CAPÍTULO 2 – SUEGROS.

Estaba realmente radiante enseñando mi anillo a mis amigas, mientras todas se quedaban con la boca abierta, excepto Carly, que parecía saberlo, no entendía como, pero ella decía que se veía venir.

  • Hacéis una pareja preciosa – comenzaba Carly – estoy segura de que vais a ser muy felices como marido y mujer.
  • ¿cómo has podido cazar a un hombre tan sexy como él? – preguntaba Charlotte, la más ligona del grupo, que siempre le hacía ojitos a David, aunque yo no le prestaba demasiada atención a este hecho, porque él pasaba olímpicamente de ella y sólo tenía ojos para mí. O eso me aseguraba cada vez que se lo comentaba.
  • No puedo quedarme mucho rato – les aclaré – tengo que ir a preparar la comida, mis suegros vienen a almorzar.
  • ¿hoy es el día en el que por fin vas a conocerles? – preguntaba Laia, mientras se pintaba las uñas de las manos, parecía que aquello no le interesaba demasiado, casi como que le aburría, pero no le di importancia, nada podría estropear mi felicidad en aquel momento.

Llegué a casa más tarde de lo que esperaba, pero las chicas me habían entretenido, aun así, tenía tiempo, caminé hacia la puerta, mientras me quedaba embobada mirando hacia David, que parecía haberse pedido el resto del día para ayudarme a preparar la llegada de sus padres.

Se encontraba en el jardín del vecino, ayudando al hijo pequeño de los Griffins a bañar al perro. Me quedé allí, embobada, mirando hacia él, percatándome de que parecía inmensamente feliz con aquel niño, y no pude evitar preguntarme si sería igual de feliz el día que tuviésemos un hijo.

  • Hay que enjuagarle bien detrás de las orejas – decía hacia el niño mientras enjuagaba al perro con la manguera.
  • Buenos días señora Santiago – me saludaba el pequeño, haciendo que David volviese la cabeza para mirar hacia mí.
  • Voy en seguida, cariño – gritó hacia mí, para luego darle la manguera al niño, despedirse de él y correr hacia mí. - ¿estás bien?
  • Estoy genial. ¿qué hacías? – Pregunté, mientras abría la casa, y miraba hacia él.
  • Ayudaba al pequeño Zac. – respondía, al mismo tiempo que se quitaba la chaqueta y la colgaba en el perchero de detrás de la puerta.
  • Ya veo que habéis hecho buenas migas. – reconocí divertida, mientras el asentía con la cabeza.
  • Me han dejado salir antes. – me comunicaba, justo como había adivinado antes de que me hiciese partícipe de aquella noticia.

Él me ayudaba a preparar la comida, sus padres llegarían de un momento a otro, y la carne casi estaba lista para la barbacoa, aún quedaba aliñarla un poco.

  • La barbacoa está lista – me anunció
  • Tan sólo faltan los invitados.
  • Llegarán de un momento a otro.
  • ¿puedo preguntarte algo? ¿qué les has contado sobre mí?
  • Les dije “todo el mundo tiene un destino, ella es el mío”. – aseguraba bastante serio, mientras yo me reía de ello.
  • ¿eso les dijiste? – pregunté divertida, al mismo tiempo que él asentía.
  • Si, además de que eras lista, inteligente, preciosa, y que eras la mujer que me hacía feliz. – afirmaba, mientras yo me moría de vergüenza de escucharle decir todas aquellas cosas sobre mí.
  • ¿y qué te contestaron? – quise saber.
  • Mi padre se moría de ganas por conocerte, mi madre… ella es demasiado sobre protectora, así que seguramente intentará ponerte las cosas difíciles, pero no te preocupes, estoy aquí. Además, ahora que tienes mi anillo, no será tan fácil dejarme escapar.

Sonreí divertida al escucharle hablar de aquella forma, cuando el timbre de la puerta nos indicó que los invitados habían llegado.

  • Ya están aquí – reconocí mientras me sentía tremendamente histérica.
  • No te preocupes, todo saldrá bien, les vas a encantar.

Caminé junto a él hacia la puerta, observando como él me agarraba de la mano con fuerza, para darme ánimos.

La primera impresión fue buena, sus padres eran encantadores. Y la barbacoa en el jardín también fue genial, incluso se auto invitaron algunos vecinos, pero a ninguno pareció importarnos.

  • Te dije que les encantarías – comenzó Dave, cuando ya habíamos recogido y estábamos en el cuarto, dispuestos para irnos a dormir – ha sido un gran día. Estoy agotado. Aunque no me importaría que la futura señora McFarrell me hiciese uno de sus famosos bailes privados. - admitió divertido, haciéndome reír a carcajadas. Siempre era tan ocurrente… era justo eso lo que tanto me gustaba de él, que siempre sabía cómo hacerme reír. - Me encanta verte así, estás preciosa.

Reconocía, para luego besarme con delicadeza.

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