CAPÍTULO 8 – Miedo.

Cuando llegamos a casa todos estábamos demasiado borrachos, yo la primera, pues sin otra compañía que la botella de alcohol, me había liado a beber como una loca, mientras observaba como Juan y Kevin hablaban como cotorras sobre la importancia de importar y exportar en los negocios. No entendía en que momento Kevin se había vuelto un experto en todo aquello.

Kevin abrió la puerta y entré sin pensármelo demasiado, mientras observaba como Juan y Kevin se dirigían hacia su cuarto.

  • Tan sólo es un prototipo – aseguraba mi hermano, mientras le enseñaba la esterilla que era para ponerla sobre la cama antes de irte a dormir, la idea era usarla unos 10 minutos antes de irte a la cama, y luego retirarla para irte a dormir.
  • Me llevaré esta – aseguraba – la probaré durante las cuatro semanas que me indicaste y te comentaré el resultado.
  • Me parece estupendo – decía mi hermano, con voz borrachina.

Entré en mi habitación y cerré la puerta tras de mí, me había aburrido como una ostra aquella noche, sentía que Kevin lo había estropeado todo, aunque me alegraba por mi hermano, eso estaba claro, pues había hecho un nuevo amigo, lo sabía, Kevin ya sería eso para él, pues sólo solía pasarse horas hablando con gente que realmente le cayese bien, y luego se hacía super colega de ellos. Con Tae Sang nunca le había pasado algo como aquello, él siempre solía decir que era demasiado callado y había muchos silencios incómodos cuando se quedaban solas.

Me quité los zapatos y la chaqueta, y los dejé en el suelo, sin apenas ponerle interés a lo que hacía, cuando escuché como alguien llamaba a mi puerta.

La abrí con sigilo, encontrando frente a mí a mi hermano.

  • Vamos a tomarnos unas copas, ¿dónde tienes el alcohol, hermanita? – Preguntó, haciendo que saliese de la habitación y me dirigiese al salón, donde Kevin, sentado sobre el sofá, miraba hacia mí.
  • Está aquí – le dije hacia mi hermano, mientras sacaba una botella de wisky y otra de ron de la puerta de debajo de la televisión, en el mueble del salón.
  • ¿tú no te unes? – Preguntó Kevin, dirigiéndose hacia mí, por primera vez en toda la noche. Negué con la cabeza en respuesta a su pregunta, para luego emprender la marcha hacia mi habitación.
  • ¿te importa que Kevin se quede a dormir? – me preguntó, haciendo que volviese la vista hacia él – vamos a seguir bebiendo, así que estará demasiado borracho cuando terminemos y …
  • Puede quedarse en el sofá – reconocí para volver a mirar hacia el pasillo – hay mantas en el ropero de tu habitación.

Volví a mi habitación y me dispuse a cerrar la puerta, cuando escuché unos pasos, haciendo que me detuviese y mirase hacia la persona que acababa de llegar hasta mi habitación.

  • Gracias – agradeció, sin dejar de mirarme – solo voy a quedarme un rato más, y sólo echaré una cabezada en el sofá, luego me marcharé – me explicaba, como si aquello pudiese traerme paz – así que no tienes por qué preocuparte.
  • Puedes quedarte toda la noche, si quieres – le informé, mientras el negaba con la cabeza, sin dejar de mirar hacia mí.
  • No, no quiero – aclaró, haciendo que le mirase sin comprender – no podría dormir sabiendo que estás a tan sólo unos pasos de mí… - proseguía, haciendo que le mirase con atención, totalmente cautivada por sus palabras - … con ese camisón que tanto me gusta… - sonreí al darme cuenta de a dónde quería llegar. Acababa de darme cuenta de que sólo estaba jugando.
  • Gracias por lo de esta noche – agradecí, haciendo que él me mirase sin comprender a lo que me refería – por lo de mi hermano.

Se dio la vuelta y se marchó hacia el salón, sentándose sobre el sofá, aceptando la copa que mi hermano había puesto sobre la mesita del salón, para luego, bebérsela de un solo trago.

Mientras yo cerraba la puerta, y me disponía a ponerme el camisón, para luego marcharme a la cama, pues estaba realmente cansada en aquel momento, aunque sabía que no podría pegar ojo hasta que no escuchase la puerta, que me indicase que él se había marchado.

  • ¿Tienes algún plan para mañana? – Preguntaba Kevin hacia Juan, mientras este negaba con la cabeza – podría presentarte a mi padre, quizás le interese tu proyecto.
  • ¿lo dices en serio? – Preguntaba mi hermano, entusiasmado con la idea.
  • Por supuesto. - concluyó, para luego sonreír ante la idea de hacer feliz al hermano de aquella muchacha que tanto le importaba en aquellos días.
  • ¿Hay algo entre mi hermana y tú? – Preguntaba algo chispado, pues sólo de aquella forma podría hacer preguntas tan directas como aquella. Ante aquello, Kevin sólo pudo estallar en carcajadas, sin saber muy bien que responder ante aquello.
  • Tu hermana es demasiado complicada para un hombre tan simple como yo – bromeaba, haciendo que Juan rompiese a carcajadas, asintiendo con la cabeza, pues él también pensaba de aquella forma.
  • Eso es lo que suele aparentar – añadía, haciendo que Kevin la mirase un poco más serio – pero en el fondo, no es tan complicada como parece. Creo que la vida la ha hecho de esa forma.
  • ¿Qué quieres decir?
  • Ella no ha tenido nunca demasiada suerte en encontrar al hombre indicado – aseguraba, haciendo que Kevin la mirase con sumo interés – ha sufrido mucho, aunque siempre intente ocultarlo, ella sufre más de lo que aparenta.
  • Lo sé…
  • Así que te mataré si le haces daño – bromeaba, haciendo que Kevin riese, aunque una parte de él sabía que lo decía bastante más en serio de lo que parecía.

Era más de media noche, faltaban pocas horas para que amaneciese, pero aun así no podía dormir, me sentía bastante mareada a causa de las cantidades de alcohol que había bebido y pensarle a él en mi sofá no ayudaba.

Me levanté de la cama, y me puse la bata, para luego abrir la puerta de mi habitación, pues tenía la garganta seca y necesitaba beber un poco de agua.

Caminé hacia la cocina, temiendo despertarle, pero cuando llegué hasta el salón no le encontré allí, el sofá estaba revuelto, y su chaqueta aún estaba allí, pero no podía encontrarle por ninguna parte.

Proseguí mi camino hacia la cocina, y allí estaba, sirviéndose un vaso de agua. Me miró, tan pronto como sintió mi presencia, haciendo que bajase la mirada avergonzada.

  • ¿No podías dormir? – Preguntó, dejando el vaso vació que acababa de beberse sobre el fregadero.
  • Tenía la boca seca – admití, mientras cogía el vaso que acababa de dejar sobre el fregadero, lo enjuagaba un poco y luego volvía a llenarlo de agua, para beberla, como si no hubiese bebido agua en días.

Alargó la mano hacia mi rostro, justo después de que hube dejado el vaso sobre el fregadero, de nuevo, secando con el dedo pulgar de su mano izquierda, las gotas de agua que se habían derramado por la comisura de mis labios, al beber con tanta ansia.

Miré hacia sus ojos, angustiada por lo que aquello me había hecho sentir, mientras él seguía mirando hacia el punto que acababa de limpiarme.

Tragué saliva nerviosa, mirando hacia su cuello, sin atreverme a mirarle a la cara, tenía demasiado miedo de lo que pudiese volver a pasar entre nosotros, pues no quería volver a caer en su juego.

Levanté mi mano para apartar suavemente su mano, haciendo que él volviese a prestar atención a mis ojos, aferrándose con su mano a la mía. Le miré contradicha mientras él tiraba un poco de mi mano para acercarse a mí, haciendo que me soltase de él y me alarmase.

  • Debería volver a la cama – aseguré, pasando por su lado, para marcharme hacia el salón, pero él me detuvo, me agarró del brazo antes de que pudiese marcharme de su lado y ladeó la cabeza un poco, para acercarla a la mía. Haciendo que yo ladease mi cabeza hacia el otro lado, evitando que pudiese besarme.

Aparté su mano, la que me agarraba del brazo, haciendo que me agarrase de la cintura con su mano libre y me obligase a acercarme a él, con tanta fuerza, que me hizo perder el equilibrio, haciendo que me agarrase a su hombro, y que me percatase de que su rostro estaba demasiado cerca del mío.

  • Debería de importarme que te acuestes con otro…- decía, entre susurros, haciendo que voltease la cabeza para mirarle, admirando como miraba hacia mis ojos, despacio - … pero no me importa – aseguró, bajando la vista hacia mis labios. Por una décima de segundo lo supe, quería besarle y perderme en sus brazos, pero no podía hacerlo, Tae Sang no se merecía aquello – si tengo que compartirte con él lo haré – me informó, para luego besar mis labios con aquella necesidad que nos conectaba.

Le empujé, apartándole de mí, al recordar aquella estúpida apuesta que había hecho con su amigo el día anterior.

  • ¿Aún sigues intentando ganar esa estúpida apuesta? – pregunté, dolida, haciendo que él me mirase apenado, porque hubiese parado de besarle – ya te dije que no volvería a creerte.
  • Te mentiría si te dijese que no hice esa apuesta, pero … - comenzó, intentando explicarme, pero era en vano, yo ya no quería volver a creerle - … todo lo que dije era cierto.
  • ¿y por qué debería creerte?
  • Porque eres la única a la que quiero dar explicaciones – me decía – si fueras cualquier otra me daría igual, me buscaría a cualquier otra para llenar su vacío.
  • Pues ya sabes lo que tienes que hacer, búscate a otra para llenar mi vacío
  • ¿Crees que no lo he intentado? – se quejó, mientras me agarraba del brazo y me atraía hacia él - ¿crees que no he intentado sacarte de mi mente con otras?
  • Eres un cabrón – reconocí, mientras levantaba mi mano libre y le cruzaba la cara, sin miramientos.
  • Pero no puedo – reconocía – ya te lo dije, contigo no puedo ser yo mismo. ¿crees que iría a casa de cualquier otra a explicarle como me siento?
  • Pensé que te habías quedado por mi hermano.
  • Al principio me quedé por ti, porque quería encontrar el momento de decirte que lo de esa estúpida apuesta no era sólo por la apuesta en sí y …
  • Ósea que todo lo de mi hermano ha sido fingido.
  • No, no es así. Tu hermano me cae bien. Si estoy aquí y he bebido con él no ha sido por ti.
  • Debería irme a dormir, hablar contigo no sirve de nada…
  • No voy a soltarte
  • ¿qué es lo que quieres, Kevin?
  • Ayer me di cuenta de algo, Ana.
  • ¿ah sí?
  • Me importa que estés enamorada de mí.
  • ¡Enhorabuena!
  • Tú no lo entiendes, a mí nunca me ha importado que las mujeres con las que me he acostado se terminasen enamorando de mí, me daba igual, tan sólo quería sexo. Pero contigo no.
  • ¿conmigo no querías sexo? – pregunté, alzando una ceja.
  • Contigo quería mucho más.
  • ¿mucho más?
  • Te quería a ti, pero no sólo por tu cuerpo, si no por lo que me haces sentir.
  • ¿qué te hago sentir?
  • Diferente a cómo suelo sentirme. La última vez que estuve en tu casa… cuando me besaste con amor, me hiciste sentir como nunca antes me había sentido.
  • ¿a sí? ¿y por qué me apartaste entonces?
  • Porque me da miedo.
  • ¿el qué?
  • Me da miedo enamorarme de ti.
  • ¿qué?
  • Sé que eres la única mujer que podría lograrlo.- aclaraba, mientras me agarraba de la nuca y me atraía hasta él, acercando mi rostro al suyo, apoyando su frente sobre la mía, sin dejar de mirar hacia mis labios.
  • Yo también tengo miedo – reconocí, haciendo que él se separase un poco de mí, sin dejar de aferrarse a mi nuca, mirándome con detenimiento – tengo miedo a que solo estés diciendo todo esto para acostarte conmigo, de que en cuanto vuelva a caer …
  • ¿recuerdas lo que te dije la última vez que estuviste en mi casa? – preguntó, mientras yo asentía ante su pregunta – Es así como soy, tan sólo finjo que no siento nada, cuando lo siento todo.
  • ¿por qué?
  • Porque eres lo mejor que ha pasado por mi vida, eres una buena persona, Ana, y no mereces a alguien como yo. Si te aparto de mí, podrás ser feliz con cualquier otro, y eso me tranquiliza durante un tiempo, hasta que pierdo la paciencia.
  • ¿pierdes la paciencia?
  • Porque no puedo olvidarte.
  • ¿por qué debería creerte?
  • Porque estoy borracho, y eso hace que quiera aferrarme a ti de una forma que no debería.
  • Entonces volverás a irte cuando estés sobrio, volverás a fingir.
  • Sí, pero al menos sabrás la verdad, sabrás por qué lo hago, sabrás que cuando te apartó de mí, en realidad lo que quiero hacer es aferrarme a ti.
  • ¿tanto has bebido como para sincerarte de esta manera?
  • Quería sacarte de mi mente con cada vaso de whisky, pero no lo he conseguido.
  • Entonces, si pasa algo entre tú y yo, mañana será como si no hubiese pasado y …
  • No, no puede pasar nada entre tú y yo.
  • ¿por qué?
  • Porque no puedo darte esperanzas, no ahora que se lo que sientes por mí.
  • Kevin…
  • Vete a la cama – me ordenó, mientras dejaba de aferrarse a mi cuello, y bajaba la cabeza, avergonzado.

Le agarré el rostro entre mis manos y le miré con detenimiento, pues acababa de comprender como era él, siempre apartándome porque no quería que descubriese que le importaba, que sentía algo por mí, aunque aún no sabía lo que era quería seguir allí, quería seguir frente a él, no quería apartarme ni un milímetro, ni siquiera me importaba demasiado si nos acostábamos, sabía que si algo pasaba me arrepentiría al día siguiente, pero no quería pensar demasiado en aquello, no después de que él me hubiese abierto su corazón de aquella manera.

“No mereces a alguien como yo” me había dicho.

  • Lo mereces – comencé, haciendo que él me mirase a los ojos, sin comprender a lo que me estaba refiriendo – mereces cada uno de los besos, cada una de las caricias, cada uno de los te quiero que quiero darte, y te los mereces todos, porque a pesar de lo que intentes hacerme creer, yo sé quién eres, sé que hay una parte que no es oscura ahí dentro, y sé que esa parte de ti me ama tanto como yo a ti.- proseguía – así que no tienes por qué seguir teniendo miedo de enamorarte de mí, no tienes que tener miedo a aferrarte a mí.
  • Ana… - comenzó, intentando hacerme entender que no era una buena idea lo que estaba diciéndole.
  • Soy la única a la que has enseñado esa parte de ti, la única con la que has dejado de fingir, aunque sólo sea un momento, la única que te acepta, aun conociendo esa parte oscura que hay en ti.
  • Cuando me despierte mañana, no te recordaré.
  • Aun así, quiero hacerlo.
  • No quiero que te aferres a mí, después de esta noche – me rogó – apártate de mí antes de que el monstruo que hay dentro de mí pueda destruirte.
  • Kevin
  • Prométemelo, prométeme que mañana todo volverá a ser como antes, que será como si no hubiésemos mantenido esta conversación – rogaba, al mismo tiempo que derramaba lágrimas, haciendo que yo lo hiciese también, para luego asentir.
  • Seremos tan sólo compañeros de trabajo. - aseguré, sintiendo entonces, sus labios sobre los míos.

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