Frank

Son cerca de las siete cuando llego a casa con la bolsa de compras y el pequeño Matthew dormido sobre mi pecho, al entrar puedo oler la comida grasosa del McDonald de la otra calle, la sala era un espacio amplio y sobrio, perfectamente diseñado. Marcus, ya con dieciséis años, está sentado en el sofá, un videojuego en la pantalla es la única iluminación. Lleva un par de auriculares en el cuello y masticaba estúpidamente mientras miraba fijamente la pantalla, sus dedos se movían demasiado rápido en el mando.

Maldiciendo el momento en que considere que sería una buena idea comprar el aparato, apagó el televisor con el mando a distancia

- Oye - se quejó, sonrió con culpabilidad al ver que era yo – Hola.

- ¿Dónde está Max? - cuestioné dejando las llaves del coche y la bolsa de compras en la mesa.

- En su cuarto, jugando con Kitty - respondió mientras le daba un enorme mordisco a la que parecía ser su tercera hamburguesa - por cierto, Sindi renunció.

- ¿Qué? ¿Por qué? - maldije internamente, era la tercera vez este mes que una de las niñeras renunciaba, trabajaba desde casa así que rara vez los niños estaban solos, además tenían a Nona, pero la mujer solo limpiaba, necesitaba que alguien los llevara y los recogiera a donde tuvieran que ir y que se encargara de que comieran algo decente por lo menos.

- Creo que tuvo algo que ver con Max, ya sabes cómo se pone - se limitó a decir antes de terminar su hamburguesa de dos mordiscos, sin prestarme demasiada atención, ahora estaba más concentrado en su teléfono.

Suspiro y me dirijo por el pasillo hacia la habitación de Matthew, cerca de la mía y justo entre las de sus hermanos, cada habitación de la nueva casa era amplia y lo suficientemente espaciosa para todos, la habitación del pequeño consistía en una cama en forma de auto, una imitación de fórmula uno, un armario para sus juguetes y un fuerte armado con sábanas y seis tiendas de acampar unidas, las paredes decoradas con pegatinas de distintos motivos, lo acuesto en la cama y me dedico a cambiarle la ropa de salir por un pijama de uno de sus programas favoritos, podría no ser mi hijo, pero lo había criado como tal desde el momento en que me lo entregaron, cerca de dos horas después de nacer, cuando Tiffany se negó a amamantarlo, yo mismo me encargué de alimentarlo.

Tenía un cabello rubio tan dorado como el de su madre, y los ojos de un azul claro que lo hacía lucir adorable.

- ¡Papi! - el chillido de Max me hace salir corriendo asustado, pero mi nenita no estaba en su cuarto, me tomo unos cinco minutos encontrarla en la entrada, mirándome con sus adorables ojos grises, trastabillé con el mármol del suelo al ver que sostenía el teléfono - Te llaman.

Suspiré aliviado y la cargué mientras tomaba el teléfono, estaba pesada, pero me abrazó con fuerza.

- Habla Frank - saludo.

- Lo sé - la voz de mi mejor amigo y abogado Stuart sonó ligeramente irritada desde el otro lado de la línea - Por algo llamo a tu casa.

- También es un placer hablar contigo – me quejo en cambio, Max se dedica a jugar con mi corbata, sabía que si había alguien al teléfono debía estar en silencio.

- No estoy de humor - murmuró, puse los ojos en blanco, era ligeramente obvio - Mira... ¿Recuerdas que te hablé sobre una amiga de mi esposa?

- Ajá - asentí, mientras Max se deslizaba por mis brazos y corría hacia la sala, arrojándose sobre su hermano.

- Pues, a Shelly se le ocurrió que podría salir contigo, así que tienes unos veinte minutos antes de que lleguemos a Cherry's - Suspiré, desde que me divorcié, Stuart y Shelly habían empezado a salir, estaba feliz por ellos, se casaron hace un tiempo, pero Shelly era técnicamente mi amante durante mi matrimonio, y para compensarlo había convencido a Stuart de que yo necesitaba encontrar a alguien.

- ¿Desde cuándo puedes pagar una cena en Cherry's? - me limité a cuestionar, mirando a mis hijos, Max estaba intentando quitarle el control remoto a Marcus.

- Desde que dejaste la cartera en mi oficina - tanteo mi bolsillo y deseo poder tener mis manos alrededor de su cuello y estrangularlo, el muy idiota.

- No estoy de humor Stuart.

- No me vengas con eso Frank, quiero tener sexo con mi esposa esta noche, ten un poco de acción tú también, no has tenido sexo desde Tiffany ¿o sí? - hago un esfuerzo por no sonreír, desde el día que me divorcie de Tiffany, no he estado precisamente necesitado.

- La niñera renunció - expliqué - Nona ya debe estar durmiendo, no tengo quien los cuide.

- Marcus tiene dieciséis, puede cuidar a los niños por unas horas.

- Si acepto la dichosa cita tu tendrás que trabajar solo en el trato de Joseph - sentencié - y me encargaré de que nadie te ayude.

- Hecho, pero apresúrate, las chicas están listas.

- ¿Regresarás tarde? ¿Dormirás con ella? - miro a mi hijo con el ceño fruncido, prácticamente saltó de la emoción cuando le dije que Stuart me haría tener una cita.

- ¿Desde cuándo te importa? -pregunté mientras tomaba las llaves del coche, Max estaba frente al televisor comiendo papas fritas.

- Desde que me di cuenta que te estás volviendo un ogro - se mofó, puse los ojos en blanco, el chico ya era de mi estatura, con los ojos tan azules como los míos, el cabello castaño, un poco largo, parecía un adolescente rebelde, todo lo contrario a mi cuando tenía su edad.

- Solo cuida a tus hermanos - me limité a decir - no los quiero despiertos cuando regrese.

- Ajá - dijo casi sacándome de la casa.

Llegar a Cherry’s me tomó solo cinco minutos, Stuart y las chicas parecían ya haber llegado. Mi amigo tenía treinta y cuatro, con el cabello oscuro corto, un traje gris que no le sentaba nada mal.

Shelly era muy diferente su marido, casi parecía una mujer multimillonaria cada vez que usaba ropa elegante, lo que la hacía lucir fuera de lugar con el fofo de Stuart.

- Frank - me sonrió, mientras Stuart se hacía a un lado y me cedía su asiento.

- Acabemos con esto - me limité a decir - ¿Dónde está?- cuestioné, ganándome una mirada molesta por parte de mis amigos.

- En el tocador - responde Stuart mientras llama al mesero, me sonríe con demasiada gracia cuando pide los platos más caros del menú. No tengo problema en pagarlo, tengo el dinero después de todo, pero era ridículo.

- Volví - anunció una voz acercándose, la chica era bonita, nada del otro mundo, no estaba mal, solo por un pequeño detalle - oh, Hola.

- Hola - saludé, más por cortesía que por otra cosa - soy Frank.

- Natasha - dijo con una sonrisa tímida, miré a Stuart con una ceja levantada, Shelly llamó la atención de la chica mientras pedía el resto de la cena.

Tenía veintitantos, probablemente alguna chica necesitada de dinero supuse, no sería la primera vez, Stuart y Marcus continuamente pagaban a mujeres para intentar acostarse conmigo, pero esta debió costarles un poco menos, la última vez era una supermodelo.

Era pelirroja, lo cual mataba cualquier posibilidad. Los pelirrojos son de mala suerte, quiero decir...eso no es natural; es como un anaranjado brillante sobre la cabeza de alguien. Ojos verdes y llena de pecas, mi ex mujer tiene tetas más grandes…aunque aquellas eran postizas.

Durante la cena no me dedico realmente a hablar con ella, aunque por la manera en que intentaba hablar conmigo decidí que no era necesariamente una prostituta, solo tal vez alguien demasiado necesitada como para acceder a una cita con un cuarentón divorciado con cinco hijos.

Hablando de hijos....

Hago una llamada rápida a Marcus, pero me envía al buzón de mensajes, por mi salud mental decido que es porque está durmiendo, aunque hace una semana descubrí que rara vez duerme en casa, Matt dormía toda la noche, así que no había problemas, pero Max solía despertarse a media noche.

Me sobresalto al sentir el tacón de Shelly sobre mi pie, me dedica una cruel sonrisa que me hace pensar en proteger mis pelotas, lo que me recuerda que estoy en una "cita" con una chica, aunque parecía más recién salida de la prepa.

- ¿Qué? - cuestioné, tomando un enorme trozo de mi filete

- Nath te preguntó si te gusta el fútbol - levanté las cejas y miré a la chica, que sonrió forzudamente, en un intento de lucir encantadora.

- Detesto el fútbol...pero mi hijo lo adora - respondí por cortesía, incluyendo al engendro en la conversación, tal vez eso la hiciera retroceder, para mi martirio, pareció interesarse.

- ¿Un hijo? ¿Qué edad tiene? - suspiré, deseando que la noche acabara pronto.

- Dieciséis - ella asiente y no dice nada más, se limita a seguir con la comida, vagamente me pregunto en donde trabajará, tenía muy buenos modales para ser una prostituta cualquiera. Pero parecía casi una niña.

Así transcurre la cena, Shelly y Stuart dejan en claro que no quieren ser molestados en su pequeña burbuja, salvo para algún pequeño comentario, en cuanto a mí, me dedico por completo a mi plato y al postre, un delicioso pastel de chocolate Belga, una delicia en mi opinión, me sorprendo cuando la pelirroja dice que no.

- Detesto el chocolate - se excusa.

No es sino hasta que decidimos que es hora de retirarnos, que la cosa se pone incomoda, Stuart deja claro que tengo que hacer algo por él, pongo los ojos en blanco, en cuanto el valet llega con su coche, él y Shelly prácticamente corren hacia su coche y se van, dejándome atrás con la chica.

- Ella, es una gran idiota- la escucho murmurar, pero se limita a sacudir la cabeza - Como sea... - me mira, pero la interrumpo antes de llevarlo más lejos.

- Mira, solo dime cuanto te están pagando, te daré el doble. No necesitas hacer esto.

- ¿Disculpa? - pregunta, con los ojos abiertos.

- No te hagas la ofendida, o estás necesitada o desesperada - añado, es gracioso ver como su rostro enrojece - ¿Tengo que pagarte directamente o trabajas en algún prostíbulo? ¿O en alguna esquina?

Es mi turno de sentirme ofendido cuando siento el escozor en mi mejilla, la maldita me había abofeteado.

- Cerdo - se limita a decir antes de girarse y marcharse con paso decidido

- ¿Cobrarás o no? - le grito, ya que sus zancadas eran amplias, la veo levantarme el dedo medio a lo lejos. Sacudiendo la cabeza y frunciendo el ceño me encojo de hombros, era ella la que perdería la paga, no yo.

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