Huida

Mi madre se echó a llorar de una forma tan dramática, que no me quedó más remedio que acercarme a ella, y tratar de consolarla. Se fundió entre mis brazos, y me pidió que no me fuera de una forma casi demencial. Yo me mantuve firme, aunque he de reconocer que verla así me partía en dos por dentro. Yo nunca he querido otra cosa salvo una buena vida para mi, y para mi madre; pero hasta ahora, lo único que he hecho, ha sido darle trabajo y preocupaciones.

- Idris.- dijo ella serenándose un poco.- si te vas a ir, no puedes hacerlo así, a lo loco, sin pensar, necesitas un plan.

- Está bien, me parece razonable.

- Si vas a abandonar esta casa, hay cosas que debes saber antes de irte.

- ¿Qué clase de cosas? Ya sé que el mundo exterior es peligroso, pero sé cuidarme, y estoy perfectamente entrenada para vencer a cualquier lobo en batalla.

- No me refiero a eso, cariño, sé que he criado una hija fuerte y autosuficiente, y también soy consciente de que puedes patear el culo de los guerreros más experimentados. Pero no es a eso a lo que me refiero, sino a información sobre tu familia, no puedo dejar que te marches sin contarte la verdad.

- ¿Qué verdad, mamá?

- Idris, yo… no soy tu verdadera madre.

- Pero, ¿de qué hablas? ¿Cómo puedes decir algo así? ¿Es un truco para que no me vaya de aquí? Porque si es así, no va a funcionar.

- No, Idris. Soy tu tía, Alana, tu verdadera madre está ahí fuera, y me encargó tu cuidado porque temía que en tu manada de nacimiento te ocurriera algo malo.

- No me creo una sola palabra, ¿qué clase de locura es ésta?

- Idris, escúchame, es muy importante. En tu manada, consideraban que las lobas de pelo rojo eran un peligro para el resto de la manada, y cuando yo nací, bueno, mis padres me desheredaron como era costumbre, afortunadamente, tu madre me acogió en su casa. Pero cuando tú naciste, lo consideraron brujería, me expulsaron de la manada, y a ti conmigo, y nos condenaron a no volver a pisar la tierra en la que nacimos.

- ¿Y por qué mi madre verdadera no peleó por mi? ¿Dejó que me expulsaran sin más?

- No, cariño, tu madre dejó que fueras para salvar tu vida, de no haber actuado con tanta premura, tal vez, tú y yo no estaríamos teniendo hoy esta conversación.

- ¿Y por qué me lo cuentas ahora?

- Porque si te vas así, cabe la posibilidad de que nuestros caminos no vuelvan a cruzarse, y no puedo cargar con el peso de que no sepas nunca quien es tu verdadera madre.

- ¿Ella sigue viva?

- No lo sé, pero si vas a irte, quizá debas buscarla. Ésta es su dirección.- dijo tendiendome un papel doblado en cuatro partes.- Es imposible que nadie te reconozca, pero ten mucho cuidado si vas a ese territorio, estoy segura que las supersticiones sobre las mujeres de cabello rojo siguen existiendo, y si es así… tu vida estará en peligro.

- No sé que decir, de verdad, toda esta informaión es demasiado para mi, apenas consigo procesarla.

- No digas nada, sé que debes de estar muy confundida. Lo único que yo puedo añadir a lo ya dicho, es que te quiero como a mi propia hija, y si he ocultado tu identidad, es porque tu madre así me lo pidió. No te imaginas cuanto me gustaría acompañarte en este viaje, pero si yo entro en las tierras de mi antigua manada, nos ejecutarán a las dos.

- Alana.- digo yo, intentando llamarla por su nombre de pila.-  no sé que decir…

- Idris, no digas nada, no es necesario.

- Cuando me vaya, seguramente te pregunten por mi; seguro que el Alfa envía soldados en mi búsqueda.

- Tú tranquila, asegúrate de estar a salvo, y si no quieres que te encuentren, vete directa a la posada de Bri.

- ¿La posada de Bri?

- Si, es una buena amiga mía, y te ayudará a esconderte. Si me preguntan, diré que nunca me informaste sobre tu intención de abandonar la casa de la manada.

- Gracias, mamá.

Me reprendo mentalmente por llamarla así, aunque para mi confusa mente es muy difícil no pensar en mi tía Alana como si fuera mi madre, a fin de cuentas, ella es quien me ha criado, y me ha ofrecido cuanto tenía en la vida para que yo fuera feliz.

Se va de la habitación con los ojos empañados por las lágrimas, y yo comienzo a colocar algunas cosas básicas en una sencilla mochila. Quiero salir sin llamar mucho la atención, y la mejor forma para conseguirlo es sin llevar demasiado equipaje.

Me sorprende que las lágrimas fluyan libremente por mi rostro, porque no estoy acostumbrada a llorar, pero por un día, dejo que salgan, porque no me he ido, pero ya siento que he perdido algo crucial en mi vida. He perdido a una madre, porque aunque sé que verdaderamente me quiere como a una hija, yo no puedo pensar en ella en los mismos términos en que lo hacía cuando me desperté esta mañana. Sé que es egoísta por mi parte, quizá incluso inmaduro,pero no puedo evitarlo. Ahora sé que no es ella quien me dio la vida, aunque quizá si quien me ayudó a conservarla. Aún así, mi loba interior clama por mi verdadera madre, y sé que no estará tranquila hasta que no consiga encontrarla, mirarla a los ojos, y llamarla madre.

Acabo de preparar mi mochila con todo lo necesario para sobrevivir en el mundo exterior, la cuelgo sobre mis hombros, cojo el teléfono móvil que reposa sobre la mesilla de noche, y salgo de mi cuarto, echo un vistazo, por última vez, y ya no hay nada en este espacio que me interese.

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