Un Reencuentro Extraño.

Mis piernas temblaban con cada paso que daba, mi mirada no subía del suelo, tenía miedo y sabía que estaba mal tener la cabeza gacha, pero era imposible no tenerla al saber que ese hombre estaba frente a mi a solo unos metros de distancia.

—Estuviste en la comisaría de señor Josef ¿no es así? —Asentí y me obligué a mirarlo —. ¿Qué preguntas te hizo? —Fruncí el ceño.

—¿Te importa?

—Bastante —reí sin ganas y elevé las cejas.

—No estuviste presente en la conversación —aclaré mirándolo cruzada de brazos.

—Me importa una m****a, ¿qué preguntas te hizo?

—¿De verdad crees que te voy a responder? Deja de hacer preguntas estúpidas, solo venia a preguntarte algo —me miró con una sonrisa divertida.

Parece ser que nadie se atreve a hablarle de la forma en que yo lo hice, y la verdad es que no sé de dónde m****a he sacado esa valentía, ese chico me daba miedo, más aún cuando su mirada estaba fija en mi cuerpo.

—Pregunta entonces —la sonrisa divertida no dejaba sus labios.

—¿Quién eres? ¿Y quién son todas las personas que hay por el bosque? —Las preguntas parecieron no sorprenderle en lo más mínimo.

—Somos personas que buscan una casa, no tenemos donde quedarnos —asentí.

—Qué raro que desde que estáis aquí las muertes han empezado a ocurrir —la sonrisa se ensanchó.

—¿Nos estás acusando de asesinato? —Negué mirándolo. 

—Os estáis acusando vosotros solos. 

—Nosotros no tenemos nada que ver con las muertes de este pueblo, acabamos de llegar. 

No me estaba creyendo ni una palabra. No me entraba en la cabeza que eso fuera así, porque si fuera así ¿por qué no entraron al pueblo como personas normales? ¿Por qué entraron entonces por el bosque? El sentido no se lo encontraba y veía en su mirada las mentiras que soltaba por la boca. También pude darme cuenta en ese preciso momento de la blancura de su piel, parecía algodón, era muy blanco, no me daba buena espina ese chico. 

—No me lo creo —una risilla se escapó de sus labios. 

—Me da igual que no te lo creas. 

—Si es verdad que acabáis de llegar al pueblo ¿por qué estáis en el bosque? —Está vez la pregunta si le tomó por sorpresa. 

—¿Adónde quieres llegar con estas preguntas? —Se cruzó de brazos. 

—A qué digas la verdad, no creo que hayáis llegado hace poco —me encogí de hombros. 

Me estaba sorprendiendo a mí misma la tranquilidad con la que estaba hablando, debería estar más nerviosa que nunca, pues estaba acusado a esa gente de haber matado a personas. Lo que más raro me parecía es que ese chico se lo estaba tomando con toda la tranquilidad del mundo. ¿Será verdad que no tienen nada que ver? No, algo me decía que no. 

—A veces es mejor no meterse en la vida de nadie, no sabe las sorpresas que te puedes encontrar muda —sonreí y negué. 

—Sois personas normales ¿No? ¿Que sorpresas podría haber en personas tan normales como vosotros? —Hablé con un sarcasmo muy notable en mi voz. 

—Te sorprenderías, será mejor que dejes de hacer preguntas y no vuelvas por el bosque. 

—Igual a mí no me volverás a ver, pero te aseguro a que a la policía si —y me arrepentí de haber dicho eso. 

Pues Draven saltó encima de mí, caímos al suelo, el sujetaba con fuerza mi cuello, sus ojos azules conectaron con los míos marrones. La fuerza que están ejerciendo sus manos sobre mi cuello me dejaba sin respiración, intentaba quitarme de encima, pero era imposible, ese chico pesaba muchísimo y tenía muchísima fuerza. 

«Deberías aprender a callarte la boca» 

Me regañé a mí misma. 

—No me amenaces muda, puedes acabar muy mal, te vas a arrepentir de todo esto —se levantó de encima de mí y exhalé profundamente. 

—No te estoy amenazando, es una realidad, os están buscando y créeme que os van a encontrar —salí corriendo. 

La adrenalina viajaba por todo mi cuerpo. Sabía que no me estaba siguiendo, pero cada vez corría más. Cuando dejé de correr para calmarme miré hacia adelante y lo vi frente a mi cruzado de brazos. Mis ojos se abrieron como platos, mi respiración se volvió a cortar, todo mi cuerpo comenzó a temblar. ¿Cómo m****a hizo eso? Miré hacia atrás y volví la vista a él.

—¿Cómo m****a has hecho eso? —Me llevé las manos al pecho.

Me dolía de respirar tan rápido, intenta respirar por la boca, pero no me servía de mucho. Él ensanchó la sonrisa y se acercó a mí, Me alejé bastantes pasos de él, pero no fueron suficientes como para no alcanzarme, sus manos se aferraron a mis muñecas con fuerza, sus ojos azules ahora eran muchísimo más intensos.

Su cuerpo se acercó más al mío, me apoyó contra la barandilla del camino y me cogió del cuello. 

—Ahora la pregunta aquí es: ¿Quién eres tú? —Negué intentando soltarme. 

—Nadie, no soy nadie —no pude esconder el miedo que en ese momento sentía. 

—Sé tu nombre, pero pocas cosas de tu vida 

¿Cómo m****a sabía mi nombre? ¿Y esas pocas cosas que sabía de mí vida cuáles eran? Entonces recordé esa carta que había encontrado en mi casa, la carta en la que estaba escrito su nombre.

—¿Cómo sabes mi nombre? —Negó rascándose la mandíbula. 

—Eso no importa —entre cerré los ojos. 

—¿No importa? ¿De verdad crees que no importa? ¿Me estás jodiendo? —Se acercó más a mi haciéndome cerrar la boca. 

—¿Y tu de verdad crees que estas en la mejor posición como para hablarme así? —Lo miré a los ojos y él bajó la mirada. 

Fruncí el ceño y me terminé por separarme de él. 

Comencé a caminar hacia mí casa, miré hacia atrás y él seguía con su mirada en mí. Corrí y me encerré. 

Respiré pausadamente para tranquilizarme y subí a mi habitación, cogí el papelito de encima del escritorio, lo miré una y otra vez. Miré la hora en el teléfono. Ya era tarde. 

Miré por la ventana que daba —casi—al bosque y pasé la mirada entre los árboles.

Me tumbé en la cama, y fijé mi vista en el techo. 

En esos momentos necesitaba muchísimo a mis padres, los necesitaba conmigo, que me dieran su apoyo y su cariño. Ver sus sonrisas, como hacían bromas entre ellos o me las hacían a mí. Desde que ellos se fueron sé lo que se siente estar sola, la soledad, no tener a nadie con quien contar. 

Jazmín era como mi mejor amiga, fue mi soporte cuando todo se me vino encima, pero claramente no se compara con la compañía que mis padres me daban, el amor que recibía de ellos. 

Los necesitaba muchísimo. 

Desde que ellos fallecieron siempre me he dicho esta frase: «valora lo que tienes, no sabes la importancia de las cosas hasta que realmente te hacen falta».

Y no… No valoré realmente a mis padres, cada vez que podía discutía con ellos y ahora me doy cuenta de que discutía con ellos por chorradas. Por mierdas que ahora me arrepiento y no volvería a cometer nunca. 

Si pudiera dar el tiempo atrás todo sería muy distinto yo sería distinta. 

Y con esos pensamientos me sumergí en un profundo sueño. 

Eran las cuatro de la mañana cuando me levanté exaltada, lo primero que hice (y no sé porqué) fue mirar por la ventana y tuve que chillar del grito por el horror que había ahí fuera. 

Él se giró y me miró con cara de querer matarme. Lo vi dirigirse a mí casa, intenté cerrar todas las puertas y ventanas, pero me fue imposible, no podía. 

Ya era tarde. 

Ya había entrado. 

Ya estaba frente a mí. 

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