VEGETARIANO
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Por: manivier4
ÉXTASIS I: EN SUS INICIOS

                                                                   1

Desde el eco de un horizonte desconocido, una luz se asomó justo en donde la oscuridad estaba despedazada y la gravedad aún no nacía. Esa figura tan insólita, torpe y volátil se movía de izquierda a derecha, debilitándose cada vez más hasta apagar su brillo en lapsos tan cortos como el latido de un corazón. Su camino se extendía sobre aquel lóbrego paisaje, en el que todo era demasiado extraño y diferente, pues se encontraba afuera de la Tierra y afuera aun de la tercera dimensión.

      Aquel ser, quizá tenía un género, una moral, emociones y pensamientos que eran tan suyos e insólitos como su propio existir, pero por el simple hecho de ser adimensional, no podían ser llamados ni descritos como lo que realmente eran; si aquella luz tenía la habilidad de sentarse o comunicarse, es difícil acordar que lo hacía de la misma manera que un humano o un animal. Ella no era «ella» realmente porque no se trataba de una mujer o una niña; ella era solo una luz que tenía una dimensión de origen, que no tenía compañía ni objetivo alguno por cumplir. Para ella no había tiempo ni espacio, solo dirección, y en ese momento, vagaba paulatinamente por los pasajes desconocidos del multiverso, en un progresivo andar que estaba indefinido y en el que seguía recordándose a sí misma la renuncia de lo que alguna vez había llegado a ser, pero que jamás se le permitiría repetir.

      Con el atrevimiento por conocer más realidades, quiso perderse en su andar mediocre hasta aparecer en medio de un angosto pasillo, metiéndose así en un umbral que tenía la forma de una puerta. De inmediato fue tragada por una fuerza inmensa que la llevó hacia un universo distinto. 

      Y allí estaba ella deambulando ahora en un sitio en el que las sensaciones físicas se percibían mejor. Había dejado de estar sola. Una extraña especie le hacía compañía. No eran más que seres inmensos hechos de material orgánico, divididos en dos géneros, bípedos y con una fuerza mental extraordinaria que preferían usar en mínimos porcentajes, debido a una esclavitud subliminal.

      Como la luz tenía la capacidad de sentir la presencia de otras energías, inmediatamente se maravilló con la que emanaba de los cuerpos de esos extraños seres. Al darse cuenta de que ninguno de ellos percibía su presencia, decidió perseguirlos, preguntándose sobre el origen de toda esa energía. Para calmar su curiosidad, se adentró en la mente de un hombre. Allí, un paisaje enorme y totalmente diferente se extendió infinitamente, en el cual, muchas luces como ella y otros especímenes más parecían dedicarse a hacer todo lo posible por diferenciar la mente de las demás. Un tanto asustada, la luz salió de ahí a toda velocidad, prefiriendo darle continuidad a su vagancia.

      Muy pronto, el matiz que se hallaba arriba dejó de ser azul y se transformó en un color más oscuro. Gran parte de la gente se dispersó, pausando el movimiento en varios sitios, pero la luz no se volvió a sentir sola porque la presencia de los árboles, microorganismos y del mismo planeta estaba ahí, haciéndole sentir un inmenso placer, hasta que fue interrumpida por una pareja de seres que pasó a su lado. Su impresión fue tremenda al notar que adentro de uno de ellos se encontraba una presencia difícil de distinguir. Tenía tantas ganas de saber de qué se trataba que se introdujo en el vientre de la mujer, topándose con un muy pequeño ser viviendo en el estrecho sitio; pero como eso no era suficiente para ella, penetró en el embrión hasta llegar al interior de aquella mente en plena formación.

      Ese nuevo lugar era todo un cosmos. Al igual que las demás mentes que había conocido, todo lo que se hallaba adentro parecía flotar. La diferencia era que el sitio estaba completamente deshabitado y vacío. Sintiendo que no había satisfecho por completo su curiosidad, la muy pilla se dispuso a explorar. Caminó y caminó por las veredas que no eran lisas, deambulando por los pasajes que no llegaban a un solo lugar, recorriendo tramos enteros de excesiva distancia y profundidad. Aquel mundo, aquel universo, aquel panorama infinito parecía ser tan estrecho como una habitación; pero como las paredes se fundían con el todo, resultaba tener más espacio del que se esperaba. Y no había negrura ni claridad; solo era un montón de realidad metida allí por una razón.

      Ella seguía ignorante de mucho de lo que había adentro, sin embargo, parecía estar contenta de querer examinarlo todo. «¿Para qué será eso?», pensó, cuando se topó con dos monumentos. Uno parecía ser una fuente completamente seca y averiada, mientras que el otro eran los cimientos de una torre. Sin trabarse mucho en el misterio, siguió caminando. Le preocupaba saber si alguien más entraría a hacerle compañía o si se quedaría sola por la eternidad.

Cinco meses pasaron, y durante una mañana, un temblor atroz azotó el lugar por completo. El pequeño individuo que había vivido adentro del vientre de la mujer, al fin salió al mundo exterior.

      Con el drástico cambio, la luz sintió que se extinguía.

      De pronto, un ente transparente atravesó el cuerpo del recién nacido, instalándose en la mente para formar una clase de atmósfera que hizo que el brillo de la luz volviera a la normalidad. El silencio y la tranquilidad desaparecieron cuando cientos de luces, puntos de colores, formas diversas y demás seres extraños entraron. La fuente empezó a funcionar, haciendo brotar agua en su interior, mientras que en los cimientos de la torre aparecieron unos cuantos bloques.  

      A partir de ese instante, el dueño de aquella mente se dedicó a desarrollarse, adaptándose día a día a la dimensión en la que le había tocado nacer y viviendo ignorante del mundo que también crecía en su interior. Ese sitio,  el Reino Mental, era lo que regulaba todas sus funciones.

      La fuente que se encontraba en su interior, se encargaba de controlar la razón, formando parte esencial de las decisiones que el individuo tomaba, mientras que la torre era la que constituía su personalidad, quitando y colocando bloques que representaban diversos tipos de comportamientos. Aunado a esto, se encontraban toda clase de huéspedes que también formaban parte del funcionamiento de la psique. Las Bestias, por ejemplo, eran simples cachorros torpes que simbolizaban las emociones y que constantemente mutaban para hallar un estado de estabilización plena; junto a estas, permanecía el resto de seres de forma indefinida que también tenían la capacidad de transformarse, pero a diferencia de los otros, no podían hacerlo a voluntad; para ello tenían que pasar por un extraño procedimiento en el que primero se convertían en Pensamientos y luego eran Ideas.

      Con todo esto de por medio, el tiempo continuó pasando y aquel individuo dejó de ser un bebé para tomar el rumbo de la vida de un niño pequeño. Adentro de su mente, la Torre de la Personalidad triplicó su tamaño y con ello más seres entraron, alcanzando su transformación, algunos se quedaron, mientras que otros fueron obligados a desaparecer. Las Bestias dejaron atrás su etapa de cachorros y se concentraron en beber el agua que manaba la Fuente de la Razón, para así conseguir la última etapa de su madurez. Finalmente al reino se unieron los Fantasmas que representaban capacidades, habilidades y malestares mentales; los cuales, en un futuro se convertirían en consejeros leales del soberano de aquel místico lugar.

      ¿Y quién sería ese rey o reina? Solo una Idea convertida en Filosofía podía hacerlo, pero hasta ese entonces ninguna lo había logrado.

                                                                    2

La luz que había sido la primera en pisar el Reino Mental, seguía sin transformarse en un Pensamiento. Frustrada, se acercó a la Fuente de la Razón, recargándose en ella para dejar que las múltiples esencias del agua la embriagaran y disminuyeran su malestar.

      Una de las emociones se acercó, corriendo y jugueteando sin aire alguno de madurez. Parecía seguir siendo un cachorro, y al verla, la luz quedó completamente desconcertada.

      —¡Oye! ¡Tú! —gritó ella.

      La pequeña Bestia se detuvo, olisqueando a lo lejos para darse la vuelta y acudir al llamado.

      —¿Qué pasa? —dijo, jadeando como un perro.

      —¿Cómo es que sigues jugando en lugar de intentar beber las aguas sagradas de la razón? ¿Es que no te importa conseguir tu transformación?

      —Soy Amor y tengo prohibido beber de esas aguas. Si lo hago, puedo llegar a morir. Además, estoy hecho para no crecer jamás. Mis hermanas crecen cada vez que la plenitud las alcanza, en cambio yo, suelo hacerlo únicamente cuando el malestar se anuncia, convirtiendo las sensaciones lindas en mutilaciones que parecerían ser eternas y destruyendo todo a mi paso hasta ver convertida la calma en peste.

      —¿Sabes si es normal que algunas luces no se transformen?

      —Todas lo hacen. Solo tienes que esperar a que ocurra un temblor, entonces debes correr y meterte en la Fuente de la Razón para bañarte en sus aguas, resistiendo el hervor hasta que todo vuelva a la calma.

      —Ya lo he hecho, pero no siento el calor del agua. A pesar de que me he mantenido adentro hasta que el temblor pasa, sigo siendo una simple luz.

      —Tienes que hacerlo tu sola. Nadie más debe meterse al mismo tiempo que tú.

      —Lo he hecho, pero nunca ha funcionado.

      —Entonces es probable que algunas luces tengan la misma esencia que yo. Probablemente también estás hecha para no transformarte jamás porque en el momento en el que eso suceda, podrías meternos en problemas a todos.

      —Probablemente… —respondió la luz, manteniéndose escéptica ante la sabiduría de la inmadura Bestia.

      Ella seguía con la esperanza de cambiar, fuera peligroso o no, así que prefirió continuar vagando.

      Acobijada por el tiempo, se arrulló durante años con el ambicioso sueño de que no solo conseguiría llegar a ser un Pensamiento. Ella…, ella haría todo lo posible por convertirse en algo más.

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