Un nuevo sentimiento nace

Conforme fue transcurriendo el tiempo más cuenta me daba de que la pintura tenía para mí un significado que iba mucho más allá o solo algo que me agradaba hacer, pues se había convertido en mi pasión, en mi vida, en mi sueño más preciado y descubrí que era  a lo que quería dedicarme durante el tiempo que Dios decidiera regalarme de vida, entonces decidí que debía convertirme en una pintora profesional , y para ello acudí a la persona que se había convertido en mi máxima admiración, la señora Amanda quien me brindó todo su respaldo para realizar mi sueño, y a partir de ese momento me puse a trabajar con mayor ahínco para ver logrado mi objetivo que era convertirme en una artista visual de prestigio, cuyo nombre fuera respetado, conocido y premiado por donde quiera que una obra mía fuera exhibida.

Tenía quince años de edad y ya había ganado varios premios a nivel tanto regional como nacional, cuando tuve la oportunidad de realizar mi primera gran exposición en la ciudad de Santiago, recuerdo que tuvo gran éxito, todo el mundo estaba presente, desde mis padres, pasando por la señora Amanda e incluso mis compañeros de clase, recuerdo que entre los asistentes estaban destacados críticos de arte e importantes artistas del mundo de la creación visual. Todo salió a pedir de boca, los asistentes se fueron felices tanto con la organización y también quedaron maravillados con la calidad de mi trabajo, todo se traducía en elogios para mí e incluso después de esa

noche sublime, recibí un ofrecimiento para exponer mis cuadros durante una larga temporada en un importante museo de la capital. Lo que vino después de aquello fueron giras por el país, entrevistas en importantes revistas dedicadas al mundo del arte, más exposiciones, etc.

Todo aquello me tenía muy  feliz  y  satisfecha, sin lugar  a  dudas  estaba cumpliendo  mi sueño con creces, pero independiente de todo eso empecé a sentirme muy sola y cansada, deseaba volver por un tiempo a casa, extrañaba a mis padres, a mi maestra de pintura, a mis compañeros, en fin a todo mi entorno; de todas maneras aquella temporada había sido  muy fructífera, la cosecha de los semillas que había sembrado a punta de sacrificios y dedicación, era para mí muy satisfactoria y sin lugar a dudas estaba muy complacida y agradecida por todo aquello, sabía que me quedaba mucho por aprender y desarrollarme, sin embargo ya era hora de hacer una pequeña pausa para descansar y visitar mi hogar y a toda aquella gente que me había apoyado y estado conmigo desde el comienzo de mi carrera.

Nada mecausabamás alegría y emoción que presenciar el caluroso recibimiento por parte de todos mis amigos y seres queridos, por supuesto sin darme cuenta el hecho de ver a mis padres me provocaba una alegría mayor ya que a pesar de la distancia me sentía cada vez más unida a ellos mediante el profundo amor que les profesaba y que sabía era correspondido de igual forma por parte de ellos hacia mí; sin embargo existía alguien más que había empezado a ocupar un sitio muy especial en mis pensamientos y también en mi corazón, era una persona que podía comprenderme muy bien pues compartíamos la misma pasión y amor por el arte, él era Raúl a quien conocí cuando ingresé a la academia, él al igual que yo era pintor y era uno de mis compañeros de clase, hubo desde el principio una admiración mutua entre los dos, hacia nuestros talentos y la manera en que los cultivábamos y producto de aquello a poco andar nos convertimos en los mejores

amigos, éramos como dos almas gemelas, nos hicimos confidentes inseparables y nos desarrollamos juntos como artistas complementándonos muy bien en todos los aspectos de nuestra relación como grandes amigos. Sin embargo aquel día de mi primera exposición surgió entre ambos una complicidad que iba más allá de una simple amistad, nuestras miradas hablaban por nosotros, nos conocíamos tan bien que sabíamos exactamente lo que estaba pensando el otro con el solo hecho de que nuestras miradas se encontraran, recuerdo que en aquella ocasión esa complicidad se hizo más evidente estuvimos toda la velada conectados por una fuerza centrifuga que nos arrastraba, que era muy superior a nuestra voluntad, algo así como una telepatía invisible. Como era de esperarse prácticamente no  pudimos  hablar  pues al ser yo la anfitriona estuve muy ocupada durante toda la jornada haciendo las presentaciones formales y atendiendo a todos los invitados, a pesar de que como siempre habíamos sido inseparables durante todos los preparativos para la exposición, él fue incondicional y estuvo siempre conmigo apoyándome en aquellos momentos previos de nerviosismo antes de una presentación artística. Recuerdo que después de concluir la exposición Raúl fue el primero en felicitarme y se ofreció gentilmente para acompañarme a mi caso, sin embargo en aquel momento no pude aceptar su ofrecimiento pues tenía una conferencia programada con la prensa de la capital, luego supe que había iniciado una gira por diferentes lugares del país, y como yo también tenía mis compromisos, pasamos un largo tiempo ya sin vernos, sin embargo y a pesar de todo era imposible apartar su recuerdo de mi mente, por donde quisiera que fuera lo extrañaba y me hacía falta su compañía, sin querer ese muchacho había despertado en mí sentimientos nuevos que nunca había experimentado por nadie, sin querer me estaba enamorando de manera irremediable. No obstante aquella emoción volvió  a invadir mi mente y mi alma de una sensación de temor de que probablemente perdiera su amistad. Sin embargo al llegar a mi  hogar,  me encontré  con la sorpresa de su ausencia, después de saludar a todos y conversar un rato, finalmente le pregunté a mi mamá.

-¿En  donde  se  encuentra  Raúl?  Ella  me  miró a  los  ojos,  hizo  una  pausa silenciosa en la cual  la incertidumbre y la angustia se apoderaron de mi espíritu y de mi voluntad, mi corazón latía con la fuerza y la rapidez de un tren al abrirse paso por esta complicada y tortuosa vía que era mi existencia; yo me había elevado a las más altas cumbres de la fama y el prestigio gracias a mi trabajo y mi trayectoria como artista visual, ahora me encontraba pidiéndole a Dios, como un niño pequeño que clama al cielo por un juguete, deseado, que me permitiera llegar al corazón de mi primer y único gran amor, y si aquella utopía no podía ser posible, por lo menos me concediera la oportunidad de seguir contando con su amistad. Tras esbozar una dulce sonrisa mi madre finalmente repuso.

-¡Alégrate querida! Tu amigo Raúl se ha ganado una pasantía para estudiar un año en la más prestigiosa escuela de arte de laciudad de Paris- debo reconocer que las palabras de mi madre me producían sentimientos que me confundían, si bien por una parte me sentía feliz de que mi mejor amigo tuviera la oportunidad de perfeccionarse y triunfar a nivel internacional, pues era un gran artista y se lo merecía, también era plenamente consciente que esa larga temporada que había pasado sin saber de él y sin poder disfrutar de su compañía, me había hecho darme cuenta de mis sentimientos hacia él, de que ya jamás podría volver a mirarlo con los ojos de la amistad, que lo extrañaba demasiado y que él era uno de los principales motivos por los cuales había decidido adelantar mi regreso a casa. No me imaginaba ni podía soportar tener que pasar más tiempo lejos de Raúl, su sola presencia a mi lado era un bálsamo para mi vida, me daba fuerzas y me ayudaba a continuar ¿Pero cómo saber si Raúl sentía lo mismo por mi?

¿Cómo habría de romper la barrera de la amistad sin temor a fracasar y salir lastimada? ¿Quién era yo para coartar los sueños del hombre que amaba y suponer que por mi renunciaría a todo? Aquellas interrogantes empezaron a circular por mi mente mientras me encontraba sumergida en un breve momento de silencio reflexivo, hasta que de pronto pregunté.

-¿Y cuándo se va de Chile?- mientras realizaba la pregunta sentía como una sensación de aflicción se apoderaba de mi pecho, era algo así como si un mal presagio atormentara a mi alma y a mi enfermo pero enamorado corazón.

-Ya se ha marchado hace dos semanas, antes de irse vino a despedirse de nosotros y dijo que volvería siendo un artista de fama  internacional. Junto a tu padre  lo felicitamos y le deseamos la mejor de las suertes, se notaba realmente ilusionado, ya que se veía feliz y radiante- esas últimas palabras de mi progenitora representaba la más filosa de las dagas que terminaría destrozando mi corazón y mis sentimientos; en ese instante acudió a mis ojos el rocío de las lágrimas, pero aunque me costaba mucho, pude controlarme para no estallar en llanto frente a mi madre; tras lograr serenarme y respirar volví a preguntar.

--¿Y no ha dejado ningún recado para mí?-

-Ah sí, dijo que en cuanto le fuera posible, se pondría en contacto contigo- después de esta última respuesta, ya no quise seguir hablando me excusé diciendo que me dolía la cabeza y me retiré a mi habitación supuestamente a descansar.

Cuando pude estar a solas vinieron a mi memoria los recuerdos de todos aquellos momentos que pasé junto a mi querido y ahora ausente amigo, sentía que la tristeza y la melancolía me invadían,   y no dejaba de interrogarme en mi mente ¿Por qué Raúl había decidido irse así sin decirme nada y sin siquiera despedirse? ¿Era posible que hubiera dejado tan rápido de quererme, o lo que era peor a caso nunca le importé y jamás valoró mi amistad? ¿Raúl se habría disgustado conmigo por alguna razón que yo desconocía? ¿Habría herido yo de alguna manera sus sentimientos sin percatarme del error que cometía? Cansada y entre lágrimas finalmente me dormí, con todas aquellas interrogantes invadiendo mi memoria atormentando mi alma, pero con la pequeña ilusión de que pronto tendría noticias del que se convertiría en mi primer y único amor.

Transcurrieron, los días, las semanas y algunos meses y no había recibido ni una sola señal de vida de Raúl, era como si se hubiese esfumado, o lo que me ponía

aún más triste, como si me hubiera borrado de su memoria y se hubiera olvidado de mi existencia; recuerdo que esperaba ansiosamente cada mañana la correspondencia, apenas escuchaba el sonido del teléfono corría presurosa a contestar, y revisaba varias veces al día mi correo electrónico, pero nada de Raúl. Toda aquella situación me tenía muy deprimida, pero sin embargo no podía demostrar mis sentimientos ante mis padres para no preocuparlos, a parte se acercaba mi nueva exposición y debía trabajar a toda máquina para tener todo listo para su fecha de inicio. Disidí resignarme y hacerme a la idea de que quizá ya nunca lo volvería a ver, aunque confieso que me era casi imposible no evocar el recuerdo de su rostro en cada momento del día, pero sobre todo en las noches cuando me dormía cansada y la calma de la oscuridad invadía mi habitación lo encontraba en mis sueños, podía escuchar su voz reconfortándome cada vez que me desanimaba o decaída a causa de mi enfermedad, sentía su risa feliz a mi lado cada vez que disfrutábamos de un momento de alegría, podía sentir tan real el roce de sus manos en las mías como cuando paseábamos en las tardes de primavera por el parque de la academia; durante la ausencia de mi amado, sentía que me estaba muriendo lentamente, mi corazón se apagaba como la luz de una vela que se extinguía, la vida se me iba entre los dedos, no precisamente a raíz de mi enfermedad cardiaca, sino que por un mal mucho mayor, el mal del amor que me dejaba sin voluntad y sin fuerzas, totalmente desvalida a merced de las garras de la melancolía.

Mis padres y el trabajo se convirtieron en mi gran refugio y en mi consuelo, me dedicaba durante largas jornadas a preparar mis cuadros y a reunirme con mis colaboradores para coordinar y afinar los últimos detalles para mi exposición, trataba de mantener mi cabeza ocupada y de mantenerme aturdida por el trabajo, todo con tal de no pensar y de no invadirme de recuerdos que me causaban daño y un profundo dolor.

¡Cómo no iba a enamorarme de Raúl! si su mirada representaba el azul profundo del mar mezclado con la serenidad infinita de un cielo despejado, aquella mirada transmitía una paz y una tranquilidad infinita, cada vez que miraba esos ojos me sentía segura y protegida; por otro lado poseía un carácter delicioso y liviano, era muy educado y elegante, dulce y muy alegre, solidario, buen amigo y sobre todo un joven encantador, que podía con su sola presencia encandilar y tener a sus pies a la mujer que él quisiera. Era un muchacho delgado, de estatura mediana, de sonrisa grácil y de cabellos suaves y rubios como el oro; a decir verdad me era imposible no amarlo y no clamar por su regreso, no pasó ni un solo día en el cual no evocara su rostro en mi memoria, o que no lo encontrara en mis sueños, donde por lo menos tenía el consuelo de disfrutar de su presencia a mi lado, aunque fuera solo fantasía, aunque solo fueran unos instantes.

El tiempo transcurrió y por fin llegó el tan anhelado día de mi nueva exposición, esta vez en mi hogar, en mi querida ciudad de Talca, con su gente, sus parajes, su picardía, con mis compañeros, la gente que me apoyaba, pero lo que era aún más importante, la compañía de mi gran maestra y de mis padres quienes siempre estaban a mi lado, apoyándome y reconfortándome en cada nuevo desafío, dándome el impulso que era necesario para saltar cada barrera y salir victoriosa de cada nueva prueba, tanto personal como también en mi faceta profesional, sí, aquel día todos estaban a mi lado, menos él, quien era el gran amor de mi vida, por quien en silencio y refugiada en la solitaria oscuridad de mi dormitorio, sufría agónicamente de forma lenta pero  desgarradora, sin mayor consuelo que la secreta y débil esperanza de tener noticias suyas, o del milagro de su regreso. Como era de esperarse todo salió maravillosamente bien, había superado las expectativas de todos y recibí felicitaciones y reconocimientos por doquier, y como fruto de aquello partí  a  una  gira  internacional  por toda Sudamérica, lo  que  me  mantuvo  aún más ocupada y un poco más entusiasta; esta vez me acompañarían algunos de mis compañeros de la academia de pintura, y por el hecho de tratarse de una gira más larga y de envergadura internacional debía preparar cuidadosamente  cada  detalle,  por lo cual apenas recibimos la noticia nos pusimos de inmediato manos a la obra para presentar un trabajo sublime y descollante.

Dentro de los compañeros que participarían en la gira internacional, se encontraba Yulia, una joven de diecisiete años, que poseía un gran talento y era  hija de uno de los mayores terratenientes de Talca y sus alrededores, si bien yo no había tenido la oportunidad de convivir mucho con ella, conocía su trabajo y sabia de su gran talento, tenía entendido que se había hecho acreedora de varios premios a nivel regional y nacional, y ya estaba recibiendo ofertas de algunas academias internacionales para realizar pasantías en el extranjero; Según la misma muchacha contaba, sus padres tenían grandes expectativas puestas en ella y se habían dado la tarea de convencerla asegurando de que se convertiría en la mejor artista visual de todos los tiempos y de que tendría a todos los grandes maestros y críticos de arte, rendidos a sus pies.

Constantemente recordaba a Raúl, él era hijo único al igual que yo, por eso no era raro que ante la noticia de tener que erradicarse durante un año en la ciudad de París, sus padres hayan tomado la decisión acompañarlo,, ese muchacho era su vida, su más grande tesoro, y con tal de verlo brillar como una estrella y que realizara sus sueños, ellos estaban dispuestos a hacer cualquier sacrificio.

Teniendo plena conciencia de este hecho, sabía que las posibilidades de conseguir noticias de aquel joven que encendía mi corazón, se encontraban totalmente extintas, ya que el único puente que me podía acercar a él, también se había marchado a miles de kilómetros para estar a su lado brindándole su apoyo y su amor incondicional, tal y como mis padres lo hacían conmigo.

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