Cap. 5: Osadía

Gabriel toma un sorbo de su taza de café hojeando el periódico, incluso hasta con una sonrisa en los labios. Hace tiempo que no se levantaba de buen humor, tanto tiempo que hasta había olvidado lo que se sentía, nunca se hubiese imaginado que Ana fuera tan maravillosa. Aunque ese grato momento de paz y tranquilidad se ve interrumpido por su celular que comienza a sonar mostrando el nombre de Lorenzo en la pantalla.

—Quisiera empezar preguntando cómo te fue anoche, galán. Pero el maldito volvió a hacer de las suyas —anuncia el policía sin mucho entusiasmo en la voz.

—¿Tan rápido? ¿Quién fue esta vez? —pregunta Gabriel tirando el periódico en la mesa con desagrado.

—El comisario Santiago Vivas de la Comisaría primera, no puedes hacerte una idea de cómo lo ha dejado —anuncia Lorenzo con pesar sabiendo el impacto de la noticia.

—¡¿Qué?! ¿Un comisario? ¡Este tipo está loco! —exclama el Detective sorprendido de que el asesino se haya atrevido a ir tan lejos.

—Parece que hablaba en serio en esa carta, te recomiendo estar cuanto antes en la fuente del Parque Bicentenario. Algunos de la prensa ya andan rondando aquí, y no quiero ser yo quien tenga que lidiar con esas sanguijuelas —pide el policía irritado ya que nunca ha tenido un buen concepto de los reporteros.

—Salgo en seguida —responde Gabriel tomando las llaves de su coche.

El detective se da prisa para llegar cuanto antes a la escena del crimen, le cuesta trabajo creer que el asesino haya ido en serio con su amenaza, lo que le demuestra que está dispuesto a llegar hasta las últimas instancias. Lo que significa que la presión que va a caer sobre él ahora será agobiante, una cosa es un narcotraficante, pero un comisario cambia todo. La prensa, el resto de la fuerza, e incluso hasta los gobernantes van a querer meter las narices y dar opiniones de lo que se debe hacer, intentarán decirle como tiene que hacer su trabajo, algo que siempre ha logrado sacarlo de las casillas.

—Espero que no hayas rebasado el límite de velocidad o tendré que darte una multa —bromea Lorenzo al ver llegar a su compañero a la escena del crimen.

—¿Tratas de distraerme de las sanguijuelas que me caerán encima con esto? Buen intento —reclama Gabriel dando una vista rápida al parque, otro lugar público que se convierte en el escenario de una ejecución.

—Como si algo pudiera salvarte de ellos, ya puedo imaginarme como va a poner el ambiente en la comisaría, quizás sea buen momento para pedir las vacaciones que me deben —comenta Lorenzo guiñando el ojo.

—Inténtalo y te daré el traslado a Ushuaia para que se te congele el trasero —responde Gabriel con una media sonrisa dirigiéndose hacia la escena del crimen.

—Siempre tan persuasivo para conseguir lo que quieres, espero que hayas sido así anoche —comenta Lorenzo clavando la mirada en su compañero con picardía.

—Fue mejor de lo que pudiera haber imaginado, es todo lo que diré —sentencia Gabriel incapaz de evitar sonreír aún a pesar que comienza a distinguir el cadáver.

—Esa sonrisa dice suficiente para mí, ya era hora de que volvieras a la vida amigo mío. Hubiese sido mejor que eligieras un mejor momento, pero que más da —comenta el policía palmeándole el hombro con genuina alegría.

—¿Qué es ese olor? —pregunta Gabriel arrugando la nariz al sentir el aroma a carne quemada.

—Es el comisario, el asesino lo usó de carne para el asado —responde Lorenzo señalando con el dedo un grueso cable sumergido en el agua de la fuente.

El Detective se acerca más al cuerpo obligándose a respirar por la boca para evitar inhalar el olor que ha conseguido revolverle el poco contenido que tiene en el estómago. Arrugando la frente contempla al obeso hombre maniatado a una silla metálica en medio de la fuente del Parque, el cuerpo ha quedado carbonizado a tal punto que ni siquiera es capaz de reconocer que se trata del Comisario al que ha visto una que otra vez.

— Horrible manera de morir, ¿Cómo comprobaron que se trataba del comisario? —pregunta Gabriel sin quitar la mirada del cuerpo.

—El asesino decidió dejar la placa del comisario para que no tuviéramos dudas, además de la denuncia que hizo su esposa porque no volvió a la casa anoche. Y la fisionomía parece coincidir con él, una prueba de ADN  lo comprobará, pero no hay dudas en realidad —informa Lorenzo señalando la placa abierta al lado de uno de los negros pies del cadáver.

—Las cámaras de tránsito deben de haber grabado lo que sucedió, ¿Verdad? —pregunta Gabriel recordando que hay al menos tres cámaras que logran captar parte de esa área.

—No hay nada en las cámaras, por alguna razón el maldito se las arregló para lograr un apagón en toda esta zona, lo que le dio el tiempo suficiente para preparar todo esto y poner el cable del tendido eléctrico en la fuente —informa Lorenzo torciendo la boca al imaginar el sufrimiento de la victima.

—Y cuando restauraron la energía eléctrica, lo frieron. Necesitaré que vayas a la compañía eléctrica, averigua cómo es qué se produjo ese corte, e interroga a los técnicos que deben de haber mandado a este lugar para arreglar la falla. —ordena Gabriel sintiendo que nunca se ha enfrentado a un hombre como este asesino.

—Veré que consigo de ellos, hay muchos comentarios sobre el Comisario que nos tocará investigar —advierte el policía a su compañero.

—¿Corrupto? —lee Gabriel en voz alta el cartel en el pecho del cuerpo.

—Varios comentaban de los sobres abultados que le llegaban a la oficina, pero era el comisario así que no se podía hacer mucho —informa Lorenzo encogiéndose de hombros.

—Así que es otra pena de muerte, ¿Han hallado algo que nos sirva esta vez? —pregunta Gabriel sin mucha esperanza.

—Nada, el maldito sigue siendo muy meticuloso. Quizás tu padre pueda encontrar algo en el cuerpo, aunque si había algo probablemente se calcinó junto con él —determina el policía mirando a su compañero.

—Pediré los vídeos de las cámaras cercanas, quizás lograron grabar al menos el vehículo en el que lo tuvo que transportar. Avísame si hay alguna novedad —pide el detective dirigiéndose a su automóvil para encargarse de conseguir esos vídeos.

—¿Detective Martínez? ¿Tiene alguna declaración para nuestros lectores? —pregunta un reportero de gafas de marco cuadrado acercándose de prisa a él.

—Esperaba a todos los de tu gremio rondando aquí, Horacio —murmura Gabriel resoplando con molestia.

—La ventaja de tener buenos contactos, aunque probablemente no tarden en aparecer. Pero como seguramente habrá leído, nuestro diario tiene la primicia del Justiciero —anuncia con orgullo el delgado hombre con una gran sonrisa de dientes amarillos.

—El justiciero, ¿Acaso no se les ocurrió que ese nombre podría animarlo a volver a asesinar o que incluso llega a sugerir la justificación de sus acciones? —cuestiona el Detective con el ceño fruncido creyendo que es algo obvio que deberían haber previsto.

—Es solo para dar color a la nota, solo un nombre tonto para volverla atractiva a los lectores. Sinceramente no creí que fuera a seguir, pero si llegó al comisario podemos creer que no hay límites para este asesino —afirma Horacio rascándose su puntiaguda nariz con aparente inocencia. 

—¡Es un asesino, alguien que se cree con el derecho de tomar la vida de alguien más! Algo que no se puede justificar, y mucho menos convertirlo en el centro de atención, los de tu diario deberían tener un poco más de consideración y no solo preocuparse de vender —reclama el Detective enojado sin poder evitar levantar la voz.

—Por favor Gabriel. A mis jefes no le interesa si media ciudad es masacrada, mientras tengan un buen titular que les asegure ganancias, por la plata baila el mono, es así en todo nuestro maldito sistema —reconoce el reportero frunciendo los labios con aparente resignación.

—Por desgracia eso es cierto, pero aún así no justifico que anden detrás de la muerte de este buen hombre como la moscas sobre su cadáver —se queja Gabriel abriendo la puerta de su auto dispuesto a dar fin a esa conversación tan poco productiva.

—¿Buen hombre? Supongo que lo dirás con ironía, ese tipo recibía sobornos de la mitad de los traficantes, y ni hablar de su tendencia a visitar a todas las prostitutas de la ciudad. Más de uno pensará que se lo tenía merecido —informa Horacio con asco al pensar en la vergonzosa conducta del Comisario.

—No me llevo por rumores, si hubiese habido pruebas de eso sus compañeros lo habrían denunciado… —intenta defender el Detective por respeto al nombre y rango del fallecido.

—No juegues conmigo, Gabriel. Todos en esa comisaría sabían lo que sucedía, pero decir algo contra él podía significar perder el empleo y la carrera. Aprendieron a ser ciegos, sordos y mudos, es la única opción que les queda  a los policías que todavía no son corruptos —afirma el reportero frunciendo los labios.

—Siento no ser de ayuda para hundir la imagen de este hombre y de la fuerza policial que te mantiene a salvo —responde Gabriel entrando en el auto.

—Al menos de este tipo estaré a salvo, yo soy un simple reportero, aunque quizás no pueda decir lo mismo de mis jefes —murmura Horacio guiñando un ojo por su ocurrencia.

El detective acelera dejando atrás al reportero, siempre ha detestado a la prensa, ese oportunismo parasito para buscar una historia que luego modificarán como más les convenga. Después de años en la policía sabe que los medios de comunicación no informan siquiera una cuarta parte de los crímenes que se cometen día a día, algunos porque no ayudan a sus intereses, y otros porque son tapados por los propios políticos. Rara vez la gente llega a saber la verdad de lo que sucede a su alrededor, y la manera en que están haciendo propaganda de este asesino lo lleva a que le repugnan aún más.

—Atiéndeme, preciosa —murmura marcando el numero de Ana conectando el manos libres.

—Ho-hola Detective Martínez, ¿En qué puedo ayudarlo? —atiende Ana esforzándose para hablarle con normalidad.

—Buen día, Ana. Necesito que me consigas los vídeos de toda cámara disponible de diez cuadras a la redonda del Parque Bicentenario, desde las nueve de la noche en adelante —solicita Gabriel con una sonrisa en los labios al escuchar su voz.

—Eso suena a mucho para mirar, pobre del que tenga esa tarea —murmura la mujer tecleando en la computadora.

—De hecho había pensado en ti para hacerlo, necesito un buen ojo detallista ocupándose de eso, probablemente sea mi única oportunidad de conseguir una pista —anuncia Gabriel esperando no conseguir un reclamo por su parte.

—Eso me podría llevar muchísimas horas —susurra Ana no muy contenta por la noticia.

—Deberías asegurarte de contar con una buena compañía entonces —responde Gabriel con una sonrisa de picardía.

—Eso lo hace sonar el trabajo más interesante —murmura la mujer con voz juguetona—, me encargaré de ubicar las cámaras disponibles en la zona, me llevará un buen rato —anuncia cortando la llamada al escuchar que se acercan los usuarios compañeros a pedirle algo.

Gabriel mantiene la sonrisa en sus labios aún habiendo terminado la llamada, se siente algo tonto por su comportamiento propio de un adolescente, pero a la vez disfruta de esa sensación de vida que lo hace incluso escapar del estrés en el que estaría inmerso por el rumbo del caso. Realmente quiere mantener a Ana cerca suyo, ella parecer ser todo lo que necesita para escapar de toda la podredumbre que hay a su alrededor.

—¡Espero que al menos tú puedas darme buenas noticias! —pide el Comisario Suárez entrando en la oficina de Gabriel con aire cansado y tirándose en el sillón.

—Probablemente no sean las que anda buscando —anuncia el Detective mirándolo con un dejo de lástima.

—Tengo al intendente soplándome en la nuca, y a toda la maldita jerarquía policial de la provincia pidiendo explicaciones. Ese inútil de Vivas, le advertí una decena de veces que no se metiera en cosas raras, le salvé el pellejo una vez, pero el maldito ambicioso no pudo apartarse del dinero fácil —se queja el comisario resoplando molesto.

—Así que es verdad lo que se comenta, y por ende, la etiqueta que le dio el asesino —comenta el detective entrelazando los dedos sobre su escritorio.

—Eres un buen detective, a esta altura ya lo habrás averiguado por ti mismo. Pero en todo caso ya es tarde para ocuparnos de Vivas, debe seguir cocinándose en el infierno. Quiero saber lo que tienes sobre el maldito que anda asesinando a sus anchas en mi ciudad —pide el anciano masajeándose la sien con los dedos.

—Sinceramente, casi nada. Deja las escenas limpias, al igual que los cuerpos, con el apagón que provocó anoche se aseguró que las cámaras de la zona no lo grabaran, es muy astuto y sumamente meticuloso. Pero conocer la vida sucia del Comisario Vivas e incluso la rutina de Leiva nos indica que es alguien con acceso a información muy específica, al menos tiene que tener cierta cercanía con la policía —anuncia Gabriel exponiendo las teorías que se han formado en su cabeza durante las últimas horas.

—¿Pero no un policía? —pregunta el Comisario mirando con atención  a su subordinado.

—Supongo que no podría descartarlo, la manera en que idea los homicidios y los ejecuta nos hace pensar en alguien con una gran capacidad intelectual. Es minucioso, piensa en varios aspectos, provocar un apagón para no ser captado por las cámaras y tener libertad para preparar su escena. El tipo sabe muy bien lo que está haciendo —declara el detective inmerso en sus pensamientos.

—¿Qué te hace pensar que es un hombre y no una mujer? —cuestiona el comisario con curiosidad.

—Ambas victimas superaban los ochenta kilos, una mujer no podría lidiar con ellos, y el asesino no compartiría la atención que está recibiendo, por lo que no se puede pensar que sea más de uno —afirma el detective con seguridad.

—Así que tenemos un asesino en serie que sabe lo que hace, moveré mis contactos para conseguir que la Cooperativa de energía nos brinde la información sobre ese apagón. No quiero presionarte, porque sé que nadie más podría encargarse mejor de este caso, pero intenta darme para calmar a los parásitos que se me vienen encima —  pide el comisario levantándose de la silla.

—Voy a encontrarlo, por más que no deje pruebas estoy comenzando a comprenderlo —afirma Gabriel asintiendo con la cabeza.

—Lo sé hijo, tengo plena confianza en que llegaras a él —responde el comisario con una sonrisa.


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