le dije, ya que de mi trabajo era la última cosa que tenía en mente luego de todo lo que había sufrido a causa de Frank. Mi madre chilló de la emoción.

- Tengo que verlo con mis propios ojos - demandó - sabes que no me fio nada de que estés sola en esa ciudad tan grande.

- Mamá - me quejé, a veces ser la menor no era demasiado divertido, en especial cuando tenías padres y hermanos sobre protectores, a la única a la que no parecía interesarle demasiado era a Hannah.

- Tu padre y yo iremos a visitarte para navidad - sentenció, y casi podía verla anotándolo en el enorme calendario de la cocina.

- ¿Cómo están todos? - pregunté

- Bueno, Henry, Ethan, Lucas y Scott vinieron a pasar unas semanas con nosotros, ya sabes que la casa es demasiado grande, pero con los niños, a penas y tenemos tiempo para estar solos.

- ¿Y cómo sigue papá? - cuestioné, hace un año, papá había sufrido un infarto y todos seguíamos preocupados.

- Igual de gruñón que siempre - gruñó ella - Ese hombre me va a volver loca - aseguró - Él lo niega pero se ha robado todas mis galletas, por lo demás, está perfecto, se queja de Kyle todo el tiempo, pero está encantado con su nuevo nieto.

- Hablando de nietos - dijo una voz grave y ronca desde algún otro teléfono de la casa, sonreí al escuchar a mi padre - ¿crees que tu o tu hermana alguna vez nos den la bendición?

- Hola papá - saludé, evitando por completo la pregunta, con Hannah habiéndose mudado al nuevo departamento de su novio, papá parecía eufórico.

- No evites mi pregunta muchacha - dijo, pero podía sentir la sonrisa en su voz, el general Hoffman siempre sonreía - ¿algún muchacho del que tenga que preocuparme? - dijo, mamá se quedó en silencio, esperando mi respuesta, lo que me hizo reír.

- No hay nadie papá - le dije, y casi escuché el suspiro de decepción de mamá.

- Bueno, en ese caso, te alegrará saber que Alex está en Nueva York - dijo mi madre, provocando que casi me ahogara con el vino, Alex era algo así como un primo lejano con el que mamá intentaba hacerme salir desde los catorce años, y en realidad, habíamos hecho más que simplemente "salir" durante bastante tiempo, pero Alex era solo un amigo con derechos, al menos hasta hace dos años, cuando inició una relación con esa chica de Baltimore que conoció en unas vacaciones.

- ¿Alex? - pregunté, algo tensa, papá colgó, maldiciendo a Kyle por haber dejado caer algo.

- Así es querida, tal vez podrías invitarlo a quedarse en tu apartamento  - comentó como si nada, sacudí la cabeza, mi madre estaba loca.

El lunes por la mañana me apresuré a la casa de los Hyde, aunque en realidad ese no era el apellido de Frank, era mucho más fácil de leer o pronunciar que el apellido real,  lo había visto en su tarjeta de crédito cuando me la dio para hacer las compras,  llegué temprano, pero al igual que siempre, me encontré con Marcus dormitando en el sofá, con ropa de salir, como si solo hubiera llegado y se hubiera arrojado en el sofá, apreté los labios y me limité a despertarlo, me recordaba a los trillizos.

-  Buenos días - murmuró levantándose, por la manera en que sostuvo su cabeza, podía deducir que tenía resaca.

- ¿Te sientes bien? - pregunté cuando se tambaleó, su rostro se congestionó y de inmediato supe que iba a vomitar, por poco no llegamos al baño, en cuanto la tapa del excusado estuvo abierta, volcó todo el contenido de su estómago.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo