Natasha

Me miro al espejo por última vez, pensando vagamente en que necesito un corte de cabello, era el día de mi entrevista con la secretaria del CEO de Harmond INC y estaba ligeramente nerviosa, intento ser tan profesional como pueda, con una blusa blanca ligeramente holgada en la cintura, pero la falda de tubo corta lo compensa, los tacones son funcionales así que no me estaré muriendo por completo al final del día.

El elegante edificio gris de Harmond INC era sobrio, con grandes ventanales y plantas que daban un aire estrictamente profesional, los llamativos cuadros en ciertas zonas eran el único color a la vista, los empleados y clientes pululaban por todo el vestíbulo, llenando el ambiente con sus ligeros murmullos, era agradable.

- Eres la nueva, ¿verdad?- me sobresalto al escuchar la voz demandante justo detrás de mí, recién pasé la seguridad y ya hay una mujer de unos treinta y pocos señalándome con un bolígrafo directamente al rostro, me tenso momentáneamente hasta que me doy cuenta de que no me ha confundido con nadie.

- Vengo a la entrevista - explico, no completamente segura de que es ella con quien debo hablar, suspira exasperada, es linda, alta y con el cabello oscuro perfectamente recogido en un moño elegante, lleva un traje azul con camisa, y en la mano un par de folders.

- Es solo una fachada linda, ten - dijo antes de entregarme dos folders, y hacerme señas para que le siga - tendrás que teñirte el cabello u ocultarlo si no quieres que el jefe se moleste.

- ¿Qué hay de malo con mi cabello? - protesto, todos en mi familia son pelirrojos, menos mi madre, y somos muchos en casa, papá, el tío Roger, mis seis hermanos y mi hermana, mis quince sobrinos, dos primos con tres hijos y la abuela.

- Es solo una norma ya que estarás tan cerca del jefe, bueno, es para que no te despida, en los folders tienes tu primer encargo, las direcciones, el material, los horarios, los teléfonos y los perfiles, aquí tienes las llaves - dice ante de detenerse bruscamente, a penas consigo seguirle el ritmo, y hemos salido del edificio, antes de que pueda preguntar de que llaves habla, veo estacionada una van color gris frente a la entrada.

- Una van - digo, sin saber muy bien cómo reaccionar ante esto, porque definitivamente no era eso precisamente lo que tenía en mente cuando salí de casa.

- Así es, bueno, te dejo, tengo que entrevistar a otra chica, ella sí requiere entrevista - dice sin prestarme mucha atención - tienes media hora antes de empezar. Suerte.

Frunciendo el ceño, regreso al edificio y busco la cafetería, que está en el tercer piso, es funcional y elegante, me gusta. Pero eso no me saca de mi desconcierto, consigo una mesa y abro los folders. Dentro hay tres archivos de tres niños, lo cual me preocupa, no puedo trabajar de niñera, no otra vez.

Pero mis temores se confirman cuando veo que cada archivo contiene, el perfil de cada niño: sus horarios, alergias, gustos, disgustos, que cosas tenían permitidas y cuáles no, Marcus, Max y Matthew Z Hyde. Tres mocosos más a los que cuidar.

Maldigo internamente a Black, aunque tal vez Vince sea el culpable, después de cuidar a los engendros por tantos años debió pensar que sería gracioso hacerme cuidar a los de alguien más, suspiro mientras intento decidir qué hacer, la cifra por el cuidado de los mocosos es buena, pero Black pagaba más.

A la media hora, suspiro frustrada y me dirijo a la van con los archivos aún en mano, espero poder hablar con la mujer de la cual aún no sé el nombre una vez acabe con esto, tal vez solo es una estúpida prueba, luego de vivir con los Black, espero cualquier cosa.

Mi primera parada es una guardería, de esas en las que se paga demasiado dinero por una madre sustituta que cuide al niño por seis horas, enserio ¿Quién hace eso? Refunfuñando y balanceándome en mis tacones me dirijo hacia el edificio lleno de colores y demasiado vidrio para mi gusto, se supone que el pequeño Matthew solo era dejado aquí una vez a la semana, cuando su padre tenía una junta a la que no podía llevarlo, lo que me hizo reír, ¿Quién lleva a un niño de cuatro años a una reunión?

- Disculpe - llamo al entrar en el edificio, es bastante hogareño, pero un poco estirado, están cuidando niños joder, hay una mujer detrás de un mostrador, podría tener unos setenta años, de rostro severo y mirada penetrante - vengo por Matthew Hyde.

Suspiró, como si mi presencia hiciera que su vida fuera más complicada, mentalmente le saqué la lengua, se retiró del mostrador y desapareció por un pasillo a la izquierda, donde la pared gris estaba decorada con fotos de niños pequeños, todos sonrientes, regordetes e inocentes.

La mujer volvió con una linda chica rubia que traía en brazos al niño de la foto, quien tenía el cabello de un rubio ceniciento y me miró con unos ojos azules lleno de duda, la chica me lo entregó en brazos, aunque el pequeño y yo nos miramos por unos segundos, no muy seguros de que hacer el uno con el otro.

- Hola - saludé, el niño pesaba, y con mis tacones no era precisamente seguro tener un niño en brazos

- Do svidaniya Olena - dijo el pequeño, pasando por completo de mí, y mirando a su niñera

- Do svidanya Matthew - dijo la joven, con un marcado acento...ruso.

Levanté las cejas pero no dije nada, intenté hacer que el mocoso caminara al menos seis veces antes de llegar a la van, por supuesto, el engendro se limitaba a quedarse mirándome sentado en el suelo y negándose a mover los pies.

Los otros dos fueron trabajo más sencillo, el chico mayor, Marcus, tenía dieciséis así que se limitó a mirarme despectivamente y a subir al coche todo sin apartar la vista de su consola portátil, era alto y delgado, con el cabello oscuro lo suficientemente largo como para que le cayera sobre los ojos, que eran de un azul tan intenso que era ligeramente incomodo, la pequeña Max era adorable, aunque llevaba un tutú sobre su uniforme, y se pasó todo el viaje a su exageradamente grande casa cantando.

- ¿Tienes alguna idea de cómo puedo contactar con tu padre directamente? - cuestioné a Marcus, que levantó la mirada con aburrimiento.

- Está dentro, puedes pasar supongo - se limitó a decir, por favor, necesito paciencia, salí del coche y miré la linda casa: moderna y estilizada, tres pisos de puro lujo, una enorme puerta de entrada que daba a un recibidor amplio, seguido de una sala con una enorme pantalla plana y sofás perfectamente cuidados, el chico me tendió una gorra - Deberías cubrir tu cabello

- ¿Qué demonios tiene de malo? - gruñí, era la segunda vez que decían algo al respecto, la pregunta era retórica claro, pero el chico pensó que debía responder.

- No es natural - murmuró antes de irse caminando por un pasillo, con su hermano menor en brazos, quien seguía lanzándome una mirada extraña, y la pequeña danzando mientras le daba la mano.

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